ACERCATE
DIACONO (iste confesor I)
No
bien había concluido sus abluciones en aquella fuente de tres caños, gluglú
sedante e infinito bebiendo a morro, tragos que confortan las entrañas, tantas
veces abrevada pero la sed no se le acababa, fuente inextinguible –había una
cruz de piedra sobre el brocal- y de que despachara con buenas palabras al
padre Cantamañanas que se volvió a la
gloria el hombre con las inflexiones y ladeamiento de los palomos cojos,
bastante penitencia llevaba pero el querido reverendo padre jesuita se salvó a
trancas y a barrancas, el que soba no mata, a dar a los ángeles puericantores
sus dulces charlas vio otra sombra como la de un obispo vestido de pontifical
pero este obispo gastaba barbas y sus ropajes y su capa pluvial recamadas de
oro evidenciaban la pompa del rito oriental. Pudiera ser san Vicente. Pudiera
ser san Atanasio. Pudiera ser san Nicolás en persona o pudiera ser el propio
patriarca Alejo el que le impuso las ordenes sagradas una mañana alegre de mayo
en Londinum, cruzó las estola sobre sus hombros y le dio la facultad para
portar la eucaristía y salir con ella a bendecir con el humeral y las hijuela
tras la puerta de los dones, la estola sobre el pecho en bandolera siempre
cruzada. Atar y desata. Supo, y desde aquella imposición de manos, lo tuvo bien
aprendido que nadie se puede atribuir sin blasfemia la potestad de representar
a Cristo en la tierra, que el tufillo de la clerigalla católica es hediondo,
cruel y malvado y que muchos diablos pululan por el Vaticano vestidos de clerguiman
o de sotana y que en el cupo los había ñoños, pederastas, un exorcista de Alcalá
de origen rumano se llevaba la palma, maltratadotes del alma y que los obispos,
alimentados de tocinillo, practicantes de una moral hipócrita, se habían hecho
secuaces de la impostura, y él, recién ungido diácono, iba en pos de las
banderas de la verdad, promulgando sus diaconías, que en Roma en los últimos
papas había habido uno Pablo VI que murió loco o acaso endemoniado, que a su
sucesor que sólo pontificó 29 días lo envenenaron y subió a la cátedra de san
Pedro un polaco con maneras de gauletier nazi que iba a sustituir la religión
de la Salvación por la
del Holocausto, el que puso la
Iglesia a los pies de los caballos. Él siguió muy de
cerca las vicisitudes de aquel pontificado plagado de megalomanías y de una
soberbia eclesial que desconocía fronteras. A su muerte vendría un bávaro de
origen judío que había militado en las Juventudes Hitlerianas. Hablaba con una
voz amanerada y muchos de su corte papal murmuraban si no tendría Su Santidad
un poco de ramalazo. Fue cuando estalló el escándalo de los curas amariconados,
ebofílicos y de grandes abusadores que metían mano en los confesonarios y a los
nenes les tocaban la pilila.
El
estigma de la mentira saltaría a la luz porque no se pueden ocultar de
tapadillo las inclinaciones perversas. Leva de curas maltratadotes, abusones,
camándulas, malas personas y gente poco de fiar. Él ya estuvo en autos de lo
que pasaba porque había leído AMDG de don Ramón Pérez de Ayala. Narrando las
vilezas que se cometían con los educandos en aquel internado de Gijón. Nunca le
comprendieron, lo maltrataron y cuando fue a pedir ayuda le cerraron la puerta.
Pero Cristo cuya ternura y misericordia eran infinitas se había apiadado de él
y le había permitido acercarse a aquella fuente que restañaba su sed de amor
hacia el género humano, mientras sus compañeros eran enviados a parroquias de
la sierra donde tenían aventuras con la mujer de algún carretero o le tocaban
la parranda a la rajita a algún niño/a de la catequesis. Cuando se enteraba el
obispo todos a tapar tierra al asunto y el interfecto era trasladado de
parroquia o lo enviaban a misiones.
¿Había
o no había Purgatorio? Claro que no pero aquellos sufragios habían sido la vida
de la iglesia desde los siglos medios. En el negocio de la muerte se instalaban
los vivos. Y, si alguien protestaba,
decían:
▬Las Animas Benditas se lo pagarán.
Había llegado la hora de hacer balance y de
ajustar cuentas. De echar al anticristo y a la impostura que ocupaban el trono
de la Iglesia.
Aquel anciano de voz dulce, al darle la diaconía, le había hecho
participar de esa visión del mundo nuevo, de ese concepto de servicio y de
entrega, que era el sacerdocio y que él ahora arrastraba en sus malos pasos por
lupanares, tascas, mercadillos y hospitales. Fuerza de la gracia del Espíritu
Santo que a veces va por arriba y a veces es dinamismo que no se ve pues va por
abajo. Muchos son los llamados pocos los escogidos pero él había sido elegido.
Pertenecía al Cenáculo. Estuvo en la fracción del pan, y metió la mano en la
llaga. ¡Ah Jerusalén! lejana, abroquelada en sus normas y sus principios, atada
de pies y manos a las filacterias. No había tabernas en la santa ciudad para
echar un trago, ni bailongos y discotecas, sólo templos, y soldados con
metralleta.
Todo aquella serie de normas legalistas de fariseos,
todas aquellas trampas saduceas, que ataban a los seres humanos de pies y manos
eran de lo que vivían los levitas y la corbona de las monedas de la ofrenda.
Creían andar por la libertad y vivían encadenados no sólo a sus pasiones y a
sus vicios sino también a sus mentiras y cambalaches perfectamente legales y
democráticos. Sí, se lavaban las manos hasta setenta veces al día pero las
tenían manchadas de sangre; rezaban la Shemá, pero aquellas palabras al
desgaire no eran la verdadera Shemá de Israel. Abrid Señor mis labios para que
cante todos tus salmos. Yahvé apenado y dolorido miraba para otra parte ante
las reverencias e inclinaciones de los adulteros. Eran los que apedrearon a la
pecadora. A Él quieren despeñarlo desde el pináculo de su sinagoga y eso que
eran paisanos y conocidos ¿qué harían con Él si fueren extraños?
En tonos tan escogidos como el ferial y el mayestático
cantaban los himnos procesionales. En el undamaris
de aquellas letanías venía después el paso y era nuestro querido profesor de Lógica
el querido don Chespi alias Chepillas o
don William pues era inglés y había nacido en el mismo pueblo que el Cisne de
Avon, no había perdido su acento cockney hablaba lanzando muchos perdigones y
escupitajos mientras explicaba a Aristóteles. A los de los bancos de delante
los ponía hechos unos cristos con sus silogismos que llegaban de rebaba.
▬ Eh todo ese banco de ahí atrás, a la calle. Cuando
estamos en clase no se habla.
Eran cinco los filósofos y con las mismas cogieron
el banco de madera a rastras fuera del aula y luego volvieron a entrar tan
campantes. A don Chespi se le escapó una maldición en su idioma nativo:
▬You bloody bastards...[1]
Uno de los alumnos, Monteguí, que era judío o
catalán, converso eso sí, no lo recuerdo a punto fijo y que hablaba
perfectamente la lengua de don Chespi tratando de seguir el mamoneo se atrevió
a decir:
▬ Pues quiere decir lo que oís y en castellano
con todas las letras: vuestras madres, unas santas pero vosotros unos perfectos
mamones.
Y siguió explicando el tema de la semana con los ojos
inyectados de ira soltando una mansalva de perdigones. Los de adelante tuvieron
que aguantar una lluvia dorada en medio de los silogismos, los corolarios, las
proposiciones y los nego minorem
subsumptam. Los de detrás estaban que se descojonaban. Para acabar su clase
el inglés tuvo que hacer de tripas corazón y administrar la proverbial flema británica
en grandes cantidades, pensando para sus adentros quizás qué hago yo aquí, por
que me vine a este pueblo, abandonando mi religión anglicana a mis padres y a
Mary mi girlfriend, la cual hasta que se murió no cesó de llamarme papista y
traidor en sus cartas. Desde luego soy un romántico y tuve la desgracia de
enamorarme de España, puta España, castles
in spain, castillos en el aire, un atajo de tarugos y de fanáticos
católicos, sois peores que los irlandeses, pero me enamoré de esta jodida
ciudad y me ordené de presbítero, hice oposiciones a cátedras y saqué un
beneficio en el coro, voy a cantar a las tres de la tarde hora de Tercia con
los del cabildo catedral, si me echo la siesta o llego tarde, el racionero
Bernardino que tiene muy mala leche me pone falta y me quedo sin estipendio.
William, esta noche no cenas en esta tierra de herejes. Con lo bien que
hubieras estado tú en tu isla, hubieras podido ganar una cátedra en Cambridgre,
tal vez la mitra de York o Canterbury… te dio por leer a Chesterton… te
enfrascaste en los sermones del cardenal de Newman y volviste a la fe romana...
has coqueteado con la gran puta… fuiste a Roma a ganar el jubileo y por la
plaza de san Pedro viste merodear al diablo disfrazado de meretriz... te
vendieron la burra mal capada. Te pagaron sus favores con indulgencia plenaria...
eres un iluso y tozudo como buen inglés…”. Y vuelta la burra de sus
remordimientos. Se decía:
▬ “Pero no sé qué coños hago yo aquí domando potros entre estos cafres, explicando
lecciones que no entiende ni su padre y además no sirven para nada pues va a
venir el concilio y todos estos libros, todas estas tesis serán carne de la
hoguera y se acabó lo que se daba… y pa cuando me muera no quiero que me
sepulten aquí entre inquisidores I am
free thinker… bloody hell[3].
Ay infelice que mala pata”. Creía que
sólo le escuchaba su alzacuello de canónigo pero Monteguí que poseía la
alacridad y desfachatez de los de su raza pensaba que Chespillas estaba
pensando cosas raras y le miraba con ojos burlones como diciendo:
Los ojos del otro se entornaban al tiempo que le
lanzaban excomuniones y anatemas:
-You fucking jew[5]
Luego. Cuando se le pasaba, don Chespi el Inglés
era un bendito de dios. Daba la vida por los hermanos. Gran parte de sus
annatas iban a parar a los más pobres del barrio de San Lorenzo o de san Esteban. Le escupían, lo acanteaban y
lo sacaban en procesión y él iba subido a la tarima como si nada, sin rechistar
cual oveja camino del matadero, el
manteo arrebujado junto al vientre escaso, pues como buen inglés era frugal,
comía poco y no se zampaba las comilonas de sus colegas de coro en el
Bernardino o en la
Tropical que buenos cochinillos se metían entre pecho
y espalda aquellos tonsurados de capa y muceta y, sentado en su cátedra como si
fuera un trono, dejaba que la comitiva integrada por siete seminaristas le
portara a hombros cantándole de
rechiflas el iste confessor en
fabardón el Iste Confessor. Un cruciferario abría carrera por todo el aula
portando la cruz alzada.
Tras el
venía fumándose un puro de los buenos don
Fausto toda la sotana constelada de medallas por la pechera con las cruces que
le impuso Franco por méritos de guerra pues el querido profesor de filósofos
había chupado toda la guerra como pacer de la columna de Castejón y tenía, amen
de un cuerpo taladrado de metralla y un patriotismo
a prueba de bomba, una brillante hoja de servicios, se le cansaron las manos de
bendecir a los moribundos y se le hundieron los brazos de tanto sacramentar
novios de la muerte en Badajoz, en Garabitas, la Universitaria , Cerro Muriano.
En Belchite, en Brunete donde le arrearon cuando estaba celebrando misa sobre
los relejes de una tanqueta, con sus pies fatigados por el polvo y por la pólvora
de aquella fratricida conflagración en la cual él creyó defender la causa de
España y de Dios. Había sido capellán de la Quinta Bandera,
ungido a los valientes con el crisma y los oleos cristianos preparándolos para
la muerte, a la que ellos en un arranque de heroísmo llamaban “fiel compañera”.
Ahora enseñaba Metafísica en el seminario un poco a regañadientes y eso en sí
en latín porque para él hasta el ama que le servía tenía que estar práctica en
la lengua de Horacio...
Se fumaba
buenos vegueros e iba a confesar a los presos y a decirles misa a las monjas de
San Plácido. Se le ladeaba un poco la cabeza y ya no miraba un paso al frente
sino de través. No estaba tan seguro al paso que iba al mundo de sus
convicciones antiguas. ¿Para qué le había servido ganar la guerra si los rojos
con el apoyo de las logias y de los judíos volvían a mandar otra vez y estaban
infiltrados hasta en el Vaticano? Se le parlaban los pulsos pensando y le
rilaban un poco los dedos por las pejigueras del Parkinson pero como era
creyente no se desesperaba, tal vez sería la voluntad divina. Hagamos de tripas
corazón pues "no hay mal que por bien no venga", le había oído decir
al Caudillo una vez que éste le invitó al Pardo a una cacería.
Le llamaban
el cura rico las malas lenguas y no era rico en dineros sino en ciencia y en
libros porque tenía una gran biblioteca el antiguo soldado. Consideraba que la
pluma y la espada han de ir juntas por eso tenía tantos amigos militares y a su
casa venían a verle algunos poetas locales como Quintanilla, buen vate que
publicaba sus versos en el Adelantado.
Le
ofrecieron una mitra pero él no quiso ser obispo. Había sido buen cazador y
dicen que a cazar con él en los campos de Traspinedo vinieron a acompañarle los
generales Yagüe, Varela, Buruaga y otros muchos.
Su confesionario
–era el penitenciario de la diócesis- estaba lleno a todas horas porque tenía
fama de ser cura de manga ancha de haber batido el record de desechar a toda
una bandera de la legión a en veinticinco minutos. Absolvía en menos que se
persigna un cura loco. No hacían preguntas escabrosas a sus disciplinados ni
daba charlas, no se arrimaba, ni acariciaba a los niños como el pobre Mañanas.
A él no se le podía ir con mariconadas. A los hombres de voz bronca y velada
por el tabaco les preguntaba por las semenceras, las maseras y las cosechas y
si habían llegado ya las cigüeñas a los campanarios. El era el encargado de
decir la misa de cazadores cuando aun no había despuntado el alba sobre la
sombra alargada de la catedral que era como un gran ciprés de piedra labrada
velando el sueño y la vida provinciana de los segovianos.
-▬ Dicas dicas in sermone latino...
Dicas enim.
-▬¿Qué hay que hacer don Fausto
para hablar tan buen latín como usted?
-▬Pues fijarse mucho y hacerse con
la gramática de Goñi y el diccionario de Miguel.
Miguel
Delibes figuraba entre sus amigos predilectos. Los viejos mutilados de guerra,
los veteranos del Tercio venían a visitarle a su casa que estaba detrás de la cárcel
y al verlos el canónigo se llevaba un alegrón.
-
▬¿Cómo estas muchacho?
-
▬Algo viejo y achacoso, mi querido pater
coronel–
-
▬¿Y en qué compañía?
-
▬La plana mayor de la quinta bandera.
-
▬Ah sí, ahora que dices tu cara me suena.
Franco le
había ascendido a coronel por méritos al valor. Tuvo la laureada a la punta de
los dedos pero prefirió que se le dieran al corneta de su sección.
Decía
don Fausto que estaba hecho un cohete con mucha metralla en los entresijos pero
siete tiros en el cuerpo y avanzando.
-
▬Así me gusta.
-
▬Oye te acuerdas cuando nos coparon los rojos
en Teruel. Hacía un frío del carajo veinte bajo cero exactamente pero
defendimos el seminario como jabatos. Ostias pero eres tú.
Y el capellán castrense, al reconocer al
antiguo camarada que salvó el pellejo y salió indemne del infierno de Teruel
dejaba de ser el canónigo bien asotanado que hablaba bajo canturreaba ante los
becerros catedralicios y con gran prestigio en el cabildo de la santa iglesia
mayor para convertirse en un guripa de tantos hablando recio y expresarse en la
jerga del lenguaje cuartelero poco cultivado y sin melindres. Joder, ostias de
puta padre. Su cagamento favorito era cagarse en los huevos de Mahoma y por esa
jodida tendencia tuvo sus más y menos con el capitán Ahmed que mandaba el tabor
de refuerzo cuando los regulares les hicieron el relevo.
-▬ No diga
mal de Profeta. Eso está muy feo.
-▬Pero no
ves que no miro para el cielo y si no se mira para arriba los cagamentos
carecen de categoría blasfema. Se convierten en simples tacos.
-▬Ya pero
esas palabras suenan a sacrilegio en las orejas de un musulmán.
-▬ Si no
blasfemo contra Alá pero es que esos putos rojos nos están trayendo por la
calle de la amargura, nos han matado está tarde a tres muchachos. Además me
sale el mozo de la ribera del Duero que llevo dentro. No sabes como nos cagamos
en todo lo divino y lo humano por aquellos pater.
-▬Ya pero
nuestros imanes no blasfeman como vosotros. En eso los moros os aventajamos a
los cristianos.
-▬Pues
llevas razón. También es verdad.
El pater pidió perdón y el sacerdote católico
y el fervoroso defensor de Mahoma donde las dan las toman se reconciliaron en
un abrazo de paz. Alá que todo lo mira y todo lo protege desde arriba debió de mirar
aquel gesto de reconciliación con beneplácito. Aquí no hay moros ni cristianos.
Hay los que luchan contra Dios y los que le defendemos porque lo amamos.
El
cura y el capitán de regulares sacaban su petaca y se intercambiaban tabaco,
formulando sus buenos deseos para que aquel infierno de Teruel se acabase
pronto.
-▬Tú
volverás a tu jaima con tus mujeres y yo a mi catedral con mi ama que está
sorda como un tapión y tiene mala leche pero que te va a hacer un cuscus de
puta madre pues su padre sirvió en la intendencia de Larache que te vas a
chupar los dedos, mustafá.
Don Fausto no llevaba armas, sólo un cristo
clavado a su correaje. Se movía como una ardilla entre las posiciones, saltaba
las trincheras y cruzaba las alambradas y las calles de Teruel sin desenfilada jugándose
el tipo allá donde perecieron tantos en la plaza del Torico.
-
▬Ese cura tiene un par de cojones. Son muy
finos oye.
-
▬ De Valladolid. De donde son los pijos pero
anda, anda, que a valientes nadie les va a la mano.
En alguna ocasión, menospreciando su pellejo,
saltó a los blocaos enemigos para confesar a algún soldadito moribundo de los
rojos. Que tambien son españoles, españoles equivocaos ostias pero tambien
españoles y si podía lo llevaba a rastras echándose al herido al hombro como el
buen pastor con la oveja descarriada a las espaldas y lo pasaportaba hasta las líneas
nacionales. En los fregaos en los sectores rojos se escuchaban ayes y maldiciones pero tambien un ay virgen
santísima y había algún combatiente que, herido, pedía confesión. Un cura. Un
cura.
-▬Alto el
fuego que venga don Fausto.
-▬Ahora
mismo-
-Poned
el bozal a los cañones, parad las ametralladoras, cesad el combate. Os enviamos
al cura y vosotros nos mandáis una de esas milicianas tan cojonudas que hoy están
de imaginaria. ¿Vale el canje?
-Vale.
Pero como nos hagáis una encerrona os vais a enterar...facistas.
El
comisario daba la orden;
-
Parad el fuego muchachos.
Y aquellas treguas de Dios se intercambiaban
comida, mujeres y tabaco y noticias de sus respectivos pues para bochorno de la
historia sucedía que a un lado y a otro estaban un hermano en un bando y un
hermano en otro, un padre y un hijo, dos de un mismo pueblo el uno luchando por
la republica y el otro por Franco.
Don
Fausto, cansado, pues había visto mucho, y no se asustaba de nada y menos de
los pecados que algunos creían muy gordos y a él le parecían menudencias
disparos de un 635, la pistola que tira tiros de señoritas, él que estaba
avezada a escuchar la música tremebunda de los organillos de Stalin o los
cañonazos del “Abuelo” una batería de costa que tenían los rojos defendiendo
las posiciones de la universitaria los milicianos y que lanzaba peladillas que
dejaba unos embudos de veinte metros. Pum. Pum. El silbido de las balas y el
rasgar del aire de los pacos no eran lo que se dice música celestial. Los
pecados de sus penitentes sí. Las mismas monsergas, la misma canción guerrera. “¿Y
que me dicen estos? Que se la machacan cuando se les pone gorda, que se quieren
tirar a la maricarmen la mujer del vecino, o si les aprieta el deseo montan a
su pollina en la cuadra, la que se tira pedos. Los cagamentos que cuando se
dicen no se mira al cielo no ofenden a Dios. Y dicen que van al baile a restregarse
y arrimar el material, que juran y blasfeman que no van a misa los domingos, que
en unas vísperas estando borrachos pincharon a un bravonel que les quería quitar
la novia o se jactaba pregonando que las mozas de su pueblo Escarabajosa de
Abajo eran mejores que las de Escarabajosa de Arriba. Celos y procelas.
Tormentas en una taza de té… Y que le birlaron a un tendero toda la caja, que
por una parcela y un mojón le metieron en el culo toda una perdigonada cuestión
de lindes y demás perendengues. Y así sucesivamente. ¿Bueno y qué? Siempre fue
así, nunca cambiamos.
-Reza tres avemarías al acostarte, hijo, propón tu
enmienda y ahora di el señor mío Jesucristo.
▬Acércate diacono.
▬ ¿Qué? Adsum. Presente.
▬ Que no te vayas de putas que a ti, baranda,
te gustan las faldas más que la leche que te dio tu madre. Hombre hay que
sujetarse. Y ya sabes: haz lo que yo para vencer la tentación. Si la dejas
quince días, ella te dejara un mes, y, si la dejas un mes, ella te dejará un
año y, si la dejas un año, ella a lo mejor ella te deja toda la vida. Ya sabes
que las mujeres son el aguijón del diablo, el ventalle de Aquilón que cuando
nos sopla nos derriba.
No había
sacerdote más casto ni tampoco más cachondo en toda la diócesis ni hombre más
sano en muchas leguas a la redonda.
Para evitar
habladurías le sirvieron toda su vida amas de llaves viejas y tuertas muy poco
agraciadas por lo general. Tampoco soportaba a los que se entregaban al amor de
los efebos. Al capellán castrense no se le podía ir con mariconadas porque te
echaba a puntapiés de su presencia. Luego se arrepentía y subía a tu cuarto y
te pedía perdón.
▬ Me he pasado tres pueblos, estuve un poco
fuerte contigo; perdóname chaval.
Y, al marchar,
dejaba un cigarro puro sobre el pupitre que uno se fumaba a escondidas en la
camarilla, el filosofo al que le había
dado su padre y permiso para fumar pues don Fausto exquisito en sus gustos y
limpio de alma bebía vino sólo de la ribera y fumaba lo mejor de Vuelta Abajo[6].
En
la tarde de confesiones, se retrepaba en la balda y pensaba en los haces de sus
campos de Transpinedo, en sus viñas y en sus parvas en sus conejos y en sus
liebres en sus trojes y en sus viñedos de albillo que daban muchas cantaras de
vino del bueno, vino de la ribera. No escuchaba mucho al penitente. con una
oreja hacía que oía y con la otra pensaba en sus galgos. Cuando confesaba
pensaba irremisiblemente que mañana tenía que ir de caza. Porque todo era lo
mismo. Los escrupulosos no podían confesarse con don Fausto porque les cortaba
en seco, trataba a batacazos a las mujeres. Aquí no estoy yo para escuchar
rollos ni para guardar, perros señora. Si te pega su marido, no seas tan puta y
si se emborracha todas las noches, llévale por buen camino, hazle que vaya a
misa y al rosario, que confiese y comulgue por pascua florida y si no, pues aguantoformo. El cielo es camino de
abrojos. Aquí estamos siempre de duelo.
No
en vano y acaso justamente ya en aquellos tiempos se había ganado el lauro de machista,
cuando aun en el mundo el feminismo no había asomado la oreja ni había hecho
acto de aparición lo que llaman violencia de género. Hoy no se opera con
cloroformo ni es muy popular el aguantoformo. No nos aguantamos a nosotros
mismos y claro así está el patio.
▬Acércate
diacono.
▬ Plakón[7]
El había
venido el dulce Jesús a liberarnos de todas las ataduras. Lo que atéis en la
tierra será atado en el cielo y al que tú bendigas será inscrito en la nómina
de los santos y al que maldigas réprobo será por todos los siglos. Le habló en
ruso:
▬ Diakon, prestupiti. Acércate diacono
▬ Ya sdiej,gospodi. Estoy
aquí, señor. Adsum
▬ ¿Cómo es que te lavas?
▬No estoy
limpio, patriarca.
El
agua seguía manando, chorro de linfa, produciendo un sonido acariciador de
brisas mañaneras y murmurios de rosario. Allá adentro en el templo mariano
sonaban las melodías de la
Salve. Cantaban cuatro viejas carabinas que
habían madrugado para el rosario de la aurora que se celebraba todos los
miércoles. Misterios gloriosos. Se escuchaban las codas rezagadas pero tiernas
del Amante Jesús mío y Sálvame Virgen María.
La madre de la belleza los presidía desde su camarín
estatua siempre en pie como un perenne Akathistos[8].
Recibiendo las suplicas y quejas. De nuevo el turco estaba a las puertas de Constantinopla.
Todo el Oeste era una ciudad alegre y confiada y estaba a las puertas de Moscú.
El patriarca cabe el brocal de la fuente de allá venía para salvar a la
iglesia. Habrá un tercer milenio. Los días de Roma la gran putana la gran
embaucadora están contados pero la iglesia se salvará volviendo a sus esencias,
a sus raíces apostólicas. Entretanto. Los malos cristianos seguían comiendo bebiendo
fornicando servidores del vientre y sus halagos y, adoradores del rey de abajo
que el de arriba nada sabemos, se entregaban a la buena vida y hacerse putadas
unos a otros. Comamos y bebamos que mañana viviremos. Estaban todos muy
preocupados todos de sus respectivos esqueletos olvidando que la carne es para
la tierra y que la vida verdadera yace en los confines del espíritu.
La
tranquilidad del aire mecía los pámpanos pues ya era a finales de verano...
Arriba sobre las rocas grajeras las chovas iniciaban sus laúdes saludando a la
alborada. Desde alto de aquellas peñas encaramadas, los impíos que en esta vida
nunca faltan habían defenestrado a la Despernada pero la
dulce Raquel a la que el sanedrín de Segovia acusaba de adulterio pidió a la Señora que la
salvara. Una judía siempre tiene que echar una mano a otra judía y no era solo
judía era tambien mujer formada del barro de Adán. Sopló Dios sobre el lemo y
surgieron los senos amamantadores, el cabello hermoso y tentador, las piernas
deslumbrantes, el bello púbico centinela del vientre y cancela de la pasión. En
su boca puso sonrisas arrobadoras y una lengua falaz, melodiosa voz de Circe y
las sirenas desde aquel día se peinaban entre las rocas llamando a los incautos
marineros a la sima y puso también en su lengua devoradora de hombre el aguijón
del escorpión y la sinuosidad de la serpiente. Eva se parecía unas veces a la
animadora rubia de bote que en el salón de baile los domingos cantaba desde el
estrado canciones americanas imitando a Marylyn Monroe y otras veces era la
viva imagen de una vestal caladas sus túnicas transparentes técnica de paños
mojados que ponía a los soldados de un regimiento de caballería alcalino como
una moto
▬Échelos bromuro en el agua mi capitán a ver
si bajamos la fiebre. Si no, no va a haber quien lo resista. Joder.
▬Eso digo yo. Joder.
Todo en ella era transparente y a la vez oculto
como todo aquel que fue creado para el engaño y la seducción. Circe quería
ponerle los cuernos a Queronte que remaba en su barca sin enterarse y cuanto
más largo era el remo más barría para casa, los navegantes se anegaban en la
laguna Estigia y la moneda que llevaban entre los dientes para pagar al
barquero no les servía de nada. Unos se ahogaban profiriendo vivas a la republica
y otros cantando el carasol y diciendo vivas a España...
Los mortales se sumergían en la laguna Estigia y
al nacer eran condenados al Tártaro. Esa es la fija. Miguel mientras tanto
pesaba las almas. Le seducía aquella visión. Era completamente nueva y
maravillosa. Venus, según la versión pagana no brotó del barro como una
campanilla de los caminos que florece en las riberas tras la lluvia, había
nacido de las aguas y el Señor le dijo pare y la mujer parió hijos, muchos
hijos y preparaba la comida y hacía la
colada pero la mujer probó del fruto del árbol prohibido y vinieron las voces,
los gritos, los desengaños, los miedos, los recelos, las enfermedades que
anunciaban la muerte y el hombre y la mujer perdieron el estado de gracia. Palo
y mala vida. Parirás entre dolores... Pues vaya. Nos echaron a todos del
paraíso y desde entonces a silbar a la vía y nos pusimos a cantar a coro las
benditas estrofas de la Salve que nos
describe como desterrados hijos de Eva que gemimos y lloramos en este valle de
lágrima pero los impíos, los que ordenaron despeñar a la pobre Raquel, querían
enmendarle la plana a Yahvé. Nada de enfermedades, nada de trabajos y trajeron móviles,
ordenatas y utensilios que servían para incrementar su comunicabilidad pero los
hombres y las mujeres sobre los que pesaba la maldición del pecado original
estaban más solos, más incomunicados cada vez, desconfiaban unos de otros, la
tecnología aportó mucho ocio, mucho parado y orates en las plazas públicas
bustos parlantes o se iban al gimnasio a contaminarse de microbios mientras
hacían músculo. Las cadenas quedaron inundadas de bellas locutoras que contaban historias horribles con sus
caras perfectas. Eran tan guapas como diabólicas. Anunciaban al Anticristo. Los
sanedrines controlaban los discos duros de los bancos, de las magistraturas, de
los silos nucleares y el mundo se llenó de sonidos de cajas registradoras, del
llanto de las viudas de los guardias civiles asesinados, y de los estertóreas
blasfemias de Luzbel proclamando su rebelión contra el Altísimo. Se enfrió la
caridad, cundió el miedo entre los justos desparramados por el mundo o
escondidos en sus agujeros. El que más chifla capador y allí sólo tenían
derecho a voz y a voto la magna caterva de los hijos de puta que estafaban,
engañaban, otra vez aquí la raza de víboras y de los sepulcros blanqueados
copando los pulpitos, subiéndose a los estrados, escribiendo paginas y paginas
que solo eran refritos de NYT e impartiendo por los micrófonos las consignas al
oído. Todos eran la voz de su amo. Estaban vendiendo a España por treinta
monedas. Sintió pena y rabia a la vez.
▬Acércate diacono
▬ Adsum
▬Hoy hacen falta diáconos
como tú.
▬¿Quiere Su Beatitud que entonemos el Evangelio en fa
bardón?
▬Eso es para eso te llamo.
▬Os asiste el numen del Espíritu.
Os defiende la espada de san Miguel.
Y
así la formula –diakon prestupiti- se repitió hasta tres veces según la norma
de la vieja liturgia greco-bizantina y el diacono pudo entrar por la cancela de
la puerta de los dones portando el pan y el vino que lavaron la culpa. Se le encogieron
un poco los ánimos pues magna era la misión que le encomendaba el obispo. Nada
menos que proclamar la verdad a unas gentes que se alimentan de mentiras, lleno
de peligros y de testigos falsos. Pero bebió del agua de vida, le vino bien
aquel lavacro después de una noche insomne rodeado de magdalenas y de moritas
que suspiraban por el regreso a su tierra de la cual les desarmaron los
desalmados que habían resucitado las viejas costumbres medievales de ominoso
tributo de las cien doncellas o de la usura. Los del City Bank cobraban una
tasa de atraso de hasta el 30 por ciento.
▬ Sí, yo soy Lorenzo. Aquí
está tu diacono
▬ ¿Podrás beber del cáliz
que yo he de beber?
Sintió
que aquella voz poderosa le convocaba a altos destinos y se sentía casi sin
fuerzas. Pero dicen que la fortuna ayuda a los audaces. Y como el apóstol
Pedro, que fue a Roma al encuentro de su martirio él subía a Segovia para ser crucificado.
Vio gatear hasta los escarpes del alcázar la
sombra de Judas. Bien sabía él que era demonólogo que al diablo le privan los
pináculos, anda siempre por las chimeneas y por aquellos lugares donde observe
sin ser visto. Ojo que las paredes oyen.
▬Pedro llévame contigo yo
tambien quiero ser crucificado y que me pongan boca abajo pues no soy digno por
mis pecados y negaciones de recibir la corona de pie sino al revés.
Tomó
el nazareno y ya atravesaba los puentes de desafiantes tajamares del Rasemir y
del Eresma mientras los impíos celebraban parlamento en lo alto de una peña
sobre el caso de la adultera. Unos decían que arrojarla desde la cumbre del
desfiladero y otros que arrastrarla de la cola de una yegua pero el más viejo
de aquel concilio de Anás y Caifás aseveró suspender la ejecución hasta el día
siguiente.
▬Hoy es sábado, hermanos, y
no es bueno que en sábado se vierta sangre. Lo dice la Ley.
En
estas estaban cuando el marido que se encontraba en el tribunal pues fue juez y
parte que por lo visto se lo había montado con un capellán optó por la salida
más expedita. Fue aquel Jacobo el que empujó a la pobre muchacha al vacío.
Raquel amante de su capellán se había hecho cristiana y rezó a la Virgen mientras
su marido la insultaba como un poseso…. Puta…. Puta fornicadora... recibe el
castigo. Entonces bajaron los Ángeles y tendieron sus alas de pluma como
colchón de salvación y la
Despernada salió indemne, superó la ordalía. Resulta
que era inocente. Desde aquel día aquel paraje se llama el de Esther o María
del Salto que es así como lo conocemos los segovianos muy devotos siempre de la Madre de Dios. Ella vele los pasos del
pueblo judío y procure su salvación. Mientras tanto los ángeles del cielo entre
las melodías de las chovas y el reír de los jilgueros acometían el canto del
Querubín que es bálsamo de añoranza del cielo a los que lo escuchan:
▬Diacono, acércate.
▬Da. Sí, señor, aquí me
tienes.
Y
en esto diciendo ya estaba ante la plaza del seminario, temblándole el alma de
añoranza y de piedad.
(Continuará)
[1] Asquerosos hijos de puta.
[2] Eh señor profesor ¿qué nos
quiere decir?
[3] Soy una mente libre...
puto infierno
[4] Hermano ¿qué cosas piensas
qué es lo que tramas?
[5] Tú puto judío follador.
[6] Vuelta Abajo región de
Cuba famoso por la hoja de sus tabacos
[7] Plakón una inclinación que
se hace hasta la cintura según el rito ortodoxo