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martes, 7 de noviembre de 2023
sábado, 4 de noviembre de 2023
ERA UN BUEN CHICO
OBITUARIO CARRASCAL
He was a nice guy, un chico listo, majo, amable, que paliaba la crudeza del mundo de plomo con una sonrisa beatifica pero nada más. Su premio Nadal Groovy una narración del mundo jipi aledaños de la neoyorquina Washington square años sesenta no pasará a la historia de la literatura. “Parra, tú escribes mejor, me dijo Celso Collazo, el delegado de Efe en Naciones Unidas" y creo que hasta me dio un beso en la frente.
A Jose Mari conocí en el alguarín que mi agencia tenía en la ONU con vistas al río Humber por donde navegaban las barcazas basureras y de vez en cuando el cadáver de algún suicida yo vi flotando entre las aguas de esa ría que era la gran cloaca arrastrando toda la mierda de la metrópoli.
A mí no me complacía demasiado aquel chiringuito donde apenas brotaban noticias. Todo eran reuniones, mítines, cabildeos. La era de Kurt Waldheim el austriaco diplomático al que echaron por haber estado encuadrado en las SS, que sucedió al birmano U Thant y antes el sueco Dag Harmasjeld. Con Waldheim la guerra fría estaba dando sus últimos suspiros. Pese a todo, encontré en NY un mundo feliz. No habían llegado los heraldos del globalismo y del nemine discrepante como norma de conducta.
Si no estabas con el poder, ibas a la calle. Yo tuve la suerte de poder contar la vida norteamericana a mi manera lejos de los parámetros oficiales y sin que me echaran a la calle sirviéndome de mis ardides talmúdicas para sobrevivir a los naufragios “si has de vivir con los hombres muévete con cautela de una sierpe”.
Carrascal, un buen chico, guardaba la línea siendo asi un tipo muy lineal no se salía de la acequia marcada, no estaba nunca en offside. Algunos se enfurecieron conmigo porque les levantaron de la cama Hermida, Valverde del YA, Ángel Zúñiga de La Vanguardia, un catalán bellísima persona, porque en unas declaraciones de Golda Meir me había dicho que España era un país importante y diferente a los demás por los judíos. Estábamos bajo el mandato de Jimmy Carter que tampoco representaba a los dirigentes de la Casa Blanca al modo convencional.
El manisero de Georgia que asistí a las preces en la capilla bautista de su pueblo tampoco era convencional pero también un buen chico. Se trataba del último líder norteamericano de origen cristiano en el Despacho Oval.
En política internacional USA trataba de afianzar su poder mundial bajo las directrices del paso a paso creadas por Kissinger, una política que no estuvo exenta de fallos como fue la abdicación del Sha de Persia sustituido por los ayatolas, el derribo de Anastasio Somoza, el mejor amigo de los norteamericano en Hispanoamérica seguido del de Noriega, pues bemoles tiene la cosa el Cara de Piña había pertenecido a la CIA.
Con todo y eso los EE.UU ofrecían un semblante amable de libertad y progreso. El mundo de postguerra desde el movimiento jipi y las sentadas universitarias habían dado paso a la paz norteamericana. NY era un buen lugar para vivir.
Yo me empapé de calle tratando de compulsar el pálpito existencial de los de abajo: cómo vivían qué compraban, cómo se curaban, cómo bebían, cómo fornicaban o donde se divertían los americanos. Yo portaba poco por aquel chiscón en la segunda planta del Rascacielos Azul con vistas a la ría que compartía con un periodista indio. Sus regüeldos a curry me llevaban los demonios.
Tal lugar hubiera sido el sueño de cualquier redactor de mesa pero yo soy un perro callejero con olfato para detectar la noticia por los mercados, el Hospital Bellevue donde nació mi hija Henar, o las tabernas de la First Avenue donde oí cantar maravillosas baladas de la Verde Erín y se bebía buena cerveza negra .
Había leído la novela de mi colega J. L. Castillo Puche en la cual se desenmascara los vicios ocultos o patentes del Edificio Azul.
Para él se trata de un lugar donde todo gatuperio tuvo asiento. Allí en el gran parlamento del mundo se habla, se discute y se escribe por los codos y se jode que tú no veas, sexo y poder. Es la gran montaña de papel. Enjuagues, conciliábulos, resoluciones que no se cumplen para un mundo en guerra, donde en los altos y alfombrados despachos el jefe siempre acaba tocándole el culo a la secretaria. Aunque tal vez sea un mal menor este gran oráculo de los tiempos modernos.
Si no existiera la ONU tendríamos que inventarla.
Cuando renuncié a aquel despacho, una cámara con cristaleras y mamparas cabe la mess o rancho sala de juntas de los corresponsales extranjeros, el indio con el cual lo compartía se puso de uñas ya que mis ausencias le daban vía libre para disfrutar a sus anchas de aquel ventanal y soñar en sus nirvanas mientras contemplaba el tránsito de las gabarras cargadas con los trapos sucios de la gran ciudad.
En adelante tendría que compartirlo con otro. A mí me desplacía el lugar, los eructos de aquel colega. Una vez casi recién llegado de Londres me robaron unas gafas muy chulas y una pipa Dunhill que compré en Londres.
Alternativamente no dejaba de pensar que había llegado a un mundo mágico me estaba asomando al ojo del huracán. Leía como Blanco Tobio todas las mañanas el New york times.
En mis crónicas les daba la vuelta porque la información del famoso rotativo venía filtrada y empedrada de mala uva hacia España pero no había que despotricar contra el oráculo. Bastaba con ponerle ciertos caveats o precauciones y líneas entre paréntesis. Carrascal era un buen chico. Que copiaba al Times.
Vivía en Queens, los ladrones se llevaron todo menos los libros. Lo contaba con una sonrisa. Era un admirador de los norteamericanos. Me describía cómo había llegado de polizonte. Se fumó tres paquetes de cigarrillos para entretener la espera en la aduana de la isla de Ellis le entró carraspera y desde entonces dejó de fumar.
Iba por Manhattan en un Wolskswagen. El escarabajo de Hitler un auto familiar de exiguas dimensiones con el era fácil aparcar a diferencia de los haigas nacionales, los Ford y los Chrysler amplios y cómodos con tres ocupantes en el asiento del copiloto.
Sí, era un buen chico Carrascal, aunque seguramente pasará a la historia más que por sus libros y sus crónicas a veces impecables por sus estridentes corbatas.
En la sala de prensa berreaban los altavoces anunciando convocatorias entradas y salidas de embajadores o reuniones del consejo de seguridad. Otra crisis.
Resoluciones, comunicados. Implementos, complementos e impedimentos. Se hablaban todos los idiomas del mundo- talks and talks, over talks- y luego nada.
El tema de Gibraltar que yo tocaba con denuedo siguiendo la tradición de mis periódicos caían en saco roto. Los ingleses se pasaban por la taleguilla las resoluciones y dictámenes del Consejo de Seguridad. El embajador Piniés ponía oídos de mercader a mis quejas.
Lo mismo que la crisis del Sahara español que con tanto empeño reivindicaba el Alauita instigado por el Tío Sam. Los fosfatos, el petróleo. Las auríferas dunas del desierto.
Piniés ya caduco y algo viejo cuando lo conocí no estaba fino y no aguantó el cerco y las añagazas de los moros. Puede que cayera en la trampa tendida por Mohamed VI y ahora lo estamos pagando todos.
El embajador marroquí un tal Filali verdadera hechura de Maquiavelo sin turbante nos invitaba a cenas y ágapes a los corresponsales. Quería vendernos la burra. Yo pronto me olí la tostada y a través de mis despachos a Madrid protestaba de tal insolencia lo pasé mal. Carrascal era un buen chico pero no quería meterse en líos. Maraña para el Informaciones me amenazó diciendo que era un facha claro que era un becario de Columbia donde la CIA reclutaba sus cachorros para la gran andanada pues qué iba a pasar cuando se muriera Franco.
Todos callados como ursulinas. Por apoyar la causa española y por advertir las consecuencias de la marcha verde pues el moro andaba al acecho de Ceuta y Melilla, del petróleo de las Canarias y que podría venir otra invasión en forma de inmigración soterrada sobre las Islas Afortunadas bajo el patrocinio de Washington (Kissinger no enseña nunca la patita) héteme aquí que me tildan no solo de facha. También de rojo y que trabajaba para los rusos.
Una hija de la Carabias hermana de Carmen Rico a la cual enchufó Piniés de secretaria nunca me dejaba pasar a ver al embajador español en la ONU siempre estaba reunido. Ah la suerte de ser mujer y no morir en el empeño. Al pináculo onusino habían trepado las feministas.
Quería precaverle a don Jaime de mis aprensiones con lo del Sahara pero la hija de Josefina Carabias la eterna corresponsal del YA durante el franquismo me impedía la entrada. Está reunido el señor embajador cuando hasta la recepción llegaba el estruendo de los gritos que pegaba y las vedijas del humo de los puros que se fumaba aquel recio baturro.
Se barruntaban los primeros atisbos feministas. Mujeres al poder mientras las máquinas de escribir echaban humo no habían abierto página los ordenadores y los télex machacaban kilómetros de cinta para contarle al mundo lo que pasaba.
Yo permanecía gracias a Dios y a Franco sumido en medio de aquella vorágine. Siempre al apostadero. Tres oficiales mecanógrafos perforadores de la RCA, la ITT y la Reuter Herby, Frank, y David perforaban con puntos del nuevo lenguaje quilómetros de cinta telemática a velocidades de vértigo. Herby transcribía una crónica a Madrid de seis folios en cinco minutos.
Era judío muy amigo mío pues yo en Nueva York me eché alguna que otra novia judía y le contaba como nací en la aljama de Segovia la Puerta del Socorro y que mis ancestros podían ser de tal raza, pero se quedaban de piedra cuando yo criticaba la política israelí en palestina o les decía que un judío puede llevar la torah en su corazón, no es necesario regresar a la tierra prometida derramando sangre.
Me decían;
-"pues tú no eres judío. El eretz Israel es santo".
-Sí, pero de otra tribu,- contestaba un servidor.
Así que perdíamos las amistades. Frank era italiano y se parecía a Frank Sinatra cuando no estaba borracho. No supe que fue de los transcriptores insuperables en el número de pulsaciones por minuto.
Herby se fue a Miami a morir en el cementerio de elefantes Frank murió de cirrosis le daba bien fuerte a la cerveza y David creo que se casó con una millonaria rusa.
Carrascal ah Carrascal, hacíamos cola para mandar nuestros despachos a Madrid ha muerto el pobre solo. No sé lo que sería de su mujer Hannelore la alemana, si murió antes o se divorció. A pesar de todo lo contado era no solo un buen chico sino también un buen periodista que se las apañó para sobrevivir a la hecatombe.
Y ahora después de una larga vida de 93 años descansa en paz, Josemari. Otro que se va
sábado, 4 de noviembre de 2023
viernes, 3 de noviembre de 2023
lunes, 30 de octubre de 2023
POR SAN FRUTOS ESTRENÁBAMOS SOTANA
Estaban colocadas con su funda y el nombre de cada cual -en el mío ponías señor Parra... ya era yo toda una dignidad- en los recios bancos de pino que había en la sala de visitas. A los de Valladolid, pues entonces la diócesis segoviana era muy amplia y no coincidía con la división territorial por provincias, les vestía Zurita que era un sastre caro y de ideas avanzadas en lo que respecta a la vestimenta del clero y a los de Segovia, pues Blas Carpintero de gustos más clásicos. Recuerdo con qué ilusión me fui a tomar medidas a su tienda que estaba pasada
Era el alfayate un señor grande, huesudo con la cara muy pálida y la nariz un tanto acaballada. Esta prominencia nasal evidenciaba esa ascendencia del pueblo elegido tan importante en la ciudad que me vio nacer. La cosa venía de cinco siglos atrás.
Todos se bautizaron en masa y venían huyendo de la quema y de las luchas dinásticas de la dinastía Trastamara. La mayoría abandonando la aljama cabe
Pero sobre todo nos dejaron una inclinación por las cosas de Dios, pasión por la mística, un prurito mesiánico, amor a la familia combinado por la tortura mental que representa el sexo para un judío. Y también el talante independiente propio de los que leen el Libro de los Libros con asiduidad y parlamentan con Dios sin muchos intermediarios.
El rasgo de los segovianos es ese talante independiente y un entusiasmo apasionado que roza el mesianismo. ¿Defectos? La zorrería y la doblez, que son artes que se aprenden cuando recibes muchos palos.
Quevedo, aunque odiaba a los genoveses, tenía el alma de converso. Eso se trasluce en el Buscón. El Lazarillo- aquí sí que no caben dudas- no debió de salir de la pluma de un cristiano viejo. Así que hubo que acomodarse y guardar al menos las apariencias. Al ganar estatus los sastres y perailes cierran su casa en la vieja judería y se van a vivir con los hidalgos.
Por eso en Segovia, ciudad levítica y guerrera como pocas- a muchos nos recuerda Jerusalén pero con bares y mesones de buen cordero- cada casa es un castillo interior. Cada torre una alcazaba y vaya usted a saber. Fachadas de encaje. Estas torres albarranas intramuros son una fortaleza dentro de la misma fortaleza. Ciudadelas de la verdadera ciudadela.
Quedan algunos de aquellos edificios medievales que se yerguen altivos, abroquelados centinelas del horizonte. Suelen tener en el piso superior un tendedero o sobrado ceñido por una gola o collar de encaje de piedras de granito. En cada esquina una gárgola. Casas almenadas son el palacio de los Coronel, de los Arias Dávila, de los Lozoya, los Bravo, etc.
Más ya hablé de esta particularidad y no quiero picar de pedante alargándome en este punto.
- Pasen los alfayates
- ¿Sastres vienen? Al infierno vamos
Tuvo que ser un sastre judío el que me vistiera a mí de talar. Acababa de cumplir los once años y embutido en aquella prenda que tenía tantísimo botón y amplios bolsos donde cabía la peonza para jugar al trompo y la chuleta de las declinaciones latinas- musa musae y dominus domini, res rei- el rosario que me mandó mi tía monja para que lo rezase todas las noches y estampas, muchas estampas para repartir a los niños de la ciudad cuando nos los encontrábamos en los paseos de los jueves, ya me sentía yo casi un arzobispo.
-Per áspera ad astra – nos dijo don Jerónimo el prefecto nada más llegar, pues yo de latines, aunque me sabía el Confíteor y contestaba al cura de carrerilla las oraciones del salmo 120 (introibo ad altare Dei… ad Deum qui laetificat juventutem meam etc. Una de las frases más hermosas que se pueden escuchar en boca de hombre) andaba un poco en agraz.
Comprendía que allí se iniciaba un largo y áspero camino hacia las estrellas.
-Tú sé bueno y estudia, hijo, pero, hijo, come, no cojas frío- fue la última recomendación que me hizo mi madre cuando el primero de octubre, cuando todos celebramos la fiesta del Caudillo vino el maletero y cargó con todo mi equipo: el baúl recién comprado con herrajes nuevos y un colchón de lana que acaban de enjaretar y tundir solo para el señorito. ¡Pobre colchón¡
Acabé con él a los pocos meses, puesto que empecé a mearme en la cama y hubo de ser sustituido por uno de borra. Cosas de la vida.
Recuerdo con ilusión aquella mañana del 25 de octubre de 1955, cálida y soleada porque parecía verano, cuando vestí por primera vez la sotana que me trajo Blas Carpintero. Fue como si se hubieran adelantado tres meses los Reyes. Nos había rapado el pelo al cero, el barbero que llegó la noche antes y acabábamos de terminar los Ejercicios Espirituales que a mí me impresionaron mucho y fueron larguísimos… eso de pensar tanto en la muerte… esos retortijones de conciencia que degenerarían en escrúpulos y que nos hizo adquirir demasiado tempranamente la conciencia de la muerte.
Pero, en fin, el día de San Frutos era un día alegre y estrenábamos la sotana para ir a cantar a la catedral el himno… al siervo bueno y fiel que rogando sin cesar consigue bienes eternos de la infinita bondad… tararirirolá y luego seguiría él solo que aquel año se marcaría el tiple elegido. Uno que era de Cogeces y le decían Marianillo. Risas y algazaras en el patio. Voces blancas e inocentes.
A mí la sotana me estaba que ni pintada, pero al pobre Tinaquero al que se le acababa de matar el padre y tuvieron mal año se la haría una prima suya modista y claro le quedaban pesqueros por detrás los bajos y por adelante le sobraba una cuarta pobre chico. Las mangas le estaban largas y tenía que accionar los brazos péndulos como los de la muerte andando.
Decían que las mejores sotanas eran las que confeccionaba Zurita que vestía al clero alto; a mí las de Blas Carpintero Dios lo tenga en su seno no me parecieron del todo mal.
Durante más de media hora, después de tirarme de la cama cuando sonó la campana a las ocho, me lancé por la escalera imperial bajando los escalones de tres en tres en dirección de la sala de visitas, estuve mirándome, clericalmente coqueto, en el espejo del probador. La beca y el bonete de cuatro puntas combinaban con el negro y me daban un aspecto distinguido y profesoral.
-Pronto tendremos doctor en Teología.
-Ojalá. Dentro de doce años cantaré misa, me iré a misiones, bautizaré a muchos negritos. Haré bien a las almas.
También se sueña despierto y rumiaba mis cábalas un poco como el cuento de la lechera, cuando no era más que un pipi, un latino, y no había empezado el largo camino de la santidad, que es una senda de abrojos, según nos explicaba el padre Mañanas, nuestro maestro espiritual.
Como era novato e inocente, los de segundo nos hicieron la petaca el primer día y nos echaron sal en vez de azúcar en el café. Había que pagar la novatada. Un día sería sacerdote. Lo tenía decidido.
Ya había ceñido yo aquella prenda talar sobre mis lomos cuando ayudaba a misa a don Benito en Santa Eulalia o cuando era niño de coro con don Fernando Revuelta el deán que me tenía buen concepto y decía que yo no era un pillastre como los demás que tenía madera de cura y que me metiera en el seminario.
-Si tus padres no tienen posibles, yo mismo te costearé los estudios.
Pero aquellas sotanas de las sacristías las utilizaban otros y olían a sudor de muchas generaciones de sacristanes y acólitos, y en el roquete y en el sobrepelliz aparecían chafarrinones de la cera de los cirios o quemadas por puntas de cigarro o por ascuas de incensario. Aquella sotana de Blas Carpintero era una sotana para mí solo. De uso personal. Aquella mañana del Glorioso San Frutos Pajarero, patrón de Segovia, nunca se me olvidará.
Et reliqua. ….Continuará
lunes, 23 de octubre de 2023
ADIOS SANTI
Se nos ha ido el día de reyes Santiago López
Castillo. Fu mi compañero de pupitre en la Escuela de Periodismo. Elegante,
guaperas, un entrevistador con clase se convirtió en un icono de la tele en la
Transición. Tuvo la mala suerte de ironizar sobre los morros siliconados de la
Leyre Pajín y lo echaron fulminante. La verduga fue precisamente doña Rosa
María Mateos. Quien se acuerda de esa
fulana que se fue a Nueva York ha hacer la carrera. Sin embargo el nombre de
López Castillo pervivirá en la memoria.
Como se las gastan los socialistas. Me siento
solidario con él porque yo formo parte de las escuadras de los perseguidos,
esos redactores y escritores, a los que este Régimen inicuo que nos rige bajo
su férula puso bozal. Nunca hubo menos libertad en este país, en esta España
nuestra que se llama demócrata. Para publicar para escribir hay que ser del
duerno, del afrecho socialista o de la pocilga pepera masónica. Le seguí la
pista en Blanco y Negro. Se retiró creo que a Navacerrada. Cuidaba de su perrita
a la que hace protagonista de una de sus novelas. Libro delicioso. Descansa en
paz Santiago López Castillo. Era hijo de militar. Creo que su padre era
aviador. Espero que la muerte no sea el final. Éramos quintos de la copiosa
añada de 1944. Good soldiers never die. Only fade away. Lo mismo pasa cuando se
es un buen profesional de la información que trata de escribir libre.
LA MONJA ALFEREZ CATALINA EASO
Resuenan en mi memoria
antiguas canciones de corro las cuales esponjan mi alma de ternura y que cantábamos
los niños segovianos en la Puerta del Socorro:
Santa
Teresita hija
De
un rey moro
Que
mató su padre
Con
cuchillo de oro
Que
no era de oro
Ni
de plata
Era
un cuchillo de hojalata
Y aquella que iba
andante ma non tropo:
En
Sevilla un sevillano
La
desgracia le dio Dios
Que
de siete hijos que tuvo
Y
ninguno fue varón
A
la más chiquita de ellas
La
llevo la inclinación
De
ir a servir a la guerra vestidita de varón
Toditos
los caballeros se fueron
A
desnudar
Y
el caballero don Marcos se ha echado
A
llorar
El
rey que la estaba viendo de amores se cautivó
No llores prenda querida, no llores, mi
corazón
Que
eso que tú tanto sientes
Es
lo que deseo yo
El mito de la mujer guerrera
pervade la historia de nuestros ancestros y ahí está la Serrana de la Vera comedia
de Lope y de Tirso que se encargan de describirnos a una feroz amazona verdadero
furor uterino al acecho de todo varón que pasa lo aprehende y se lo lleca para
la cueva, lo da de cenar entre huesos y calaveras. Les hace el amor y luego los
liquida. Una mantis religiosa en forma de mujer una verdadera devoradora de
hombres. “Ha pasado un soldadito licenciado ya va para su tierra” él se huele
la tostada asiste a la primera y segunda parte del festín la rica cena y el
connubio pero no a la tercera. Huye y la serrana de la Vera, con la honda a la
cintura y terciada la escopeta, le lanza una ráfaga que se lleva el sombrero. El
clamor de la serrana resuena por todo el valle: “Vuelve, vuelve soldadito,
vuelve por tu montera”… “No señora no me paro que mis padres que son muy ricos
me comprarán otra nueva”
En este contexto de la
mujer guerrera se sitúa el caso de doña Catalina Easo con puntas y señales de ucronía,
comedia picaresca y de capa y espada. Parece ser que fue un personaje real. Nacida
en San Sebastián c. 1595 hija natural de un noble donostiarra. A la edad de
cuatro años es ingresada en un convento
de dominicas pero a los dieciocho a punto de profesar tiene una bronca con la maestra
de novicias, se tiran de los pelos y queda la pobre sor que era ya vieja
maltrecha, temiendo el castigo la postulante escapa vestida de hombre a la Corte, de allí a
Sevilla donde se embarca hacia el Nuevo Mundo militando en el ejercito que pelea
con los araucanos de don Pedro de Valdivia. Al morir éste en una emboscada huye
al Perú. Aficionada al alcohol y al juego recorre todas las timbas de Bogotá y
Potosí el Cuzco. Pero nunca lo lupanares. Es de genio muy vivo y no aguanta
pencas de nadie. Jugando al rentoy uno le llama cornudo ella tira de espala yu
lo hiere de muerte. Se libra de la horca acogiéndose a altana esto es refugiándose
en el convento de San Francisco de Lima. El regidor que era paisano suyo y al
cual habla en vascuence le otorga un salvoconducto para ir a ver al obispo y le
cuente quien era cómo es que había llegado a alférez o abanderado (los
abanderados tenían que tener gran talla, iban delante de la hueste al entrar en
combate). Ella/Él confiesa al prelado ser mujer. Éste manda ser reconocida por
unas matronas que la encuentran virgen e intacta. No era una hermafrodita, ni
un marimacho, sino que había nacido así con tal inclinación a la homosexualidad.
En sus largas correrías esta vasca de armas tomar rechaza el matrimonio con buenos
partidos. El regidor de Arequipa, considerando a la alférez un buen partido
pretende darle la mano de su hija. Y el de Cochababamba se enamora de él/ella
pero doña Catalina huye. Recorre toda la América hispana de cabo a rabo desde
Nueva España hasta la Patagonia al frente de saus banderas. Cuenta cómo entre
los hombres que hicieron la conquista surgen bandos y facciones que determinan
peleas a muerte, cosa habitual entre españoles. Pero a pesar de ser su caso
carne de cañón para cebar el monstruo de la Leyenda Negra esta española de Euscalerría
se proclama católica a machamartillo y española de los pies a la cabeza. El libro
de su vida parece apócrifo escrito por un anónimo en el siglo XVIII que lo
copió al francés basado en hechos reales: su Nacencia, su profesión religiosa,
sus correrías que van desde Madrid a Roma donde va a besar el pie al papa y Urbano VIII le da licencia para vestir de
hombre. Un extremo que a muchos historiadores parece ridículo de todas, todas. Sacamos
en consecuencia de la lectura de tales disparates que son una exaltación de la
mujer en estos tiempos feministas, y de lña virginidad de Catalina. Eso ya
cuadra menos con el espíritu del siglo XXI. Parece ser que nació entera y se
fue intacta para el otro mundo a pesar de su azarosa y disparatada vida. Los cronistas
sitúanla en México arreando mulas pues la hicieron acemilera. Iba de recua
orillas del Rio Grande donde murió
lunes, 23 de octubre
de 2023
domingo, 30 de julio de 2023
EL RAPTO DE LAS ESPAÑAS UNA FOTO ATROZ PARA OLVIDAR
Antonio Parra (I)
Padre, perdónalos. La escena es atroz. Se trata de una sacrílega pantomima. Cinco milicianos participan en una representación irreverente simulando el fusilamiento de dos sacerdotes revestidos de alba, estola, amito. Están los reos de rodillas mirando para la cámara. El de la derecha mientras sostiene con la izquierda un misal con la diestra hace que bendice a la antigua usanza, índice anular, esos dedos extendidos en majestad y perdonanza de los cristos bizantinos que en liturgia tienen un nombre y ya no me acuerdo el gesto cómo se llama. La escena representa el paisaje después de una batalla que ha sido seguramente la toma y el expolio de un convento por las turbas incontroladas.
Delante de ambos sayones yace, alzada la falda una niña muerta y seguramente violada. La criatura no tendría más de cinco o seis añitos. A ambos lados dos de sus comilitones empuñando un arma en representación macabra y olvidándose del cadáver tendido a sus plantas hacen como si estuvieran a punto de descerrajar un tiro a los supuestos presbíteros. Ver esto me parte el alma.
Uno de los que están de pie mira serio y retador para la cámara mientras el otro, aferrando el revolver, “se concentra en su objetivo” Vamos, andando, parece decir. El moreno del pelo rizado con pinta de torero, perdulario y macarra, parece ducho chequista en darle mulé a los fachas. ¿Sería un pariente de García Atadell, el sicario de las Brigadas del Amanecer, aquellas escuadras de la muerte que en el Madrid rojo aterrorizaban a la población civil en el otoño del 36 y que, habido y capturado por los nacionales, fue fusilado en la cárcel de Sevilla? Arthur Koestler en sus memorias de la guerra de España da cuenta de este sujeto que le pareció al autor del “Cero y el infinito” un iluminado, un místico. Debió de darle un fervorín religioso de mucho cuidado pues este fanatismo religioso al revés es el que llevó por odio a los curas –y la verdad que en parte algunos no eran del todo inculpables- a acabar con la Iglesia Católica Española de una vez. Se desató rancia enemiga, almacenada en lo más profundo. De ese pozo sin fondo del rencor empezaron a salir hasta cascos de botella. Parece que vino el anticristo y los otros se defendieron con una cruzada. Alrededor de dieciocho mil religiosos, según la historia de Montero, un libro que recomiendo y que está descatalogado, puesto que la Iglesia Católica en un acto de reconciliación que le honra no quiere saber, olvidar es perdonar, perecieron a mano airada. Un verdadero holocausto. A unos los emparedaran de que los prendieron, a otros los pasearon y dejaron sus cadáveres sin enterrar, como la niña que en la foto alarga sus piernas con sus calcetines blancos y los zapatitos de charol del día de fiesta, sobre una cuneta o en una zanja. A otros los despeñaron desde un arrecife como en el lugar marinero de Peña Castillo, Comillas, o les defenestraron sin más.
Por detrás otro tipo doblada la cintura el pelo con bastantes entradas y subido en un canapé desfondado que demuestra el desbarajuste de un expolio simula que está punto de agarrotar a uno de los ajusticiados con una pértiga procesional de Asperges y dejar tieso al “cura”. ¿Qué tiene este fulano en el bolsillo del pantalón de atrás? ¿Una cantimplora o una bomba de mano?
A la derecha aparecen un montón de huesos y calaveras. Esta parva de escombros fuera probablemente el resultado de la profanación de las tumbas del osario en la misma iglesia. El tremendo teatro de la pantomima se enmarca en lo que parece ser el patio de un seminario. La cámara enfoca al fondo las columnas de lo que se llamaba en los noviciados tránsitos por donde los alumnos paseaban o tenían recreación, la quiete, los días de lluvia. Arriba asoman ventanas abiertas pues debía de ser verano y todos los personajes aparecen en mangas de camisa. Estoy casi seguro de que este lugar era el seminario conciliar de Barbastro pero no lo puedo aseverar de forma tajante. Fue una de las muchas burradas que se perpetraron durante la batalla del Ebro. Los paisanos participantes en este acto bárbaro no exhiben ningún distinto o uniforme pero lo más probable es que fueran anarquistas. Pura FAI. No se trata de soldados. Ninguno de los combatientes regulares de los dos bandos – el Ejercito de Maniobra de Modesto hizo prisioneros y respetó sus vidas, al igual que las columnas de Varela que tuvo en jaque a sus legionarios para prevenir desmanes y, según me contó mi padre, del que hablaré después él mismo participó en el fusilamiento de dos regulares que habían violado a una mujer casada en Teruel- creo que fueran capaces de cometer tal atropello. Se trata de comisarios políticos. Toda esa chusma que aparece cual orgía de chacales y consuma su sed de sangre al albur de las revoluciones. Las venganzas. La malquerencia. La bestialidad.
Este retrato encontré entre las páginas de un breviario. En mis años de regatón cuando fui objeto de una persecución política que me dejó sin trabajo intenté ganarme la vida honradamente como librero de lance o colporteur pues siempre me han gustado los libros religiosos. Y allí estaba en un alijo de libros de la biblioteca de un convento que se deshizo y yo compré a buen precio. Se trata de una prueba inconcusa y sin apelación de aquellas barbaridades pero no pasó siquiera el filtro de la censura franquista, dada su crudeza. Por lo que pienso que hay mucho material gráfico de este tenor que no saldrá nunca a la luz y más con la política existente en la actualidad de demostrar que sólo los del bando nacional eran cafres y los otros unos benditos.
Salvé, sobre eso mismo, la aducción de una prueba testifical que bien podría ser útil composición de lugar a efecto de saber lo que ocurrió a las generaciones venideras. Después me han dicho que Fray Justo Pérez de Urbel la insertó como un atajo en blanco y negro en las páginas de su Mártires de la Iglesia. Editorial AHR, Barcelona 1956.
Los libros no dan de comer, tal vez ni siquiera para desayunar pero otorgan cierta satisfacción moral al aficionado que trata de salvar de las llamas o del olvido testimonios que no debieran borrarse para que la misma historia no se vuelva a repetir. Mi ánimo aquí al dar a la estampa de Internet esta instantánea no es el morbo ni el revanchismo sino un afán moralizante, en pugna con mi deontología profesional de evitar toda escabrosidad obscena. Los anglosajones se pasan esa norma por la taleguilla pues casi todos los días nos dan el postre poniéndonos los cadáveres de la mesa a cuenta de la guerra de Irak que también es una guerra de liberación y civil agravada por ese fanatismo religioso que siempre caracterizó al Islam.
Para mí esta foto de la niña ultrajada y asesinada es un poco la vera efigie de la crueldad de aquella contienda que ojalá no tengamos que vivir nunca más. Un grito, una llamada de nie immer o never again pues no se trata de un único holocausto. Hubo muchos holocaustos. Y no puede haber muertos de primera categoría y como archivero y bibliotecario que soy he aprendido a asimilar un talante independiente. Hay que estar de parte de las víctimas.
Me hago cruces y reflexiones al socaire de la trepidante actualidad que está teniendo ahora mismo esa historia de nuestra conflagración civil contada en fascículos triunfantes que a mi juicio no están dando sino una versión parcial. A los españoles nos están comiendo el coco. Da la impresión de que los vencidos fueron los vencedores. Que Franco y sus generales estratégicamente era un manazas y que Rojo, Riquelme y comparsa sacaban a los nacionales muchas cabezas de ventajas. Poliorcéticamente tal vez sí pues la defensa de Madrid llevada por el general Rojo junto con Miaja que para eso habían ganado sus estrellas en los blocaos de Xauen y Dar Akoba, fue de libro y numantina aunque a costa de muchísimas bajas y el apoyo tremebundo de toda el armamento norteamericano traído aquí para experimentar (por ejemplo, las ametralladores Hochkins que fueron baluarte del “no pasarán” y mira de fuego que acabó con tantas vidas de mozos españoles en la Ciudad Universitaria) y de las famosas armas checas. Pero aquí no vamos a revivir batallas.
No se olvide que la República contó desde el primer momento con gran capacidad de medios. El oro. Las comunicaciones. La propaganda. Los internacionales. Con el apoyo logístico de Stalín y el agit prop del Kommitern. Pero la indisciplina, la desorganización entre los cuadros y el enfrentamiento entre trotskistas y comunistas y las clásicas desavenencias banderizas, le dieron la victoria a Franco que supo mantener la unidad y controlar la balanza entre las muchas facciones políticas (falangistas, requetés, monárquicos, cedistas y jonsistas, soldados de leva y militares profesionales). Bueno, la victoria. Es un decir en realidad. Porque en una una guerra civil no hay tal.
Una guerra civil la perdemos todos y el pueblo llano que sin comerlo ni beberlo se ve inmerso en unas hostilidades como aquéllas los que más.
Es un error cargar las tintas del lado de la alianza del eje con los nacionales. Contribuyeron qué duda cabe pero Franquito anduvo más listo aunque dios quiera que aquel enfrentamiento entre españoles no vuelva a repetirse. Ya casi lo teníamos olvidado pero al parecer hay fuerzas interesadas en insistir con terquedad en todo aquello. Tengo para mí que el primer intento para borrar la memoria dando un paso al frente fue obra del anterior Jefe del Estado.
Desde luego una de las causas del conflicto en el que tuvieron mucho que ver el dinero y las soldadas, toda vez el descontento de algunos cuadros con la Ley de Azaña, fue el choque entre militares. De un lado estaban las estrellas y del otro las barras. Pugnas ideológicas a causa de la conciencia que dejó en muchos hombres honrados la mala gestión de la monarquía, la abdicación de Alfonso XIII y la corrupción de la guerra de Marruecos, se entreveraban con las pagas e intereses crematísticos. Conozco bien a los militares pues me he criado en un cuartel como aquel que dice. Háse no de echar en saco roto un considerando: los de África habían sido enviados allí o a Canarias para quitárselos de en medio como disponibles forzosos. Serían los rebeldes. Llevaban estrellas en la bocamanga según la antigua tradición castrense española.
Por el contrario, los que quedaron en la Península gozaban de las preeminencias de la escala. Los ascensos y los mejores destinos eran para ellos. Estallado el Movimiento, suprimirían los galones por las barras a la usanza yanqui. Franco, acabada la guerra, les respetó el grado y si no tenían delitos de sangre fueron reinsertados aunque algunos, bastantes, estuvieron en prisiones militares y, eso sí, con una mancha en el expediente. Los vencedores llamaban a los vencidos los “capados” y también los “de la tarja”. Pese a tales remoquetes siempre se les consideró compañeros de armas, cobraban sus haberes y echaban cigarros y se tomaban sus cañas en los cuartos de banderas como los demás. A la mayoría se les revocó el mando en plaza.
De los dos regimientos donde se desarrolló la vida militar de mi padre, uno era tradicionalista acérrimo, el 41 de Artillería y el segundo, el 13 Ligero de Getafe, por una tradición que se remontaba a los tiempos de Riego, de adscripción mucho más liberal. Para mi padre, un oficial que provenía de las clases, el choque entre los de la tarja y los de las estrellas fue tremendo. Pero de estos extremos y de otros al hilo del pie de la atroz foto que adjunto le hablaré en mi próxima entrega.