Translate

lunes, 29 de octubre de 2012

JOAQUIN DIAZ... JUSTUS UT PALMA FLOREBIT

ESTUDIO SOBRE LA VIDA Y LA OBRA DE NUESTRO MENENDEZ PIDAL Y NUEVO MIGUEL DELIBES CASTELLANO




Primera parte




Debe de ser como consecuencia de la plegaria que dirigimos mis hermanos de luz y de sangre acompañantes de los pasos de la semana mayor cuando en el seminario invocando al Espiritu Santo entonando en la Fuencisla el Veni Creator, he tenido un felicísimo otoño, sin visitas a los tabernáculos pues émulo y pecador fui siguiendo los pasos de don Francisco de Quevedo, sublime Cojo[1](¿mataste a Erifos?... lo tengo derrotado… uy no te fíes) la persecución ha cejado, veremos cuanto dura, que a muchos les dejo bocas, ineluctable e incontrovertible, con mis argumentos, tanto literarios como políticos de la situación que atravesamos en este pobre país que antes se llamaba España. El obispo sigue sin dar respuesta a las proposiciones de este diácono, pero Dios nos hace caso. La gracia divina no va por arriba, circula por extraños conductos subterráneos. Por eso parece que su Rostro se oculta. Está ahí y no lo vemos. Pues eso.


Camino del septentrión, [yo siempre fui buscando la estrella polar, luz y guía no me desampares, Santa María], a la altura de San Cebrián de Mazotes en la A6 me desvié para ver la iglesia mozárabe reliquia del gran arte cristiano visigótico del siglo X, fundada por monjes cordobeses, de la que se hacía lenguas el profesor Azcarate. Lo mozárabe se ha puesto de moda porque la morisma, de la que vinieron huyendo aquellos benditos frailes visigodos con las reliquias de sus mártires al hombro ha vuelto a la carga. ¿Nos invaden o es que los dejamos? De cualquier forma parezco escuchar el planto de don Rodrigo en la cava. El primer violín ataca las notas en clave de sol de un guay de mi España. Aparentemente la situación, mutatis mutandis, se parece un poco a la de aquellos reinados de los últimos godos: Witiza y Wamba dados a la intriga y a la holganza, aquejados de eso que denominaban morbo visigótico, léase envidia. Y ya se sabe: la mula de Wamba que ni come ni bebe ni jode ni caga pero siempre anda. Bueno dejemos a Jeremías en un ladillo con sus improperios y al pueblo en manos de sus políticos con sus lamentos.


No tuvimos suerte en nuestro intento de ver esta joya. Un veterano estaba a la puerta con su nieto en brazos, un niño muy rico y sonriente que me recordaba a mi Diego, bajo el dintel de una puerta de cuarterón, me informó que la iglesia sólo puede verse a la hora de misa.


-¿A qué hora es?


-Los domingos a las doce y eso si el cura viene.


-Ah, pues tiene usted un niño muy majo, abuelo. Que le veamos en la mili.


-Eso ya no se estila.


-Hombre, es un decir


-Pues de hoy en un año y usted que lo vea.


Por aquí tierra de Mojados y de La Espina la gente es dura y fuerte como sus casas de adobe que mira que resisten pero amable e hidalga. Es esa reciedumbre que se manifiesta en la parquedad de los gestos y del lenguaje. En otras zonas son más parlanchines pero menos leales. La tristeza y el recelo se notan ahora con la crisis en cualquier parte de España vayas donde vayas, aunque en san Cebrián no nos ocurrió lo que a Joaquín y a su equipo en Puebla de Sanabria que quisieron acantearlos tomándolos por periodistas.


Así que con las mismas por una carretera de cárcavas entre encinares y algún que otro tractor que pasa –la semencera viene buena con estas lluvias que han caído por san Frutos y hay bandadas de tordos que emprenden vuelo hacia el sur- me cambio de valle, subiendo la cuesta que va a dar al páramo de Torozos y dejando a la izquierda a una verdadera catedral románica en el campo, santa María de la anunciada en el antemural de la antigua villa de los arevacos que a Roma le costó dios y ayuda conquistarla (Oronia también se asoma a un castro sobre la vaguada) ne acerco hasta Urueña la villa del Libro. Adonde voy y vengo con frecuencia. Cargo las pilas porque lugares así son el frumento espiritual de mi alma partida en tantos cachos.


Me saludan los merlones de una muralla bien conservada, el torreón de una iglesia adusta que carece de atrio pero tiene antojana a imitación de los templos rurales asturianos. Pese a lo inclemente de la mañana está desembarcando del autobús un grupo de turistas de la tercera edad. Pasean por los corros[2], se hacen fotos bajo el arco ojival de la muralla que a mi me recuerdo a Micklegate o puerta de san Miguel en York, visitan el museo etnológico o el centro paleográfico de Alcuino, aquel amanuense de Carlomagno, nacido en Eboracum[3], la patria inglesa de santa Helena, que enseñó a escribir a los monjes de medio Europa en caligrafía rúnica, compran algo de vino y queso y se largan.


Libro y vino son buenos compañeros del hombre. Un libro y un amigo quiero yo en mis lares, libro viejo que leer, viño anejo que beber, leña seca que quemar, amigo antiguo con el que conversar hacen la plena felicidad del justo y, si es al amor de la lumbre y con un jarrillo de clarete de Rueda a mano, mejor que mejor.


La lectura alarga la vida y el vino la alegra. Converso con mi amigo Jesús el librero de lance que regenta la bookshop más antigua, la de Alcaravan con veinte años tras el anaquel, y mucha experiencia entre sus barbas, catalogando, tallando volúmenes, poniendo etiquetas y registrando plúteos donde duerme la sabiduría del mundo.


Ya es pena que tan abnegado y sacrificado oficio (estos libreros de lance son la mejor compañía del escritor que siempre va buscando su arrimo encontrando en ellos comprensión, tolerancia y un poco de conversación, claro que no todos, porque también en este rebaño bala alguna que otra oveja negra) no esté tan valorado y mucho menos pagado como debiera. Los libreros portan la llama del fuego sagrado; son como San Cristóbal que cargan con los sueños, con las pesadillas, los pecados, injusticias y también virtudes del mundo, sobre sus recios lomos porque sin libro volveremos al Neardenthal, al encefalograma plano que es lo que parece que pretenden los demiurgos de la imagen.
He aquí el cordero de Dios. Ecce agnus dei qui tollis percata mundi… padre, perdónalos, quieren quemar todos los libros como dicen que hicieron los nazis, quieren por lo visto borrar la memoria, porque hay cláusulas que no les favorecen. Son un poco tramposos y algo nazis estos askenazis ¿sabes?


Prohibido soñar. ¿Por qué? Felipe Roth el flamante P. de Asturias de las Letras (esos premios principescos están algo devaluados, nadie habla de ellos en la prensa internacional y son una especie de calderilla en forma de Nobel español sin prestigio y que cuestan un ojo de la cara, demasiado bien pagados, un despilfarro sobre el pescuezo del contribuyente, nos mean y dicen que llueve y se lo dan siempre a los judíos) que ha tenido la descortesía de no estar en Oviedo, dice que, si pudiera, que apostataría de la literatura. Menudo panorama. Pero él cobra, publica, recibe laureles y honores y a los demás que nos zurzan.


Nos pone el tal Roth de vuelta y media desde las páginas del NYT y aquí van y le galardonan con unos milloncejos. ¿Cómo se come eso? El famoso rotativo neoyorquino no puede ver a España ni en pintura. Nos advera de muertos de hambre porque andamos revolviendo el cubo de basura y además secunda la independencia de Cataluña.


-Ceferino, ¿tú como lo ves?


-No digo nada; que son unos jodios impresentables.


-Chist, punto en boca ya lo sabes. Del rey y de la inquisición chitón, que me chivo a Gallardón.


-Eso sí que es morrocotudo.


Estaba algo triste, afligido por los fantasmas que se lían a despotricar, a lanzar porvidas y juramentos dentro de mi cabeza que parece un cajón de sastre pero guarda cierto rigor, a la vista de cuantos despropósitos nos rodean e indignan como por ejemplo esa ministra del Paro, a su cargo la cartera de Trabajo, una andaluza a la que llaman caracuadrá y un consejo de ministros presididos por Rajoy que parece la orquesta del Titanic. Posan muy sonrientes y repeinados delante de la cámara. Por delante risas pero por detrás debe de haber un navajeo feroz que menudas cuchilladas. Todos tan modositos que parecen una terna de los doctrinos pero atame esa mosca por el rabo. Es su máxima en la vida: paso de buey, diente de lobo, y hacerse el bobo.


Eso sí; todos se pegan por salir en la foto mientras Gallardón, el más peligroso, nos ha subido las tasas judiciales, pleitos tengas y los ganes, que en esta republica coronada te empapelan por menos de nada. Y de paso el señor ministro de Gracia y Justicia ha dictado un ukase que nos devuelve a los españoles a los tiempos de los quemaderos y de los autos de fe, ahora son para combatir heterodoxias democráticas pero qué más tiene, tanto monta, monta tanto.
Son los mismos galgos con otros collares. Los personajes de la inmortal obra de Delibes, el Hereje, vuelven a caminar por nuestros caminos perseguidos por los corchetes de lo políticamente correcto. Ahí va eso. Pintémoslo de verde. Es la vesse, el pedo del diablo que ya anunciara Villon.


Si abres la boca o escribes algo, puedes acabar en la cárcel y en la ruina porque las minutas del rábula las ha puesto por las nubes Gallardón, subiendolas casi un setenta por ciento, y a nuestras humildes posaderas de cara al paredón. Volvemos a ser carne de horca y de presidio los españoles.


En medio de tales cavilaciones y malos barruntos, la hospitalidad de Jesús el librero y su buen trato me sacan de mis amarguras porque yo me lamento de la dureza de esta profesión en este tiempo. Como los escritores intentamos robarles el fuego sagrado a los dioses, estos se vengan de nosotros. No sé si seremos malquistos o dejados de la mano divina. Deus meus, Deus meus, ut quíd dereliquisti mihi[4], el grito que lanzó Nuestro Señor en el Calvario es el mismo que ahora nosotros damos muchos escritores y libreros españoles. Aquí siempre se tuvo un gran respeto a la letra muerta y al libro en reverencia pero han llegado los nuevos bárbaros del norte con sus caballos bajo cuyos cascos no volverá a crecer la hierba aplastándonos las cabezas.


Sin embargo quienes emborronamos papel somos un elenco correoso y no nos rendimos fácilmente. Cruzaremos el vado con una cuchillo entre los dientes como ha dicho Juanqui y confiando en la ayuda del Todopoderoso.


Cervantes acabó de palanganero en una mancebía de Valladolid, a Zorrilla lo tuvieron que enterrar de caridad y al pobre Tomás Salvador el mejor novelista en los últimos decenios murió en la miseria, Quevedo sufrió un largo cautiverio y sus deudos le robaron lo poco que tenía, según me entero por mi comunicante.


Para consolarme me regala un librito de Joaquín Díaz, EL ASFALTO Y EL BALAGO, que ha sido un verdadero hallazgo y que desconocía. Se trata de un opúsculo con una colección de cuentos y de artículos, muy sucinto y que prende en el lector por su sutileza, concisión y exactitud, eso que llaman los alemanes acribia, el punto exacto, con referencias personales de recopilador de esa gran literatura oral que produjo Castilla y sus andanzas por los Ancares, por Sanabria y Tierra de Campos.


En sus paginas resplandece el gran escritor que es y lo buen prosista castellano Joaquín. A imitación de los hombres universales del renacimiento es capaz de tocar todos los instrumentos musicales, compositor sinfónico (sus obras de una gran impronta religiosa hacen pensar en Tomás Luis de Vitoria, el precentor o primer chantre de varias catedrales españolas del XVI) filólogo y matemático. Cuenta chistes como nadie. Es bondadoso y noble. No tiene envidia ni resentimiento ni la cólera que nos domina a otros y nos vuelve peligrosos desde las teclas de un portátil.


En Urueña y en Castilla a nadie oí murmurar sobre su persona, todos le quieren bien. En esta obrita en la que narra alguna de sus experiencia personales y su visión sobre la vida y las gentes y la época que nos ha tocado vivir a los que rezábamos el confiteor y cantábamos el perdona a tu pueblo o el amante Jesús mío y hoy nos cuesta trabajo ir a misa los domingos porque la liturgia al vulgarizarse ha perdido ese carácter mágico de misterios órficos y de vida del más allá que constituía su médula espinar; ahora nos hicimos laicos y todo nos da igual.


Aquí se manifiesta de cuerpo entero pero su bondad no le permite derramar acíbar determinándose hacia parámetros científicos pues es también sociólogo[5] y no reparte caña como hago yo, que soy un par de años más viejo pero de la misma generación del 68. Suaviter in modo y con esa ponderación tan vallisoletana introduce sin embargo la lanceta en las carnes doloridas de nuestra comunidad pero sin buscar soluciones ni meterse a redentorista. Dando una versión objetiva de la realidad. La música de Joaquín Díaz nos hizo gozar en la juventud y ahora su pluma en la madurez nos obliga a pensar dentro de un marco de esperanza y de compasión hacia el género humano del que se aparta para vivir en plenitud su yo y su realidad. El ruido le asusta como también las corbatas. Viaja casi siempre en autobús por no gustarle demasiado conducir, según creo.


El libro que me regaló Alcaraván y que leí en un par de horas al llegar a casa sin acusar el cansancio del viaje es uno de esos textos fundamentales que le obligan a uno reconciliarse con la vida y decir hay que ver lo bien que está escrito esto y esta situación… pues no se me había ocurrido. Es galardón del genio contemplar en las cosas lo que está oculto al común. Sus páginas son puro deleite espiritual y me traen a los ojos el tamo de aquellas trojes, de aquellas eras donde ya no trillaré nunca ya ni reverdecerán alguna vez más. Hay que mover el balago, chiquitos (beldar, segar, acarrear, remecer y remeter) y también menear el tango[6].


Significa trabajar y es antónimo de echarse al surco. Bálago de los yeros y balago del trigo y del centeno que segábamos de madrugada.


Y Joaquín, tan laborioso, menea el balago con destreza trayendo a la memoria palabras olvidadas que hoy duermen en los calepinos de nuestra mocedad y no son más que una cendrada en el cenicero del olvido. En algunas partes el tamo se conocía con el nombre de cisco y era la atmosfera de los pueblos por antonomasia. El balago era saludable, picaba un poco cuando se metía entre las albarcas o los fondillos pero tenía un olor muy saludable y natural emanado de las barbecheras y rastrojos. Por el contrario el asfalto es nocivo y pernicioso. Dicen que es agente cancerigenos por la brea y el alquitrán, por el humo de los tubos de escape, por el ruido que levantan al deslizarse sobre él el tráfico rodado.


Miguel Delibes fue el último vate de aquella sociedad que dejó de existir en poco más de dos generaciones con la emigración masiva del agro a la urbe. Algunos antes de tomar el coche de línea iban al pajar y se metían un puñado de hierba en el bolso de la chaqueta como talismán. Las espigas de aquella última cosecha que segamos antes de vender las tierras a los agiotistas o la llave de la casa del pueblo que cerramos nos acompañarán de por vida.


Él parte del mismo supuesto de abandono del medio rústico y del fin de una civilización pero con diferencias de matiz. Cada uno de los dos artistas tiene su propia personalidad. Don Miguel fue de la generación de la guerra y Don Joaquín es de la del 68, la que tuvo que pelear con los grises, la que se hizo contestataria e iba escucharle sus recitales, únicos e irrepetibles, que daba en los campos de la Universitaria. Música Folk. Tan española, cantares de siempre, y que sería arrasada, ay, con la debacle del pop (los Rolling Stones, los Beatles, los Bee Gees, The Mamas en the Papas que degeneraron a ese desmadre cacofónico en que viven los hijos y nietos de todo aquel desmadre) y nuestro mocerío- aquello fue toda involución de viejos valores- se puso a cantar en inglés. Joaquín Díaz hizo mutis por el foro. No quería que le comparasen con Raphael. Prefirió dedicarse a la investigación y gracias a esta labor musicológica el arte de la palabra estará en deuda con él para siempre: la recuperación del romancero castellano, las viejas tonadas sefarditas, coplas para la siega, cantos de la parida, seguidillas para ir de ronda, y luego el elenco de motivos religiosos que es inmenso. El hidalgo de Urueña nos enseñó a amar a España y a escucharla tal y como sonaba en las tabernas, en las jotas y rondallas, en misa, en el cementerio, en las bodas y convites, en la bodega, en la guerra y en el amor.


Otro aspecto que le diferencia con el autor del camino es la impronta religiosa. La generación que hizo la guerra se manifestó un tanto agnóstica con ese agnosticismo de los que estudiaron en tiempos de la republica, nosotros los del 68 estudiamos desde el parvulario al bachillerato con los curas y en ese ambiente que ha dado en llamarse Nacional Catolicismo que hoy algunos detestan pero que tuvo cosas muy positivas y que falta ahora. Joaquín Díaz fue seise o niño de coro en la catedral de Valladolid, creo, vivió en todo su esplendor los ritos semana santeros en su Zamora natal[7], asistió a los entierros de antiguamente donde se cantaba aquellas pavorosas Tremendas[8], vio las procesiones cuando los soldados de la escolta de los pasos desfilaban al son de los tambores con el tubo del fusil boca abajo en señal de duelo, se había muerto Cristo, y se aprendió el confiteor en latín para ayudad a misa. Eso deja huella, marca carácter aunque hoy sea solo parte del folklore.


De los relatos que incluye EL ASFALTO Y EL BÁLAGO hay uno que impresionará al lector cuando refiere la pesadilla que tuvo en Roma donde fue huésped del P. Federico Sopeña[9] pues nos hace pensar en Edgar Alan Poe y en otros autores de literatura fantástica por su fuerza. Lo alojaron en una habitación de cuyas paredes colgaba una reproducción del retrato del papa Inocencio X el cual por la pericia de Velázquez mira para el contemplador con una mirada tremenda, casi asesina. Esta mirada le desasosegó y no pudo pegar ojo en toda la noche y hasta sintió que alguien llamaba a la puerta. Abrió y no era nadie. Había recibido la visita de un fantasma. La impronta de lo mágico vuelve a repetirse con su visita al pozo Airón o Laguna Negra en Soria. También realiza el autor un verdadero tour de force de conocimientos antropológicos o filológicos como en Buenas pécoras al hilo del paso de un cordel de la mesta por Tordesillas. Nosotros- comenta-utilizamos muchas palabras para no decir nada: en profundidad, en tiempo real, ecosistema, cañadas, desertización. Sin embargo, los pastores que bajan y suben sus rebaños aguas arriba del Duero hablan un idioma más preciso: varas, leguas, reteles, manseras… allá va el mastín con su carlanca y el morueco destacando por la cornamenta de carnero padre y gran alzada. Los rebaños de la mesta se desplazan al paso de una mujer hilando y su vida trajinante tenía poco de bucólica y nada de las ternezas con que los apoda la novela pastoril o las églogas de Garcilaso. Cuando llegaban a un pueblo, las mujeres rememorando el rapto de las sabinas, huían o se ocultaban pues tal era el apetito sexual de los gañanes desmadejados por meses enteros de continencia en la majada.


El sentido del humor castellano que se parece poco al ferrete coruñés o a la zumba de los asturianos y para nada al humor inglés se nos muestra en el Brazo de Matías…con que en esto oigo un chasquido detrás de mí y la mula que se me espanta… cago en tal. Matías el manco cuenta a los niños cómo una muta lobuna y concretamente una loba con una boca como una cueva de grande y negra le enganchó el brazo y se lo llevó, pero quia. Matías perdió su brazo de otra forma menos heroica. Era un buhonero que cuando llegaba a una venta siempre decía lo mismo: dos huevos fritos para mí y a la mula no le eches algarrobas que viene cenada. Uno de los posaderos se dio cuenta de que Matías le robaba y una vez que el ladrón estaba con las manos en la mesa o en la artesa mejor dicho soltó de repente la tapa del arcón dejándole sin medio brazo.


Otro detalle en la iglesia hasta el siglo XII con la reforma cluniacense no había instrumentos- el único que se permitía era el de la carraca de viernes santo día en que tampoco se podían tocar la campana. La mejor guitarra, el mejor adufe era la voz humana, costumbre al que siguen aferrándose los griegos sin detrimento de su esplendor litúrgico que se atiene a estos orígenes milenarios. Y así nos lo cuenta Joaquín que de esto sabe un rato pues ha resucitado la zampoña, el rabel, la vihuela, los crótalos, el bombardino y los sabe tocar…. El rabel que ha de ser fino ha de ser de verde pino, la vihuela de culebra y el collar de mula negra, canta en una de sus composiciones.


Sin ser misógino ni misoneista es amante de la soledad sonora, aquella que cantara fray Luis de León en sus estrofas a la música de Salinas y a la vida apartada. En un mundo de ruidos y con el altavoz a toda mecha vivimos alienados. Pero los nuevos inventos (el móvil, televisión interactiva, tabletas, wasaps) han incidido en un aumento de la incomunicación y del aislamiento. Algún tales recursos, ojalá, sean aprovechados en beneficio de la cultura. Por el momento son un incentivo al desconcierto, el resquemor, la ignorancia y la pornografía con la que nos lavan el coco los amos y mercachifles de estos trebejos cibernéticos, cada uno con su pin y su consola.




continuará




[1] Góngora se mofaba dél por su afición al vinazo
[2] en Urueña las calles se llaman corros
[3] este lugar se trae un aire con la urbe inglesa a la vera del río Ouse
[4] señor mío y dios mío por qué me abandonaste, fue el grito que profirió el Salvador en la cruz poco antes de expirar
[5] se recomienda visitar el Museo de los pueblos de Urueña la Villa del libro
[6] tango era el palo del juego del chito acostumbrado en tierra de Segovia
[7] aunque nació en Zamora su familia procede de la montaña asturiana lindando con León
[8] dies irae dies illa, secuencia del oficio de difuntos
[9] el padre Sopeña fue un cura que decía misa para

No hay comentarios:

Publicar un comentario