I
VILLEGUILLO UN
HIJO DE LA PIEDRA ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al libro Hispania Peccatrix que publico en esta bitácora por
entregas)
Yo,
Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por mi cuenta
y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las cuarenta, he venido a
esta ciudad donde me nacieron y escuché entre el primer alhorre el vagido de
los bustos parlantes y de las rubias de bote que cuentan embustes, chocho
morenote, el gran pipote y por ahí de de andar el pyreso que es pirómano del periodismo de acarreo un tal Jáuregui propalan infamias y dan a la
historia violentos retortijones, para purificarme en las aguas del Rasemir y del Clamores, dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada
¿Busco el agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Mi vida
ha sido un fracaso, pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los pecios del
amor del barco de Eros hundido en el proceloso mar de la vida. Suelen darme
yuyos cada cierto tiempo, me emborracho como un zapatero, maldigo a la madre que
me parió y a la que me puso los cuernos. Una mano luego me saca de los lóbregos
calabozos de Finsternis, que no es otra cosa que el Finisterre del vino. En
medio de mis rigores, se me aparece en sueños el cisne negro de Leda. Entonces Júpiter
esgrime el tridente y grita: “soy el padre Zeus” inmediatamente el cisne negro
ase transforma en una suculenta rubia con la cual se acuesta el dios supremo
del Olimpo. Unos ensillan y otros cabalgan. Unos aparvan y otros ahechan. Así es
la vida. No todos podemos vivir en la
plaza. A Villeguillo le tocó ir de nones por la existencia, suplicando gracia a
los poderosos y perdonándose a sí mismo por haber nacido La destemplanza cáusame
no pocas desgracias y sobresaltos. La oscuridad me persigue. El oficio de
tinieblas se alarga demasiado y trato de adormecer mi aburrimiento en la
botella. Dios es clemente. Luego me arrepiento y lloro los pecados de mi vida
pasada. Me meto en una iglesia y prorrumpo en llanto o empiezo a cantar salmos
penitenciales… amante Jesús mío ¡oh cuanto te ofendía! perdona mi extravío y
ten piedad de mí… En uno de mis desconciertos alcohólicos arruiné mis dos
matrimonios. Acto seguido surjo, me levanto como puedo, sacudo las sandalias
del polvo del camino y echo a andar hacia la piscina probática, arrastrándome
por el lodo. El dulce Jesús está allí oculto entre las columnas del gazofilacio,
me mira amoroso y compasivo. No es el hispido y terrible Jehová vengativo.
Mal vas,
Villeguillo, pero venid a mí los que estáis cansados y afligidos, yo os
aliviaré. Corazón santo, tú reinarás… Segovia pecatriz. No entendía como una
religión que predica el amor supura tanta envidia y tanto odio. Mis paisanos
son mala gente, buen pueblo, muy vistoso con su antigüedad, pero mala gente:
envidiosos, engreídos, murmuradores, hipócritas y muy atravesados, la mayor
tarde están tocados del morbo visigótico y de la falsedad de los jesuitas.
Acudo a mi pueblo a restañarme las heridas, las aguas del Eresma fluyen bañadas
en vino y yo digo viva la estulticia que me desquicia. Es cierto cuanto más
sabes más sufre. La ciencia allega dolor. Es mejor pasar de incognito e
ignorante. Si no fuera por el traguillo de las dulces bodegas, no sé lo que
sería de mí. Vengo lleno de dolor también a contar la historia de un amigo que
acaba de suicidarse. Yo arribé al mundo en la Puerta del Socorro frente al
Pinarillo y las cuevas de los eremitas que hacían penitencia mirando para la
airosa catedral, al de la cárcava donde se alzan los estribos de la barbacana
de la muralla que ceñía el busto de la ciudad pecadora: Segovia “peccatrix”, ya
digo, “poenitet mihi” (Segovia pecadora, metanoite, arrepiéntete de tus pecados.)
Vengo, sin ser
Martes Lardero, vestido de saco y los pelos de la cabeza cubiertos de ceniza. En
el asiento de atrás de mi utilitario traigo un diablo pegando voces que exhibe
unas grandes tenazas, dientes de hiena y un corbacho con el que me sacude contundentes
rebencazos mientras prorrumpe en gritos blasfemando:
▬ Tente que te
unto, me caguen el tío de dios.
Es un demonio
muy escandaloso que me habla en la jerga de Segovia padre de la ira. Se enfurece
cuando alguien pronuncia a su lado la palabra dios.
Yo le pongo al
hilo sacando un rosario que siempre llevo conmigo en el bolso del pantalón. Y le
hago frente mostrándole el crucifijo que cuelga de la contera. arredro vayas,
satanás.
▬Demonio, cata
la cruz, ante ella te humillarás.
El maligno se
viene abajo y se queda dormido entre bramidos y espumarajos por la boca. Surte efecto
el vade retro, de mi exorcismo uy eso que yo no tengo nada que ver que con ese
cura de Alcalá que dice expulsar demonios sintiéndome yo orgulloso de mis
capacidades disuasorias taumatúrgicas.
Confiésoles ▬ vayamos
al grano▬ que soy un fraile templario. Se me ha encomendado la lucha contra
la bestia en estos tiempos de cambio y en esa demanda sigo. El arma que empleo
contra los anticristos que surgen en mi camino son el rosario, la oración por
las noches y a veces el vino. Con alcohol se puede luchar contra los demonios,
por más que esta sea una estrategia peligrosa. Hay que tener al arcángel san
Miguel siempre a mano.
Voy por la existencia mendigo de la palabra
cubierto de andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos democráticos,
frascas, de vino peleón, derrotando por las tabernas de los barrios húmedos,
barras de bares insólitos, algún estibadium con mujeres en el triclinio
del brindis y del reposo copas de aguardiente, mucho aguardiente, un chupito
camarada ¿hace? ¡como no! A la madrugada de mis noches vacías dando barzones
escucho el canto del urogallo. Ya no beberé más, apuré el cáliz hasta las heces,
aunque recuerdo la frase de una novela rusa:
—Dios
perdonará eternamente a los borrachos
Yo sostengo que un funeral irlandés es más
alegre que una boda inglesa porque ladraba silogismos el bueno de Boecio y Simón Estilita seguía en lo alto la columna. Días faustos de
cerveza, amor y vino y en las esquinas columnas mingitorias. En una ocasión
tuve la dicha y la desvergüenza de mear desde la torre del Daily Mirror, como solía hacer su dueño el gran magnate y creso empresario,
Robert Maxwell, que no se llamaba
así en realidad, pues tenía un nombre checo muy raro, hizo fortuna vendiendo
café instantáneo a las multitudes. El rey del nescafé nos meaba a todos desde
lo alto de la cúpula de St. Paul, produciendo una riada de tinta impresa a lo
largo de Fleet Street, lanzaba jaculatorias en yidish que decían de los
placeres sin pecar mear y cagar. Había llegado a lo alto a la plenitud del ser;
dicen que murió asesinado por agentes del bando enemigo por una deuda que tenía
contraída con la venta de su rotativo que no quería endosar el estado le
cogieron mientras exoneraba su vejiga en su yate navegando por las Canarias. El
rey del chocolate creo que es un ucraniano el rey del porno Hefner Epstein el
asaltacunas todos adscritos a la lascivia del sistema que utiliza como
instrumento de dominación la fuerza del engaño, la extorsión, el chantaje.
II
Como epígrafe del 11S fatídica fecha alguien
escribió sobre el lienzo de muralla que tengo delante de mis ojos y miro desde
las cuevas del Pinarillo por donde se pasea el fantasma de la madre Sacramento,
reina de la raza calé, una profecía diabólica: seréis como dioses si
prosternadote ante mí me adorareis. En la piedra angular de la muralla aparece
una inscripción que te hará temblar. Está escrita la palabra alemana Rache
(odium et vindex) en latín. Es la norma y el signo de unos tiempos desalmados
en que todo parece boca abajo, la tierra, arriba, y los hombres caminan del
revés como consecuencia del vuelco que dieron las cosas en las navidades del 89.
Septiembre negro… brancas y opérculos de las agallas del pez,
llevo luto por ti, veo chocar los trenes y se estrellan aviones contra un
rascacielos. ¿Conspiración (Verschwörung)? Yo que sé.
Estoy tan tranquilo, sin
más, en el recibidor de mi domicilio, me acaban de arreglar la parabólica; vino
un técnico… quería cobrarme 510 €, le di 200 y vas que chutas… democracia de
ladrones. Sincronizo con la RAI, la Deutsche Belle e incluso capto las estaciones
rusas. Por lo menos me libera el satélite Astra de los labrados de cerebro de
radio Macuto, por más que todo viene a ser lo mismo: el diablo dentro de un
micrófono dándonos la vara. Radio Carcamal al habla. Consignas al oído de los
bustos parlantes, mensajes publicitarios y mucho tente que te unto. Tente que
te unto, demasiado blablá. El país yendo a la deriva, pero del derrumbe nadie
hace ni caso. En el carro de heno que nos conduce al abismo vamos los españoles
tan agustito.
Estoy solo en lo alto de
una torre sin campanario, sacristán sin oficio ni beneficio. Los curas se
largaron y el papa Francisco se dispone a dar a nuestra iglesia vacía el finiquito.
En suma, habrá que volver a las divinidades oscuras del Olimpo. No tengo donde
ir, ni oficina ni despacho, ni editorial, ni nadie. Las mejores sinagogas son
las tabernas, los templos fueron profanados, dispersan los huesos de los santos.
Abundan las profanaciones. La otra noche (no creo que fuese alucinación mía) vimos
a un borracho ca minando por la calle Real de Majadahonda vestido de pontifical
y bendiciendo a las farolas. Le holgaba la sotana por detrás pero su cara era
ancha y abacial como la de un obispo. En los cementerios dan misas negras y se
celebran autos de fe por La Sexta y es un aburrimiento las disputas del agua y
el vino tertulianos por Tele Cinco. Colocan a los huesos de los santos sobre un
mulo yeguato con orejeras y corona y los queman en el gran enlosado de la
catedral global. Ha nacido el IV Reich, Estoy dejado de la mano de dios aparentemente,
pero, fijándose bien, el aserto noto que no es verdad. Interiormente me siento
un elegido. En libertad les hago un corte de manga a los capitostes mientras
contemplo la piedra de la muralla donde se estampa el devenir de mi pasado, mi
presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa donde vine al mundo es
mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se abocina la visión del Parnaso,
pero antes hay que hacer antesala en el Departamento de Legrado de Memoria. Enséñame
las manos. ¿Están limpias? Te las acabas de pasar por la rabadilla, cochino, y
huelen mal; al menos no hay el estigma de la sangre. No mataste a nadie y no
sería por falta de ganas. En los matacanes de la muralla romana no se ven centinelas
(stelzi), se han ido a la taberna o están en el cuerpo de guardia
jugando a la brisca. El centurión les observa con sus ojos omniscientes, omnipotentes,
omnívoros y penetrantes de novelista virtual. Fue uno de los miembros de la
escolta que estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a portar la lanza
que traspasó el costado de Nuestro Señor y eso le dio poderes mágicos. Roma
caerá en los brazos de la apostasía. El gran blasfemo, ese jesuita usurpador
que dio el golpe de Estado en Vaticano, destronando al pontífice legítimo, y
dijo llamarse Pancho Culo Magno, hace de las suyas, labor de zapa, busca la
destrucción de nuestras creencias y de nuestros quereres. Pasará el malsín a la
historia más por las dimensiones de sus posaderas que por sus encíclicas.
▬Magnum
Gaudio nuntio vobis culum maximum habemus- clamó desde la
ventana del paraninfo vaticano un cardenal con acento francés. Era el camarlengo
el cual se murió del susto a los pocos días cuando supo quién había sido elegido.
Si este barco se hundiese nos iríamos todos a
pique… Impervidum ferient ruinae. El
destino nos golpea.
Contemplo sin
descomponer el gesto los muros de la patria mía ▬
Segovia peccatriz ciudad pecadora España vacía que se están
viniendo abajo, un caballo de Troya, destruidos los adarves, han colocado en la
Plaza Mayor antes de Franco y ahora de los Derechos Humanos el cartel de “se
vende”. El verso es de Plauto cuya poesía yo leí en un libro de viejo que
compré en Arévalo porque te digo para que lo sepa que yo fui regatón o colporteur. Iba y venía con mi furgoneta
cargada de volúmenes y nadie me hacía caso. No ganaba un duro; se reían los
palurdos de este pobre diácono, pero nunca me he sentido más profeta que
predicando a los peces analfabetos en la plaza del Arrabal de Arévalo. Mi
destino era la venta de ocasión, un rotundo fracaso como todo lo que tiene que
ver con la literatura en estos momentos. A la plaza del Arrabal y al atrio de las
Angustias yo llegue escapando del mundanal ruido cuando rugía la marabunta en
los 90, escupido por el oleaje de la gran corrupción. La defensa de mi patria y
de mi religión me convirtió en naufrago del sistema. A partir de ahí mi nombre
se agregó a la lista de los innombrables y malditos. Mi nombre fue colocado en
el índice. Ojito con él, es un revolucionario ese tal Villeguillo. Soy un messuge.
El gulag democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89
cuando mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El ángel del
mal envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché contra la impostura y me
convertí en vagabundo sin suerte, en un forajido de la escritura, pues ahí nos
las den todas. Mi derrota contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los
hechos consumados luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten
a no ser que sea Peñalosa ese cretino de la Inter que se pavonea por las ondas
como un urogallo en celo. La emisora ha sido vendida a los chinos y ese
Peñalosa es un apátrida colombiano, mercenario de los micrófonos que trabajó
para el KGB luego se hizo de la CIA y ahora sirve a los mandarines de Pekín que
están comprando mi patria a cachos. Los amos de la CEE: Juncker, el besucón, Frau
Merkel, ama seca de Europa, siempre de pantalones, Macron el chico de los recados
de los Rochild y toda esa patulea de políticos serviles entrando en la viña del
Señor a por uvas.
En radio Vejestorio echan las habas, sus
locutores parlan y vocean contaminados del hedor de las sentinas mediáticas
porque la mentira habita entre nosotros. Nos toman el pelo, nos lavan el cerebro,
nos pasean en carroza y exponen al ludibrio del mundo.
Gracias a ellos supe que
el profeta Moisés era tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad
se convirtió en crisis mística, se tiró al monte le nacieron en la frente dos
cuernos como dos llamas, huyó al Sinaí y bajó los derrumbaderos y recuestos de
dicho monte sagrado; bajó que perdía el culo por la cuesta, a mata caballo, por
poco él no se esguardamilla y se hicieron cisco las Tablas de la Ley.
Pudo hacer cacharritos el
decálogo, pero esto no lo permitió Yahvé. Le brotaron dos cuernos radiantes
entre las cejas. Cuando el profeta hablaba al pueblo elegido apuntaban al cielo
como dos trazadoras radiantes los cuernos del elegido de Israel:
—Mirad estos preceptos.
—Es un trágala — clamó una
voz
—No. Es el camino de la
salvación. Si cumplís estos mandatos, iréis al cielo. Si, no, al infierno de
cabeza.
―Viva la madre que te
parió — volvía a clamar la misma voz.
―Era la de una mujer que
estaba encinta de siete meses
Supe yo entonces que los
diez Mandamientos eran algo más que una película en la que trabajaban Sofía
Loren y Charlton Heston, un matrimonio que se amaba, amparados por la ley vieja
dentro de una tienda en el desierto, donde el profeta y su concubina estiraban
la alcatifa. La Loren lucía bellísima con sus labios ardientes de napolitana
camuesa; sin embargo, tan acarameladas escenas eran sólo cine de sesión
continua. Now I dont go to the movies any more.
Me di cuenta de que no
hay que creer demasiado en las cosas que nos cuentan. Todo son películas,
cuentos sin cuentas y mohatras de zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen
croando en las charcas de la mentira y del pensamiento único que está en todas
partes y a todas horas. Pilatos llevaba más razón que un santo cuando se preguntaba
sobre qué cosa sea la verdad delante de un Cristo al que habían azotado los del
Sanedrín y vestido con la túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no
han dado respuesta los autores o, si la dieron, la interpretan desde un lado
parcial y acomodaticio como don Segismundo Freud el gran profeta de nuestros
tiempos.
Si don Alberto Einstein
descubrió la desintegración de la materia, don Segis dividió el alma en parcelas
y nos adentró en el mundo impenetrable del subconsciente. Este judío vienés se
la cogía con papel de fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las grandes
mentiras o semiverdades en el celofán del psicoanálisis. Pufaba habanos que
eran su fuente de inspiración. Sólo a la lumbre de sus cigarros de buena vitola
de Vuelta Abajo era capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal. Cuando dejó de fumar se agotó
su inspiración.
El hombre es un mamífero
que se mueve por dos cosas en la vida dentro del reino animal con sus dos primordiales
instintos; de alimentarse y reproducirse. El dinero y la gloria como
subalternos o proyecciones de su gran apetencia genésica a la deriva. El ser
humano es un depredador sexual, vino a decir este clínico vienés que odiaba a
los rusos y acabó con todos aquellos que creían en cosas místicas siempre
dispuesto a la coyunda. Desconoce los ciclos de otros brutos para el apareamiento.
El hombre y la mujer siempre tienen ganas. Metido en harina de sus tabúes el
lector de don Segis apuesta por matar al padre o moneársela. ¡Cuán bajo habéis
caído, chavales, sois esclavos de las bajas pasiones! pero no os preocupéis ya
no es pecado. La homosexualidad a partir de él cobraría carta de naturaleza
porque uno la mete donde puede y donde le dejan; ya lo decía mi abuelo. Se
abrieron pues las puertas carreteras del libertinaje, las cajoneras de los
confesionarios ardieron en enorme pira. Ya no es pecado.
Preguntaba un quidam:
― ¿No será aquí donde
dan pol culo?
―No, señor, un poco más
abajo. Tiene que ir al Registro, pero sólo abren por la mañana de nueve a dos.
Allí le darán razón. Si no consigue la cedula eche la instancia y dirija un oficio
al juez Marlasca con el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra el
Negociado de los Putos, el furor gay que el demoniaco Soros nos envía manda en
España. Allí pregunte. El funcionario le hará rellenar una ficha verde si es
usted buharro y roja si es bardaje. Y permítame un consejo, señor: al entrar en
ese despacho se pondrá un mandil en las posaderas o un detentebala a prueba de
cualquier ataque anal porque en esa zahúrda van todos los tíos desnudos y
cantando la canción de “por detrás me gusta más”.
Quedaron un tanto corrido
con tales preguntas y respuestas, pero la información es la información y no
sabemos en qué mundo vivimos. Las cosas han cambiado mucho. Freud fue un
profeta de los nuevos tiempos audaces cuando todo es posible: la mariconería,
Thomas Mann, Muerte en Venecia, el
tribadismo (Simón de Beauvoir) nuestras políticas son todas bolleras, el
parricidio, la rebelión feminista, los servicios secretos, las logias, el
Verschörung, la pederastia, los deseos oníricos, las cartas de Einstein sobre
la masa y la velocidad, Armstrong el astronauta que llegó a la luna. Uno
descubrió la desintegración del alma y el otro la materia. Los dos eran judíos
supervivientes del Shoah. Dichos supervivientes andan por doquier y han quedado
acá para contárnoslo y pasarnos la pluma por el pico. Quia son todo embustes.
Don Alberto nos saca la lengua y don Segis se fuma un puro. Después de todo
Dios no se pone a echar partida con nosotros ni quiere jugar a los dados. Esas
son mohatras y añagazas del clero romano.
― ¿Por qué escribe
usted? ¿Para pasar el rato?
―No. Para espantar a mis
fantasmas internos y a ver si se me pasa el hambre, padezco gordura mórbida, me
da por comer a cualquier hora.
―Pues habrá que reportarse
amigo.
― ¿No has oído que hay
una virtud que llaman la templanza?
―Sí, pero no es de mi
incumbencia yo voy por otro temario, aunque de mozo era bien parecido. Les
gustaba a las mujeres. Allá por los 74 tuve una novia hebrea que se llamaba Diana Percival y hacíamos el amor todas
las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía sobre el psicoanálisis. Un
mediodía se acabaron nuestros encuentros y no volvía a verla nunca más. Perduran
evocaciones de aquel barrio que era la aljama de los hebreos pudientes.
Primrose Hill se llamaba
III
Todos desfilan compungidos ante el besamanos y los pésames
duelos y empatías por doquier te acompaño en el sentimiento su cuerpo apareció
yerto entre las peñas al lado de una botella de vino y una caja de pastillas
muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso decir suicidio… ¡Hipócritas!
Prefirió una muerte dulce de alcohol. Nos matan de soledad de olvido de
aburrimiento activan la maquinaria del ninguneo, enchufan el ventilador de
la mierda sacan de las charcas a las ranas cantarinas y a los sapos y luego
llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en poseo, ahí las tenéis a
las esclavas sexuales, las pobres hijas de Eva, meneando caderas por la
catasta. Haciendo hip-hip por la pasarela. La vida moderna es un escaparate
todo bien colocado, nada es lo que parece por dentro va la procesión y la mierda
Importa mucho salir
en televisión un segundo de televisión, siquiera un momento dulce para los
ídolos destronados. Todos acuden al arrimo de los focos, desfilan ante el
cadáver del manantial de la doncella, musitando la manida frase de qué buena
era… grandísimos camándulas pieles brindadas en conchas de galápagos abroqueladas
en sus sonrisas como corazas, un país sin sentimientos donde todo es fingir.
España es un país de ex frailes y de seminaristas rebotados y de monjas que se
enganchan al carro de la política. Católico y cruel. Es la lucha por la vida
todos a trepar por la cucaña y luego a retreparse en el sillón sobre moqueta
dentro de los muros de un edificio con bandera. Blanca esquiaba la nieve de
Siete Picos montañas del alma y mirando para ellas pasó mi infancia como una
gacela, ganó medallas y luego se olvidaron della. Troquel del oro que hicieron
oropel. Vivió el ostracismo, el despecho, el ingrato olvido; fue extranjera en
su país. Mira ahora cómo lloran todos estos en la querencia de un arrimo (qué
hay de lo mío), una donación y todos esos gajes del oficio. Descanse en paz
cuando el olvido aviente sus cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo
central. Era una carpetana una mujer cordillera.
Desde
el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la torre de la
catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a
los vanos del campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro
ciprés que besaba con la punta de sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de
mi primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la
pata la mesa para que escribiera con la derecha.
Vi
a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de
cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la primara
vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Cerca de la plazoleta y el arco
del Socorro estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y
se disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo
alto del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de
idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el emperador dios
del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las congregaciones populares y su
estatua incensada cada tarde por uno de los flámines de turno que trepaba hasta
su imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a
los pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde
siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela. El osario
de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden de la inquisición.
Tibias y calaveras ardieron en la gran pira, gran almenara se preparó. Muchos
de mis paisanos que le dan a la sinhueso sin ton ni son hablar por hablar
desconocen su historia y ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas
del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse con el
Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad media, hacían penitencia, se
flagelaban y lloraban sus pecados frente a la ciudad donde no podían entrar por
haber cometido algún agravio. Segovia pecadora magna peccatrix. Albergue de
putas y de perailes. Cuando yo era niño
se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo recuerdo a
una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores por el Camino Nuevo
toda vestida de luto y en alpargatas también negras como el mandil la cara
cubierta de arrugas y los ojos penetrantes de vidente hasta Analecto Espiritu
con manojos de romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un
manojito le largaba una tremebunda maldición:
—Mañana
te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela
en la mano
A
veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la
ciudad tocaban a clamor… Qué miedo Uy.
La
Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta
refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá
que viene la gitana Sacramento
Los
gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en
lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rótulo con la bandera de
Israel y se canta la Hativka algunas
tardes, pero no era un cementerio sino un eremitorio. Estamos regando fuera del
tiesto y cantando responsos en el sitio que no es. No obstante, el kaddish
seguirá resonando hasta el final de los tiempos.
Caminaba
la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la
tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a
su guarida, allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David no
había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis
antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros
cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí
donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba
en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito, aunque es un lobo feroz. No le hagáis
caso, alejaos de la botella.
IV
Duro es el mundo de Solapos y albacora, pero esta mañana de
verano misa de san Agustín mis males se lleve, después de la avenida que anegó
los campos de Valdemoro me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años
como pasa el tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo
una albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el huerto.
Chimenea y huerto soy feliz mientras miro para los muros derruidos de la patria
mía, Segovia triunfal, el gran cedro del convento de las jesuitinas, los
merlones de la muralla por donde se asoman los fantasmas de mi pasado todo son
pesares y arrepentimientos.
La Virgen del Socorro desde su camarín engastado en la veranda
de la balconada me mira con ojos maternales e indiferentes extendiendo su manto
protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las escalerillas de san
Roque con los doce panes de la preposición. Una parida lleva las velas de la
purificación; el cantor ante la congregación de san Andrés entona la Shema. En
el océano de las borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa
de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith); el caballista
Jurry cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo “huppah”
y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La congregación
corea epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía… yo contemplo desde mi
tabuco toda la estrellería que ilumina el mundo de la edad media, tal y como
era este barrio antes de 1492. Miriam. que acaba de ser desvirgada por Jonás su
marido en la noche de bodas, hace un baño ritual (mikveh) se frota sus
partes con agua de lluvia, el sacristán va de acá para allá picando a las
puertas de todos los miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos
ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde
en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así fue y así será. Me envuelvo en las
filacterias del tefillot, bufanda de oración, y lloro mis pecados que
perdonará siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego
sagrado, libamos de la copa del dolor y del vino de eucaristía. Señor bendice
este zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush)
amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah
nefesh) pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los
judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón nos agrada
decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros labios amin… amin. Todo
es perecedero y extinguible pero los hombres van de acá para allá en una
poriomanía incansable buscando la tierra prometida, somos trotamundos viajeros
peregrinos en esta vida devorados por los félidos tigres leones gatos y
alimentados por los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en
animales de garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al
parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los
tordos al sur. S k l e p o s… dura y áspera es la vida misma… este
adjetivo griego es un monograma que vale para definir cómo es la vida entre
españoles envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I am a dangling man. Vivo colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón
Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo
sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más larga que otra y se
me hinchan los tobillos, piso mal y me fatigo cuando me atrevo, audaz, a largas
caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé manejar el escardillo y el almocafre
De tanto empinar
el codo yo padecía prurito vesical y mis canales urinarios ardían en el escozor
de la ascitis. Por tu uromancia y poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de
olivo. Triste destino el del borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí
las grandes oportunidades. Nada me salía
a derechas. Un día quise abrir una librería de lance en Canterbury, pero el
arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable,
hijo mío. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia la
verdad y el consuelo derramó su copa de acíbar sobre las páginas de los grandes
textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a la hoguera fueron las
enciclopedias y los grandes tomos de psicología, pero en la gran almenara
sobrevivieron los textos mediocres de Julia
Navarro esa que ayer parlaba en la Cope
con el Calvo de los Halagos un tal
Expósito que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a ver qué va a ser
los señores.
Pues la Julia
hija del Yale pare más que una coneja hijos fornecinos de su imaginación
calenturienta, inunda de títulos los booksellers
de los estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una elegida.
Ellos los de la mafia político-literaria se hacen la ola unos a otros y el
resultado de la maniobra no puede ser más cretino. Vivimos en un mundo endogámico
yo me lo guiso y yo me lo como. Son los hijos espurios del franquismo,
trasvertidos de Generalísimo (al que por cierto trasladaron ayer de cementerios
los hispanicidas y cristofobos quieren derribar la cruz del valle, lamentable
espectáculo, la ministra de Justicia Loli que había sido puta dio el sonoro) al
revés, toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Así que la hija del Yale rotula una de sus execrables
títulos con el predicado "No matarás" y no se acuerda de que su padre
el maldito cojo de las columnas de "Pueblo" tiró un día en
Toledo a su madre por la ventana. Muerte a los filósofos. Venían con una tea
los seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre
los campos y las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego arrasaba
las plazas y las campanas de todas las villas tocaban a muerto. Arson Luminia es la compañera de viaje
de Finsternis la deidad del amor
oscuro manipula tortillas estériles como Safo. La informática a la cual di muerte era de
aquel gremio. Cave canem. Cuidado con
el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho
periodistas y tertulianos o tertulianas, melena al viento bellos palmitos
hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras
asesinas, la crija o la verija supurándoles entre las piernas. En el país huele
mal. El asno de Balaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha puesto
cara de trasera del trolebús... a face like the back of a bus, decía mi
querido suegro Mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a
llevarle crisantemos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex, abollonado de
cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra
y que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra
la mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la necromancia
es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid. Allí viven españoles de
poca sustancia huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la iglesia
no por devoción sino para calentarse en las estufas templos mixtilíneos donde
la Virgen se confunde con diosas de la antigüedad.
La contemplación
de Segovia que es la ciudad del mundo que más se parece a Jerusalén me fascina
al tiempo que me causa dolor, porque son casi lancinantes los recuerdos a causa
de estos tiempos compungidos porque cuanto yo amaba en ella ni es ni está.
En ella yo
nací por desgracia bebía agua en la Fuente del Tornadizo. De niño mis padres
quisieron llevarme a Quitapesares un manicomio que estaba en la carretera de la
Granja de San Ildefonso porque observaron rarezas en mi conducta, siempre tenía
ganas de comer, fui un niño gordo maltratado victima del bullying al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que tenía
ciertas manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas a los
palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las ramas de los
tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba aquellos tiempos y mis
ojos se extendían hacia la vaguada del Clamores de donde se podía obtener una
buena panorámica de la muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo,
porque huí de la cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron, aunque
los malditos quisieron darme por culo, pero yo no me dejé. Detrás estaba la
catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de la muralla
romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde yo vine al mundo, San Valentín
4, la Casa de la Troya, mala señal, tuve miedo. Me habían pasado muchas
desgracias en la vida y en el fulgor eléctrico de la mirada de aquel michino me
hacía pensar en desdichas. Leí en ellos mi sentencia que era sufrir y padecer
de por vida. Lo tenía bien asumido. Aquel felino era el símbolo de la
indiferencia con que me recibía la casa donde yo nací y por los ojos del gato
se asomaba la ventanera de mi madre que me parió primero y luego me maldijo...
no perteneces, no estás en el grupo, no eres de los nuestros. El gato negro da
mala suerte, pero mi miedo se trocó en espanto a los pocos días cuando marché a
Galicia un balneario para recuperar mi
precaria salud me crucé con una meiga que me escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo
por las escaleras del hotel, salí a la calle, corrí despavorido por una rúa
larga jalonada de casas de piedra en cuyas paredes solitarias y deshabitadas
resonaba el eco de los versos de Rosalía. Un coche con matricula francesa se
paró a mi vera. Oiga buen hombre me puede decir donde hay un banco para cambiar
moneda... son las cuatro la tarde de un viernes y las sucursales bancarias han
echado el cierre, mañana es el Día de la Virgen... un extranjero un hombre muy
grande un indio de raza aria asomó su cara espectral por la ventanilla y en un
movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en el bolso del pecho
de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto. Cuando me quise dar cuenta el
rumano o lo que fuera había desaparecido. Corrí despavorido en una búsqueda inútil,
alcé la vista y me topé con la mirada espectral de la meiga que nos estaba
observando desde un balcón. Grité: "señora, al ladrón, al ladrón que me
robó". El espectro cerró la ventana de la casa de piedra y me lanzó su
maldición... ainda etoufes, neno. Su
mirada era muy poderosa y quemaba casi con más poder y furia que la del gato
negro. Los ojos de la meiga constelada
de sartas y de medallas al cuello eran los ojos del basilisco. Conjuré mi
inquietud aferrando las cuentas de un rosario que siempre llevo conmigo...
Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar aquel atisbo de la saludadora
galaica que llenó para siempre mi vida de inquietud. En mi cartera llevaba unos
cien euros. En hora menguada pasé por el lugar un día de agosto cuando España
se convierte en cueva de ladrones de peristas carteristas, violadores y
expertos en el arte del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir bajo el yugo
férreo de los mangantes. Nuestros políticos reenvían buques de guerra para recoger
emigrantes del Aliyah invasora que cruzan el Mediterráneo con plegarias a Alá.
La cimitarra sarracena se mecerá sobre nuestras cabezas despues de los
versículos al alcorán, tras la alcatifa y el Ramadán, los sermones del papa
Interpuesto ese argentino que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes.
Manda en la calle la apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los
corazones. La tele es una maquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y
zafiedades. Machaca nuestras meninges con consignas, activa el miedo. Después del
incidente de mi encuentro con el rumano que me robó no tuve más remedio que
refugiarme en el ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse coloquial y parleto.
En ese estado de euforia yo perdono a todo el mundo. Cuando subí en el ascensor
de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis ojos estaban brillantes y
echaba el aliento en el espejo del elevador pues todo mi afán era procurar que
mi mujer no advirtiese que había libado de lo mío por el aliento. Advierte el
Talmud que la borrachera es cosa de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso
con muchos judíos que el legado de Noé es una de las grandes cosas de esta vida
porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si los niños
callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los
micrófonos las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso
y dejando desolación a su paso. Busco en los recovecos de mi existencia
aquellas corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses
un ángel caído en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y
epígonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Daimiel al que los rojos fusilaron en
una cuneta un día de niebla de noviembre a favor de la oscuridad y de la niebla
pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por
Somosierra se pasó. Era un joven periodista de flamante pluma al que sus jefes
enviaron como corresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aquélla brillante
saga el mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le cupo la
gloria la gracia y la desgracia de relatar el holocausto o lo que dicen
holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades
de toda la guerra, pero el espíritu celeste del mal se sirve de aquel incidente
histórico para acabar con el drama de la pasión del Señor. Llegó a la ciudad
más bella de Europa en un flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes.
Y asistió a la destrucción del bello enclave magiar que había sido sede de toda
la judería europea y donde los judíos habían podido convivir con los cristianos
sin fricciones. Las fortalezas volantes norteamericanos acabaron con aquella
buena relación. Lavalia en la vida valía muy poco. Por unos pengos podías
comprar un salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de
salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de aquellos
próceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran Filipo blandía puños
cerrados en Manhattan y amenazaba con enviarnos a todos a un campo de
concentración o fusilarnos. Tenía como alátere a Maraña que me insultaba cada
vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían
criados a los pechos de las principales universidades californianas.
V
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el cementerio
hebreo, pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los Huesos en
lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta a la
tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más israelita
que san Melquisedeq cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y ese es un
tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a contar la
historia de mi amigo Manahén Gumersindo
Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo menos en un cuarenta por
ciento como tantos y tantos españoles, era cuarterón igual que Franco y Hitler.
También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía
de ser algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y
narraba a sus amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano típico. Segovia "peccatrix" pecadora y
cicatera. Segovia viene del celta y quiere decir cumbre (via hacia la cumbre
con el otro sufijo) ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto más.
Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen las arras. Nací en
esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, urbe condita en rencores, gente del
bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes.
Había un ciprés milenario al otro lado de la muralla que derramaba parte de su
enramada sobre el tejado de nuestra casa.
La vida me hizo escéptico ante ciertas solemnes verdades que se fueron
por la posta, pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie, sólo
a la archivera que era fea como un pecado mortal del puño y la rosa. La di el
pasaporte por amor a España. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo
bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus
tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las
religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que
Corán, el Candelabro y la Cruz se junten, pero todas ellas a los pies del
Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María.
Lo veo difícil
porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en
el Vaticano están hechos unos zorros con eso de que obispos y cardenales
sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el
pobre Villeguillo, vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado
viejo para cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y
el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el
Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos
venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del
Criador que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los
mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo
sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a
los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado. Zeus se
convirtió en Cristo. Aunque el Rollo de
la Ley de mis mayores nos avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A
Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por
otro nombre tetas. Le gusta tener de donde tirar y la burgomaestra es un montón
de carne.
—Pues si no
hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas
de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subí a la
alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato y celestial para viajar al
presente y al futuro. El pasado es negro. Estuvo teñida de sangre el aura de esta
ciudad, pero es así como se construye en el eterno caminar de la historia.
Ahora recuerdo mis tiempos de corresponsal en Londres. Yo era un bohemio. No
tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito
en el cuadro de honor de la vida y yo no era más que un advenedizo un palurdo
de Segovia con sangre arriera y trajinante. Los dioses me inscribieron extramuros,
fuera del circulo de notables. Sólo Baco algunas veces se apiadaba de mí; era una
piedad traidora y peligrosa que se esfuma con la espuma de las resacas.
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se
estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual por causa suya España iba
de cabeza. Regresaban los fementidos y Tú/más, Youcan (tú puedes aunque
no sepas) no se cortaba la coleta. Había vuelto glorioso a la palestra muy
ufano tras el permiso de paternidad. Yo cambio los pañales a mis hijos lactantes
y doy el alpiste al pájaro. Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú
y tu señora, la putilla esa que corre con los cartapacios de apuntes por los
pasillos de la Facultad de Políticas, un himno a la desventura, los que nos queréis
dar el pego disfrazados de comunistas sois unos fementidos burgueses, embebidos
del coraje de la empleomanía ▬ chalé en Galapagar y una nómina
vitalicia en virtud de vuestra proclama de defensa del obrero y la progresía
cuando no habéis un palo al agua en la vida▬.
Pulso de la
lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las
cloacas del poder. Un imbornal por moral, un sumidero en el gañote y trágala.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, brindis a
Erifos, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza el
manto de oración y la tánica pretexta de los flamines, contaminados por el
alcohol y la semilla derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por
la sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida imposible,
me sacaron de quicio los insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y
oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas,
chati? Acabaron con mi paciencia, pero no seguí las enseñanzas de Job que nos
advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la
mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más
que pasto de gusanos.
Pero no te
sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta república que,
mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la
serpiente, colócate el manto de oración sobre la testa y cíñete al cíngulo de
tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón, piensa que
te has perdido por tu mala cabeza.
Recuerda que
tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales.
"Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender
la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz mañanero proclamando una bucólica verdad que no existe. Es lo que hice
toda mi vida, si bien tengo un mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómanme
por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que lleven razón. Yo me acuso y
lloro ante el "muro de Lamentos" sobre la piedra basal de este adarve
latino en honor del poeta Juvenal de haber expresado mis dudas sobre muchas
cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la
Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado
en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine,
parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de
Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar
Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos
me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi
imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante
mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a
caballo que acampaba en el páramo de San Medel, aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para
que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis plegarias que son
un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro
sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje: Manahén
Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas
compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia
echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del
Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que
anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia
Xeny (el mirlo blanco) la miruella como yo la llamaba cuando era
un bebé. La hija de mi corazón a la cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa, por mi gran culpa. A mí me pesa.
Es la hora de un “confiteor”. No valdrá para nada mi atrición- no hay perdón
que valga.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave, Cesar. Me
dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas
que dio sombra a la infancia lo habían talado los mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan, pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una patera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita”, Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. ¿Soy un
pícaro, un filósofo, un historiador, un sofista? no sé lo que soy, pero estoy
al tanto y el que avisa no es traidor, un nomo que se trasmuda y biloca porque
para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano
de Dios, que todo lo toco y todo lo ve,
émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y, aunque a veces haga partija
con Belcebú, no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás,
uno y no más todos estamos. Pues Segovia, como Puente Perín, como Barahona,
Brañosera en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas
de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar
con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don
Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro,
rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en
la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban
podridas “porque no todos tienen mi mismo cuajo”. Nos ha jodido mayo. A ver tú
si arreglas el andamio.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de los ediles, de los timbaleros, maceros y ministras de todas
ellas hizo ropa vieja con furor de casta
inagotable. Porque lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la
Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera
que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si
te pones de rodilla y me besas el culo:
—Tente que te unto
De su boca desdentada
se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de aquellas
elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”. La señora
Mrs Bald viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el bosque
de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja
desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los borcellares tenían la tranca
de la demoscopia en la mano y así no hay quien pueda, claro. Todos a mascar
torreznos de la olla podrida. Se sublevaron los que no probaban jalufo. Siempre
será lo que ellos digan, pues tente que te unto. Amen. Hay me las den todas.
Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema electoral que
padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los días de comicios
graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Hace un frío del carajo. Tente
que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de
andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabás
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos
de Segovia estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa no paraba de
decir “tente que te unto”.
—Y ahora ¿qué
quiere la señora? — exclamó el Amo del Mundo
—Que me batas una
buena tortilla francesa
—Date la
vuelta, alcaldesa, tente que te unto.
Un grajo
infernal al que mandaron los de arriba bajó de lo alto y sacó los ojos a la
estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del Acueducto
mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le
escuché pronunciar una homilía nefasta blasfemias a barullo:
—Tiremos abajo
a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad, sus
supersticiones y falsías.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventosearse, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas,
de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de sus
viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del mundo. Entonces
un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la burgomaestra dijo:
—Os pasa por
judaizar. Ya sois míos. Sólo míos.
En el azoguejo
con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos marranos y los
falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en
todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y
de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta los
mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente era que a
redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió la apuesta, el
diablo ganó la partida y al poco tiempo… pues se casaron y colorín colorado.
Villeguillo hizo esa profecía: el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía: predícame cura,
predícame fraile, por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo.
Los que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos
y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de tostoncillo y le dieron tantos besos al
jarro que al salir se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde
irá el buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta
de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglos, un
deletéreo afán de venganza: Segovia ha dejado de ser cristiana, chiquitos, se
ha convertido en Aelia Capitolina.
—Pues muy bien
Al pobre
Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era
un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la
griega, la hija de la Federica, no vaya a ser que metamos la pata hijo — le
dijo— no conviene malquistarse con los judíos… tú a lo tuyo y a celebrar todos
los años la fiesta del Holocausto. El rey supino fue quemado también en efigie
durante las fallas. Los elegidos no perdonan a nadie. Nos tienen a los hispanos
tanta rabia que andamos todos al copo, crispados y tentando la navaja en la faltriquera.
Aquí no se salvará ni el apuntador por más que Jáuregui ya se los esté
trabajando para obtener un salvoconducto. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes
cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables
e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus
súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios malditos
que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se convertirá en un
auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo Zapatones había
firmado las actas
—Parecéis oro obrizo,
pero no soy más que oropel de ganga, no tenéis cojones— dijo Ursicinio
el Pecoso, un clérigo con malas pulgas que todas las tardes en la catedral
salmodiaba el oficio— con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros, no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo, muy
triste por aquel espectáculo, volvió grupas y salió de la ciudad por el puente
de Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño justo por el lugar donde pasaban
las legiones del emperador con su estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix.
La casa y el
barrio habían sido arrasada por los vengadores, aquella colonia era una
reliquia del fascismo, casas militares puaf, según proclamaba, rábida, por los
micrófonos de Radio Segovia Victoria Lafora inflamada de odio al pasado.
Desmelenada e hija de un vencido, gritaba como una Euménide.
—Vuesa merced, señora, no hará falta que grite
tanto.
—Pues sí. Al
ver esas casas militares se me revuelven las tripas.
A Doña Viqui
la furiosa tambien se la revolvía, a decir de un urólogo, su coño canceroso.
Moriría a los pocos meses de decir esto sin confesión gritando reniegos
improcedentes.
También
profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches los
inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella ciudad. No
perdieron el tiempo, así que hizo la de Teresa la conversa cuando los de aquel
pueblo la acusaban de tener un lío con su capellán que por cierto era un santo
y poeta eximio que luego subió a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos…
llama de amor viva inflamado de amor divino:
—De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
VI
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara
advertencia al llegar a Segovia de que había traspasado Villeguillo no sólo la
barrera del sonido sino también la del tiempo y el espacio. Iba sonámbulo por
los caminos del pasado y el porvenir; ello formaba parte del don de la ciencia
infusa y la introspección de conciencias que tenía. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre
de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales, en
platica monumental con la otra torre, que a la Ebúrnea hacía competencia: la
Carchena; cuando de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El
altavoz del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento
de decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la
carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé
el acelerador, muerto de miedo, y en la rotonda de Hontoria me topé con una
estantigua, una procesión lúgubre de resucitados. Un fraile fallecido hacía
quinientos años encabezaba el tétrico cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas
y pude percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies
Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes
Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso
firme hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción
los reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos, no fuera
a ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones
del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor quedaban
preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y sincretista, en
comunión con las divinidades oscuras.
Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz.
A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros encontrarían
la tumba anónima de la fosa común, pero a la mayor parte entre mofas y
escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de "No soy persona".
Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos decía nosotros somos los
elegidos, vosotros los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras
casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones
solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de la
martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel (morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba el gallo. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas, era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
—Vosotros la raza de víboras estáis allanando mi
morada, acabáis con mis creencias, destruís la historia — yo les dije
enfurecido por tales desacatos.
—Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
Ellos no respondieron. Se fueron cantando al modo
de los Rolling Stones, Mike Jager escupía contra el firmamento a la par que se
rascaba los cojones en plan provocador.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de
forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia, condenaron
a los españoles a ver eternamente los programas de Jorge J. Vázquez y les
pusieron al cogote la argolla de la Sexta para que diesen vueltas y vueltas al
azud mediático de la plebeyez y el aburrimiento. Instauraron las horcas
caudinas.
A mí me seguían pasando cosas. Por poco se sale de
la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la
altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no llevar
un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo indignado y le
hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a
la Guardia Civil. Además, no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es
color de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color en un
estreno, da mala suerte. Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos
amarillos las portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos
que exigían al Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no
acabaron con la Unión Soviética no se quedaron a gusto. Aparentemente los hebreos se salieron con la
suya y hoy el Estado que preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes
con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos,
manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del
Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva, la del
Holocausto, el Odio y la Venganza sustitutos del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— Cómo, ¿qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sótano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos sin dar un cuarto al pregonero antes de que
Simón Blumental entrase en escena. Nuestro caudillo Franco era de vuestra cuadrilla,
aunque afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno, circule — ordenó el mozo de escuadra que
a mí en aquel instante me parecía de cuerda, aunque no llevase garfio ni
garrote, sus ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí
pensé "este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus
ojos se refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos
nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando
con un fascista. Venga, arranca.
— Yo también soy judío, pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto
en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros
paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos
dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el
Regimiento de Artillería en el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba
abandonado y sus dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos.
España en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta▬ ya no estaba el viejo
moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas,
seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey Enrique IV. Bajé
por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por el Camino Nuevo
hasta lo que llamaban el Osario.
Una lápida de cemento armado con consistencia de siglos
con una inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante.
Algunas personas oraban el con voz compungida y
desalentada oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de
sus antepasados, el antiguo cementerio judío, pero allí no había tal. Se trataba
de un fake news inventado por un periodista borracho con ganas de
joder a los segovianos. Aquel no era el recinto. Oiga aquí no hay nadie.
Aquellas cavernas excavadas en la roca caliza habían sido habitadas por
ermitaños que hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad
pecadora. La vista desde el Clamores era espectacular. Todo el recinto
amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía
contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda
quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizada durante la edad
media como fortín, luego picadero donde domaba caballos el Jurry, y más tarde
como matadero municipal, aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el
osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que Analectoficaron Su
Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis,
gritad contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo
estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.
VII
Voló a la
Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros y empaparse de divinidad.
Propendía por mi inclinación a los misterios órficos a pronunciar vaticinios y
en Roma oyó cantar el gallo muchas veces. Era los cantos “alectorios” o
quiquiriquíes sagrados que alegraban los himnos de los flamines a los dioses
peanes los que se quedaron con nosotros, no esos dioses de los que nos han
hablado y no vimos nunca. El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había
que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables plegarias.
Los dioses otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto. No te
muevas, estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu puro cuerpo
de ángel no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni
actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento circunvolar los
espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de esa materia
pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La
transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio,
algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el
milagro de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo
atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de
Tito Livio y la historia romana no
guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las
escalinatas del Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus
el bretón, me honraba con su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las
hosterías y tabernas romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones
religiosas, y temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosas deidades familiares de su tierra: a Epona
diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater, el dios que
golpea con el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que la imaginería
popular representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn de
los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daban culto a la
trinidad en el tríptico de las Matres la triada del padre, la madre y el hijo
padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de la
diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas omnipotencias
incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador
confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos
Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos son mi
fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle la cabeza a un
toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer correr a los leones. Mañana
son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo lucho contra el diablo,
amigo.
Prometí acudir
sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto que había pasado a
manera de talismán por la piedra de Juvenal en la muralla de Segovia frente a
la casa que me vio nacer, pero prioritariamente estuve contemplando a aquellos
seres míticos cuya imagen había estampado un imaginero cretense amigo del
gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que
arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y
Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario
que acoplaron los cristianos a su religión). Bullerón cabalgaba a lomos
de Pegaso el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos
enormes alas que pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a Quimera,
el monstruo fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto
encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del minotauro.
Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la
arena luchando, desenvainada la espada, con su hermano Atocles, los dos
eran hijos de Edipo.
Completaban el
friso las grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco
y el dios Pan, Tirso con su vara; Ariadna en la confusión del ovillo,
Sátiro que fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso,
el Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de
los violentos y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud. Todas
estas deidades empezaron a parecerme razonables como exponentes de los vicios y
virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades superiores pero con
encarnadura humana. Los retores filosofaban en el foro, dándole vueltas a las
frases y torturando su cabeza, sobre la esencia de las cosas, el origen de la
vida, las propiedades de las plantas.
Les contradecían los sofistas. Ni Platón ni Aristóteles ni Séneca tenían
en sus dominios la clave de cuanto nos envuelve. Del bosque llegaban los
alaridos de los scutia, Aeneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr
a latigazos por el bosque a sus esclavas. Roma se divertía con sus juegos
seculares. Los 135 días de circo se marcaban en el calendario (magni joci,
juegos magnos) que bien se lo pasaban aquellos antiguos sin tener televisión ni
radio. No eran acosados por los bustos parlantes.
VIII
A
Arije me lo encuentro todos los días yendo y viniendo por los bulevares de la
Reina Madre allí donde hay una clínica que fue hospital de sangre para todos
los soldaditos de nuestras guerras africanas. Aparece en imagen una enfermera
de bronce que atiende compasiva a un cabo de infantería, herido de bala,
abierta la sahariana con los ojos turnios, agonizantes. Del pecho se escapa un
chorro de sangre. Mi amigo quedaba conmovido al contemplar la estatua. Tardes
de mayo, dolor de España, horas sin amor. Mesones y tabernas, algún bailongo
pero ya habían cerrado La Bombilla. Auras de juventud. Esta zona de la
capital me recuerda los tiempos de estudiante, la parada del F, el autobús que
nos llevaba a la facultad, una casa de ladrillo rojo destruida por los cañones
del quince y medio en la del 36. El cobrador era un gallego rubio, uniforme
gris como de presidiario y una visera-bonete con un guarismo de metal por
registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los pases que eran
veinte números desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón
blanco. Se sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o
en cualquier estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. El trolebús arrancaba. No va más. Billetes
por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al
bajar a la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un
catalán clásico emblema de la sabiduría y perfil numismático. A Mariner Bigorra
ponle la toga pretexta y te figurabas estar hablando con Cicerón en el Foro. Su
padre y sus dos hermanos fueron fusilados por los rojos. Era la grandeza, la
sabiduría falangista y la modestia en persona cuando comparecía en el aula
vestido de gris y escribiendo frases lapidarias en el encerado (yo le tuve en
el segundo curso de los Comunes). Admiraba al Caudillo y este le encargó de la
redacción del epígrafe que corona el frontis del Arco de Triunfo de Moncloa: Armis
hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc… Munificentia regia condita
restaurata ab Hispaniorum duce Aedes sapientiae matritensis florescit in
conspectu Dei. Ahí queda eso; No se
puede decir tantas cosas condensadas en tan pocas palabras… maravillosas frases
cincelarias escritas para ser esculpidas del
hipérbaton. El Arco de la Victoria le recordaba a Villeguillo los pasos
perdidos de su adolescencias y juventud y ante su presencia emocionábase
conmovido remembrando un tiempo y unos amores que no volverían jamás. Un
letrero que nos saluda glorioso al entrar en Madrid con las tropas nacionales.
Visión de futuro que aparéese en la actualidad despeado Sánchez volará la cruz
y esta magnifica obra de arte. El epígrafe fue parte de mis ojos al entrar y
salir durante muchos años de vida laboral. Maldito Sánchez el político español
que obra al dictado del sanedrín de Soros. Dios le dé mal galardón. Y toda esa
cáfila de políticos inanes que mandaron volar el monumento.
El
cobrador del autobús aparecía sentado en su telonio como un buda de carne y
hueso mirando alegremente para la juventud divino tesoro que nunca vuelve. Una
vez me tocó detrás de una monja concepcionista que arrimaba el culo
arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material. Hambre sexual de los
sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba del placer que suponía a los
milicianos invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas de
aquellas mujeres encerradas de por vida que no habían conocido hasta entonces
la “gracia de dios” daban gracias al cielo sin importarles mucho ser mártires
víctimas de las sacrílegas turbas. Aquella zona estaba en los límites de la
glorieta donde había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes
y un bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer
piso y se la veía muchas tardes mirando por la cristalería del ventanal
mostrando sus torneadas rodillas de rolliza manchega que por aquellos días eran
una inducción al pecado mortal. Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción
“fumando espero”. Por las noches en las campas circulaban por los solares del
Canalillo mujercillas de virtud incierta un polvo un duro una paja tres pesetas.
Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta; un polvo
con goma un duro. Frenética actividad
meretriz se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los amaneceres
sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos
al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor
el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África.
IX
Él vendrá a separar a los buenos y a los malos. Apacentará a sus
fieles corderos y derramará la sangre de los cabrones y cabritos. Porque Él es
el maestro de Justicia. Pasaron las pascuas nochebuena tranquila y recatada en
el herrén y reanudo yo, Manahén Arije, mis prosas peripatéticas por el bulevar
de Reina Victoria tratando de levigar aquellos recuerdos separando el grano de
la paja de mi juventud esfumada. Todo pasó y el mundo cambia. No tengo asideros
a que agarrarme. He oído las palabras de San Esteban el primer mártir que
exclamaba mirando al firmamento "Satis
est vixisse" y así subió a los cielos que vio abierto- Saulo de Tarso
mientras el sanedrín lapidaba al protomártir tenía el manto de los rabinos y
les guardaba la ropa. No deja de ser difícil creer en estas historias. A los
judíos nos gustan las parábolas, los circunloquios y la retórica. Los viejos de
la Inter no creen en esta frase porque lo único que les preocupa es llegar a
los cien años a fuerza de hierbas cordiales y de visitas a los galenos
matasanos. Es la emisora de los carcamales de esta gran ciudad. Hastahace poco
era la Radio Macuto por cuyos microfolos hablaba un tal Rafa Nieto y se
carcajeaba el hiojo de mi ex director imitando a Qiueipo de Lllano contando las
descenturas y la desolación patria. Escuchan con devoción las recetas del
doctor una gragea al desayuno y otro a la cena. Mejor no ir porque te mira don
Manolón y te dice que tienes un cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios
quiera. Viva la gallina con su pepita". Quieren acabar con los
septuagenarios y los padres de la patria. Perico de los Palotes el gran Sanchez
un fementido judío converso dice que los males de este país se solucionan con
la eutanasia, mandemos a los ancianos al horno crematorio. Roban en el banco,
les copian las tarjetas. El latrocinio y la protervia habita entre nosotros.
Veo la cara alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que
mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios
con la oreja pegada a radio Inter angustiados por conseuir vida larga. Cimbel y
zumbel de las tardes sarcásticas sin amor el cuerpo doliente huyendo de
ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas con mi conciencia
y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la red, me entrego a la oración
que es reclamo, expiación, adoración, arrepentimiento y esperanza. Me gusta la
liturgia romana en latín con algo del rito ambrosiano y muzárabe. En
contrapartida la mejor liturgia es la polifónica rusa. Internet me sirvió de alfombra
mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin, que ya es decir, pero las
cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa de pascua.
Tengo fuertes palpitaciones
y las negras ideas se apoderan de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner
lastre a los malos pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira
pedos, remuerde por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es
la loca de la casa.
▬ ¿Viste el espich que nos
largó don Felipe?
▬ No me dio la gana. Al
verle tan insulso y tan poco espíritu se me atragantó el turrón. Para mí el único
rey que vale es el de la baraja. Monarquía
es una palabra que viene del mono y del monóxido de carbono, viene del mono y
en España siempre tuvimos a los borbones una desgracia simiesca. Borrón y
cuenta nueva.
Crecen los días y suenan por algún rincón del cielo rondas
sanabresas, canciones toresanas, ataruxos galaicos, espantadanzas del paloteo
vasco, cobras catalanas y tamboreadas navarras al son del chistu, juntamente
con tonadas asturianas. Arije tenía una visión muy folklórica de la España que
no era y así le iba. La modernidad no perdona a los románticos. Estaba fuera de
lugar. Le rodeaban las maniobras en la red de la incomunicación digital, la
gente enviando guasaps dándole al dedito a mogollón, tu mente como un vegetal.
Estos tíos se han propuesto lavarnos el cerebro. Todos dicen que el diablo no
canta, aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos
filos y de los sermones del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de
los infiernos y allí vivimos cómo se cocía una reciella de obispos y
pontífices máximos, traían en la mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba
con un gario de cuatro dientes en las posaderas. Iban desnudos, pero se conocía
que no les había dado tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por
las calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
▬No puede ser
▬Porque tú lo digas
En el altar mayor de la catedral de Luzbel que es una zahúrda de
Plutón▬ el infierno
es una casa de acogida ▬alcancé a ver
yo a un mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulo, que daba la
bienvenida a los colegas recién llegados con una plática en la cual les decía
que estaban en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale nunca.
La cueva de los castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que crecía
en el bulevar. Analecto de vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne de
serpiente y cañas de aceite de ricino con ración de patatas bravas envenenadas,
arenques y pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba también como la madre lo parió delante de él,
ostentando la tonsura y la cogulla sobre un sillón de nogal aforrado de
guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos de la barba. Decía ay de mí
en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el Bosco en uno de sus cuadros.
Junto al departamento episcopal estaba la sección de los periodistas que eran
incontables los que estaban allá pero su número era superado por el de los
abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva de políticos era tan
larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina diciendo que aquella
noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda, Michele
Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de mayo que devoraba
carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de la masonería europea(le
decían el besucón porque no daba la mano en las recepciones sino que estampaba
en las mejillas de los llegados un par de besos de Judas) tocado de yamulka y
enseñando las filacterias de rabino bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el
tendido en la silla de don Tancredo fumando espero, Putin como un zar de la
kagebé montando a caballo y disparando misiles, Netanyahu con cara de
sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y abriendo la puerta de
la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario, Berlusconi con gesto burlesco
una cohorte de odaliscas en su palacio y no sigo la lista porque la perversidad
infinita se había apoderado de los dirigentes del globo terráqueo. A las
soflamas de los diablos y a los palos respondían los condenados con frases
hechas:
▬Con tanto malvado como
hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía el infernal demandadero y les daba la
vuelta a la parrilla para que se torrasen un poco más como san Lorenzo. Se
asaban culos, vergas, tetas y coños en el lecho de Procusto.
No había en el infierno aliviaderos pues allí no se come ni se bebe
ni se mea ni se caga, todo es penar y crujir de dientes, y para siempre. Para
siempre. En medio de la algarabía de voces y gritos y blasfemias se escuchaba
el barboteo de las perolas donde cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite
hirviendo. La atmósfera era salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los
fámulos del Pateta se apresuraban a torturar a los predichos con esmero y
diligencia cumpliendo las órdenes de Lucifer de manera implacable. En aquella
alcaicería del furor los que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal
viva:
▬ ¿No estábamos redimidos
por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos confesión en la hora de la muerte? ▬ lloraba un cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a
Raspín aquel extremeño que arrimaba las putas al colegio cardenalicio?
▬Penen los rufianes y
tengan su merecido.
A las
quejas del purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes
pudendas donde tanto duele.
Atollite portas antiquas, abran la
cancela, pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad santa había
sido bombardeada por tres misiles nucleares. Me quedé pasmado ante aquel cuadro
de destrucción masiva. Alligieri Dante me señaló a tres prelados de blanco que
la impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la gehena.
Eran Pablo VI, Juan XXIII y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto,
pasmado de las blasfemias, vi cómo el Analecto, el mancebo de la tasca Julifer
también lo llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde y acudí displicente a la
hora del café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la Constitución,
bajaba con los refrescos para refrescar a los sedientos préditos con frascas de
vino perronero que los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del
Cid Dios que buen vasallo si hubiese buen señor de nuestras mesnadas. Fuimos
traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta Umbría;
era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se acercaba siniestro a los
montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero del mar de maldades era
aquel aposento que yo columbraba.
▬¿Qué dices, Etsi?
▬Yo no digo nada. Lo tuyo
no tiene solución. Me dejaste abandonada para irte con otra.
Le dije que había navegado en galeras remando contracorriente con
toda la canalla de un barco que iba a ninguna parte y ahora me esperaba en
aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado al que Queronte justiciero
aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba otro en muerte. Es el fin; me
arrojarán a la trena donde no se come ni se bebe ni se caga ni se mea durante
toda una eternidad.
—Sicio. Tengo sed. — exclamé.
Un verdugo mojó mis labios
con esponja de vinagre y el Analecto diome a beber un potingue de cerveza
calamocha mezclada con zumo de rabo de culebra en una jarra donde previamente
habían hecho pis todos los diablos.
▬No es justo ▬lamentabase Gumersindo Manahén Arije ▬ que en las zahúrdas de Plutón nos den carena. Don Francisco de
Quevedo el profeta lo había pronosticado. Él tuvo también como yo esta visión.
Se ha torcido mi destino cual tibia de alcazuz que cruje entre las
mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre altanero que se desbandó
vino a posar sobre la copa de uno de los tilos de la avenida, al instante en
que circulaba un 45 de la línea de autobuses urbanos. El vehículo recibió una
gran cagada en el parabrisas mientras los palomos cojos caminaban, señoriles,
recitando plegarias por el bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba
los echaba el ojo.
Ellos a lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas que
tiraban las niñeras cortejadas sobre los bancos por militares sin graduación.
Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla: "La viuda rica que con
un ojo llora y otro repica, la hija recogida y nunca consentida porque del ocio
nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las palomas urbanas que echaban a perder las
aceras de la ciudad con sus deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre
las bostas de palomizo y perrizo, porque la población canina igualaba casi en
número a los siete millones de habitantes que tenía Madrid
X
Ante la escena del cabo moribundo de bronce en
manos de la enfermera recordarme he de mis compañeros del tabor de regulares
cuando serví a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía
muy ufano de haber hecho la mili en Regulares y cantar por lo bajini aquello de
soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y orgulloso de haber
sentado plaza en él.
Florence
Nightingale habita entre nosotros y si no hubiese
sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas
de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros
en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la coruja en
la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo
andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el
firme del bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que
quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos.
Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de
cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco
a los musulmanes y ellos creo que me conocen a mí, pero ni tanto ni tan calvo.
No lo puedo remediar. Dicen que es un
pecado matar en el nombre de dios, pero la biblia es un libro de hazañas
bélicas con resabios porno y yo marcho a rebalgas perseguido por mi sombra a lo
largo del bulevar Reina Victoria. Debo parecer un paracaidista inglés
desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo de la reina que acontece
en London en el bello día de junio. Me dicen los ingleses que, como su Majestad
le da que se las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se le
acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede que
se plante en los 115. Así que el heredero, al que llaman el Orejas, el que
soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué metáfora) de doña Camila
la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo tiene claro para heredar,as
his mother goes on forever.
Tengo
una gran colección de arabismos en mi memoria, que exornan (palabras que
empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero de niño sobre la
cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de Clavijo en el que
el artista pintaba torpemente la figura de Analectoago Matamoros alzando su
espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del caballo del
apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me
impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural
quiso que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan
con las barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso
fue patrón de los godos durante siglos hasta que llegó la monja andariega,
madre de los conversos. Ya que buen trabajo le costó a Francisco de Quevedo
defender su auspicio castizo de España por San Jacobo dándose de cuchilladas
con el de los cristianos nuevos, que defendían a santa Teresa en el
compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso, al grito de Analectoago
cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire, queríamos arar surcos en la
mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva, por eso somos un país de
conversos, y a medio hacer, enchufado a las veleidades de una monja andariega e
inquieta que podía ser precisamente la que me arrimaba las nalgas en el
trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo místico. Quiero que me
penetren. Voglio una donna. No estoy
de acuerdo con lo que dicen los hspoanicidas, no somos una nación falida sino
la mejor del mundo, tan suave y dulce como la jesuitina que me arrimaba
material en el F y es que yo por aquellas calendas debía de ser fruta
apetecible y muchas mujeres me querían llevar al huerto. Pudiendo decir con don
Juan: “yo a los palacios subí, yo a las chozas bajé y en todas partes dejé
recuerdo a amargo de mí”. Demasiada literatura, claro está. El mundo no es así
Apañados
y apretujados íbamos aquellos estudiantes, sardinas en lata del futuro. Nos
hemos olvidado del caballo blanco de Analectoago. Por estos tesos pululan los
curas libidinosos, las monjas que se dan a la fornicación y ansían ser penetradas
por el dardo divino como santa Teresa. Todos los días traen los periódicos
noticia de algún cura que quiso tocarle la colita al monaguillo o beneficiarse
a la mujer del sacristán.
Yo por
lo menos le prefiero a la Mística Doctora que, según revelan ciertos
documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así que aun entonces ya yo bajaba
letra herido por la cuesta de Reina Victoria, cuando el Jolimar no había sido abierto y el Analecto
no había nacido, sin saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo
salutífero de mi cachimba, fracasado y sin empleo, uno de aquellos miles de
estudiantes pobretones que bajaban en el F a la facultad con la idea de ganar
un título que les abriera las puertas de una colocación como catedráticos de
instituto barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico de los
neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la Reina Madre que
vivió más de cien años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín.
Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los años. Es el
antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con la harina del
trigo trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el agua a su molino y dejar
seco el de su vecino y habla despacín no
nos oya el mío vecin que diz en la Asturias galana. Do va la mar vayan las
ondas. Que allá darás rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto
porque cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la
rueca en el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña.
Piedra sin agua no aguza en la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y
metimos un ratón papal en nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al
buen callar llaman Sancho, y entretanto me llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo
vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi
personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London
mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy
grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá
comprado en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de futbol del Chelsea. Se
paseaba por la acera de los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde
Kelly. Aquel amor lo desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta
de la iglesia, se fue con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el
refugio de las decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban
los arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que
engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la Calatos
vino a verle al piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagose el tizón
pero todavía no aparece el que lo encendió. You have hurt many people (has hecho
daño a mucha gente, crucificaste a Brolladora que fue el amor de tu vida, eres
cruel y no tienes perdón de Dios) Dio la piedra en el canto y mal para el
cántaro. De tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se
le quebró y vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne de
barítono dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora
no se gana en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El Analecto
se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero había una vinotería al lado, para
su consuelo; compraba dos botellas y se las chiscaba gluglú en un banco del
bulevar cerca de la floristería abandonada. El vendedor de rosas había matado a
la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón abandonado era el refugio nocturno de
los vagabundos del Este que trampeaban por la avenida. Que al as de oros no lo
juegan bobos. La floristería era una vecera de cerdos humanoides. Huélgame un
poco, mas hilo mi copo. No hay bronce que años tenga más de once ni más lana
que saber que no hay mañana. Leña de romero y pan de panadera la bordonería
entera. Chimenea y huerto y un hogar do calentar las posaderas, el sueño del
pícaro y del rufián. Todos vamos a donde dan. Campanas de mi aldea tilín tilán.
Aldeana es la gallina pero comenla en Sevilla y viva la gallina con su pepita.
Dentro de la concha está la perla para quien sepa verla. Añoso luchador el pino
de Formentor. Do no valen cuñas aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado
y del hombre mal barbado que porta en la cara las siete señas del hideputa (el
signo más conspicuo: la barba en parroquias como el Coletas), al loco y al aire
calle. La sangre se hereda y el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede
ser. Me deslizaba al esconce de la floristería después de estas subidas y
bajadas, ▬cuando perdía
el último autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su
hogar, así que quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬ por los colmados
alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días que atardecía sereno tomaba
el 623 y se refugiaba en su casa, aquel chiscón que había comprado con sus
ahorros en Majadahonda. Seguía escribiendo al dictado de la botella porque para
él la escritura era una purificación una catarsis para un tiempo en el cual la
poesía había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el camino
a muchos puede ser que se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego vienen
los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria, soberbia,
homicidios, omecillo, robos, desfalcos, temeridades, contumelia, bandos,
disensiones, mecachis en la mar. Acaso el proel de los vicios sea la protervia
que la soberbia reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que
marchan delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de
nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza pequeña
tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera craso intelecto y yo
estoy demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como los naranjos que
portan poca médula y cáscara canteruda, me aflige a mi la mucha cáscara y
escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las
mujeres que he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije, debe de faltarte
un tornillo”. mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo
mismo, tú vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvaloras a ti mismo y
por eso echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque el poder
cognoscitivo de las potencias del alma acaso sea mayor de lo que se cree. Son
poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire los podencos, eso me
pasa a mí cuando veo a una persona por primera vez que le calo y sé de qué va y
por donde va a salir.
En el
Kiss bailaba la bacante Micaela. Había algo divino, un halo superior en aquella
negra. Parecía una sacerdotisa de Venus
color ébano, pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y
le hacía pronunciar frases extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de
aquel cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran
Vía un argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la
mano de rábulas vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos
grises eran negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid
siempre cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son
los cuatro espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y
Expultrix que corresponden a las tres deidades instantes de la condición
humana: Enos (el vino) Aleatorios (el juego) y Ginos (la mujer).
Según
Roma, la tribulación aguza la inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a
los humanos. Para los talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el
mundo.
Estaba
Analecto el del Julifer, el bar de la esquina, hecho un brazo de mar en su
telonio despachando cañas de cerveza y mirando de reojo. Zamora no se ganó en
una hora. Qué va a ser... lo de siempre. Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó
un cliente con pinta de guardia civil franco de servicio y dijo Analecto un
puticlú y yo dije ya no me vaga estoy jubilado, soy un cabo pieza al que se le
jodió el goniómetro y el Analecto que aquel día se había levantado con el pie
torcido se cachondeaba de mí ante el secreta. Además, repuse lo cerraron desde
que mataron a Manolo Cantalejano. Creo que fue la mafia rusa y Analecto
corroboró:
—Je, a
éste cualquier día le colocamos las pulseras
y lo llevamos a la comandancia. Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Analecto
era un suma y sigue de su hermana Abamita a la cual le gustaba faltarme al
respeto cuando subía a tomar café de las mañanas del tiempo que se fue. Por sus
interferencias la hubiese dado yo una en los morros, pero no valía la pena. Hay
que resistir cuando la gente pide bronca y poner en practica el consejo de mi
abuelo que era de la Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es
de plata y ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Abamita era una
verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo pobre
funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera para caer mal a la gente.
Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero de mozo cuando vivía en
London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba con mujeres que no eran de
pago, y feliz. En el Kiss una
sacerdotisa de Venus echaba las cartas, dominaba la guija, vaticinaba el
porvenir como la mejor veedora de Galicia aunque ella era andaluza; decían las
compañeras que aprendió las artes mágicas en el Vaticano en su calidad de
primera daifa de los cardenales de la curia, hizo una prognosis terrible de mi
condición psicológica y sexual:
— Tú
tienes madera de asesino en serie.
—
¿Quién yo?
—Sí,
tú. No te hagas el longuis
—¿Por
qué?
▬Buscas el trato torpe con mujeres públicas. Eres algo seductor y
encantador de serpientes, pero insensible al dolor ajeno. Hundes tus fauces en
el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que eres algo impotente.
Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por el sanabrés que poseía
buen ojo clínico para tales alicientes. Yo no me había emasculado como el
panegirista Orígenes que se castró por miedo a cometer pecado de impureza. La cosa
vino con los años al hacerse más grande la próstata.
El
camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico de manera contundente. Seguramente
había leído a Freud. No. Eso imposible: Anacleto era de los que jamás han leído
un libro. Esos españoles que pertenecen a un país en el que menos se lee y más
se publica. El cura que lo bautizó le endosó el santo del día que era la fiesta
de san Anacleto pero en el pueblo todos le dijeron analecto. Vanidad de
vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas,
mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leonides
nos miraba desde el alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado,
verdadero banderín de enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y
empezó a decir sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi
camisa santo dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No
merece perder el tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute
con los jubilados, me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
—
Calma no hagas caso a esa bruja.
Tente
que te unto. por tres cosas vive el hombre y le hacen agradable la vida: el
vino, el juego y las mujeres. Hasta hace poco otro gran ingrediente era el
tabaco, ahora ya los españoles no fuman.
Pese a
las impertinencias y humillaciones, estaba yo allí todos los días a la hora el
cafetín. Me atraía el abismo. Templanza. Moderación. Circunspección y voto de
silencio. Todo menos darla un par de hostias a aquella forjida. No te pierdas,
Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar tales virtudes jamás lo
conseguía. A lo mejor el Analecto llevaba razón: yo, arrastrado de mis malas
inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de convertirme en un asesino
en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque me daban ganas de vomitar
y después matar a ZP (luego vendría el sacamantecas Sánchez y su fámulo el
Coletas de los pies planos, la cosa empeoro, así que otro vendrá que bueno me
hará). A la rubia de bote el chocho morenote esa lozana andaluza que pronuncia
encendidos discursos simulando la verborrea de los delegados de curso de la
Facultad de Económicas y presidía un gobierno de corruptos y de puteros yo
también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por la política que torna a
los hombres tristes y rencorosos.
Por las noches se me acercaban los vampiros y
creía entrar a bueyes volando por mi dormitorio. Alguien soltaba el búho que
revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza en una rama del árbol de la
sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de taberna y entraba desesperado
en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y Fernando no vayan a pensar
ustedes otra cosa pues eran los dos socios que montaron el chiringuito) para
que la Abamita me escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con un aire
místico si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción, recato.
No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida daba vueltas y
vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba diluyendo hasta que
sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a la hora de vísperas. El impulso
cinético concluido, el trompo quedaba tendido panza arriba como el cadáver de
un ahogado sobre el enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy
ya digo. No había matado a mi mujer, pero no sería por falta de ganas sino
porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss también
se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor mercenario sino compartir
el secreto de la botella de Erifos. Vaya usted por la sombra y no se le ocurra
escalar algunas de las brancas del crecal que es árbol sagrado de Israel. Que
hay moros en la costa y centinelas apostados entre los merlones y almenas de la
muralla de Niebla que es la más acérrima plaza fuerte del Andalus. Con que ya me dirás,
Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a
compás de los tiempos de la gran zurra. Y cuando sonaba el cimbel al zumbel se
le acababa la cuerda.
▬Para,
chiquito.
Había que ahogar las crisis de fe en la caneca
de aguardiente y reírse de la opulencia de las cosas nuevas de las gentes que
van en el metro mirando para la consola de su móvil y meneando con agilidad el
dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de incomunicación
física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan a las masas a la
fantasmagoría de las redes sociales que son las nuevas arpías de los capiteles
románicos donde todo está dicho y augurado. Se nos aparecen los monstruos de
dos cabezas y la mona que se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la
mandorla mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían los
constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban vacías pero las
santas pobres mujeres seguían acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de
la Exuperia.
▬
¿A causa de la tos ferina?
▬Paez que sí
Llevaba
el féretro un carro tirado por un tronco de corceles blancos y a Arije que
caminaba detrás del cura portando la cruz alzada y cantando el entierrillo
aquellos caballos le parecieron que iban trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras
tanto, los narcopoetas escanciaban yámbicos blancos y las poetisas se llamaban
poetas desde que se popularizaron los versos perroneros de Gloria Fuertes que
era bollera y se creó el ministerio de la Igualdad y una ministra dijo que
había que dosomizar a todos los hombres, meterles la porra de un municipal por
atrás. Era el ministerio de los daos pol culo manejado por el sindicato de las
arpías y las olleras que se habían descolgado del libro del apocalipsis. Predicaban
el fin de los tiempos, vendría un tiempo de vientres esteriles y perversiones
lúbricas. Nunca hubiweranos podido imaginar que nuestra patria cayendo tan bajo
en manos del sanedrín judío, pudiera caer tan bajo en sus perversiones y
apostasías anticristianas. Alzaron el pendón del orgullo vaginal.
No somos
poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución feminista en
qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar
la vida. Yo quise entonces cambiar la tierra mediante la palabra pero no pudo
ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En
España escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo
de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los
infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca entrarás n el paraíso. Mala suerte, chaval. Te
salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las ocasiones. Creciste en
un mundo sin amor.
A
pesar de todo fui por el mundo anunciando nuevas y contando cosas, navegando
por mares de envidia y mediocridad. No entendían mi lenguaje por yo empleaba
los subjuntivos y la consecutio temporum
latina y ellos, pagados de si mismos, se creían los reyes del mambo pegados a
la alcachofa, y al micrófono rebuznador, verdaderos “maqueraux” de los portavoces profanadores del lenguaje de la
comunicación, butanitismo
informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en Stalingrado y monta
guardia en las estrellas. En noches de desolación nos comunicamos utilizando un
télex particular que me conecta con la ultratumba. Escucho los tambores que
anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y todos los que cayeron en
aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se derrumbó entonces y vamos
muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo, llegaría un día de venganza. La
mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa anuncian una noche larga
en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás sobre el áspid y el basilisco,
romperás los eslabones de las cadenas que te ataron. La nieve y la escarcha (Imbert et nix) pasarán, pero no mi
palabra. El Señor que es buen marinero de altura nos largará una estacha.
Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que se abren y cierran en
libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se grabaron en la piedra de
los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi infancia. La
piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá. Haplología
cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que guardan la viña
bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia, fortaleza, prudencia y
templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la modestia y la abstinencia
que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen banzo son las virtudes más
importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste y la guerra los más
destructivos. Después, como todo se renueva, florece un tiempo distinto y, ex
novo, el abismo. Los poetas son sus heraldos, pero muchos son crucificados
porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras el carro
triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del Becerro de
Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de teloneros, de
periodistas comprados, y de abogadetes rábulas picapleitos que en los tribunales
se empeñan en defender que lo negro es blanco y lo negro blanco, soltando a los
criminales y dando cadena perpetua para los patriotas inocentes como el caso de
Blanquerna cuando irrumpieron en una tenida de catalanes unos pobres
falangistas. Los globos se desinflan y se estrellan contra el asfalto del Paseo
de la Castellana en medio del estruendo de palabras altisonantes altoparlantes:
democracia, solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo,
derechos humanos, lucha de género, dialogo y esgrimen la espada del consenso
verdadera hidra de siete cabezas que ha venido a sustituir a la lucha de
clases, el euro, la Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa, el puto Brexit.
una verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Hacen caja y tiran
besos negros los apoltronados en Bruselas, el parlamento donde toda corrupción
tuvo asiento. Ya no hay propiedad privada la gran aspiración de las clases
medias merced a la corrupción sistemática de los partidos políticos que operan
bajo la fórmula de “I will buy you out”.
Somos unos vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y
jactancia en este mundo sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la
fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Elc paseíto triunfal de la toma de posesión,
el juramento, los desfiles, las medallas que se cuelgan en la pechera los
marineritos de agua dulce que nunca asistieron a ninguna batalla. Nos dan gato
por liebre cantidad por calidad, nos venden la burra mal capada, y eso sí
grandes superficies y Black Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una
almáciga de mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean
más corruptibles y manejables
Una cuadrilla de negros en un banco en mitad
el bulevar recién desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían
mandado para acá estaban sentados en un banco esperando que alguien les diese trabajo.
Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos
mientras dormían descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema
zupia calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo menos
ocho- ocupaban un banco municipal. Eran letones, a Villeguillo le metieron mano
a la cartera pero se zafó de los extranjeros con un guantazo. No tenían currele
y estaban de brazos caídos porque esto no era lo que les habían dicho: esto es
el paraíso.
— Venimos
a España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan
de aterrizar en Madrid como aquel que dice, pero después de la patera ¿Qué?
¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues
ninguna lástima te han de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi
En ese caso estaríamos hablando de turismo
sexual o de un nuevo tipo migratorio. Me daban un poco lastima, la verdad. Este
país fue cruce de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias
contrasta con las abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen
mismamente corchos de botella con perdón pues así tienen el talle y cara de
buenas personas casi todos estos ecuatorianos inditos que a mí no me molestan.
Madrid ya no es rompeolas de las españas sino el abra donde convergen todos los
mares del mundo. ¿Esto es malo o bueno? Yo que sé. Al principio nos
preocupábamos y decíamos: esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los
puedes vencer, únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores
no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes transandinos y
subsaharianos pueden mejorar la raza hasta el punto de perder nuestra identidad
pero nada podemos hacer.
Entré
en el bar Tera. Zamora no se gana en una hora. La Abamita estaba de muy mala
leche. El Porulo, su marido, hecho un brazo de mar al igual que Sunday el
dublinés, que hacía las veces de metre y Analecto apostrofando a las masas y a
los los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá donde el
Duero se va a cantar fados a Portugal.
Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del roncón
de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos cantares de
la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis dos buenas
botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien dirá que no son
cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes familiares que a
mí me van — plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando
menos en Madrid es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí y otro no, cocido maragato con su compango,
chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den
todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba
cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una
mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas
parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que
come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había detectado
algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres gafe todo se
soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han
llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos
sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a
ver en danza por la sección de sucesos de los periódicos pues hoy es muy
habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la parienta. No
te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con dinero
Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos
macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son
dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa.
Oye y no engordes mucho: cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi
comensal era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los
italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas
del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso
instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Sunday bajaba por
la escalera de caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo
soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto
su mujer, Brontea, haría un par de meses y a la legua se notaba que era uno de
esos individuos que no pueden estar solos porque le falla una cromosoma de la
falta de emotividad. El buey suelto bien se lama. Había sido un marido
dominante y posesivo que había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada
a la pata la cama allá que se iba, pero ahora todo eran lagrimas duelos y
quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta y se la
llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era otra. Pero ¿tu
eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas terribles. Cuando te
encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No
digas sandeces, Fabiniano.
Pocas
veces le había escuchado llamarme por mi nombre, pero aquella vez su llamada
sonó apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión ciertas querencias de la
infancia olvidada. Se sintió generoso y luego le invitó a una copita de absenta
después de comer. Él se tomó un chupito de ojén. A la salida del zamorano cada
uno de los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por
la izquierda. Cuídate y no te apures.
Todo eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan
gafe, te llamaría de vez en cuando, pero la gafancia no se cura... y. Tocó
madera. Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con
la mano izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna.
Era como si el alma me hubiese sacudido un linternazo. Un ventalle de
perdición, hijo mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni
cual es la raíz del Arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una
hermana que había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en
el cuello y se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa
y rubia y de la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella
también era una Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo
del tiroides la vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido
que era un pirata y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No
tenemos mucha suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la cargazón
de la culpa. Pagamos por los pecados de otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos
sí para sufrir. La cosa no es para tomárselo a broma, pero yo suelo hacer de
tripas corazón. Le saco partido a la vida. Buen yantar y buenos vinos, buenas
mujeres alguna que otra si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco.
Me he fumado lo mejor de Vueltabajo, me he bebido cubetas enteras de Vega
Sicilia. He amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no fenece. Que
grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de nosotros, aunque a veces nos mandes
castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos siempre de estar preparados y ser
congruentes con nosotros mismos para cuando sople el viento de perdición que
extinga la llama de todos los cirios. Otros tienen oscuridad, pero los Arijes
vamos por la vida destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta
nos define como Vaso de elección? ¿Será eso por lo que me pusieron al nacer
Baruj?
Y
entretenido en estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad. La Avenida
de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano que casi desconocía donde
todos hablaban cheli de los bajos fondos,
predominaban también los bajos instintos. Es un Madrid que me daba cien patadas
sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una parrafada que
parece un chotis y muy enviserados y chulapones se van a bailar a la Verbena de
la Paloma sobre un lauril en “La Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de la
ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la etnología nos ha metido.
Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como arrancarse por peteneras y darle
una buena soba a Yoquecojones Nesti para los amigos el chamarilero de los libros
de lances por bocazas. Lleva visera de los de los legítimos y se enfunda el
blusón de menestral. Pero lo perdonó. “ese seguro que reventará cualquier día
como el lagarto de Jaén sin que nadie le siente las costuras y le haya partido
la boca por mentar a mi madre, que se muera. Madrid era una ciudad fantasma.
Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de Baruj el peripatético le
salieron unas damas al encuentro hablando en suahili. Todas eran pigmeas pata negra
como su piel; iban todas ellas vestidas de blanco. Sólo sabían una frase en
castellano la de la quinta pregunta:
—
Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno,
bueno niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones.
Ale, ale, a casita que llueve.
Pero
cuanto más les amonestaba mas se le arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a
la cartera. Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar
la poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete
se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le
había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el
primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida: otro dibujo,
otra alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba
las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los
gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y
poco a poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes
santo y ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los
pájaros en las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio
laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía una
explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping
por televisión hojeando a rastras insustanciales periódicos y suplementos
dominicales subidos de color y de desnudeces, pero entecos de ideas. Para él
estaba visto que la belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la
modelo exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él la
belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos flotantes sino en la
belleza interior. Una mirada una palabra amable una risa feliz una canción de
quintos. Los nuevos periodistas explicaban a sus lectores a lo largo de una
serie de reportaje su pan comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora
todos somos laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión
soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y llena de
turistas. La descristianización progresiva, los largos puentes de fin de
semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La bicicleta estática y otras
calistenias. La gordura es un pecado mortal y el peor diablo el de la grasa.
Los flamines del tercer nivel habían sustituido a los curas y a los obispos.
Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y
ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una fábula que se inventó el
Dante. Todo cambió. Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le
daban escalofríos de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre suras a
Alá y la muerte de un geo. Rara historia. Los sionistas estaban detrás, pero se
dieron buena maña en evitar que nadie se enterara. Dios, aparta de mí este
cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en realidad Arije.
Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la tendría su hermano el
gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin embargo cumpliéndose los designios
que había ido desparramando a lo largo de su obra anapigráfica.
—Tío,
eres todo un baluarte
—Pero
carezco de antivirus
—Que
va. Lo que pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más.
Pasas las horas muertas ante la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador.
Pero ve lo que aguardabas se ha cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú
puedes. You can
—no me
jodas… ni me hables de los morados de Podemos. Es como mentarme a la madre,
motivo suficiente para sacar la navaja.
Había
que quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus vaticinios. Ya
lo sé que te has pasado tres pueblos que vives en otro mundo pero que se le va
a hacer. Sonreías a los insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas
estas predicas difundidas a beneficio de inventario sin embargo no valían para
nada, no le decían nada. Arije se paseaba por la roca del precipicio haciéndole
un calvo a la vida y a la muerte. Vio unos demonios so capa de monos forajidos
copulando furiosa y fugazmente sobre la rama de un ailanto del jardín botánico.
Ciertamente había demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines.
Quizás el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos del
profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios
de la capital se elevaban como vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos.
Debían de ser lo muertos de la guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que
no estallaron. Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles
que iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a guantazos
y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A que
no me coges.
—¡Uy
esos! Parece que van mal.
Por
fin llegó tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al intercambiador
Digital una cochera inmensa debajo de los cimientos mismos del Arco de Triunfo.
Estuvieron
trabajando obreros actividad frenética día y noche para tenerlo a punto, que lo
tenía que inaugurar don Cejas para la Trinidad pero puso algunas objeciones la
Celadora de la Comunidad: el mando estaba bastante dividido y era todo un
descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine Montija y ya se sabe unos
por otros la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para
las navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas
escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas
bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora punta
y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda
aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de
Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de
indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una fuina se agazapaba
seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no podían
soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de hablar. Seguramente
que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El 39
fue un año triunfal. Ese año un primero de abril entró la fuerza por acá, en
este mismo punto donde nos encontramos. Entraron las banderas por Princesa y
justo aquí fue el empezar y se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y
grande la llevaba.
—Que
bonito! —dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela atados al
zapato — pero para de hablar, lechuza, que nos interrumpes. Lo que nos traemos
nosotros entre manos es importante.
—¿Qué
puñetas hacéis?
—Estamos
conspirando.
—¿Así,
con ese uniforme de penitenciarios? Ya tendréis ganas.
—Tú ya
verás. Tú a oír ver y callar.
Puede
que el 39 fuera año triunfal, pero de aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí
estaba la fecha de la inscripción latín con una leyenda en números romanos. La
zorra mirando para arriba. El asno de Buridán plegó las orejas y un hermeneuta
con un puntero iba desglosando como un parte de incidencias el meollo de la
frase: “Armis hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las
armas victoriosas este tributo). Es lo que ponía em el sobrehaz; en el envés o
fachada oriental decía; Munificencia regia condita ab hispaniorum duce
restaurata Aedes spientiae complutensis florescit in conspectu Dei”.
Los romanos más que escribir esculpían como
acuñando moneda para la eternidad y vio por un resquicio de la memoria al autor
un catedrático con las manos llenas de tiza y la chaquetilla cubierta de polvo
que hablaba con una palatización de abiertas como en el Ampurdán. Lo escrito en
piedra no es lo mismo que la escritura en papel o en papiro que es un poco la
escritura en la pared de la cena de Baltasar. Frases para durar. No una pluma,
yo lo que anhelo es un buril para dictar frases a cincel sobre la piedra. Y
allí vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y
de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete.
Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de
poeta y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al
pobre Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había
tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba
gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles
iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen,
pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es insólito. Los rostros, mohínos y
distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja
la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por
donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo
que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas
esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios. Pero no te pases. Circulen.
Tente que te unto.
Puf.
Todo lo que me echen. Para él las calumnias, las injurias no eran tales
injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor.
Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros. ¿Entonces de qué
coños te quejas? No seas zarrioso, Arije. Vuélvete a casa. De noche en Madrid
todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní,
pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de
nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La conversación
con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme.
Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda.
Estás solo. Atravesamos el desierto de agua, el ponto líquido. Tiempo de
Acuario. Todo parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó
entonces por la escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé
manumiso exarico para los que Madrid nunca será Madrid sino Majerít. Al menos
ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estas perdido,
Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus
hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra.
Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro, pero seguimos indagando dándole
vueltas al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de
entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio. Señor,
sálvanos que perecemos.
XI
Primero de año estreno doce nuevos meses de vida. Arije se levantó
después del gran catarro que amargó su nochevieja. Escucharon villancicos en la
radiogramola y bailaron algo, salsa sobre todo que es la música que baila su
mujer orígenes cubanos. Arije se desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano
cantada en latín tan de su gusto. Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena
aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio y cojeamos todos, pero ahí vamos. Tampoco
canta este pontífice. Lo que más le gusta dél es su devoción a la madona
inspiración jesuita. Al final del oficio se cantó ante el pesebre Alma redemptoris mater, pero el portal
no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo por Reina Victoria y tuvo
la dicha de escuchar las campanas del Día de la Circuncisión llamando a la misa
de Analectoficación del Santo nombre de Jesús. El bronce del campanil decía
(Arije poseía un segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas
campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos
prango. Vulnera frango[1] y aquella voz sonora del viejo monasterio de san Daniel, uno de
los muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro constituido por
torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que circundaban Madrid por la
parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas
que había aprendido sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la doctrina con
moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el corazón. Es la teología, las
súmulas tomistas y el gran acervo de
la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de cazadores el
rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del Pardo a la caza de
jabalíes y en su sacristía al pobre rey segoviano lo envenenó un monje por
mandato de Palencia cuando regresaba de un batida sediento y sudoroso. Diole al
monarca a probar una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El
tañido de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz. Las
aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas buscaban
refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay campanas. Al moro
el sonar de la campana le asusta, pero Arije se sintió ampliamente gratificado
en su catolicismo, un catolicismo ferviente que renacía en él cuando la Iglesia
estaba hecha unos zorros demasiados; obispos tocineros y comentarios
desaboridos de una cigüeña que crascitaba inconveniencias en la torre de una
iglesia profanada.
Liturgia es el culto publico a Jesucristo lo había aprendido él
cuando era adolescente y no podía desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez
o por prejuicios. Arije era obstinado y no precisamente uno de esos que cambian
con facilidad de chaqueta. A Dios le gustan los cantos de alabanzas y esta idea
viene del antiguo Testamento. En la liturgia converge Cristo con Sión y la cosa
no tiene vuelta de hoja. Todo este entramado es expiación, oración, acción de
gracias, adoración sacrificial y canto de alabanza. ahora lo pretenden
destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y múltiple. Posee la gran riqueza de la
diversidad de cultos en su capacidad de católica o universal, apostólica pues
proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos que por desgracia ignoran
muchos de los fieles que participan en los cultos (santa ignorancia) pero es menester
entender las ceremonias y rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia
occidental existen varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano
francés, el medulano de la iglesia de san Ambrosio de Milán el bizantino griego
y muzárabe-visigótico que aún se celebra en la primada de Toledo A Arije el
rito muzárabe era el que más le inspiraba por su españolidad y sus adherencias
al bizantino. En él abundan preces y letanías — hesicasmo o repetición de una
frase pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios como los kiries que
impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas vernáculas han roto
por una parte con la tradición y por otra vacían el sentido en que el verbo
divino habló en el monte. Por ejemplo, en el ultimo evangelio han traducido et tenebrae eam non comprehenderunt por no le entendieron cuando en realidad
semánticamente lo que significa es que la luz fulge y las tinieblas no apagaron
esta luz que vino de Oriente. Los motetes, los himnos eucarísticos, las secuencias
forman parte de un fenómeno privativo del cristianismo: la filocalía o amor a
lo bello del que carecen los otros credos. Es el Cristus Musicus que se entroniza a través de las musicales notas en
el pantocrátor. O el cristus structor arquitecto, o el Cristus didacticus
magister o maestro. Además, las vernáculas han despojado a la iglesia de su
universalidad ingénita. Arije no podía por menos de vapulear las enseñanzas del
Vaticano II. El creyente tiene la obligación de estudiar su fe y de iniciarse
en lenguas que le son ajenas como el latín o el griego o el hebreo como hacen
los talmudistas que estudian constantemente la palabra de Dios. Rito de
iniciación. Hay muchas cosas que no se entienden sino a través del legado de la
fe. Y estos misterios nos vienen de los ritos órficos de donde arranca en parte
la liturgia romana que quiere quiso cristianizar el paganismo y en la vida todo
es liturgia y rito, fulgor, normativa y regla, cauce de convivencia, lo que
diferencia al ser humano de los animales irracionales. Los símbolos nos cercan
a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que
llevaban los legionarios cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que
atacan a la iglesia por esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo
y los habrá desconocen esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el
depósito de nuestra fe a los pecados de la concupiscencia humana es una
aberración. La liturgia católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que
el teatro nació en los atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de
pasión: Shakespeare, Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los
ábsides capiteles y cimacios románicos con la representación de las sibilas, el
infierno, los martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados
algunas advertencias sobre las tentaciones de la carne, donde colocan sus posaderas
los canónigos, y sobre la presencia del maligno den el mundo al cual la Iglesia
trata de combatir. Es el zlo de los
ortodoxos rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las
bajas pasiones y los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas consideraciones y halagado por la presencia
viva del Cristus musicus, se analectoguó y entró reverente en el pórtico de la
iglesia de san Daniel. Las campanas seguían propalando su melodía a la ciudad
de Madrid anunciando orbi et orbi la Circuncisión del Salvador. Año Nuevo buen
día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan empinada que con frecuencia el tranvía se
atascaba por no poder con tanta gente, los estudiantes se bajaban y a empujar.
En una esquina la casa chalet de Sebastián Miranda que velaba armas, cara al
sol, y los aires de la universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las
bancadas del Estadio Metropolitano y todavía el viento de la sierra del
recuerdo traían y llevaba los sones de aclamación cuando Collar desde la
extrema izquierda marcaba Gooool, el grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad
Universitaria, aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti.
Gumersindo Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido
derruido, bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles,
estanterías de libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las
semanas un camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir que se vendían a los traperos. Un músico
irlandés mientras tanto interpretaba al violín la sonata de “I ll buy you out”.
Nos estaban comprando a los españoles y nosotros vendíamos la patria por un
plato de lentejas. El ordenador dueño y señor del campo administraba la “Cuerpa”
que ya no quería archivar nada porque todo lo antiguo no valdría para nada,
luego llegarían las feministas y fundarían el ministerio de la Igualdad muy
poco igualitario con la consigna de sodomizar al varón por el mero hecho de
serlo una crija verija valdría entonces el doble que una pija. Predominando el género
epiceno. Metí un ratón en mi granero e hizose dueño del cillero. El grito de
guerra era Barren vientres vacíos y era el primer paso para que se acabara el
mundo. La humanidad perecería por falta de quorum las mujeres no querían que
las hicieran madres, serían emasculados los varones y dejarían de nacer niños. Bajo
esa fórmula estaban entrando en Europa las huestes del anticristo. Toneladas de
revistas y libros de una época fueron a parar a la basura. Arije desde su
ventanal trataba de adaptarse a las nuevas tecnologías del Word y del M-2. La
caída del Muro de Berlín se llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación.
Era una manera de acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de
la memoria histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos
reconciliados. Las cadenas alemanas recibieron la consigna de pasar newsreels
constantemente sobre los campos de concentración. Venerar a los hornos
crematorios de Ausswitz se convirtió en una nueva religión mientras eran
descolgados los cristos de las paredes de las escuelas y se volaban las cruces
de los caídos y se profanaban los huesos de Franco. Él, siendo israelita
conocía bien las añagazas y embustes de su gente cuya misión en la historia fue
siempre engañar y pervertir, para contradecir a los patanes del partido socialista
obrero llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente
de la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán.
Zum Befehl y Heil Siegel, pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató
Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departamento de Germanística
de la Central y que lo echó de la universidad. Por el ventanal de la Biblioteca
penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el
Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue
un tiempo de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su
pasión por España. Desde allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con
una pierna de menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la garganta,
pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban al bibliotecario
aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos vivientes subía
cuesta de Reina Victoria arriba a ver a la Abamita o se daba un homenaje de
cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los postres besaba el
retrato del Jefe que llevaba en la cartera. Ah, si tú me dices ven, lo dejo
todo.
XII
El bulevar en rampa de Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego
en llamarse Roca Tarpeya de Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no da no te
lo presta Salamanca. Cuestión de másteres. Los másteres de Perico el de los Palotes
que quiso ser presidente, sentarse de culo en Moncloa altos paramentos aunque
haciendo trampa. Los tiempos de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la
trompa de Eustaquio por la Casa Blanca. Escogió el camino corto, la vía rápida:
afiliarse a la CIA y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que
los generales de las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y
derruir, machacar, mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo lo que se ponga delante de la torre de tu
tanqueta. Acaba con los españoles sin piedad, límpiate los mocos y el culo con
la bandera de España y luego los trapos que te sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el obediente Pedrito cargado con sus masteres,
arrastrando las chuletas de las páginas que copió con su cara de guapo. El
enemigo no tenía que embarcarse en un nuevo Vietnam, los gringos son algo gallinas
en cuanto empiezan a llegar féretros de soldados abatidos por el fuego del
Vietcong. Bastaba un caballo de Troya para tal operación y darle el gobierno.
Por la avenida bajaba la manada. Gora san Fermín.
Todos los días en Madrid es
San Fermín y violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame
Manada recua mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo
uno que llamaban el Prenda (menuda alhaja), el más aguerrido, el picha brava,
el que la tenía más larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una
pobre chica que venía de los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá
en un portal mismo y haciendo un standing
up se la pasaron por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió
un rábula en defensa de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la muchacha dijo no pero un no es siempre
sí en estos casos no se puede demostrar el estupro.
Hubo en el país una verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la
calle indignadas al amparo de la consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron
la audiencia y tiraban los sostenes a los magistrados, se quitaban las bragas y
se las tiraban a los fiscales a los hocicos. A todo esto, las reinas de las
mañanas tuvieron afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las
anarosas y las susanasgrisos no paraban de darle al chisme de la propaganda.
Los fulanos de la Manada se creyeron los reyes del mambo de la publicidad. Esto
formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en efecto
llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes. Todos los días se
mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de fornicar
sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres, pero
la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en
desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto separada de su
función primordial que es la maternidad y la familia. Arije, conmovido y
enternecido ante semejante zurriburri, oyó a uno que bajaba la cuesta pañuelo
rojo al cuello y calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su señoría tiene un culo muy prestoso y
redondito. Habría que ponerla mirando para el Cristo los Faroles para pasar la
tarde.
El mozo de san Fermín bajaba por la Calle la estafeta algo borracho
uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por los inhiestos
de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al aire. Debajo de los
calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es este”. Pero se rehízo
del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices.
España era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de
la Cope, los curas la Iglesia, el rey la reina, los alguacilillos actuando de
convidados de piedra. Estábamos en plena campaña de alianza de civilizaciones,
de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin sentido. A la mesa se
sentaban muchos capigorrones. Unos se creían superman y otros se escondían
aburridos sin hablar en un esconce, pero masticándose las tajadas otorgadas por
el poder. Tú échame pan y llámame perro. Las estudiantes de Farmacia se
asomaban a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de esta guisa
contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del colegio mayor
José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las aulas en la juventud─, un
edificio que tenía factura herreriana y recordaba a la gran mole escurialense
para dejar pasar la procesión y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se
columpiaba en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se
conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y quedó
castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no escarmientan
y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas en el clínico y los tranvías venían
atestados de hombres y mujeres que acudían a ver qué tal andaban sus parientes
hospitalizados. Sobre los setos de madera de boj que circunvalaba al gran
caserón de la muerte en cuyas salas se peleó con tanto denuedo en la guerra
civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y la morgue no daba abasto para
aguantar la lista de los fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un
viejo. La pica es la reina de las armas, es la fuerza de la escuadra
veinticinco palmos para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar
banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante ganándonos
la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en Madrid. Todos acabamos en
la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y todo en la vida es cárcel: la
espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel del mar y el trigo es cárcel
del pan, el alma, si existe, es cárcel del cuerpo, y así sucesivamente. Peto, espaldearas,
escarcela, fálcate, brazales, manoplas celadas, caldas y corazas son un buen
escudo del alabardero, pero toda la infantería perece cuando la Pelona se
empeña. Porque contra ella no caben maulas. Pese a todo tenemos la obligación
de ser dueños de nosotros mismos. Arije contaba las nubes mientras con el
rabillo del ojo seguía a la turba de los violadores en cuadrilla que se
perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se puso en
jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬ Quiero más. Dame más
▬¿No tuviste bastante?
Pues vale ya.
▬Chavala, tú eres
insaciable.
▬Give me more. Give me more. I want it now.
▬Otro toro que este no
vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica historia de los violadores en cuadrilla que
jaleaban las prensas nacionales sin ningún pudor.
Él pensaba en Etsi, aquella novia que tuvo y le hacía el amor en el
600 sin llegar a más. Tonto que fui, pensaba para sus adentros, con las mujeres
no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más letal hasta que se inventó la bomba
atómica fulminante y esparce un hongo de muerte al estallar. Carlos V el
emperador se lamentaba maldita la hora que a un chino se le ocurrió descubrir
la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la mecha cargan de muerte a
cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban todos a cobrar que llegó el
administrador. El personal hacía cola ante los cajeros automáticos. Ya no había
que acudir al banco para pasarse por caja. Bastaba con apretar un botón. ¡Qué
cosas inventa el hombre blanco! Desde el año 89 todo ha cambiado para bien y
para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de Méjico la más populosa del globo
como en Becerril de Campos donde no porta en invierno un alma. ¿El nuevo terror
del milenario?
XIV
Lunas fuertes de enero cuando las gatas tienen celo y en las
radiantes noches los árboles desnudos tiemblan bajo la helada. Había pasado las
navidades en su tabuco acariciando sus recuerdos circundado de libros y de
papeles. Le vino bien a su salud el ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo
por Internet que celebró el patriarca Cirilo de Todas las Rusias el adalid que
luchaba contra las fuerzas oscuras. Aquella orgía de voces angelicales,
iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo alto de la cúpula, casullas
recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i
pklanite yevó (Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundada de caras guapas de
hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que recitaban los
compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se habían la letra y
sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas que duró el oficio.
Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de redención el
ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes del
presbítero puntero que iba señalando a los oficiantes los pasajes de las
lecciones y de los himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio
tenía la clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex
cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos
días en España: atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En
Andalucía pastos y cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres
putas se desnudaron en la Plaza de San Pedro y aparecieron en los posts
metiéndose un crucifijo por donde amargan los pepinos. Tiempos de profanación y
desolación. Jerusalén desolada est, que cantó Jeremías. La Bestia utiliza a la
serpiente disfrazada de mujer. Pigtail profería sus blasfemias de siempre
faroleaba, quería ponerse medallas:
▬ Los feministas follamos
más y mejor que los de la ultraderecha,
La palabra ultraderecha y fascista no se le caía de los labios a
los de Youcan que se sentían amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento
que arrasaba. Mucho presumir de potencia sexual y seguro de que el miembro no
se les ponía erecto para cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver con la ultraderecha. Era un anarquista, un
rebelde como lo fue Jesucristo contra el Sanedrín y se sentía satisfecho
consigo mismo por haber dado testimonio, pero sus días los pasaba oculto en su
esconce y las noches en blanco a causa del dolor de España que lo afligía.
Después de salir de la cárcel por haber asesinado a la funcionaria roja (fue
una lacra en su vida pero tenía demasiado temperamento) se refugio en el
sotabanco de Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar la
pensión el resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada
sabía de su familia. Etsi había venido a verle dos veces a la cárcel, pero
desde el año 92 no volvió a saber de ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció radiante. Los niños de Madrid había sacado
a la calle sus camionetas, sus hombres araña y las muñecas que les trajeron los
Reyes Magos. La Epifanía era una noche mágica. Ponía fin al misterio de las
Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar el mundo. Durante este intervalo
ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así conocían a Saturno los romanos y
para aplacarlo celebraban las saturnales. Las doce noches venían marcadas por
la tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras, eclipses, pues
el sol se ocultaba y no quería alumbrar la Tierra, terremotos e inundaciones, y
sobre todo la melancolía que sentía el hombre ante el tiempo que pasa y la vida
que se va. Este espíritu pagano había renacido en las sociedades antes llamadas
cristianas. Había que ponerle a los pascueros y a papá Noel que se deslizaba
por toda la Europa nevada en su trineo buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto espirituales como corporales se sentía
contento. Había llegado la hora de romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer.
Allí todo seguía igual que hacía diez años. El Analectos en la barra y la Abamita
en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta salutación:
—Coño, yo creía que te habías muerto.
No supo qué decir ante tal insolencia. Pidió lentejas, gachopo y
una botella de vino. De postre arroz con leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro individuos en la barra discutiendo acaloradamente
sobre la derrota del Madrid ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó
el local satisfecho y por aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó
su buen humor, pero ya en el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le
daban arcadas y ganas de vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal, señor?
—Si llamen a una ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y Arije fue conducido de inmediato a
urgencias. Allí perdió la consciencia. Cuando despertó estaba en el quirófano
de Puerta de Hierro rodeado de tubos de mascarillas y de electrodos, enchufado
a una maquina todo su cuerpo. La medico una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por amigos míos
—Señor, pues en las lentejas le colaron belladona ¿No se dio
cuenta? Es un veneno que puede causar la muerte, pero al parecer es usted
hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado de estomago. Creo que se recuperará. No
obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que le quisieron envenenar. Lo aceptó como
castigo por sus pecados y un aviso del cielo para no volver a pisar nunca un chigre,
tabernas, o fondas sin homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos
y de la Leonides. Otra vez la Divina Misericordia estuvo de su parte. Aunque
tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero cuando las gatas entran en
celo.
XV
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las
estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses
mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo,
al abandonar el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la
sierra cubierta de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y
Marín, aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro, que
dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde Madrid se
urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba a unas
manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de haber
sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre con un
fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Analecto y la Abamita
vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre potas
pucheros anda el Señor, pero también se esconden los asesinos. Así y todo,
estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un tiro,
si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio, cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero esta sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda y a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor, pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio, cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero esta sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda y a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor, pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad, no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino.
En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo, pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta, pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y gatos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone, porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotanas ínfulas animalistas y buenismo, pero no vamos ahora a sacar las cosas
de quicio.
XVI
Arroaban los
jabalíes, crotoraban las cigüeñas, crascitaban los cuervos, relinchaban los
caballos, mugían las vacas croaban las ranas mallaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho, la coruja tocaba a clamor con sus tristes
alaridos, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita, pero lo peor de
todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no
es la fiera que te muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana
sino el vecino que te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano
se han echado al monte con sus borregos y Argüeso es un divieso en carne viva.
¿Estos son tus amigos curillas? Pues mira cómo te maltratan. Con tales amigos
para qué coños quieres enemigos, Villeguillo Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Colifias (el que
preparaba la comida a los atletas) y otros autores carentes de ingenio.
Explotaban el filón. Franco era una mina. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores, pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho de el del pelo blanco que
va a lo suyo va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de
España pero su afán es enriquecerse. A derecha e izquierda se alzan los
farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La
chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva
papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Buena carrera
lleva, era cajera de un supermercado y la han hecho ministra, son milagros de
la CIA por ser esposa del Pigtail rabo de gorrino. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para
chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan
los jabalíes ya digo. El Analecto y la farota de la Leo abrían la puerta del
infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de
su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas al sol de enero trinando partituras de ópera
con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír
salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera.
Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi
rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres
de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba
cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo caminando por las alfombras del Salón de
los Pasos Perdidos. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de
gobierno. Marxistas de salón. La prensa del duerno gustaba de comparar a los de
Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño
charco de sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata
abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno
con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio
Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. La Gertrudis Peñainfiel Olombrada voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos donde batiría tortillas con su coima. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos, animales impuros, y no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontró pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares. Eran emigrantes albanos. La torionda Gertrudis voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.
Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. La Gertrudis Peñainfiel Olombrada voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos donde batiría tortillas con su coima. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos, animales impuros, y no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontró pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares. Eran emigrantes albanos. La torionda Gertrudis voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.
XVII
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo. Nilo que
acababa de tirarse al tren . Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del
Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa fortuna
y contrajo nupcias con una asturiana pinturera.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a
ciclostil. Nilo, inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se
equivocó de época. Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda
las obras de su amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría.
Aguardaría ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial
contra reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban
muy alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban
en poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de Francisco
de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las ediciones de sus
obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La
luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el ruido de la calle.
Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa arrabal de Madrid. Las
tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra Segovia dieron paso a
la avalancha de constructores del Real State. Surgieron como hongos las
urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas!
Hacía causa común con él, ¡mira que tirarse al tren! En su memoria encendió la
cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la chimenea comenzó a
leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro del Reverte ni de la
Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo ni uno de esos
autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista de los más
vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido con
su tiempo;
"Don Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo
de Israel, amor en tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase hecha)
desde que lo suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado a galeras, le
pusieron de compañero de terna a un marica, y pederasta, erudito muy ilustre de
la ciudad de Burgos, conversación amena pero que tenía una debilidad
imperdonable por el culo de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose
condenado no hacía otra cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra
la Organización pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un
meneo a su compañero de filas y lo estampó contra la pared al conjuro de la
frase típica menos montar en
globo y dado por el ano pues no soy Olano todo lo que quieras. Le
llamaron a capitulo, lo empapelaron y le dijeron aquella frase terrible de
“mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector General que trabajar con don
Palamón que era como se llamaba el bibliotecario era misión imposible que no se
la deseaba ni a su peor enemigo. Con decir, mire usted, que tengo que entrar en
mi sección cara atrás, como iban los ajusticiados de la Inquisición a horcajadas
de un asno y mirando para Toledo. y con las dos manos guardando las posaderas,
ya le digo todo lo que le tengo que decir, señor Inspector general. Pero el
mandamás puso orejas de mercader, se pasaba sus reclamos por los mismísimos, y
eso que conservaba fama de ser lenible y no mala persona, que si llega a
serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora ¿qué hago?,
preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance e irme por
ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer,
escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos
hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de operaciones y
allí que se plantaba cada martes con su vehículo, montaba el tenderete y se
instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes. Había traído un taburete
y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz que
venían rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y tomates a
vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros, a los que
decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el punto otrora perailes,
licenciados de Flandes y picaros. Como el Potro de Córdoba, el Perchel
malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid, el Azoguejo etc. Estas plazas
españolas tan esplendidas tan aseadas enmarcadas en soportales fueron coso de
la filosofía, albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida de la
picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce, pero también de
hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de mujeres, de
trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien había fallecido
aquella semana, un crimen truculento como el del alimañero que mató a un
dentista un día que regresó al hogar y encontró a la mujer con otro. Por
aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el revolver de los ciclos, el
girar de las estaciones por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y dejaba en el rostro arrugas de viejas heridas,
pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del común, sangre municipal y
espesa a la sombra de la torre de la iglesia en cuya cupuka se empinaba un Sagrado Corazón de Jesús de
escayola. Corazón Santo Tú reinaraás.... El reloj de sol empotrado en gran
hastial cónico del paramento de la iglesia de Santo Domingo debajo tenía un
letrero que decía:
▬Tempus fugit
Sonaban las
campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su vozarrón
noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por las
socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo
hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra
en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde
extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a
tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad
media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se ganó a los moros
sin combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey Abdelaziz)
y pienso que cree en Dios, aunque no lo haya visto nunca porque fe es creer lo
que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como regalo de
caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de sus
paranoias con trabajos manuales, miraba para el cielo sumido en un respeto
reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don Francisco de
Quevedo y Villegas El Grande, y se metía en otro mundo arrollado por la
cadencia de su prosa.
Por la puerta de
Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un teatino
salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo del culo
escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha
Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por
un maestro ocultista: Daniel Lebrato, y trata de algo tan humano como son las
ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás a gusto.
Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el mulo, que según, come
el mulo así caga el culo, una verdad por por
antonomasia. Peyose Colasa, que suele hacerlo a lo bajini,
atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el cuerpo humano y los nueve
dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que son sólo cañerías (vista,
oído, olfato, el agujero por delante y el agujero de las tripa cagalar,
imbornal de los grandes desagües; estos dos últimos son singulares, los tres
primeros van en pareja y todos al de por junto empalman como el último de los
sentidos, el que posterior muere, que es del tacto) aunque hay algunos que afirman
la existencia de un décimo el flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios
con el que los imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de
la Trinidad en forma de triángulo. Mas no entremos en teologías que la liamos.
Pulso de mi lira la más sublime cuerda canto a la mierda.
Según don
Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el ojo
del culo es el más inocente y por él poco se peca, aunque a los de la cáscara
les sea puerta del vicio nefando locus horribilis. Que de los placeres sin
pecar, mear y cagar. Sí caga alegre, caga contento, pero caga adentro. Y la
mujer que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no
daba el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo
perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y aunque no
es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo tenemos tan guardado
pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa, envuelto en unos dominguillos
y envainado entre dos greguescos que cuelgan como dos falderillos, avahado en
una capa que por se dijo béseme
vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
Sin su
reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del culo
que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan cuanta
sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado yerbas.
Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta, aunque a veces lo agobie el picor de
almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de
los diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de haber
cagado. Por eso cantan muchas coplas cuando desembuchan o leen un libro cuando
van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida. Es docto y filósofo amparo
de soledades porque se nace, se muere y se caga solo, es tarea en la que nadie
te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser
que seas malabarista. La mayor parte de los cristianos, moros y judíos se lo
alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de ahora mismo que
sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse sus miserias cada uno con
los artículos de la prensa sural.
Le cumplen nombres
infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia. Es la popa del
barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales ayudando a la
navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad. Los
dómines latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse siempre al cantar
de dos chantres porque juega a pares y nones entre las nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque
es el portillo que tranca y abre la puerta de los mojones y también manojo de
llaves por lo redondo de su forma.
— ¿Hay quien puje?
— Tráigame el bacín
vuesa merced.
—¿No hay quien dé más?
—Sí don Artur Mas al
que la boca se la hizo un fraile
—Pues que se meta las
pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino cabalino.
Son provechosos sus
mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento, en la
naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la energía. Y
como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo. El culo no
suele meterse con nadie, pero recibe demasiados azotes y descargas y en ciertos
bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo
acullá suscita miradas lascivas.
Julio Cesar el
emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el transcurso
de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que más fuerte
atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar tales
competiciones le divertían muchísimo.
Compañero es del amor
porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se tiene por seguro
que haya habido coyunda ni amancebamiento en comisión. También declara amistad
porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo
que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de
alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una pluma, irse
de bastos, marchó sin decir adiós, señor de Argamasilla cuando sale chilla.
Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú
por tú que fuiste tú.
Tirarse un cuesco es
asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos. Nadie sabe el
por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos▬ la burra de mi
abuelo también se peía▬ con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y la
morfología esferoide de la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir
el culo con las témporas"
A la vista de estos textos, cuya
lectura suscita tristeza y algazara, se ve que mi amigo era ingenioso. No le
acompañó al hombre fortuna. El pobre Nilo escritor y periodista
segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de las letras
y no lo hacía mal sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia la Celestina
"fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace falta". El Propinas
tuvo a los dioses en contra. Había vivido en Gran Bretaña en los locos años
sesenta donde había tenido sus aventuras y locuras sexuales y regresó a España
tratando de abrirse camino en el bosque encantado de las musas. Es una selva
más tupida e impenetrable que la del Amazonas. Le ahogaron las lianas de la
desdicha. No fue profeta en su tierra y, pese a lo deslavazado e impenetrable
de sus escritos, acertó en su diagnóstico de los males patrios. Había comparado
el movimiento Nazi Feminista con el Apocalipsis y estas malditas mujeres del
vientre seco y del odio campaban por sus respetos. La Dobermana andaluza rubia de bote y chocho morenote no dejaba de
apretar sus recias mandíbulas de perra con prognatismo contra el partido
españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso, la zorra no se resistía a
abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de víboras donde oda corrupción
tenía su asiento. Habían perdido las elecciones los de Susanita pero se echaron
al monte. He aquí lo que decía mi difunto colega allá por el año 78:
Tras las conmociones del
viernes de Dolores – las profecías empezaron a cumplirse en los meses que
aguardan a la gran traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas
en sus instintos e institutos de venganza (give me more). Calixta la
novia que tuvo neozelandesa con su cara de kivui y su voz atiplada de
cupletista pelirroja le gritaba aquella frase imponente, Moisés bajó del Sinaí
con las tablas de la ley en mano, y yo sólo soy un pobre mortal, mientras
hacían el amor en la scullery de su piso con derecho a cocina
junto a la estación de metro de Earls Court en Londres. Oh Emiliano dame más.
Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la
forma inconsiderada que tenía Emilio de hacer el amor y su engorde. Se había
comprado unos pantalones en Marks&Spencer que le daban un aspecto payasil
muy holgados de cintura y desde entonces le puso el mote de Emiliano
Pantalones. Eran grises como la luz de atardecer que iluminaba su cobertizo
de soltero en la calle Jardín de las Flores entre Fulham y la
Vieja Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro de la
desbandada.
Me producía
una cierta tristeza. Ya vendrán predicas incriminatorias, precitas instancias.
El personal no quiere saber nada de nadie ni de nada. No me cuente usted su
vida y en ese grado de insolidaridad estamos llegando a los tiempos del 36,
cuando los madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la Avenida del
Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica
estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que
decía: no me cuente Vd su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de
cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira
millas. Venga radiales, duro que te pego horizontes de encintado vial de raya
continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio aquel que te afligía como cuando
viajabas desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la A1 en tu mini
de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a hacer pis. Cuando un
pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las fondas en
el camino real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses lo son aun
más y los portugueses para de contar. Todo el país es como si le olieran los
pies. Huele a Fátima y a milagro. A melancólicas cuerdas de fado. Ciertamente
la tristeza tiene un color no puedo hablar no me entienden, acaso sea muda. No
me cuente su vida oiga que es muy triste, no venirme con milongas. Llevamos
unos cuantos años con las brigadas del amanecer haciendo de las suyas y no es
el cartero que viene a traernos un giro o una carta certificada sino el
polizonte o el comisario que llega a ponernos una denuncia y nos ruega velis
nolis acompáñame amos anda... pero tú que te has creído... prédicas
infernales... ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues
lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... harte el
encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras¡ leñe! que ellos piensen lo que
les de la gana... tan tan.. ¿Quién? Abra. Un registro. ¿Es usted fulanito de
tal? yo soy Domingo García Sabell el jefe. Tenga la bondad de acompañarnos.
Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que
hacérselo por el camino. Puro tramite. El del mosquetón que te observa por la
mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un
maldito paseo a la madrugada. Billete de ida al reino del irás y no volverás.
De los sencillos y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de
ojos claros y el culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero
zampándose tabletas de chocolate. Por eso el culo se le ha puesto
como un balón. ¿Qué decía vuesa mercé? Reñidas oposiciones,
la vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante. Caballero a sus
manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo pitido del tren.
Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble de la Red de
San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos agatizamos
con tanta guerra civil. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono azul y la
guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de aquella bella
miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la
vista de su verduga: niña, te quiero tanto que contigo de piquete no me va
importar que me fusilen en el paredón, será una muerte dulce. Subían hacia
Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas del
ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar
igual que conejos. Fue el que dijo: éste sobra pues sí sobra claro que sí. Ya
digo te lo digo y te lo repito. Lo malo es que había mucho más jefes que indios
y los que maulaban y soliloquiaban que ya no se les pone gorda. En
los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo monto con la señora
Marquesa, ale. La Política no interesa y el que escribió el estatuto
prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me
fibs. Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está el
misterio y la maula. Mañana es domingo de Ramos y arranco para Segovia de
estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline
de la ciudad donde yo nací me tranquiliza, pero no es para ponerse sentimentales,
sino para precaverse. ¿Vienes pa muchos días? Sólo a las procesiones,
Fuencisla. Las hermandades, los cristos rotos, el entierro de los gascones, la
torre de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra la luna, el
rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos, un cirio que
arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del azoguejo que
nosotros denominábamos el arzovejo y al decirlo parecía nos dieran azogue,
porque nos entraban las prisas. No es lo mismo decirlo como verlo. El diablo
que aparece a lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el paso y
los gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien con
voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber misterio.
Tampoco cristianismo.
Se acerca la
Venus Victrix la diosa triunfadora con su rozagante manto de Dolorosa que
porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el que hizo el planteamiento,
pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las fichas parece que se mueven
y bailan los datos, pero todo en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo
que los alemanes denominan spanung. La novela es un concepto
musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo
en el oleaje de los recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo
de la fábula. Las trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos
recogidas en cintas multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar
del don de la bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus siervos.
No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme
en fárragos de burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la
parada de mi barrio cuya marquesina se ha convertido en objetivo de los
gamberrotes. Lo expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus urbanas
se denomina clastomanía, un vicio
como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que
vive en los chalets de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos
de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y
guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar
la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no
mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por
la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una
cierta pasión ordenancista. El papado por ejemplo es una constitución carolingia
y la Iglesia como la literatura y su pasión por los cilicios y las
torturas mentales un cajón de sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema
los visigodos con sus corregidores, bailíes, paciarios y el uso del sello y el
balduque atado en cuerdas de cáñamo en los documentos oficiales. Desde entonces
todos los clérigos son funcionarios. En realidad, es lo que debieran ser los
curas. Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner
nombres en los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya
empezamos todos a mear fuera de sillico. Clericus del griego “kleros” que no
quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos
que nuestras pretensiones y, si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco
más modestos, las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es
que hasta el siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en
equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. He
dicho.
Quedó Arije
confundido después de la lectura de aquellos párrafos póstumos y contundentes.
Que nunca verían la luz de las imprentas, condenados al polvo del olvido al
rebujo de los altillos de su biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de
domicilio, irían a la hoguera o fuesen vendidos al peso del papel. Vanidad de
vanidades. Mala suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la
guerra y caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la lucha
de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres equivalentes:
masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo, rajitas y
rabitos habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos) las madres
españolas vistieron de minifalda a sus niños y a sus hijas con pantalones para
ir a la escuela. Él bajo a la calle y se subió al viejo cadillac destartalado
que había comprado a un coronel americano de la base de Torrejón. Lo tenía
aparcado en una riera cubierto de polvo y cargado de kilómetros y mandó al
volante que lo condujera hasta el cementerio de Brunete. En uno de los nichos
que tenía un epitafio que daba que pensar "nací, amé, luché, vencí, perdí,
morí ¿resucitaré el último día?" colocó un ramillete de madreselvas. La
sepultura la presidía una cruz latina con cuatro palos a la manera rusa. Nilo
dejó en sus mandas escrito en un papel antes de suicidarse que quería ser
enterrado por el rito ruso, que durante el sepelio sonase la grabación de una
misa de resurrección que registró el año 87 durante una audición de onda corta
por Radio Sputnik. Una de las aficiones del segoviano aparte de la literatura
era el diexismo. Hombre profundamente religioso y reverente, Nilo Propín alias “Propinas”
era del parecer que el Vaticano quemó su mandato divino y entregó al diablo las
filacterias y las arras de su misión sagrada en el mundo. Pero si Roma
prevaricó el patriarca moscovita se mantenía incólume en la doctrina y sobre
todo en el esplendor y boato de su liturgia. Arije pensó que esto era una
extravagancia de su amigo, no se puede cocear contra el aguijón, y que los
tiempos cambian.
Depositadas
cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo en el cementerio
campestre de Brunete al lado de los blocaos y casamatas recuerdo de la cruenta
batalla de 1937 la batalla de la sed se encaminó as Villanueva del Pardillo
donde uno de su pueblo Rufino Vírseda fue hecho prisionero por la fuerza
del general Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se estaban
celebrando los funerales por su eterno descanso en la majestuosa iglesia de
Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan pichi. Su
habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la amistad del comisario rojo
y se pasó la guerra enchufado en un campo de prisioneros nacionales en
Valencia. El pueblo trillero tuvo por milagroso aquel suceso que fue comentado
en las Siete Villas, un milagro atribuido a la Virgen del Henar. El liberado
colocó como exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en el Cuartel de
la Montaña al entrar en filas. Cada año en el último domingo de septiembre
acudía a Cuellar a dar gracias al Henar por haber salvado el pellejo.
Los violines
sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo
tiraba millas subiendo la cuesta de Valdemorillo acercándose a las dehesas del
Escorial habitadas por fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que
desde una rama de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba
mensajes sabatinos a una supuesta vidente (picaresca nacional.) una pobre mujer e Albacete aseguraba ver a la
Virgen que le mandaba guasps al móvil todos los sábados…Arije aceleró cuando el
coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se escondían
entre las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos. Allí estaba
sólido e inexorable el demonio Erifos. Allí se acercaba gente sin rumbo los
desahuciados y en desdicha en espera de encontrar cura de sus enfermedades y
carestías. Los amigos de Amparo Cuevas, supuesta veora, poniendo el cazo a
cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron millonarios y compraron
pisos abrieron residencias de ancianos. Arije, que, desesperado pues todo le
salía mal en un principio, era atraído a estas tenidas, creyó en aquellos
supuestos pero luego se dio cuenta de que todo era un fraude, se pegó el
batacazo. Un sábado vio cómo una pareja fornicaba furiosamente al pie del árbol
de las apariciones preguntó al hombre:
—¿Qué estáis
haciendo ahí sinvergüenzas?
—Quiero empreñar
a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre, yermo
El paisano
miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su tarea ya casi a punto
de terminar.
—A ver, a ver— contestó
Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver la vista se dio
cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba verga de casi
medio metro dos cuernos de morueco retuertos que le daban vuelta a la cabeza y
no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e incubo
como reza la tradición y la que estaba entre sus piernas no era la vidente sino
la alcaidesa de socialista de por allí cerca quien profesaba a Belcebú profunda
devoción, hasta el punto de encargarle una estatua para ponerla en lo alto del
puente Perín. Arije dio un grito de espantó y huyó del lugar para no volver más
a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con diente y no volvió hasta
ponerse de nuevo al volante camino de Segovia.
XVIII
Aquella
garamalla sin mangas tejida de un solo hilo ▬Cristo se desvestía y sus siervos y
seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al año
que viene en Jerusalén, pero caminamos de espaldas al monte calvario▬ abolía el orden viejo. Los
ornamentos de los dioses antiguos: Júpiter, Diana, Afrodita y Baco
quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos e incapaces de
imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra cosa en todo el
tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi me
desternillaba de risa, pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el
tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no
señor al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos
anegamos en un marasmo de sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir
a los mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas, las mitras,
las cidarias, el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de
otro, negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías
inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.
Degolló
nuestros principios sin espada.
— ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otros?
—Por sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se rieron
dél, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo con todo lo
que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a
piedra y los campos adyacentes de su pomerium o arrabales,
arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir de los
tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel cerco
se produjera.
—¿Y no escarmentaron los judíos?
—Por vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de
cerviz, una alegoría de la sinrazón y estupidez humanas.
Era Jesús
un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; sin embargo,
no fue su obra atenazada por las tinieblas. Resplandeció su luz venciendo a la
oscuridad. Sus vestiduras de ajusticiado por una de esas carambolas
inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto
trascendente) y se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por los
siglos de los siglos sobre aquel pebetero puesto que nadie será capaz de
destruir el amor, eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo, que
de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en
menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales. Su reino no era de este mundo,
pero venció al mundo con su evangelio.
Debió de
ser un revés para los sionistas mesiánicos.
El
libertador anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado
por dos ladrones: Dimas y Gestas. No me vengáis
con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron ─la frase
de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes─ mientras los mercenarios,
puesto que no se puede hablar de soldados romanos, ya que el centurión Cornelio,
un hispano nacido en Híspalis se negaba a crucificar al Mesías pero ante la
contumacia del sanedrín “tolle, tolle, crucifige eum” (quita, quita,
mátalo) no quería que el pueblo romano se manchase las manos de sangre y
contrató a una partida esclavos sirios para hacer aquel trabajo. Los soldados
de Cornelio estaban cabizbajos cuando se rasgó el velo del templo, hubo una
tormenta, tembló la tierra y oscureció a las tres de la tarde. Para entretener
la vela, mientras custodiaban al pie de la cruz, se rifaban con el cubilete sus
paños menores. Y cuando “cum voce magnum” expiró… sonó el consumatum est que
hizo temblar los quicios de la historia, huyeron despavoridos y bajaban algunos
diciendo por el monte Calvario atentándose unos a otros para no caer debido a
la oscuridad que se hizo en el cielo de repente:
—Verdaderamente este era el Hijo de Dios.
El
Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde
se vio?
La humilde túnica era símbolo del
siglo futuro. El que busca su vida la perderá. A ver queremos; un signo pues
ese no nos vale.
La
vida de todos los hombres por nuestra
salvación se la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal
cobijando sus espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil
azotes y de 72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos
y la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente
inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su
barba taheña ¡Ah que nos miraba a todos con aquellos ojos dulces llenos de
perdón! Del primer pecado de Adán Él, varón de dolores, nos redimió. A mí
se me hacía muy difícil de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los
dioses con un cierto escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero.
Los dioses reinaban en el Olimpo para castigar y enviar rayos y
desgracias a los mortales. Si te enojabas con Júpiter, éste te taladraba con su
gario y te convertías en rana.
Con los
dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapio y se
ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta
allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la barbilla,
abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al Barquero. Tan
mala costumbre, acicate de la codicia, fue un pretexto para que en el mundo
antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más importante que la
deidad y en facto es la única divinidad que rige los designios. Oro, oro y nada
más.
Fue ofrecido
al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la balaustrada y
Jesús apareció en el enlosado del Lithostros una caricatura de ser humano, un
guiñapo.
─Ecce homo…
ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No queríais que lo
castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? ─
dijo Poncio
— No — clamaron entonces los judíos.
La chusma
quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con palabras terribles
—Crucifícale, crucifícale, mándale al palo y caiga su
sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
—¿A vuestro Rey queréis que condene a pena de muerte?
—No es nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé.
Blasfemó.
Dada la
condición vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo morbo, el de
aquellos judíos soliviantados y nacionalistas, que el que impulsaba a la
plebe de Roma a cometer toda suerte de desmanes en el coliseo. Quería ver la
sangre a chorros de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave,
Caesar, los que van a morir te saludan.
Ecce Homo.
Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el que llevaban los
locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una caña en la mano por cetro y
así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal
democrático, por mano alzada, que sometía sus veredictos a votación en la casa
de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la perfidia de
esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar las cosas desde
un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin embargo, el pueblo
elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca tuvo paz consigo mismo.
XIX
Roma madre de pueblos ciudad del amor su nombre me retrotraía a
aquellas tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio pasando paginas
del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer Muerta el monte
que envuelve a mi pueblo en un manto de nieve por el invierno atizando el fuego
de lejanías. El aire frío de la ventisca se colaba bajo los ojos del acueducto.
¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto de Tito Livio me sonreía
desde la portada del libro los Anales que don Valeriano nuestro maestro de
latinidad fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría cinco años en la Plaza
del Rey habitando con el duende de las Siete Chimeneas. Jacobo I de Inglaterra
vino a casarse con una infanta la cual diole calabazas, aquel rey moriría en la
horca y su fantasma merodearía por los pasillos. Allí estaba un banco y luego
pusieron un ministerio. No sé si habrá
un registro de los hados que marca la ruta de nuestros designios. Vida errante.
Soy judío. Flavio Josefo contó la destrucción de Jerusalén por las legiones de
Vespasiano en castigo por haber dado muerte al Inocente. El templo fue arrasado
y su velo se rasgó cuando el sermón de las siete Palabras. A lomos de
prisioneros israelitas el Gran Candelabro de los Siete Brazos fue arrastrado
durante cuatro mil kilómetros hasta la Ciudad Eterna. Jerusalén, Jerusalén, que
matas a tus profetas, quedó convertida en Aelia Capitolina. Fuiste señora y
ahora esclava te condenaron a vagar por el mundo. Vida errante. Me lo contó
Vilicus uno de los guardias que custodiaron la agonía del Inocente y al pie de
la cruz se jugaron a la taba sus pobres despojos las sandalias, el lienzo de pudores,
un peine con el que Jesús se acicalaba la barba, y no pudieron hacer partes de
la túnica de Xto porque era de una sola pieza. Era el triste despojo de un
profeta vagabundo que viajó por Palestina sin dinero y sin impedimenta. Un
tullido que se puso sus sandalias se levantó de la silla de ruedas y empezó a
caminar, Longinos el decurión enjugó su rostro enfermo por la sífilis en el
paño de pudores que había llevado el Señor, aquellos santos calzoncillos, sanó.
La gente cuando se produjo el desenclavo y bajaron el cuerpo de Cristo de la
cruz quedó atónita ante las cosas extraordinarias sucedidas aquella tarde de
Viernes Santo en el Gólgota: Las curaciones milagrosas y las resurrecciones
intempestivas vieron salir de sus tumbas a los muertos de los cementerios y el
propio centurión Cornelio cuando regresó a la ciudad despues de aquel servicio
se encontró a su esposa Camelia dando gritos de júbilo: uno de los hijos del
militar que estaba enfermo y casi en la agonía de súbito se puso bueno, se le
quitó la fiebre y pidió punzón y tablillas para describir el viaje que había
realizado a ultratumba — el galeno Mincio que lo curaba y el flamine que le
ayudaba a bien morir habían dado al joven por muerto el hígado se le salía a
cachos por la boca— y así pasamos la tarde pensando en estas y otras cosas
mientras contemplábamos la naumaquia y las peleas de gladiadores.
Hay que guardar silencio en el templo de Anguerota, la vestal que me
introdujo en el mundo del silencio. Séneca me enseño a dominar mi
concupiscencia desde el criterio de que el dominio de las pasiones sobre todo
la gula es el pórtico de entrada a la felicidad.
El silencio es inefable puesto
que la palabra a veces ofusca el entendimiento y empecé a ver claro cerca del
circo máximo. Los gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento
cubierto de grava. Olía a embrocado y a sudor. Los reciarios hacían movimientos
con la red, los andábatas extendían el tridente y un esclavo subalterno les
enseñaba cómo tenían que gritar ave cesar los que van a morir te saludan. Un
calificador catalogaba las posibilidades que tenía el etíope Ursus de vencer a
un tigre que le soltarían media hora más tarde. Se escuchaba el rugir de la
multitud. Un sol de justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban
llaves y estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero que
debía de medir dos metros limpiaba el “sanguis” o enseña militar con un dragón
pintado que abriría carrera de la procesión de tres vueltas al ruedo y otras
tantas prosternaciones ante la tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un tipo
rechoncho de ojos grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su frente,
llevaba tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un hombre
vulgar de origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente risitas y
carcajadas. Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la función, ya estaba
“trompa”. Un “signífer” o adelantado de centuria trepó a lo alto de la columna
trajana y soplando en un añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba el
inicio de las espectaculares “joci” circenses. La chusma enardecida vitoreaba
al emperador y gritaba:
—
Panem et circenses
Fuese menester tener contento al pueblo y propicios a los dioses o no,
el hecho era que ésta era la política de los emperadores. Arriba y abajo. En lo
alto estaban los dioses y el senado romano, abajo el ejército y el populacho.
Por las gradas se veían sombrillas y parasoles para guarecer del sol aquellas
caras tostadas de los libertos y el bello cutis de las matronas. Vendedores
ambulantes recorrían los vomitorios vendiendo agua de nieve y pepitas de
calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los contendientes. Unos apostaban por los
que habían de perecer en la arena y otros por los gladiadores victoriosos. Cantaban
sus nombres y se proclamaban “addicti” de su combatiente preferido. Unos
apoyaban a Carneades un griego con cara de matón al que le faltaba un ojo que
pegaba golpes certeros y ganaba todos los combates y otros a un tal Rufus
venido de Hibérnica que era el terror del Coliseo.
El día de circenses las vestales tenían la tarde libre. Y algunas
acudían a los juegos causando entre la hinchada admiración por su belleza
serena y llena de quietud. La vestal maesa portaba una diadema sobre la frente;
la joya injerta en amatistas, diamantes y zafiros hacía aguas deslumbrando a
los espectadores. Uno de los gladiadores cayó derribado por su contrincante cuando
se distrajo mirando para el tendido reservado a las vestales. Les daba escolta
a las jóvenes una cohorte de los más fornidos eunucos, algunos de ellos provenían
del Alto Nilo, eran númidas. Antes de entrar al servicio del templo eran
castrados previamente. También custodiaban a las meretrices del harén del
emperador. En el anfiteatro los númidas se destacaban por sus cuerpos
atléticos, y el rigor con el que cumplían con su deber: mantener a buen recaudo
a las vírgenes consagradas a Júpiter de la lascivia del populacho. Violar a una
vestal constituía uno de los delitos más horrendos del derecho romano, castigado
con la pena capital previa emasculación del delincuente. Una vestal tampoco
podía ser condenada a muerte. Permanecían encerradas entreaño. Al llegar las
saturnales, sin embargo, era quebrantada su clausura y salir a la calle. Se las
veía pasear por la Vía Apia arrastrando sus peplos y ricos mantos de seda
guarnecidos con as más ricas alhajas extraídas de las mejores minas del
imperio. Roma no pagaba traidores. La gran solidez y consistencia que duraron
más de seis siglos se apoyaba en la norma del derecho el cual a su vez tomaba
como columna basal dos conceptos: el “jus” (derecho) y la “virtus”. Tuve yo
allí un esclavo griego, Andronicus, que me enseñaría las pandectas y todos las intríngulis
bizantinos de la casuística. Los hados y la superstición eran otra
característica que servía de base a su concepto sincretista de la religión.
Eran un pueblo práctico. ¿Por qué conformarse con un dios único — aducían los
flamines sacerdotes de Júpiter— cuando la divinidad puede constar de tantas
variantes en medio de una realidad tan complicada, variopinta y diversa? No hay
respuesta. Sólo sé que no sé nada. Lamentablemente, las religiones fueron la
causa de muchas muertes y peleas entre los mortales. Allá cada cual con su
creencia.
En un rincón del anfiteatro aparecían despavoridos y sollozantes como
medio centenar de personas. Entre ellos había viejos mujeres y niños, unos se
mostraban temerosos y sollozantes, pero otros aparecían alegres y como deseosos
de alcanzar la palma del martirio en la boca de los leones. Iban a ser
sacrificados por haberse negado a quemar incienso en honor de los dioses. El
egregio luchador Silvinus Carassus parecía querer arroparlos, dispuesto a
defender a aquellos postulantes de una religión nueva predicada por un judío
llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús su maestro había bajado del cielo
para salvar a los hombres, pero murió en una cruz (el tormento más ignominioso
para un romano) condenado por el consejo de ancianos de Jerusalén para quienes
era un blasfemo por haberse creído hijo de Dios. Saulo predicaba la segunda
venida del crucificado, la apocalipsis estaba cerca. En eso se equivocó.
Vistoso y abigarrado espectáculo el que ofrecía aquel recinto abarrotado
ocupado por una chusma ávida de emociones fuertes. Cerca de sesenta mil almas
contemplaban la arena desde los tendidos. Unos reían, otros lloraban a causa de
las riñas frecuentes y otros jugaban a los dados. La ludopatía era el vicio
mayor en Roma. Se jugaban a la mujer, a la madre, las fincas, la casa y perdían
hasta la camisa. De pronto se notaba barullo en una grada. Dos espectadores se
estaban pegando en ese momento escupía el vomitorio un pelotón de soldados que
zanjaba la disputa a machetazos. Los juegos duraban todo el día hasta la noche,
por lo que había que traer merienda. Se veía a algunas mujeres comer a dos
carrillos bocatas de jabalí o una salazón de pescado que llamaban garium.
Regaban la merienda con vino aguado. Sobre todo, las mujeres libaban de lo
lindo. Apuraban las “pocula” (jarros) Una matrona que le había dado al pimple
más de la cuenta se puso a cantar canciones obscenas y recitar versos de Plauto
se llevaba las manos a los genitales y exhibía los pechos al aire por culpa del
vino. La plebe empezó a silbarla y jalearla y se preparó todo un espectáculo.
Estaba beoda. Había consumido dos cráteras — casi una cántara — de morapio de
Lesbos que en las “cauponae” (tabernas) romanas se consideraba el más fuerte.
El pueblo se divertía con la vieja. Quería pan y circo. Nerón dio la señal y un
trompeta (el “tubicen”) soplando por la tuba tocó una diana florida, saltaron a
la arena, rugientes y en manada, los leones que habían de despedazar a los
cristianos.
XX