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martes, 27 de agosto de 2019

BUFADERO LA SIESTA DEL SÁTIRO EL CEMENTERIO JUDÍO DE SEGOVIA








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BUFADERO LA SIESTA DEL SÁTIRO

Desde el miradero del Pinarejo con la mirada de la carne contemplaba la torre de la catedral (ebúrnea y misteriosa piedra sin tiempo capitel redondo dando cobijo a los vanos del campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro ciprés que besaba con la punta de sus ramas… el matacán donde estuvo el aula de mi primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la pata la mesa para que escribiera con la derecha.
Vi a los soldados de la guardia romana el morrión rematando la galea en forma de cresta de gallo y escuché las alertas del centinela al relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana. Cerca de la plazoleta y el arco del socorro estaba el bufadero. Los cierzos del invierno hacían concilio allí y se disputaban con el ábrego y el solano el sombrero de los viandantes. En lo alto del templo estaba la acrópolis. Cesar Augusto empezó a recibir culto de idolatría en la ciudad donde yo había nacido. Fue coronado el emperador dios del Olimpo el año 34 Ad. Era invocado por las congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por uno de los flámines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda a los pies de la sacramental de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde siempre oí yo decir que estaba enterrada gran parte de mi parentela. El osario de los huesos desapareció a finales del siglo XV por orden de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron en la gran pira que se preparó. Muchos de mis paisanos hablar por hablar desconocen su historia y ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde el Clamores abraza a la ciudad para casarse con el Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad media, hacían penitencia, se flagelaban y lloraban sus pecados frente a la ciudad donde no podían entrar por haber cometido algún agravio. Segovia pecadora magna peccatrix. Albergue de putas y de perailes. Cuando yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en alpargatas también negras como el mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos penetrantes de vidente hasta Santi Espiritu con manojos de romero. Que ofrecía a los viandantes. Al que no le adquiría un manojito le largaba una tremebunda maldición:
—Mañana te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori, caminas por el mundo con la vela en la mano
A veces la sentencia de la gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la ciudad tocaban a clamor… Qué miedo uy.
La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía pavor. Al verla huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá que viene la gitana Sacramento
Los gitanos habían establecido un aduar en el Pinarillo y aquella bruja moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde se exhibe un rotulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka algunas tardes pero no era un cementerio sino un eremitorio.
Caminaba  la madre Sacramento acompañada de un gato negro y detrás venía el jefe de la tribu su marido en un caballo lucio. Cuando vendían toda la cesta regresaban a su guarida pero allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar de reposo para mis antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se encontraba intramuros cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo de san Andrés allí donde alguna vez rendimos culto a Erifos el cabrito que es como se representaba en Grecia a Baco. Se disfraza de cabrito pero es un lobo feroz. No le hagáis caso, alejaos de la botella.
 Sklepos y albacora



Duro es el mundo pero esta mañana de verano misa de san Agustín mis males lleve después de la avenida que anegó los campos de Valdemoro me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años como pasa el tiempo. Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el huerto. Chimenea y huerto soy feliz mientras miro para los muros derruidos de la patria mía Segovia triunfal el gran cedro del convento de las jesuitinas los merlones de la muralla por donde se asoman los fantasmas de mi pasado todo son pesares y arrepentimientos. La Virgen del Socorro desde su camarín engastado en la veranda me mira con ojos maternales e indiferentes extendiendo su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las escalerillas de san Roque con los doce panes de la preposición. Una parida lleva las velas de la purificación el cantor ante la congregación de san Andrés entona la Shema. En el océano de las borrascas se precipitaron nuestras ansias y desdenes por causa de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith) el caballista Jurry cabalga sobre su mejor alazán. Una recién casada alza el velo “huppah” y el mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La congregación entona epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía… yo contemplo desde mi tabuco toda la estrellería que ilumina el mundo de la edad media cómo era este barrio antes de 1492. Miriam que acaba de ser desvirgada por Jonás su marido en la noche de bodas hace un baño ritual (mikveh) se frota sus partes con agua de lluvia, el sacristán va de acá para allá picando a las puertas de todos los miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde en aquel instante la alegría por toda la aljama
 Así fue y así será. Me envuelvo en las filacterias  del tefillot bufanda de oración y lloro mis pecados que perdonará siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego sagrado libamos de la copa del dolor y del vino eucaristía. Señor bendice este zumo de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush) amen… amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah nefesh) pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos los judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón nos agrada decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros labios amin… amin. Todo es perecedero y extinguible pero los hombres van de acá para allá en una Poriomanía incansable buscando la tierra prometida somos trotamundos viajeros peregrinos en esta vida devorados por los félidos tigres leones gatos y alimentados por los solípedos. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de garra y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al parche y ojo al cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los tordos al sur. S k l e p o s… dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un monograma que vale para definir cómo es la vida entre españoles envidiosos desalmados indiferentes ladrones y escoliastas. I am a dangling manVivo colgado de una percha subido a lo alto de una columna como Simón Estilita. Vivo dentro de un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo sardinel pero como soy algo escaro y tengo una pierna más larga que otra y se me hinchan los tobillos piso mal y me fatigo cuando me atrevo con largas caminata tú me dirás, Rui Blas. Sé manejar el escardín y el almocafre

lunes, 26 de agosto de 2019

HISTORIAS DEE FUENTESOTO REMIEMBRO MI INFANCIA






































HISTORIAS DE FUENTESOTO. EL NIÑO LOCO

En la iglesia e Fuentesoto pequeña modesta y con algún desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III, antes era románica, olía a flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las velas cuando se apagaban los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo se colaba alguna paloma, también vimos un día una pareja de mochuelos. Por aquel boquete se colaba la lluvia la claridad de los solsticios. Las golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en torno la cabeza coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la bóveda. Alguno de la parroquia se distraía viéndolas volar y mirando para arriba. Pensaban que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar.
La traza del templo era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de las capillas. Sumaban casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de san Antón eran las más importantes. El 17 de enero cuando la iglesia honra la memoria del santo eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un panecillo era la fiesta de aquella aldea segoviana. Venían los músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la orquesta tocaba subido a lo alto de un carro del país. El abuelo se ponía la camisa nueva guardada entreaño en el arca. A los chicos nos daban una peseta para comprar garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano. También se jugaba al chico de a perra gorda. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la cuesta de enero solía traer sol para alegrar la fiesta. Por la noche helaban y los “corines” se calentaban con buen vino de la bodega o con aguardiente.
¿Cómo es que a Antón –pensaba el Maudillo para sus adentros- siendo un santo penitente lo pintan con esa cara de pillo? ¿Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse nunca y ese cerdito que lleva del ronzal?
Todos los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el niño no dejaba de mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle, decirle por lo menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como un cartujo. Su indiferencia era casi monacal. Aquel bienaventurado de la Tebaida egipcia no quería saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les coge el guarda o se dedican a destruir nidos. Para eso su amigo Vicente era todo un experto, se sabía todos los niños de collaba que empollaba la pájara en las suertes viejas. A lo mejor es que piensa que todos somos unos sarnosos decía Maudillo entre si
-Pero cómo quieres que te hable san Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden tenerlas aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita
-¿Sí?
-Pues claro hombre claro
-A tu abuela rita ya se le han aparecido Dios y la Virgen muchas veces
Quien así hablaba era Elpidio el de la Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su padre quería levar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para cura.
La abuela Rita es baja y es coja, tiene mal genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana a sus nietos que no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita no le gusta ir a meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita, bien se vale y cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios. Ella su misa y su novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la iglesia un rato más para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las pollitas y va al nidal a recoger los huevos. La víspera de las Candelas los quintos le robaron una gallina clueca para correr el gallo y bien que lo sintió, demonio. El incidente puso a la abuela Rita de un humor de perros. El Maudillo pagó los platos rotos cunado al salir de la escuela se dirigió a casa de sui abuela con la bolsa donde traía la enciclopedia y el pizarrín.
-¿Abuela usted vio por casualidad a san Antón?
Ante la pregunta la vieja se quedo de un aire y sin saber por donde tirar.
-¿Qué haces tú aquí, modorro, ya te dieron suelta?
-Vine a preguntar una cuestión importante. Elpidio me dice que usted como tanto reza tiene amistad con el cielo y se le aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?
-Pues como le pintan hijo: la barba larga, la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un perrillo de aguas pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, dejan los santos que bien están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te olvidaste de una formalidad. Al venir a casa de tu abuelo ¿qué se dice?
-Buenas tardes tenga usted señora Rita
-¿Y después?
-Besar la mano
-Buenas tardes tenga la mi señora
-Ahora ya puedes pasar
El muchacho sigue a través de un pasillo largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de Montesinos le daba la tía Jjuanilla la pobre sopas al Salvita y Pedro el sacristán cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero, hombre de muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres aunque felices pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y soplillos. Y la Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete Tobillos” por su pie equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se estaba caliente al lado del llar.
—¿Quieres tomar pan?
―Maudillo dije que no con la cabeza agitando su rubia pelambrerapues entonces date ligero, ve a la fuente a llenar la botija de agua. Después merendarás.
La fuente estaba a unos cien metros de donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un torrente casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro, y ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos. Venía la vacada y se había escapado una res pero cómo sería la cara de san Antón. El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán pegaba grandes voces e iba pegando brincos haciendo mover la tralla con agresivo bagtaneo triunfal:
Apartaisus que va torionda busca el toro padre y es peligrosa; tiene el celo por vez primera vez la novilla que hasta ayer era chota.
A las voces del mayoral la gente que pasaba par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a la puerta de los pajares o debajo de los carros.
El Maudillo que siempre había sido más valiente que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear al eral:
― Eh, toro
―Maudillo quitate de hí que te amurca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?
Pero el chaval como si nada… cuando se quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que por los cuernos del astado la vaca pasó de largo a toda velocidad. Debía de tener buienas entrañas. En la caida a Maudillo se le quebró el botijo y resultó con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita sacó su bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la paliza le dio de merendar. Las barbas de san amtón no eran barbas merovingias de chivo, eran más bien cartoplanas.
Mariano de la Melanea que se preparaba para el seminario venía de dar lección con el señor mestro:
―¿Qué, zurraronte la badana?
―Tú eres un gilipollas. Y toda la culpa es tuya
El Maudillo crispó los puños y le largó una patada al Melania para que no se entrometiera jamás en donde nadie le llamaba. el mriano regresó a casa chorreando sangre por las narices. Pasaba por allí el Tio colodro que se llamaba Nicolás aunque unos l3e decían Colodro y otros coñete. Todas las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.
―Cuantos besos habrá dado usted al jarro tio Colete
―No muchos pero te participo que me gusta el gtraguillo. El vino es vida
―Ya, ya
―Tú que sabrás, modorro, de los avatares de la existencia. Yo estuve en la guerra y pior poco me matan. En el botiquín el capitan medico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví. Los rojos nos hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví. Saltaparapetos lo llaman
―¿Fue la Virgen la que estuvo de su parte o fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que volvieses a Fuentesoto sano y sano, tio Nicolás?
― No sé quijo, no sé. Tal vez fueran ambos a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una misa por el cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.
El tio Colodro alias Coñete bebía sin parar tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su parte el Maudillete estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería entender qué pasaba allá arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció a un pastor y le habló desde lo alto de una encina del somo.
De ordinario no suele ir nadie a la iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde muy antiguo desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel recinto, los cristianos  les tiraban piedras desde la torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y por esa ranura se introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a solas. Se conoce que no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El niño llamó y llamó sin respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido al bar para celebrar cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.
― ¿Y a nosotros?
― A vosotros que os den por el ano― dijo san Pedro ― calma un poquito de calma y esperad. Que habrá habrá para todos.
 ― Esperaremos si es preciso toda la eternidad.
― Uy largo nos lo fiáis. Eso es mucho esperar.
Una urraca afanosamente estaba construyendo un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que representaba al Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la bóveda de luneto y observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en su sitio. Había bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del presbiterio.
― Ahí va
Pasó junto a él y llevándose el dedo indice a los labios le dijo a Maudillo
― Chist, vengo de la Tebaida y ya no se puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni media palabra o te capo, te mando al infierno con Satanás.
Entonces Maudillo, que sólo escuchaba a su cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio, le confió sus planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese Cobn bien de la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas más. San Antón seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas incomprensibles dudas nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el machito, no desanimarse. Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban en torno a la cabeza coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto fúnebres eran para recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del templo se rasgó y tembló toda la tierra.  Ero no era Semana Santa ni tiempo de misterios eran las lunas de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las lágrimas de San Lorenzo. Las golondrinas estaban perdiendo la calva del pobre santo pero sus cagamentos eran agradables al señor no eran blasfemias cvomo las que lanzaba elk tío carretero al cuyadrar las ruedas del carro a la rueda. San antón seguía dándose paseos patriarcales por los ánditos de la iglesia. Los demás santos de la corte celestial en sus edículos quietos. El niño bno se daba cuenta de que nno puede haber ni interacción ni intercambio entre el mundo real y el del trasmundo. Los que zarpaban por el istmo de la laguna Estigia jamás volvían. Era una mañana de primavera y Fuentesto amaneció pleno de vida. Por las rendijas entraban efluvios dl huerto de don Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción




domingo, 25 de agosto de 2019

CELEBRAMOS NUESTROS PRIMEROS CINCUENTA AÑOS DE SACERDOCIO

A LOS PIES DE LA VIRGEN ACERCAOS DIÁCONOS. DIAKOM PREDSTUPITI UN PASO ADELANTE HIJOS DE LA IGLESIA

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA MADRE DE LA ORDEN CISTER

SANCTA MARÍA
SUCURRE MISEROS
ORA PRO CLERO
INTERCEDE PRO DEVOTO FEMINEO SEXU
ADJUVA PUSILANIMES
CURA INFIRMOS
SENTIANT TUUM JUVAMEN
QUICUMQUE TE INVOCANT
AMEN



sábado, 24 de agosto de 2019

Uno que cambió

22 de Agosto del 2019 - Antonio Parra Galindo (Cuideiru)
Martín Vigil, “Las flechas de mi haz”. Uno que combayaba
Veraniegas lecturas y pasmos, al releer a Martín Vigil, el escritor ovetense cuya vida nos salía al encuentro... éramos jóvenes y nos la meneábamos en cuadrilla a ver quién era más macho, quién la tenía más larga; represiones, y obsesiones sexuales, internados, seminarios camarillas, confesionarios escrúpulos... ¿tú te tocas?... ay, Padre, muchas veces... pero ¿cuántas, hijo, cuántas?... Muchísimas, Padre querido, por lo menos doscientas la pasada semana, Padre del alma... Irás al infierno de cabeza. Pues ahora releo aquellos traumas plasmados en los libros de este autor tan popular entre los adolescentes de mi época, que fue cura jesuita y colgó la sotana.
Sus textos me llenan de admiración porque sabe contar las cosas sin aburrirnos, tiene la elegancia sartorial y el prurito jovial de los de Oviedo, era todo un señorito que, terminada la guerra, tuvo una crisis existencial y se metió de novicio a la Compañía.
Pero también me causa desazón; asco, incluso. Es uno de esos escritores agradables y complacientes con el sistema, que sabe halagar al poderoso pinten copas o bastos. Un tanto repetitivo y monocordio, si es caso. Nadie puede abjurar de su pasado con tanta cara dura.
He aquí un tipo de derechas que fue alférez provisional, participó en la represión nacionalista con los comandos de limpieza étnica que tantos muertos dejaron en la cuneta por esas caleyas del Principado. Y lo declara sin pudor alguno en esta novela que publica como su autobiografía el año 77.
Su familia pasa las de Caín previamente con el terror rojo y las sacas. Un hermano fue fusilado por los rojos y su padre estuvo en la checa, su madre muere de pena al saber que su primogénito había comparecido en un paredón plantándose ante la horda sanguinaria, pues he aquí que combaya (para estar al día y aquiescer a sus antiguos enemigos), eso muchos lo tuvieron a prurito, se produjo un estremecedor cambio de chaqueta: colgó la sotana y se desdijo de lo que predicaba, pero sin desdecirse que es lo malo o lo bueno, según se mire.
El 18 de julio le pilla en Salinas, veraneantes de pantalón blanco... pandillas. Era un bachiller de 16 años que gastaba bombachos. El pobre pueblo, engañado y envenenado por la propaganda y la ignorancia, la bestialidad del tiro en la nunca y los muertos en las cunetas. Luego es llamado a filas y recibe la estrella de portaestandarte, participa en la batalla del Ebro y del Maestrazgo, Teruel, el cerro Garabitas.
El padre Martín Vigil dice cosas tremendas en este libro que es un insulto para los que por la noche seguimos mirando para los luceros donde montan guardia nuestros camaradas y él se mofa de algo tan sagrado como es el ideal, que es lo que falta ahora en España, pero ya digo dice cosas importantes:
1. Que la guerra civil fue organizada por la masonería y esos son los que mandan ahora en nuestro país, dado a la marranería de todos los demonios;
2. Que España nunca fue católica, lo había dejado de ser mucho antes de que Azaña largara su frase infernal;
3. Que el Ejército de Franco estuvo mucho mejor organizado, aunque en el bando republicano se luchó con coraje. Fue un enfrentamiento feroz, cainita, entre españoles.
Vigil no oculta que se encuadró en una patrulla para liquidar rojos, a la búsqueda y caza del hombre entre los matorrales de las aldeas perdidas asturianas donde permanecen núcleos de resistencia del maquis. Guerra sucia. No tuvo agallas para renunciar a esa misión que moralmente le repugnaba.
Se hizo alférez provisional, alférez provisional muerto seguro, se fue de putas en Sevilla, lució las estrellas de oficial en Segovia como artillero, y debió de ser un oficial bonito con éxito entre las chicas. Opera en la zona de Puigcerdà y Port Bou tareas de limpieza del rojerío ampurdanés en una versión muy diferente a la del “Soldado de Salamina”... pero lo mismo que en Asturias: represión, guerra sucia, eso que llevan tan a mal los verdaderos militares, pero lo afirma sin pudor. El libro está bien escrito. Se anticipa a todos porque ya en el 77 empezó a hablar él, el primero, de memoria histórica... HISTÉRICA EN VERDAD.
Creo que fue un oportunista, no era un tipo de una sola pieza, y por eso hoy es un literato descalostrado. La historia no paga bien a los acomodaticios y traidores. Ya sus libros se han bajado del catálogo.


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