Azorín anarquista Azorín falangista
El maestro Azorín fue uno de los primeros
escritores en regresar después de la guerra civil. Seguidamente, lo hicieron
Baroja, Pérez de Ayala, Salinas. Ortega y Gasset. Don Antonio vino gritando
Arriba España y escribió un libro primordial “El Escritor” dedicado a Dionisio
Ridruejo gran poeta del Movimiento. Yol soy el pasado, vosotros sois el futuro
arengaba a los jóvenes con sentencias cincelarias. Este libro del exilado que
yo leí en julio de 1976, humilde, sucinto y condensado pero que es uno de los príncipes
literarios de mi biblioteca al cual acudo en busca de consuelo y que me sirve
de referencia y vademécum en mis desalientos. Ya ha calló la voz anarquista y
panfletaria del periodista tumultuario que predicaba en sus artículos de
principios de siglo editados en “El País” el amor libre, estacazo a los curas,
nacionalización del campo. Que clamaba el reparto de la tierra, y lanzaba como
un energúmeno gritos contra el latifundio.
Antonio Martínez Ruiz ya no es el perdulario
alicantino cariohondo y revolucionario, vanidoso y de párrafo largo y
enmarañado, que provocaba asonadas por las calles de Madrid. Se ha vuelto un
escritor enteco acartonado de aires místicos. su prosa también se acrisoló en
la concisión, hízose profunda.
El Escritor, uno de los
mejores libros que se escribieron el pasado siglo, imparte armonía, destila
serenidad.
En
parte es un canto a Soria, no el Burgo de Osma del uxamense Ridruejo sino
Ágreda la del Padre Gracián al pie del Moncayo donde la mesta abrevaba sus
rebaños y se cardaba la lana fina, la entrefina y la de las churras que tan
mullidos e incomparables nos sirven de colchones. París ha trasformado al antiguo
volteriano. Nos cuenta que le gusta acudir a las largas misas en rito eslavo
(yo también experimenté esa catarsis en Londres) en la iglesia de San Juan el Pobre,
la misa de San Juan Climaco. Escala mística. Subir la escalera el alma peldaño
a peldaño hasta alcanzar conocimiento de Dios. Es lo que significa la palabra
griega clímax. Tanto como gradual. El bienaventurado Clímaco eremita egipcio▬
refiere Azorín ▬propone en su libro “Escala Espiritual” esa norma de conocimiento
interior.
Azorín ha renunciado al desdentado
Bakunin y se entusiasman con la marmota que tenía en su celda de exclaustrado
el Padre Isla la cual le ayudó a escribir el Fray Gerundio. Muy sabrosos y atinados
comentarios, pero en Azorín no hay pathos, ha renunciado a las pasiones para transformarse
en cuentista lineal. Cada capitulo de este libro del retornado vale tanto como
un rubí. Dispersa en sus páginas cierta esquivez ante el mundanal ruido que de
vez en cuando a los españoles nos trastorna. A veces puede aparecer algo
altanero y petulante el maestro Azorín. Se convirtió al partido conservador de
son Antonio Maura. Confiesa que detesta a los poetas chirles pero que nunca se
ha dejado llevar por el odio, la envidia y la violencia. “Procuré hacer justicia,
pero nunca odié a nadie. El odio lleva aparejada la ira, la cólera, la violencia”.
Propone en política la ironía y un cierto desasimiento, pero esto no es nuevo
ya lo predicaban los alumbrados y “deixados” conversos del siglo XVII,
siguiendo las enseñanzas de Miguel de Molinos que murió en la hoguera de la
Inquisición.
continuará
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