VII CENTENARIO DEL PATRÓN DE LOS ARCHIVEROS SAN ALBERTO MAGNO
Antonio Parra
Pasado san Eugenio, el visigodo francés que ganó la Silla de Toledo, las bellotas en el barreño, dice el refrán. Hermoso tiempo de granazón y de días tibios, el campo es un sedante a los ojos, y los paisajes de España parecen de terciopelo. Poco se compadece esto con el vértigo, el desasosiego, las trifulcas que estamos viviendo. Peregriné a Soria por promesa y por agradecimiento - de esta hégira Deo volente les hablaré otro día ya que aquel baguda vasco hispanorromano que renunció al matrimonio con la hija del rey Godo y se fue al desierto de la Peñalba para mirarse en Dios y acaso encontrarse a sí mismo en los soledosos pedregales de la alta paramera, me parece de gran interés- pero se acaba pasar la fecha del tránsito, coincidente en la epacta mozárabe con el del glorioso arzobispo de Toledo, de Alberto Magno que murió un 15 de noviembre de 1280; nació en 1206.
Su perfil obedece a esa Iglesia pregrinans in terra que guarda poco lado con esa otra Iglesia de la política, la de las mitras y los báculos, la de los obispillos blincas, rencorosos imbuidos de la satánica soberbia, y no digo nombres, la de los curas trabucaires que otra vez se han tirado al monte, pistola al cinto y defienden a un ejército de liberación nacional-entre paréntesis- que asesina por la espalda que se lleva cargados a más de mil españoles inocentes. Todo eso es apariencia, aspecto, accidente, coyuntura. Y yo voy por las sustancias y las esencias.
El tiempo de Dios y el tiempo de la Iglesia no coincide con nuestros cómputos seculares. Yo hablo de esa otra Iglesia esotérica que se nutre del rescate y del milagro de la sangre de la redención. Conductora del pueblo y espolique de la sabiduría. A esa es la que pertenece este alemán, lumbrera del siglo XIII. Después otro coterráneo suyo Parecelso le daría la razón diciendo que hay que estudiar la Escritura y henchir el corazón de las tres virtudes teologales que son la fe, la esperanza y la caridad, pero actuar como si Dios no existiera estudiando la naturaleza donde late el pensamiento divino y se palpa la economía de la salvación- los planes de Criador para el mundo por Él criado en perpetuo movimiento, desarrollo y cambio, claro que permite el entendimiento de las causas y los efectos. Un gigante en definitivo era Alberto Magno o Alberto el Mago porque en su afán por el estudio no le hizo ascos incluso a la práctica de las ciencias ocultas.
Según refieren sus biógrafos llegó a inventar una cabeza parlante, un robot (parece ser que esta iniciación en la matemática aplicada le vino a través de los templarios que fueron los precursores del ordenador y de la televisión y mirando a las estrellas muchos de sus freires conocieron los secretos de la telepatía y la telekinesia; me estoy refiriendo al famoso baffomet que funcionaba mediante impulsos binarios, esto es en bytes como un PC como éste en el cual les estoy escribiendo).
Sin embargo este “monstruo” asustó de tal manera a su discípulo santo Tomás de Aquino que lo destruyó a martillazos. Parece ser que el napolitano aunque le llamaran el Doctor Angélico luego de angelical tenía muy poco.
Corrió por los tránsitos de su convento a una bella jarifa - a las mujeres no sé por qué siempre les han gustado los frailes y sobre todo si eran jóvenes y apolíneos como Tomás de Aquino en su juventud, luego engordó pesaba más que yo 125 kilos y tenían que sacarle en una silla al sol, murió de gordo a los cuarenta y tantos antes que su maestro, por una apoplejía- con un tizón encendido al grito de vade retro, la moza desnuda como la madre que la parió y el pobre novicio lleno de ira meneando sus capisayos y manteos en pos. Tea a la tentación. Iskra.
San Alberto es patrón de los archivos porque creía que el conocimiento se almacena y de los legajos, mamotretos, tumbos, se desprende después la conclusión del progreso y de los avances técnicos. Su obra gigantesca (escribía cinco folios al día) y tendría luego en España un imitador el P. Torquemada alias el Tostado. Nada daba por supuesto ni de contado. Su credo de comportamiento era el estudio y la compulsión de todo lo que sorprende al ser humano en su paso por la tierra. A sus Summa de criaturas agregó el Comentario a las sentencias y el de las Exégesis. En números redondos más de cinco mil páginas. Criticó a los escolásticos reduccionistas y retóricos y su lema era: “terminaremos todos hablando de las cosas de Dios”basándose en el dictamen paulino de que “ninguna cosa humana me ha de ser ajena”, lo que a algunos de sus contemporáneos escandalizó bajo sospecha de herejía y de panteísmo.
Incluso estableció un laboratorio en su convento donde tenía una alquitara y un taller mecánico. Mucho de aguantarle el prior que temía por la seguridad de ña casa y al que aquellos cachivaches le daban miedo. Murmuraban sus hermanos de hábito porque parece ser que en aquellos tiempos fray Adalberto de Lauiengen era una especie de profesor chiflado, pero adelante el inventor.
Los mantistas de la Sorbona no querían creerlo. Su conocimiento del griego y del hebreo le permitió estudiar a Tolomeo, las Categorías de Aristóteles y las Etimologías de San Isidoro. Tenía una biblioteca enorme y su archivo era un digesto de incunables adquiridos a precio de oro en los monasterios medievales sobre todo los de los griegos y, tomado el hábito de los frailes mendicantes de Santo Domingo, enseñó Mecánica en Colonia, Teodicea en Friburgo y el Trivium y el Quadrivium en Paris. Los datos ciertos sobre su vida los encontramos en el “Cronicón de Helsford” y de la “Leyenda” que lo describe como un fraile piadoso al que sus condiscípulos y maestros conocían con el nombre del filósofo.
No conoció a san Bernardo de Claraval que murió muchos años de que él naciera a orillas del Danubio pero toda su religiosidad parece imbuida del pensamiento templario- cisterciense y del espíritu de Cruzada pero con su amor al estudio y a la praxis piensa que la conquista de Jerusalén ha de ser más que física espiritual. De ahí su esoterismo y su admiración por la gnosis de los monjes del Temple que sabían mucho de Astronomía y Astrología, de Medicina y de los misterios de la naturaleza humana tras su paso por el Oriente. Vivió tiempo glorioso cuando se construyen las grandes catedrales francesas y las ordenes militares expanden su dominio por el Mediterráneo y por España. Cuenca, Segovia, Ponferrada y otros baluartes templarios fueron construidos por monjes franceses que seguramente escucharon las lecciones de Alberto Magno desde su cátedra en la Sorbona.
El triunfo del gótico, la teología y el descubrimiento de una serie de axiomas soteriológicos que se han perdido y went in hiding como dicen los ingleses, fueron sumidos por el vértigo de los tiempos pero que algún día volverán a la superficie.
En este siglo de oro del cristianismo Cristo era un gran músico y un arquitecto. También era el Christus Medicus que preconiza la alquimia. Era el espíritu de los tiempos de entusiasmo y de pasión por el conocimiento que en la Iglesia actual parece brillar por su ausencia con todos esos clérigos acoquinados o la defensiva. El nivel intelectual de los ordenados in sacris ha caído en picado y ellos tienen un poco la culpa de que las feligresías mengüen en las misas de doce que en estas solo haya viejos porque con sus sermones y feligresías que parecen pronunciados por extraterrestres aburren a las mismas ovejas.
Si esto sigue así muchas parroquias no tardando mucho tendrán que echar el cierre por falta de quórum. O facciosos del gran contubernio como ese Setién. Menos mal que ellos forman parte de la hojarasca. Lo de fuera. El don de sabiduría, de la curación, del milagro y la esperanza de lumbreras místicas como Teresa de Lisieux, mi abogada quien por cierto me acaba de hacer otra de sus “faenas” maravillosas echandome una manita - bendita sea- se esconde en la pulpa interior. Es en Iglesia en la que creo y confío, depositaria de la fe, el tesón y a veces la cólera que me impulsa a escribir.
Hoy si volviera el P. Isla se forraría con una nueva versión del fray Gerundio de Campazas aplicada a los curas post conciliares. Esto tiene que cambiar. Que ordenen a presbíteros que aunque sean hombres casados poseen un cociente intelectual de sabiduría y de amor a la Iglesia mayor que todos estos destripaterrones con sotana funcionarios o que hacen encajes de bolillos con discursos incendiarios desde la Cope. El compromiso con Xto. exige mucho más de lo que ellos están dando. Quieren estar al santo y a la limosna y el Señor nos lo dijo bien clarito: no se puede servir a dos amos.
En el centenario de San Alberto Magno el hombre de ciencia y el archivo viviente les exhorto e invito a seguir su ejemplo. Ha pasado este centenario desapercibido en la propia Iglesia. También hay santos a los que parece ser que las fuerzas Oscuras quieren descabalgar o bajar de la hornacina según y como, lo que no merma un ápice la magnitud de este bávaro como el actual sucesor de San Pedro del que se dijo en su epitafio: “cunctis luxisti, scriptis praeclarus fuisti, mundo luxisti, quia totum praeclarus fuisti”(a todos iluminaste, fuiste preclaro en tus escritos, aun muriendo a las cosas del mundo porque todo lo que es cognoscible supiste).
Era un archivo viviente, padre de la poligrafía. Muchos siglos más tarde el gran archivero norteamericano Dewit se inspiró seguramente en sus obras para establecer el CDU (Código Decimal Unificado) de 1895 que es la base de la moderna archivística. Bien es verdad que el conocimiento que proclama es un conocimiento cerrado y no abierto pero los que acusan a la SRI de oscurantista ¿no se están guardando ellos también cartas bajo la manda basados en el aforismo de que saber es poder y hoy más que nunca? pero de todo eso les hablaré otro día mientras me pongo debajo de esta lumbrera espiritual encendida por San Alberto hace siete centurias. Por hoy ahí queda eso.
19 de noviembre de 2006
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