SI TE GAGAS EN DIOS NO MIRES PA ARRIBA
BLASFEMIAS Y OLIGOANTROPÍA
Había en la catedral de Segovia un penitenciario de origen asturiano creo que de Lastres que era la madre que le parió. No se asustaba de los pecados de los hombres ni de las barbaridades que le contaban ellos y ellas cuando se arrodillaban ante el cajón para “descargar el saco”. Don Corentino que así se llamaba el canónigo, un verdadero adalid en cuestiones de teología moral y en la casuística del derecho Canónico y tan es así que a veces lo llamaban de Roma para consultarle soluciones a algunos casos. Don Corentino tenía la manga muy ancha, por eso su confesionario sobre todo cuando llegaba la Pascua Florida Petaba de gente. La cola daba vuelta a pérgola y llegaba hasta la misma puerta del templo y la catedral segoviana obsérvese que es una de las más grandes de España. Una vez acudió al tribunal de la penitencia el carretero de Cantimpalos… Padre, yo me acuso de haber blasfemado… Hijo, ¿Cuántas veces?... Muchas, ya casi perdí la cuenta, ya sabe mi oficio es duro, las ruedas no encajan en la radial y uno tiene que desahogarse… Pero tú crees en Dios, Tomasín ¿no?... que ha de hacer pues mis dineros me cuesta porque a veces pasa por el taller la pareja de la GC me escucha mis juramentos y me apunta multa (En los tiempos aquellos había un letrero en muchos pueblos que decía: se prohíbe proferir cagamentos bajo multa de cinco pesetas)… Y tú ¿Cuándo juras miras para arriba, lanzando una invectiva contra el Creador?... no, padre, miro para la mi mujer que es una sopazas y no atina o para mi hijo el Velarmín que es un modorro y no espabila… bueno, hijo, bueno, pero si no miras pa arriba esa palabra aunque sea una interjección muy fea no es nada, se trata de parvedad de materia, reza un padre nuestro y recibe el perdón de Dios pero si vuelves a cagarte en lo más alto nunca mires para arriba que te puede caer la bosta de la cigüeña en tus propias narices, quedarás ciego como Tobías. Tampoco has de beber más de la cuenta ni solmenarle a la parienta que me han dicho que a veces preparas escándalos cuando llegas a casa bebido y le zurras a la Anastasia… Ya, señor cura, sé que eso está mal, pero después viene la reconciliación, nos acostamos y le hago un chico” Tomasín el carretero de Cantimpalos tenía doce hijos tan floridos y gallardos como las doce tribus de Israel y todos salieron adelante. Tras los palos y la guerra venía el armisticio y de esa manera contribuía al auge de la demografía patria hoy tan entredicho. Claro que eran otros tiempos y España no adolecía de la oligoantropía que ha despoblado nuestro mundo rural. Entonces nadie hablaba de ese feminismo de base radical que es la causa de la baja natalidad
La execrable interjección sigue sonando con frecuencia en nuestros bares a la hora de la partida de brisca después del café. Los tahúres lanzan por esa boquita lo que no está escrito y ya no hay en los bares carteles donde ponga: “se prohíbe blasfemar bajo multa de cinco pesetas”. Un servidor sigue creyendo con el buen penitenciario del cabildo de mi pueblo que ya estará criando malvas en el cementerio de Llanes que tales juramentos aunque deleznables constituyen parvedad no pravedad de materia. En Asturias suelen echarle mucha imaginación. En un chigre yo escuché una frase olímpica en boca de un fullero: “Por mis cojones, que son claveles, arrastro… ¿Con qué? ¿Con el as de bastos?... No, con lapiculina”. Y en otro corro uno se encartaba por los huevos de Mahoma y hacía las diez de monte. Óyelo un marroquí que andaba por allí y casi se lían a golpes. El moro no entendía que no había intencionalidad manifiesta contra el Profeta. La frase no era más que un decir.
A los supuestos blasfemos siempre se les fue la fuerza por la boca. El del subastado tampoco miraba para arriba. Pobre gente.
Son, empero, blasfemias muy gordas las que se escuchan por televisión a todas horas: estupros, asesinatos pasionales, abusos sexuales de párvulos a cargo de personas consagradas. La violencia de género es el afrecho que echan al duerno de la pequeña pantalla ciertos colegas. Todo cuanto es inquietante, perturba las conciencias e incita al odio o a la desesperación es blasfemo y obra del Maligno. Quieren cargarse lo más sagrado de nuestras costumbres y valores en connivencia y las bendiciones de ciertos jerarcas que utilizan la religión, dándole la vuelta a lo que dijo el profeta Isaías, no como reja de arado sino como arma arrojadiza, siendo víctimas de la soberbia y desmesura del poder político. A esos tales no les absolvería el penitenciario de mi pueblo don Corentino. Por constituir materia reservada que atentan contra el dogma. Nadie puede perdonar a los que pecan contra el Espíritu Santo.