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domingo, 3 de abril de 2011

ASTURIAS GRAN PERIODISMO

PERIODISMO ASTURIANO A LA SOMBRA DEL


CARBAYÓN



El primero de octubre de 1879 se derribaron las murallas de Vetusta a tenor con lo que acontecía en ciudades de media España, excepto Ávila. Corrían vientos nuevos. En Oviedo había una que edificaron los romanos y sólo dejaron un lienzo de muro en la bajada de San Tirso a la catedral.

Pero sobre todo pereció a efectos del ensanche devastador el roble triunfal que desde el siglo XIII fue testigo del ir y venir de la ciudad. Seis siglos y cuarenta metros le contemplaban desde la quima a la base y un perímetro de catorce metros que no podían abarcar doce hombres bailando la danza prima.

Era el Carbayón una especie de gentilicio para dar nombre a todos los nacidos en la insigne augusta y leal ciudad. A los ovetenses dicenlos carbayones, a los de Jijón los del culo mojado y a los de Grao moscones.

Los árboles mueren de pie que diría el gran Casona para dar paso a una nueva civilización, una mentalidad distinta. El holocausto del progreso. Tala voraz a compás de la marcha de la historia pero como no hay mal que por bien no venga al día siguiente 2 de octubre vería la luz un periódico del mismo nombre que alumbraría sendas de libertad, de buen hacer periodístico y de ese humor típico ovetense que tiene entronques con el understatement inglés.

Oviedo y Asturias en general a la sombra de aquel roble mítico surgiría un vivero de grandes hombres de pluma, periodistas, escritores, dramaturgos, músicos – allí es uno de los pocos lugares de España que se pirrian por la ópera-; el rotativo acabaría sus días el 19 de julio de 1936 y abrió sus páginas a gente tan insigne como Palacio Valdés, Juan Antonio Cabezas, Vital Aza, los Selgas, Tomás Tuero, Leopoldo Alas “Clarín” y su hermano Genarín, Pío Rubín, Pérez de Ayala que insertó algún artículo aunque, hombre de izquierdas, prefiere otras rotaplanas como el “Pensamiento asturiano” o la “Revista”.

El Carbayón, que era un poco de los curas, sentía inclinaciones centristas y sus directores como Melquíades Álvarez, fusilado en la guerra civil por el Frente Popular, eran de la CEDA. Escuela, pues, y noviciado de grandes periodistas.

A mí, salvando las distancias, me nacieron en Segovia pero me puse a recaudo de aquella alcazaba; aprendí a escribir y a soñar y a amar a la sombra de la alcuza de Vetusta ese embudo hacia arriba, encaje de piedra, donde don Fermín de Pas enristraba el catalejo para ver pasear a doña Ana Ozores. Andando el tiempo supe que la diócesis segoviana tuvo conexiones con la que fuera sede primada de la Españas y el constructor de la catedral ovetense fue un obispo Arias de las grandes familias segovianas.

En fin que allí me quedé a la sombra de la aguja de la catedral y aunque ausente de la tierrina mi espiritu revierte a sus montañas. La primera vez que crucé Pajares recuerdo la frescura, la amabilidad y el candor de aquellos ovetenses que se expresaban en un acento cantarín y dije aquí me quedo, me esperaba la vida allí. Mi primer artículo me lo publicó Pérez de las Clotas en la tercera de opinión del querido la NUEVA ESPAÑA.

Guardo el recorte agradecido, por ahí, pues en aquel periódico fundado por falangistas, que pronto se reconciliaron con los de las izquierdas, trabajaron Arias de Velasco amigo de mi suegro Gabriel, Alberto Cepeda, Lalo Azcona un crack, el anchorman de nuestros telediarios años 70, (su padre Ladis Arribas en él continúa escribiendo) José Manuel Ponte Mittelbrun, los Vázquez Prada, Alfonso Calviño el último director de “Voluntad” de Gijón, heredero de aquel “Avance” de los socialistas Manolo Fernández Avello, yo creo que el mejor columnista de lo local que firmó en los papeles de este país, un maestro del comentario leve que solía encajar Nicolás González Ruiz en el YA años ha pero con más contundencia e ironía no exenta de bondad.

Hoy añoro aquel periodismo fenecido de las grandes plumas y de los grandes reportajes de Diego Carcedo o las crónicas de Alemania de José Luis Balbín. En esta profesión humilde y modesta donde las haya un periodista lo es todo y es nada. Actualmente se ha entreverado con la política y algunos tienen más poder mediante las tertulias que los propios ministros. Sin embargo, un periodista sin periódico es un gato al agua. Un cero a la izquierda. Nada.

Clarín tuvo su propio órgano de opinión: “Juan Ruiz” semanario satírico de corta vida donde fustigaba de forma implacable la cretina certinidad de este país. Y combatía desde su trinchera contra los meapilas de “Tambor y Gaita”. Este rotativo ovetense llegó a decir que su “Regenta” era un somnífero. La historia ha demostrado el error de aquellos plumillas de la montera picona porque la inmensa novela de Clarín es uno de los grandes monumentos en español literario después del Quijote.

Le acusaron hasta de plagio, de haber fusilado a Flauvert. Sin embargo Ana Ozores la protagonista, análisis de un alma femenina, supera a la propia Bovary. Pobre Clarín, un sentimental un místico al que motejaron de ateo, de poco hombre, de mal asturiano y poco español. No comprendieron el gran drama que llevaba dentro este gran novelista que decía que la literatura no daba para comer pero a veces da para merendar. Hoy ni eso.

En algunas de sus páginas se percibe el desaliento de los grandes españoles incomprendidos, habitantes de un exilio interior que les convierte en autistas casi pero que siguen emborronando papel. “En este oficio es poco lo que le pagan a uno por trabajar mucho… yo ya sé cual es mi profesión leer pero no lo pagan y estropea la lectura los ojos y el estómago”. El Señor le dio esa facultad o recado de escribir y era un escritor creyente que a veces carga contra los abusos de la iglesia jerárquica, lo que hacemos todos.

Sí, Clarín escribía como respiraba, y a veces en su prosa da conciertos de violín. Sobre todo en sus cuentos. Pocas obras maestras en el idioma como su “Adiós cordera”. Un poema en prosa. Clarín tenía un violín y sus notas siguen sonando por las calles de Vetusta en pentagramas de humor y de melancolía. Oviedo es un ente literario como el Dublín de Joyce, la montaña mágica de Mann. Crecer y amar a la sombra del Carbayón ha sido un don divino, una señal de que existe Dios dentro de mi descarriada y pecadora vida.

03/04/2011

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