AZORÍN Y ASTURIAS
"Se conoce la calidad de un escritor por la manera de afrontar el paisaje" escribía José Martínez Ruiz allá por el año 1913 cuando visita Asturias acompañado por Ramón Pérez de Ayala. Querían rendir homenaje a Clarín muerto un decenio antes. Hierático y refractario al elogio, se siente impresionado por el escenario grandioso y lo plasma en uno de sus artículos en El Imparcial: "la mañana de nuestra visita bajo un cielo ceniciento un cendal de niebla se iba desgarrando sobre los árboles de la colina. Ese verde suave y ese gris melancólico es el que ha puesto Clarín en sus paisajes"
Amigo de Leopoldo Alas el escritor alicantino se carteaba con él y le dedica una de sus primeras novelas "La voluntad" que no tuvo éxito de público pero de crítica sí. el ovetense saluda la irrupción literaria de Azorín como una voz nueva dentro del orfeón literario matritense aunque atisba fallos en su carpintería narrativa.
Don José Martínez Ruiz que pronto cambiaría su nombre de pila por el pseudónimo de Antonio nunca fue un novelista. Se trata de un autor camaleónico que experimenta una metamorfosis a lo largo de los años.
Sus tiempos de anarquista cuando iba por Gran Vía con un paraguas rojo y era de aspecto gordo, jovial, juerguista, avuncular se transforma en el escritor retraído que hablaba poco, comía menos, dejó de fumar por recomendación de Marañón, no acudía a los cafés, elegante y misterioso, que después de ser subsecretario de Maura abandona la política y se dedica a recorrer los pueblos de España en tren a caballo y a veces en diligencia. Debió de ser algo camaleónico, un tipo enteco de aspecto señorial, había adelgazado veinte kilos después de un cólico nefrítico.
El dolor de España según su mejor biógrafo Alejandro Fernández Pombotendría la culpa de esta metamorfosis.
Colgó su paraguas rojo en el perchero y se hizo monárquico aunque por poco tiempo. En 1936 emigró a París disconforme con la República y fue uno de los primeros intelectuales en regresar el mismo verano en que acaba la guerra. Ortega, Baroja, Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, Casona, Sender vendrían más tarde reconciliados con el Régimen o tras la muerte de Franco. en mi época de estudiante en los colegios de frailes nos iniciábamos en el crudo ambiente del estudio y del trato con las musas leyendo los libros del autor de Monovar del Campo. A mí me pareció algo melancólico y cándido pero ya de viejo encuentro en él un maravilloso artista que derrama quintaesencias en sus libros. la palabra justa, el sustantivo olvidado que él desentierra hay que tener a mano siempre un diccionario cuyos párrafos no chirrían como los del iracundo Unamuno quien tampoco era novelista o esperpéntico y genial como Valle pero conciso en su brevedad y un gran visionario al que le dolía España y no se andaba con remilgos cuando dijo que el cine sería el arte del futuro.
Azorín es un paseante ensimismado, un itinerante, no un turista que pasaba por los viejos villorrios, sus laderas y cabezos, sus castillos derrumbados. Obsesionado por el olvido y el paso del tiempo, observando sus plazas, describiendo los corrales, los aperos de las casas de labor.
Eso sí, sin apasionarse manteniéndose distante y a un tiempo solícito. Le intimó un día Gómez de la Serna; "tú y yo, Pepe, somos dos turistas que vamos por el mundo con papel lápiz y cuaderno de notas en ristre". Contestó él: "No, nada de turistas. Ramón, somos dos transeúntes".
Viajero incansable, sus libros de viajes aun son referencia de las guías turísticas. Azorin inició un nuevo género literario: el libro de viajes.
Le importaba lo sustantivo no lo adjetivo de las gentes que viven en el entorno de un paisaje que condiciona su manera de ser. Se pateó las calles de Cataluña, Levante, Andalucía, Galicia, Navarra, Vascongadas, Aragón pero sobre todo leyó a los clásicos.
Resultó un apasionado de Gracián y deMontaigne maestros del ensayo. Saavedra Fajardo, Cadalso y Pi Margall. Su pasión fue Castilla sobre todo un título "Un pueblecito Riofrío de Ávila".
Sin embargo aunque con los libros de ambiente castellano obtuvo fama creo que no supo entrar en el fondo de la cuestión. Cela y Delibes en mi opinión, como segoviano, supieron entender a Castilla en su austeridad, su altanería, su resistencia al sufrimiento, su aguante y tal vez su hidalguía en disfraz de servilismo. En Castilla siempre fue Sancho el héroe epónimo y no el Cid ni don Quijote no el Romancero sino las fondas, los arrieros, los labrantines. Galicia y Asturias tal vez tengan una faz más amable pero con el peligro de quedarse al margen y descentralizadas; en la periferia se siente a España de otra manera o no se siente a España. y quiera Dios que me equivoque.
Del talento al genio media un trecho y Azorín en su concisión y afán de brevedad de andar y contar lo que se ha visto (Vázquez de Mella decía que donde otros ponían una coma Azorín ponía un punto y sus libros son una buena propedéutica de iniciación a la literatura) Se manifiesta como un gran periodista un difícil arte en que la rapidez y la brevedad son las que van a misa. su concepción cinematográfica de la escritura casi profética hoy se ha cristalizado en la tecnología moderna, elwhatsap, los bylines o titulares que han de estallar igual que una tralla que retumbe en los oídos del comprador de periódicos decían los editores y jefes de noche de Fleet Street cuando yo vivía en Londres. Es lo moderno.
En el año 1966 uno de los primeros encargos que recibí cuando empecé a trabajar en esta profesión mi redactor jefe me pidió que fuera a ver a don Antonio a su casa de la calle Zorrilla 21 detrás del Congreso. Me citó para una fecha de diciembre pero estaba ya muy viejín, casi no veía, la interviú hubo de suspenderse. Poco tiempo después falleció Antonio Azorín el primero de marzo de 1967.
Razón llevaba el Maestro de Monovar del Campo en su abominación de lo tochos. Aunque bibliómano incorregible y cliente habitual de librerías de lance y de los tenderetes de la Cuesta Moyano se daba todos los días una vuelta cada mañana, los libros gordos no eran su agrado.
No obstante su obra abarca más de treinta volúmenes casi toda ella centrada en los artículos periodísticos. Se pasó la vida ante la cuartilla blanca. Escribió muchísimo.