CAMPANARIOS MOZÁRABES
Iglesia parroquial de Valdemoro
ayer domingo. Templo jesuítico. Tarde de julio. Una boda. En la antojana veo
melenas de campana voluminosos maderos de pino. El bronce debía de pesar lo
suyo. La gruesa tradición mozárabe me lleva a consideraciones de campanas y de
campanarios. La mayor campana de la cristiandad creo que estaba en Rusia y en la Hispania creo que estaba
en Córdoba. En su base no la podían abarcar un corro de doce hombres. Era la
famosa campana gorda de la
Mezquita que estaba en San Eulogio. Fue llevada a
Compostela a hombros de moros y de la
aquella sede metropolitana regresaría por ordenes de Almanzor a lomos de cristianos.
A los musulmanes les molestaba su tañer porque su sonido sonaba a
superstición y además oscurecía la voz
del almuédano pero a pesar de todo siguieron repicando gracias al denuedo de
los cristianos mozárabes y hay constancia de actas de consagraciones de
campanarios hasta el siglo XIII en al Andalus. A partir de ahí enmudecen. Sin
embargo el toque de campanas era todo un rito litúrgico con lenguaje propio.
Los campanarios muzárabes al igual que en todo en el oriente se situaban en
edificios aparte como este de Liébana que yergue su silueta desafiante frente
al Naranjo nevado. El arte románico y el gótico les adosa a las naves del
templo. Su alzado que todavía puede verse en algunos ejemplares del arte
asturiano, el mudéjar castellano y aragonés (torres de Cuellar y de Arévalo) y
las de Tahull o Alcañiz y el carolingio era de una gran sencillez. Gracias al Liber Ordinum un códice del siglo IX descubierto por un benedictino
de Silos tenemos noticia de las riquezas del ritual visigótico y de la
importancia que en él se daba a las campanas. En el liber se dice que cuando
muere un obispo éstas han de tocar a clamor y oírse en una legua a la redonda.
Hay un ritual para bendiciones de campanas y a cada una de ellas se las
bautizaba con un nombre de un santo, de una virgen, de un mártir. Su sonido que
marcaba las diferentes actividades del día y el paso del tiempo es un
recordatorio a los creyentes que han de obrar el bien y vencer las tentaciones
pero también es un consuelo para los enfermos que escuchan la voz de bronce en
la duermevela recordando que Dios Todopoderoso es la fuente de la salud. Su
labor era la de vigía, alarma, refugio y consolación. San Isidoro dice que al
oir las campanas los judíos y musulmanes deberían aceptar la verdad de la
salvación. Chindasvinto regaló una campana de gran volumen al monasterio de
Compludo en 646. En el arte asturiano un cronista llama ebúrnea o marfileña a
la espadaña de Santa María de Bendones. Hubo campanario o lucernario en San Tirso
de planta cuadrada y sin alifafes ni mucha decoración y en San Salvador de
Peñamelaria monasterio cordobés del siglo IX erigido bajo dominación musulmana.
La iglesia de san Millán en cuya pila yo recibí las aguas de salud tenía un campanario muzárabe – en Segovia
había tres barrios: el morisco o arrabal con las iglesias de san Lorenzo y san Millán,
la aljama hebrea cabe la Puerta
del Socorro y el cristiano intramuros que se concentra en torno a las
parroquias de san Miguel de la Trinidad san Martín y san
Quince; yo nací en el barrio judío a la vera del Río Clamores y en me
bautizaron en una iglesia labrada por moriscos con ladrillos de grueso tendel y
esgrafiados que luego se haría románica y es hoy motivo de curiosidad para los
historiadores- que sigue siendo un enigma arquitectónico, un reflejo del paso
de las diferentes culturas y el tránsito de las diferentes maneras de elevar
preces a Dios y experimentaría a lo largo de los siglos copiosas
transformaciones y revoques. Las campanas me recuerdan horas hermosas de mi
infancia en las noches alegres de Sábado de Gloria o el lúgubre son del Día de Ánimas. Ojala sigan
repicando en lo más hondo de mi memoria.
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