UNA CUESTIÓN DE HUEVOS.
Y MANDA COJONES
VII
El primero de
enero de 1898 se publica en París el primer número de la revista La
Campaña, que dirige Luis Bonafoux. El hebdomadario se
constituye en un documento de primera mano para conocer el desarrollo de los
acontecimientos de aquel año crítico. La sátira, el desenfado, el chasquido
restallante de su pluma y todo el genio de un grande de las letras castellanas
brota entre sus páginas.
Otrosí, la ternura y la compasión , el
auténtico patriotismo de un cronista que no puede permanecer impertérrito ante
el espectáculo de aquellos españolitos de a pié , los hijos del honrado pueblo,
los que, pagando las consecuencias de la inepcia de los políticos, marchan inconsciente del destino que les
aguarda, hacinados en la cubierta de los barcos del Marqués de Comillas, al
matadero.
Muchos perecerán en los insalubres manglares
del trópico. Es la horrible peregrinación en busca de la tumba anónima y
desconocida por tierras ajenas. Hay pasajes de algunas crónicas firmadas por
Luis Bonafoux y Quintero que alcanzan una arboladura semiprofética y totalmente
escatológica. Recuerdan las danzas de la muerte
,medievales o semejan un calco a vuela pluma de los cuadros pintados por
Brueghel o el Bosco.
Los supervivientes regresan de la guerra de
Cuba castañeando los dientes a causa de la fiebre, esqueléticos, viejos
prematuros, con mellas en la dentadura y en el alma, enfundados en sus
uniformes de rayadillo, la guitarra sin cuerdas pero la caja aun resonando.
Atrás dejaron una lista de compañeros - doscientos mil nombres, según estadísticas
fiables-. Algunos de ellos héroes anónimos, surgidos del pueblo, como Eloy
Gózalo el inclusero o Cabo Noval, que abarrotan las sepulturas sin lápida. Son
ya sólo una cruz y acaso un nombre de los cementerios de la Perla de las
Antillas o una lápida para poner nombre a una cala. Leopoldo Alas “ Clarín “,
del que tanto se befa, a ratos injustamente, y más que nada por repulsión de
temples afines, Bonafoux, cuya concepción estética del mundo resulta por
paradoja afín a la del crítico ovetense,
había escrito años antes un cuento maravilloso, acaso el mejor de todo el
idioma , Adiós Cordera, en el que se
plasma la epopeya del mozo que es llamado a filas y marcha a servir al rey,
conscripto en una de las múltiples levas.
Es el testamento literario del ultimo
florón, de la generación de la Restauración. Ya lo dijo el refractario , el
inimitable Bonafoux, con frase irrevocable: España, que había entrado en la
Historia por la puerta grande, tuvo que salir por la escalera de servicio en el
Tratado de París, aguantando la trápala y el diktat de los yanquis... Esto es ,
señores, la descojonación.
Aún en
medio de la hecatombe hubo espíritus selectos que se resisten a perder el buen
humor. Se trata ciertamente de un humor esperpéntico, instalado en la greguería
surrealista. Si la razón pasó a cuchillo a los españoles, éstos se vengan
pasando a cuchillo a la diosa razón. La longanimidad y la resignación llegan a
ser también en momentos críticos una cuestión de “ güevos “. Se hizo la guerra
por cojones, y por cojones también fue perdida. Hay que citar a Felipe II, el
Job español para encarar con dignidad esta suerte de despechos de la fortuna.”
No mandé a mis naves a luchas contra los elementos “ y aquella otra pronunciada
por el héroe del Callao, Méndez Núñez: “ Más vale honra sin barcos que barcos
con honra”. O el “ más quiero yo reinos sin ducados que ducados sin reino” del
Duque de Calabria..
Al final la cosa paró en una cuestión de
honra. Quedamos en que en eso no nos pone nadie un pie delante a los españoles.
Hasta el propio Sagasta no pudo resistir la carcajada cuando “ Aramis “ o la “
Víbora de Asnières “ en un artículo fechado el 17 de junio del año fatídico se
entrega a la tarea de cotejar hombrías, y medir tamaños antropométricos,
subjetiva labor. Esto es la repanocha. La descojonación. Pero que el humor
negro hizo que aliviase Madrid los lutos y encontrase solaz en el esperpento o
en la greguería ramoniana, tan jaleada, que viene a ser un esperpento de pie
quebrado en el que se echa mucha imaginación. El propio presidente del Consejo
de Diputados y el de la leal oposición se retorcían las tripas cuando don Luis
escribía aquello de los huevos de golondrino.
Todo eso
sentimiento de derrota, pero de ternura y de orgullo incólume queda plasmado en
ese cuento rural de la Asturias profunda y genial del autor de la “Regenta “ y
en las crónicas que rubrica Bonafoux y que aparecen en el ya mentado “ Campaña
“, en el “ Heraldo “, en el “ Progreso “ y en el “ País “. La más rotunda es la
que titulase “ Nuestros güevos “ (sic)....
Esos huevos nacionales que a unos les sudan, como los del cura de Villalpando,
que los bueyes de la carreta que los arrastran iban sudando, o cantan como
cascabeles, igual que el del cura de Argamasilla que los usa el monago de
campanilla, y a otros les pingan... Mira que tiene cojones la cosa... Quizá
haga falta un Leviathan para levantar los del almirante don Pascual, que no
cogen en la bahía de Santiago... Sampson los tendrá como un golondrino, pero
como está al frente de una escuadra que no es de cartón piedra, sino que está
hecha para pelear contra los ingleses, con mejores pertrechos y mayor capacidad
de tiro, pues nos pondrá fuera de combate... Es lo que ocurrió con Dewey, el
gringo que nos hundió los barcos en Cavite. Los del tal Dewey quizás no
llegaran a la categoría de un palomo torcaz, pero como fue a Filipinas con una
armada mejor preparada nos echó a pique. Y cincuenta y tantos muertos. No nos
valió para nada en América el precedente del huevo de Colón...
Ambos
- Bonafoux y Clarín- son complementarios. El primero manejaba como nadie el
florete del pasquín. Hizo reír a una nación entristecida mediante sus
exageraciones. No venía mal en aquel instante un poco de sal gorda .La ternura
de Clarín se convierte en sátira deletérea y en prosa de trazo escatológico en
Bonafoux. Pero la lira y el violón siguen sonando en un dúo a cual más
poderoso. Nunca el periodismo tuvo una hora mayor, aunque con su colmillo
afilado la “ Víbora de Asnières “ siga lanzando andanadas terribles contra algunos
de los que se arrogan el título de periodistas y pueblan el avispero de Madrid.
Flaubert ya lo había anticipado : para abrirse paso en la jungla literaria
española hay que ser un buen espadachín. Se conoce que el fondo de reptiles emponzoñaba ya por entonces
las letras de la Villa y Corte.
De lo
sublime a lo ridículo hay sólo un paso. El genio y la ramplonería conviven
puerta por medio. Dijo la verdad. Por eso, al portorriqueño no lo podían ver.
La conspiración del más horroroso silencio se cierne sobre su persona y lo
rodea aun después de muerto. Hoy lo hubiesen acogotado en flor. Aquel noventa y
ocho fue mucho más libertario que éste. A la sazón no se cuestionaba la
identidad del ser español. Actualmente, los herederos de los Sampson, los
MacKinley, los Dewey, los Lee cuentan con bastante predicamento y operan en los
mentideros de una forma más sutil, con guante blanco , pero el puño de hierro
rutila amenazante debajo de la manta. Las grandes crónicas de Bonafoux no
tendrían cabida cien años vista de todo aquello, en este ambiente de cambios
milenaristas no por falta de “ quórum “, sino porque aquí manda el dólar
patrón. El que se mueva no sale en la foto. Quien no regatee dentro de la
franja de lo políticamente correcto acampa extramuros. Es un sistema de valores
que exalta a los mediocres o a los pastueños y depone al genio mientras desdeña
al hombre honesto, y se lava las manos a lo Poncio Pilatos córam populo cuando
vienen los pregoneros de la verdad. No hay término medio. O lo tomas o lo
dejas.
No deja de
tener una importancia clave a la hora de evaluar los márgenes de libertad y el
respeto que sienten desde siempre los españoles , y mucho más estando el país
en guerra y habiendo sido derramada allende los mares tanta sangre española, el
que el antillano se confortase como un bufón en medio del diluvio, y fuese
capaz de escribir lo que escribió. Por eso, en un arranque de desprecio hacia
la causa independista, cuando España es insultada por un periódico
portorriqueño el “ Borinquen “ pagado por Hearst, Bonafoux, saliendo en defensa
del país al que tanto amaba y zurraba duro con sus sueltos, se destapa
arremetiendo contra los gorrineros yanquis. Hueste sanguinaria y salvaje,
enemigos de la cultura y de la civilización europea, un pueblo que ha nacido
con un complejo, el de gringo.Yo me debo a España, el país que me ha acogido y
me tolera. Lo que yo escribo jamás podría ser entendido en Nueva York. Les
sonaría a música celeste, porque no se hizo el badajo de mi campana para tocar
a vísperas en ese convento. Y hasta puede que me metiesen en la cárcel o me
pegasen dos tiros. Es una pena que a lo que a nosotros nos sobra, querido
compatriota chico, es decir: valor y huevos, a ellos les falte. Pero aun más
penoso es admitir que nosotros carecemos de su poderío militar y de su fe en el
futuro. Ellos hablan de fair play y nunca juegan limpio. Son odiosos
imperialistas que hicieron suya la frase de Roma “ divide et impera “.
Dominarán al mundo porque no son del todo buenos. Porque carecen de escrúpulos.
Pero un día también a ellos les llegará su hora. Y caerán.
En
este artículo , quizás por un lapsus calami, cayó en el exceso que tanto abominaba: el
patrioterísmo, la xenofobia, el jingoísmo, pero debajo de sus frases asoma la
oreja el español refractario a todo , el disconforme, porque aquel indiano
había hecho bandera de la consigna de: “ yo de entrada me opongo “.
Sus
percepciones, aun en forma de exabruptos navajeros, no son para ser echados en
saco roto. Bonafoux , más que un gacetillero, era un filosofo de la actualidad.
Tenía un poderoso ojo clínico para calar en los trasfondos de cualquier
acontecimiento. Este juicio sobre el imperio que vendría cobra un interés de
primera mano para conocer al coloso que rige los designios del universo. Ellos
son los muñidores de conflictos internos en las naciones. Bélicos muñidores. “
Warmongers” sin contemplaciones. La frase de “ remember the Maine “ le había
quedado grabada en su alma de español transplantado a Puerto Rico y advierte de
que los vencedores seguirían pasando factura a los vencidos durante mucho
tiempo.
Según él,
tardaríamos más de un siglo en olvidar el 98, y este pensamiento sale a relucir
cuando el periodista viaja por el norte de África y escribe una serie de
reportajes sobre nuestros vecinos al otro lado del Estrecho.
Esto
precisamente vuelve los escritos de este humilde plumífero que no se cansó de
corear contra la injusticia y el avasallamiento de los poderosos mucho más
estimables. Un auténtico tesoro para los anales que siguen ahí guardando el
turno del polvo de las hemerotecas en espera de una mano valiente que lo
exhume.
A pelear a
Cuba sólo fueron los pobres. A los ricos
se les eximía del servicio previo pago de una fiducia de levas.
Pues bien,
ha vuelto Pinín. Regresó a morir en la aldea. Rosa se casó seguramente con
algún palurdo que, al regresar cada noche del chigre, la mal trata, y “ La
Cordera “ fue llevada al macelo de Noreña. Era demasiado vieja. No valía para
ser uncida al yugo, ni tirar del arado y la reja y acabó, hecha cuartos, en la
mesa de algún arcipreste, o reclamo de la olla de algún señorito. Pero las
frases de despedida ,cuando se escucha ya silbar al tren detrás de la sebe, que
se va a llevar a la vaca materna al matadero, y al pobre recluta a la charca infecta
de Cuba, entonadas desde el estertor de poesía que guarda las mejores fibras de
la literatura en castellano , seguirán vibrando como un símbolo de la infancia
que se va, de la inocencia que se pierde, de la injusticia y de la brutalidad
del mundo que triunfan. A la corta y a la larga, todos acabamos siendo
derrotados. Pero la belleza nunca muere.
- Adiós, Pinín. Adios, Rosa. Adiós, “ Cordera “...
He
aquí la mejor glosa a todo cuanto pueda decirse a lo acaecido aquel año
fatídico. El siglo XX se desayuna con holocaustos. Muertes. Infamias. Maines.
La razón de la fuerza sobrepuja a la fuerza de la razón. Vienen guerras
apocalípticas y nombres de batallas que cantarán como una amenaza en sus
aquelarres, trocados en baños de sangre, las bocas desdentadas de las sibilas y
los casandras. Se habla el inglés en estas tenidas. A lo mejor es porque a
Moloch le gusta disfrazarse de “ Uncle
Sam “ que chapurrea consignas de destrucción en bajo la apariencia de un candor
inocente de niño anciano, pantalón a cuadros, la chistera de usurero, y entre
col y col, perrito caliente, alguna leche en polvo, envuelta en una página del
sesudo “ New York Times “. Es el gendarme del mundo, el gran profeta del dolar,
el sacerdote de una nueva religión cuyos templos mayores abren sus puertas en
Wall St. Y en Hollywood. No hay tal. No hay bosques sagrados. Ese viejito del
logotipo, que por otra parte , pese a las canas , da muestras de una anacrónica
agilidad en apariencia inocuo guarda el secreto de un proyecto diabólico y feroz,
fruto de un cierto complejo de inferioridad con respecto a Europa. Alza la bandera de la fraternidad
universal, pero en el envés se agazapa la añagaza.
Añagazas y
pretextos que son buen caldo de cultivo para los “ clownes”, los oportunistas,
y los bigardos. El triunfalismo con que aquí algunos se entregan a hacer la
palinodia del euro, la moneda única que viene, recuerda un poco la euforia con
que algunos políticos de la Carrera de San Jerónimo, bien calentitos al lado de
la estufa y sin haber navegado jamás, hablaban de meter en cintura a la marina
yanqui en menos que se persigna un cura
loco. Al revés te lo digo para que me
entiendas: el triunfo del euro comporta la exaltación universal de la valuta
norteamericana. El ambiente está tan enrarecido como entonces. La misma
desesperanza. Mitigada por el optimismo futurista de ciencia ficción. Igual
sensación de derrota..
Bonafoux
es implacable a la hora de calificar a las gentes de su oficio. Pero sus
inexorables dictámenes “ el que tiene una pluma en las manos, y sobre la
mesa unas cuartillas que deben
transformarse en pan cotidiano tiene el “ cerebro enfermo, pero un corazón para
sentir y unos nervios que se engarabitan, y no ha querido prostituirse en el
bajo oficio de periodista, ese tal no tendrá otro remedio que escribir lo que
piensa y lo que siente, y, al hacerlo así, veráse fustigado por el ladronzuelo,
por el polizonte, por el imbécil , por el canalluca, por toda esa partida de
malhechores y de mentecatos refugiados en el periodismo, ancho campo de
Castilla, en el que ser periodista suele serlo todo menos una persona decente y
de letras, y equivale a arrastrar la cadena de ingratitud que imponen las
preocupaciones y los convencionalismos de una sociedad retrógrada y podrida...”
para la gente de su oficio.
Es un
párrafo que se ofrece a la meditación ,porque en 1998 guarda una actualidad
profunda. ( Consultar las páginas del “ País “, un artículo que lleva por
título “ Mi Credo “de mayo de 1898), uno de los alegatos más amargo que figuran
en los anales del periodismo español.
Sus
crónicas de Tánger tampoco han perdido ahora ápice de una rabiosa
perentoriedad. A algunos ilusos aljamiados se les volverían los dedos huéspedes
. Porque es implacables con el muladí: “ Este pueblo moro, tan desgraciado
hoy y tan firme en su credo, que se recuesta en la basura y los andrajos de
Tánger, fue el pueblo artista por excelencia. Tenemos los españoles el mismo
orgullo; el mismo fanatismo de religión; el mismo valor personal; los mismos
piojos... “
Y
sobre las levas que marchaban alegres a combatir: “ Otro refuerzo. Otros
miles de jóvenes que van a la guerra de Cuba, a la manigua, al surco, a la
tumba. Hemos enterrado doscientos mil. Aun hay juventud. Aún podemos enterrar
muchos más hombres. Cavemos. Cavemos...”
A
veces sus artículos se convierten en un epicedio o rito de exequias. Salen de
su pluma las fúnebres notas de un responso, que recuerdan las danzas de la
muerte. Los repatriados son escupidos del interior de los buques transporte y
enchiquerados en vagones ovejeros, que se transforman en lamentables lazaretos
ambulantes, anticipo de la huesa. Los convoyes avanzan por la planicie
castellana portando un cargamento de despojos humanos. Casi eran un pregón
estos soldaditos, palúdicos y esqueléticos de los múltiples holocaustos que
estaban a la vuelta de la esquina en el azacaneado siglo XX. Hecatombes masivas
que se llamaron: El Somme. La Marne, Stalingrado, Brunete, El Ebro, Ausschwitz,
Mathausen, Leningrado. Nombres que avalan páginas teñidas de sangre de nuestro
cruento siglo XX sin distinciones de rango o de categoría
A modo de
un nuevo Ezequiel que clama sobre los huesos calcinados su dolor a orillas del
Qbar, el autor es asaltado por la visión de las calaveras en tránsito, las
canillas que suenan, los dientes que castañean a causa de la fiebre. Es una
turba de derrotados cuyos huesos crujen en el vaivén de los vagones, ese
traqueteo fatídico del tren en el que regresa un ejército derrotado,
proyectando sobre el ancho mundo los ecos macabros de las estrofas de un
moderno “ Dies Irae “.
Las
garganta resecas aun guardan alientos para entonar una milonga, o una
guajira y rasguean las guitarras
desfondadas como para ahuyentar a la muerte o hacer un exorcismo contra su
propia desolación. Vibra en el aire entonces la quejumbre de una jota, grito de
guerra ancestral y misterioso, trasunto de los familiares dioses del terruño.
En las cuerdas de la guitarra rota vibra aún la bravura del ataratxo y del
ijujú celtíberos.
Barcos y
trenes fantasmales porteando la carne que se pudre surcan la llanura o aguardan
en los apartaderos a la espera de la última orden de expedición. Los brazos de
los ex combatientes ya no tienen fuerzas ni para sostener el “ Mauser “. Son
los navíos que hacen la aguada del desastre y navegan las postreras singladuras
de la carrera de Cuba y de Filipinas. Hay pocos escritores que, como Bonafoux y
Clarín hayan levantado acta con tanto patetismo de lo que supuso todo aquello.
El 15 de
febrero es volado el acorazado “ Maine “. Ningún oficial de alta graduación se
encontraba a bordo. La mayor parte de las dos centenares de víctimas estaba
entre la marinería. El 18 de abril, el Congreso de Estados Unidos aprueba una
resolución conjunta, en el que se responsabiliza a España de la catástrofe, y
son reclamados daños y perjuicios. Es un verdadero ultimátum. Cánovas se
resiste a aceptar las condiciones yanquis que evalúa como un auténtico reto a
la dignidad lacerada de todo un país. El orgullo de estirpe hace explosión a lo
largo y a lo ancho de los titulares de los periódicos de Madrid. Desplantes,
inútil arrogancia, amenazas inocuas. Grandilocuencia española de lo más cutre.
Algún plumífero se atreve a llamar a los gringos “ gorrineros “. “ Os haremos
adobo y embutido de Chicago “, dice.
El primero
de mayo de 1898 los cañones de la armada estadounidense comandada por Dewey en
el Pacífico escriben en Cavite una de las páginas más negras y heroicas de la
Historia de España. Sistemáticamente, son destruidos uno a uno nuestros barcos.
Hay 58 muertos y 236 heridos.Todas las bajas en el bando del vencido.
Una semana
antes, el ejecutivo USA había cursado instrucciones a la Escuadra del Atlántico decretando el
bloqueo marítimo de la Isla de Cuba. El 12 de mayo los acorazados de Sampson
bombardean San Juan de Puerto Rico. El 3 de julio , en medio de la confusión
imperante y al cabo de un intercambio de
telegramas que iban de un lado a otro del charco un almirante Cervera perplejo y dubitativo manda izar la
grimpola en el pabellón de combate de su nave capitana. La escuadra sale a la
desesperada pero en perfecto orden a
encarar una muerte segura. En frente se apostaba la poderosa formación
naval estadounidense, que se limita a hacer carne sobre nuestros soldaditos.
Algunos historiadores han definido el desigual encuentro como unas maniobras
navales con cebo humano, un ejercicio de tiro al blanco. Perecen los capitanes
Villaamil y Eulate. Cervera y su ayudante fueron recogidos en un esquife que
les largaran por compasión los vencedores. El grueso de la flota quedó hundida.
Los náufragos ganan a nado la costa donde son recibidos con muestras de afecto
a causa de su gallardía por los propios insurrectos cubanos. Por algunos
instantes muchos cubanitos olvidaron a sus caudillos, José Martí y Antonio Maceo que habían muerto
peleando contra los españoles. En Santiago de Cuba ni en todo el Caribe se
podrá olvidar el gesto que pone a recaudo el honor de todo un pueblo vencido
pero siempre enhiesto.
12 de
agosto de 1898. Cuatro de la tarde. Sala Oval de la Casa Blanca de Washington.
Se firma el protocolo de rendición. España deberá abandonar sus posesiones en
Cuba, Puerto Rico e Islas Filipinas. El primero de octubre se firma el Tratado
de Paz de Paris, donde se da el finiquito a España como gran potencia. Luis de
Bonafoux anota el último acto del drama colonial español con laconismo: “
Hoy uno de octubre de 1898, llegaron los señores comisionados por los gobiernos
español y norteamericano para firmar la paz entre la poderosa república y la desfallecida
monarquía.
Pasa
a renglón seguido a fijarse en un detalle: el porte de los diplomáticos
estadounidenses, que tenía la piel sonrosada y el aire de niños grandotes.
Trabajaban en mangas de camisa, mientras el jefe de la delegación hispana, Montero
de los Ríos algo cargado de hombros y cresticaído, no cesaba de toser; iba
arropado a un tapabocas y embutido en un gabán de alpaca. Contrastan los
coloradotes gringos con los españoles demacrados y tristones.
El
comienzo de las reuniones en el Quai d´Orsey coincidió con la hora en la cual
los vendedores de periódicos coreaban las últimas noticias del asunto Dreyfus.
Se comió
bien , pese a todo. El periodista, testigo de aquel encuentro en la cumbre,
hace la siguiente anotación.” Los platos del banquete estuvieron en
consonancia con la índoles del mismo. Hubo una salsa “ Rosette “, un “ canard “
helado y una ensalada “ mimosa “. Todo el mundo estuvo muy digno, rivalizando
los comensales en le buen deseo de no mentar la soga en casa del ahorcado. Se
almorzó bien. Se bebió mejor. Y a los postres se fumaron buenos vegueros
procedentes de la Cuba que se han fumado a nosotros los yanquis...
Difícilmente
se puede expresar con tanta cordialidad y humor el paso de un momento tan
trascendente.El marcado contraste de la euforia joven del vencedor con la
dispepsia y astenia del vencido. Se enfrentaban dos formas de entender el
mundo. La Europa, caduca, y la américa ,
vigorosa. La vida sigue. La firma de
Bonafoux empezó a ser cotizada y temida
en los salones. Sin duda se trataba de uno de los grandes cronistas y
corresponsales en el extranjero. El
gobierno francés se rendía a sus píes.
Otro día recibió un sobre de 20.000 libras esterlinas. Chamberlain ,
premier inglés había dicho: “ hay que tapar esa lengua viperina de la víbora de
Asniéres “. El interesado tampoco hizo demasiados ascos al soborno. Después de
todo no era tan incorruptible como parecía. Con esa suma se compró una casa de campo en la costa de
Normandía .
Su fama
subía como la espuma, pero llegó la hora de las envidias y de los recelos.
Durante la primera guerra mundial el periodista español recibió el sambenito de
germanófilo. Él, que odiaba a los “ bochos “, el imperialismo prusiano y toda
suerte de imperialismos, pero que no
podía menos de ensalzar la filosofía y la música alemana - no se callaba nunca
- es invitado por orden del gobierno Clemenceau a abandonar París en el término
de cuarenta y ocho horas. Tuvo que malvender sus enseres y sus queridos libros
y huir a Londres. Desde allí sigue despachando crónicas para el “ Heraldo de
Madrid “. Vive en un sotabanco del barrio de Hammersmith. Tanto su esposa
Ricarda como sus hijos Tulio, Clemencia y Lágrima- la bautizó con el nombre de
Lágrima, a sabiendas de las muchas lágrimas que ha de derramar la familia de un
periodista - pasan estrecheces y privaciones.
El último
envío lo data la víspera de su muerte ocurrida el 28 de octubre de 1918. De un
aneurisma, a las once de la noche en su domicilio londinense, número 148 de la
calle King Street, de Hammersmith. Tenía sesenta y tres años de lucha
quijotesca contra la adversidad aquel pugnaz atlante de la pluma, aquel
banderillero toreando en las mejores cuadrillas del 98, abogado de todas las
causas perdidas. El “ Heraldo “ inserta el 29 de octubre el cablegrama del
audaz cronista que murió a pié de página en portada junto con una sentida nota
necrológica, en la que vuelven a endilgarle el sobrehúsa de “ humorista “ a él
que era el pensador serio y profundo. Tuvo que ser inhumado casi de caridad en
el cementerio de Kensal Green, donde yacen sus restos al lado de su querida
esposa fallecida tan sólo unos días antes, Ricarda Valenciaga - por ironías del destino: el que había
tachado a las españolas de histéricas y cursis vino a casarse con una vasca
afincada en Madrid -, que había dejado este mundo unos meses antes. No lo pudo soportar. A partir de agosto el león
se desploma.
Había
gritado la verdad sin ropones dialécticos. Sin ambages. Todos los grandes
escritores de su tiempo- Baroja, Azorín, Joaquín Dicenta, Galdós, Unamuno -
reconocieron su inmenso prestigio. Vieron en Bonafoux, conocido por su
seudónimo de “ Aramis “ o el apodo de” la Víbora de Asniéres” a un digno
heredero de la trayectoria de Larra y de Quevedo. Era todo un escritor de la
mejor vitola. Hoy casi olvidado
En 1974 al visitar su tumba en el cementerio
de Londres sentí una extraña emoción. Está el lugar al lado del hospital
maternidad de la Princesa Beatriz, donde casualmente un 20 de mayo nacería mi hija
Bonafoux le
hace sentirse a uno orgulloso de haber abrazado esta bronca, pero maravillosa
profesión del periodismo. Como él, yo también he sido corresponsal en Londres y
he sentido la mordedura emponzoñada de las culebras del fondo de reptiles.
Yo también sangro por la misma herida. Comprendo la
cólera nazarena de este caribeño que amó a su patria sin haber sido nunca ni
comprendido ni correspondido.Fue él de todas el rey de los cronistas. La cólera
disfrazada de ternura. Tenía que ser así, porque vivió momentos difíciles. Un
heraldo de lo que habría de venir, aunque al egregio “ Aramis “ le cupo en
suerte tener donde escribir. Este nazareno de la literatura, este paciente Job,
que vino a los suyos y los suyos no le recibieron, por más que lo temieran, lo
odiaran, y, transpuesto el dintel eterno de la sepultura escupieran sobre sus
restos y lo quemasen en efigie, porque España , si de algo nunca adoleció fue
de algún que otro auto de fe, alguna ordalía, siempre tuvo un órgano de opinión en el cual exprimir sus
conceptos
* * *
VIII
MUCHOS MONTEROS LA GARZA COMBATEN ****
M. DELS SANTA OLIVER, EL GANIVET CATALÁN
La poesía tradicional española
es no sólo fuente de conocimiento y de experiencia sino también una especie de
analgésico que brota de la boca del pueblo en los instantes más solemnes. Aquí
se sabe bastante de sufrimientos y de infamias, pero pocas naciones del planeta
tienen a su alcance una riqueza cultural tan prestigiosa para pechar contra las
dificultades. Este patrimonio hace al habla castellana única, por más que
muchos hoy traten de obviar este hecho. De la pléyade de autores - esto es una
verdadera desgracia nacional - sólo se conocen unos cuantos que en la mayor
parte de los casos no suelen ser los mejores, aunque sí los famosos. Pero
vinimos insistiendo en que el concepto de famoso, según la acepción antigua, se
ha devaluado. Hoy contamos con un sinnúmero de famosos instalados, calderilla
mitótico, tonadilleras y toreros de quita y pon, pero es muy escasa la lista de
celebridades.
No hay más que echar mano del romancero , o
de las Soledades de Góngora para adentrarse un poco en la riqueza órfica, ese
laberinto maravilloso que es la gran literatura española. Aquí está el ejemplo:
Muchos monteros la garza
combaten.
Por altos oteros los perros la llaten.
Neblíes, muy veloces, sobre ella se abaten.
Bueno será no la maten. ( Anónimo del
romancero tradicional)
Este madrigal , atribuido a Cristóbal de
Castillejo, resume en esencia lo acontecido en el año fatídico. La garza
que huye del acoso de los podencos , tantos interiores como exteriores, que la
persiguen, es un símil de España en la tesitura del desastre. Detrás vienen
arreando las rapaces, buitres, gavilanes, esos halcones inconfundibles de pico
curvo y mirada penetrante - Cronos que devora a sus hijos -, gesto fosco y el
corazón helado, pajarracos encaramados, aves de presa en alcándara que aquí con alta frecuencia ocuparon los
podios de privilegio..
El peor enemigo del español y lo español
es... El cainismo hizo siempre aquí más daño que las termitas. Puede que el
sarcasmo de Bonafoux se ensañase con algunos estamentos de la clase dirigente,
pero no marra, cuando, al hilo de la visita que hizo el Sr Castelar. Que comía
con los dedos y tenía la fea costumbre de aplastar los garbanzos en la calva,
a París, dice: “ Estos políticos
nuestros, ay, que a los plumíferos españoles no les dan ni una tagarnina, se
dedican a regalar cigarros puros y a sobornar al francés y pagan fuertes sumas
de dinero por una entrevista “. Resulta casi un apotegma infalible a la hora de
definir el papanatismo nacional. Lo serviles y espléndidos que podemos ser con
el de fuera, y lo cicateros y ruines con el que tenemos dentro. Que es mejor en
cualquier caso que el que se llama Thompson, o Schmidt, o monsieur Dupont, pero
que tuvo la desgracia al nacer de apellidarse López. Otro gallo le cantaría, si
en lugar de ser Pérez, fuese un - Mac Pherson o perteneciese a un clan de
familias de doble dígito. Este atavismo
bien puede venir del tiempo de los godos. Un anhelo que ha estado siempre entre
nosotros de probar que somos mejores que el vecino, que nuestra ejecutoria de
hidalguía es más probada y despampanante que la ajena.
Así nos pinta. Dicen los ingleses:”
The green in the other side is greener than my own “ El verde
del prado de enfrente es más verde que el de mi cerca. Pero es ésta, la de cuño
anglosajón otra clase de envidia muy diferente a la hispana que se siente
todavía dominada por el concepto de tribu. No es el odio africano, quizás un
legado del soterrado carácter moruno corriendo por nuestro torrente sanguíneo,
que a nosotros no nos deja vivir, y puede ser que explique la falta de una
habilidad manifiesta para establecer un clima de estabilidad en la convivencia.
Sin solución de continuidad aquí está el
cerrilismo de los que viven aferrados al BOE, los amantes de las menudencias, masa funcionarial donde sólo
descuella el gregario y el mediocre, pero que es un lince en la aplicación de los artículos competentes, apasionado de
la letra muerta, y el ácrata, el ultramontano y el conspirador. No hay término
medio. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.
Ahí, sin ir más lejos, tenemos el caso de
CJC, que se pasó muchos años metiendose con la España del boletín y tente
tieso, y es ahora parte de los VIPS. El otro día le arrearon unos milloncetes
para su fundación de Iría Flavia, cuarenta, que es un buen pico. “ Os pimentos
do Padrón unos pican e outros non “. A las veces, y de qué manera en otras
partes, se convierten en guindilla y en pimentón. Porque, mientras a nuestro
laureado Nobel le caían esos verdes a montón ,
hay editoriales como “ Opera Prima “ entregada a la loable labor de
fomentar la lectura y abrir la puerta del Parnaso a los inéditos, que tan crudo
lo tienen, y que están al borde del cierre, y que no reciben un céntimo del
Ministerio del ramo. Se conoce que la fórmula del que “ aguanta gana “ le ha
dado buenos réditos al coloso de nuestras letras, a nuestro Nobel, en
detrimento de los jóvenes y los que pretenden abrirse paso en el reino de la
literatura, que sigue siendo avispero más abigarrado y zumbón hoy que cuando el bueno de Bonafoux bajaba al
Tártaro de los cenáculos literarios matritenses y tiraba de la manta. Allí ,en
los sotabancos de la hedionda cloaca, madriguera del fondo de reptiles, se
enroscaban sapos y culebras.Los postmoderno puede que les saquen ventaja a
aquellos castizos agamenones “fin de siècle”. Pero nada se puede hacer al
respecto. Con estos bueyes hay que ir a labrar.
Actualmente, a efectos del engorde de la res
,y por los apoyos que brinda la ingeniería genética, cunden batracios y ofidios
de envergadura mayor. Se han sofisticado. Ululan y pululan por entre bastidores
con gran alacridad. Las lagrimas de Larra, el que dijo que en este país
escribir es llorar se multiplicarían por diez. Ya no son aquellos muertos de
hambre de “ pasen los periodistas y coman , señor marqués “, sino de auténticos
millonarios con caja blindada ,talonario de cheques, y su nombre todos los días
rodando por los papeles, hasta en la prensa rosa ,You have to sell, baby,
a los que habría que echar de comer aparte.
“ Miro los muros de la patria mía “. Dicen
que el mejor amor a España es aquel que nunca tiene que decir nada. Pero hay
algo de trágico en este mutismo y mansedumbre. Vengan cajas de puro a estos
señores, que hablan en inglés y parecen tan listos. Pero a nuestros pobres “
pelaos “ ni un mataquintos. Ha dicho el jefe que te presentes. ¿ Quién yo ?.
Sí, tú. Aquí, el que se mueva, a lo poco, lo meten mano y a lo mucho, un
zurrío. Quevedo, el monstruo de nuestras letras, se tiró un lustro en un penal
por una mala coplilla. Eh, tú, espabila.
Pero ni puto caso.
Si tú te llamaras Paúl Preston, aunque seas
un merluzo, o un torrezno de esos con que se adoba el Yorkshire Pie, pues,
todas las puertas francas. Pero , como te apellidas Parra, y encima te gusta el
vino, tu padre se llamaba Silvino - que predestinación más dulce y carismática
a las dulces caricias de Baco - y a mucha honra, que fue el mejor padre del
mundo, por mucho que le hayas enseñado el castellano al historiador ese, cuando
desasnabas potros y les metías en la sesera las normas de la Gramática de
Nebrija en aquella High School de Hull,aquellos chiquitos privilegiados,
algunos de los cuales acabaron en Oxford, como Preston, el caso que nos ocupa,
te dan con ellas en los hocicos. Te sueltan aquello de “ Hagame usted el favor,
señora “ o “ Vuelva usted mañana “. O algo por el estilo.
Ya digo: aquí, donde todo es cuestión de
rangos y bien que distinguimos a los caballeros mutilados de los jodidos cojos, eso de adornar nuestros
blasones con algún roel extranjero mola harto.
Muchos monteros la garza combaten... El
estro de este inspirado poema, rutilante espasmo donde brinca la pena por
nuestras desdichas nacionales, en su tono elegiaco es una rigurosa profecía de
lo que sucedió y de lo que aun puede suceder. Si continua la caza, de la pobre
zancuda no van a quedar ni pluma. Se la comerán los lobos y la rapacería de los
“ ligeros neblíes “ dará bien pronto cuenta de ella.
Habrá que hacerse la misma pregunta que se
formulaba Ganivet por estas fechas, hace justo cien años.¿ Habremos llegado al finis
Hispaniae ? ¿ Han empezado a escribir en la pared y la ominosa frase que
vio Daniel “ mane tetzl fa res “ crepita sobre nuestras cabezas ? No hay
respuesta posible a tal interrogante. Muchos no leen la Biblia y tienen a San
Daniel, el gran profeta, metido en el pozo de los leones. Quieren aherrojar su
voz tremenda, que, desde el hondón del pozo de los siglos, prosigue lanzando el
tremendo aviso del Señor: mane
tetzl fares ( mañana vas a
morir; mañana me has de rendir cuentas).
¿Quién piensa en eso ? La
ciudad vive alegre y confiada.¿ Oniromancias decían vuesas mercedes? Aquí el
único mago autorizado- está visto que en España la guija de los astrólogos y “
veoras “da a dos calles: al aire de la briba y al de la
decadencia- es el brujo de los famosos,
ése de las túnicas recamadas de oros y la melenita rubia “ de bote “ que les
lee las cartas a los personajes del papel rosa, y les palpa la chequera y entra
arrollador como una elefante de la ciencia infusa en la cacharrería de la
fatalidad ¡ Maldito Rasputín ! Vale ya de tanto vidente y de tanto horóscopo
. A Cristo lo han convertido en un curandero
o un demagogo. Más no quieren saber. Y comamos y bebamos que mañana moriremos..
La palabra solidaridad ha venido a ocupar el lugar de la caridad. De justicia
no se hable. La fe y la esperanza andan por los suelos. De la vieja religión de
nuestros mayores está haciendo mera filantropía. Siempre es un peligro
convertir a la Iglesia en una ONG que se encargue de las tareas menestrales del “ remedial work “ y
dar el visto bueno y cohonestar los atropellos de un sistema injusto , que
practica el “ dumping “ con todas las bendiciones papales , vende armas a los
contendientes reavivando las llamas de antiguos enconos étnicos y de las
reivindicaciones nacionalistas de signo tan feroz como troglodita y mostrenco
para que se maten unos a otros en el Continente de la Sed, y luego manda unas
monjitas a curar a los pobres negros. Así se lava la mala conciencia. Lo que
hacen esas monjitas es heroico ,pero mucho más heroico sería que el
misionerismo no hubiese tenido que ser nunca, ni que tuvieran que salir esos
religiosos de sus conventos. Porque aquí en la Europa finisecular , tan
católicos como somos, no andamos muy sobrados de la Palabra de Dios, y muy
ternes en la practica del Mandato Nuevo, esto es el Amor, piedra basal de todo
lo que en el pasado constituyó nuestra civilización. Se quiere buscar al
prójimo en las chimbombas, cuando es nuestro vecino al que no le damos los
buenos días, o el hermano con el que no nos hablamos desde hace mucho tiempo.
La mujer a la que se falta al respeto, o el marido al que se grita o al que se
ponen los cuernos
¿ Es este el estilo y la clase de
civilización que queremos inculcar a los pobres negritos?
Luego se presionará a los gobiernos para que
levanten las restricciones a la inmigración, porque aquí lo que parece haber
empezado es el tiempo de angustia y congoja , pressura gentium , anunciadas
por el Evangelio , estando en marcha todo un plan de inculturización de río
revuelto, que no es - a nuestro modo de ver - sino un proceso de descristianización a marchas forzadas. El
descepe de la viña del Señor .La caridad empieza por el “ gnosce te ipsum “
pero, aquí ni caso. Eso sí: nos perdemos en altos conceptos y maximalismos sin
tener la retaguardia a cubierto ni poner el orden en nuestra propia casa . Nos
metemos al oficio de redentores cuando nosotros mismos estamos perdidos en la
barahúnda de nuestros propios
desarreglos. El viejo aforismo reza lo de juntos pero nunca en cama redonda. El
río ahora por desgracia anda muy revuelto, con lo que estará habiendo mucha ganancia
de pescadores, pero corre peligro de salirse de madre.
Por eso,
hay veces que pujos de bilis vomitiva se nos sube a la punta del gañote.
Casi dan arcadas. Y, goteando cólera, la pluma tiene el deber de alzarse contra
toda esa morralla de charlatanes, vividores y pancistas, hermanos de la Orden
de la Garduña, que Dios los cría y ellos se juntan. Es la mayor institución
junto con los jesuitas ( porque aquí la muleta del perista y la boina del
pordiosero marchan concomitantes con el escapulario y la camándula del fraile,
y el puñal que defiende la honra ) ha dado este país a Europa. La
Contrarreforma es cosa de místicos,
iluminados y de valientes capitanes y conquistadores por un cabo y , por otro,
de pícaros, hampones y busconas. Todos ellos iluminados , provenientes de
conversos, que en un país de castas como éste, nunca podrán lavarse de la
sospecha de sangre manchada. La palabra de doble acepción, la expresión
retorcida como en esos cristos de Gregorio Hernández en que la gubia ha querido
arrancarle quejumbres y ayes de dolor al pino y estrellas al pedernal. Teresa
de Ávila cuando cuenta cómo fue transverberada no hace otra cosa que relatar un
orgasmo, y no lo decimos en son de irreverencia, sino para explicar esta
visceralidad a la vez hipócrita, desmadrada siempre como buena extremista,
fruto del cálculo. Los marranos, como se
sentían un pueblo cercado, ponen en juego sus recursos. Utilizan por primera
vez el metalenguaje.
Ellos apuntalaron la tambaleante fe muriendo
por el Papa en las llanuras de Flandes o, licenciados de las levas, se
convirtieron en mendigos, patibularios desharrapados, carne de horca. Para su
consuelo, y el nuestro, recordemos que Cristo fue el personaje más ninguneado y
triunfante entre los hijos de los hombres. España , una nación a la cual, por
defender la fe del Gran Perdedor - nación grande y eterna- le ha tocado
desempeñar el papel de antagonista en la Historia, papismos aparte. Tantas
veces hemos tenido que ir por la vida de nones. Pero en nuestro fracaso estará
algún día nuestra exaltación. Será la compensa a tanto menoscabo, a tanto
silencio, a tanta cólera. El símbolo de la garza acosada por los monteros,
latida por los podencos y abatida por el gavilán es un símil deslumbrante de la
tragedia que comporta en unos cuantos casos el sentirse español. Y cristiano.
No judío, ni mahometano. Cristiano como el Cid, un mozárabe. El término católico
con el paso del tiempo se ha desgastado y no responde a su sentido de
universalidad ecúmenico, sino a una particularísima forma de interpretar el
mundo desde el dogma romano. No se ha de perder de vista que la reacción contra
Lutero fue llevada adelante por conversos. Santos y místicos que venían del
Judaísmo: jesuitas, Teresa y Juan de la Cruz, el propio Francisco de Sales. Desde
el Renacimiento las arcas de los papas, el dinero de San Pedro, ha estado en
manos de financieros hebreos. Las obsesiones sexuales, el culto a la
personalidad, la frialdad sibilina, la visión personal de Dios, están en el
Levítico.
Ante semejante espectáculo, se nos amotina
la sangre en las coronarias. España contra todos. Violada, escarnecida,
risum teneatis de la historia. Ya lo avisó Quevedo en la “ Hora
de todos “. Pero ese aviso le valió primero el destierro y luego una mazmorra .
Acabaron por llamarle “ jodio cojo “ y , por haber proclamado la verdad, todo
un exorcista de los demonios familiares o un diácono en su mejor hora que sube
al púlpito a proclamar el Evangelio ( “ no recibiréis poderes contra la carne y
contra la sangre sino contra los espíritus inmundos que pueblan el aire “ les
amonesta el obispo en la liturgia de ordenación a sus diáconos ) le siguen
ninguneando la gloria, alegando Dios sabe qué historias de que se metió con los
genoveses y de que hace chirigota del judío,
él que ha sido el mayor hebraísta que dieron las Españas. Doble
sambenito. Triple coroza. Por eso, el grueso de nuestras letras está integrado
de grandes desconocidos. Los Olvidados del 98 sirven para alimentar el fuego
sagrado. Para guardar la memoria.
Dentro de ese rango habría que evaluar a Miquel
dels Sants Oliver, autor de uno de los grandes libros sobre esta
gran encrucijada, la enorme incógnita que, a lo que se ve, permanece sin
aclararse. Se llama la obra literatura del Desastre. Es la versión más
perspícua y circunspecta de lo
acontecido y contada por un catalán, nacido en Mallorca, que fue periodista
y director de “ LA VANGUARDIA “. Es un hombre avisado y diserto , desde
la franja mediterránea , la del “ seny”, del “ cap i cassal de Catalunya “,
apasionado catalanista pero español de cuerpo entero. Sus escritos y
percepciones acrisolados de serenidad reflejan ese juicio ecuánime que falta
siempre en Madrid, donde las cosas tienden por fas o por nefas a ser sacadas de
juicio. Aquí se cae en la adulación lisonjera o en el desmelenamiento. En la
altiplanicie las cosas se ven con harta
frecuencia sin proporción. Quizá sea un vértigo de aceleración centrípeta, un
mareo en el que no suelen incurrir, a diferencia de los mesetarios, los españoles de ribera.
De la misma forma que el mejor canto a
España está en catalán- brotó de la pluma
la pluma de un cura de Vich , mosén Cinto Verdaguer, en la “Atlántida,
han hecho aquí mucho más daño los separadores al uno y al otro lado del Ebro
que los separatistas.” De Castilla nada, menos la lengua y de Catalunya, todo,
menos la lengua “. Al socaire de dicho tropo en el que se condensa el drama
misterioso o el extraño fenómeno de por qué a nivel oficial el idioma de Llul
deja de utilizarse a partir del s. XVI. Se produce una parálisis, una especie
de afasia, pero es una afasia enriquecedora para la cultura española, porque ,
pensando en catalán, la mayor parte de los autores, desde Boscán para atrás -
nació en Barcelona en 1501- escriben en castellano.Hoy afortunadamente la
lengua del “ sentit comú “ y del “ Virolay “ está en vías de recuperación.
Lo demás ya se conoce: muchos abusos. Desde
la desproporción aquellos profesores años atrás que negaban a ese inmenso
idioma de Corominas la entidad de lengua endosándola la categoría de dialecto
hasta los que pretenden volver el cuadrante del reloj muchos siglos en
dirección inversa.
El Principado fue el gran perdedor
industrial de la derrota del 98. Ese es un hecho inconcuso. Representaría una
pérdida de masa salarial y de riqueza. Industria naviera y tabaquera, emporio
textil, etc. Ello redundaría en los luctuosos sucesos de la Semana Trágica de
1909. La liquidación del último florón del imperio comportó el derrumbamiento
financiero de no pocas empresas. Por eso tiene importancia la versión de la
catástrofe vista desde el blanco de mira de esa ciudad moderna, industriosa ,
adaptada a los cambios y de un perenne aire cosmopolita que ha sido La Ciudad
Condal Es una región con fuero y lengua propia, pero la que ha ido tirando del
carro de este proyecto de futuro que se ha dado en llamar España
. Sants Oliver es otro de la pléyade ,
innumerable estirpe del gran canto diaconal de la literatura hispánica, canto
tanto más sublime cuanto más anónimo y entonado por diletantes. Su austera voz
se confunde dentro del guirigay de los charlatanes de feria. Los que más
gritan,- porque aquí se lleva también aquello de que el que más chifla,
capador-se llevan la flor de la grana.
“Oscuro nací, oscuro me hallo. Nada fui
en los cinco lustros que llevo consagrados a mi pobre pluma; nada he de ser en
los pocos que el promedio de la existencia humana me pone por delante. Nada más
que un hombre que dice la verdad: que
la dice en alta voz sin componendas ni flojedades sobre asuntos y en momentos
de tanta gravedad como los presentes” M. Sants Oliver, “ La cuestión
previa”1915.
. Habiendo escrito más
de una docena de libros, todos yacen en los cajones olvidados. Su obra de pensador y de ideólogo
que escribe en los papeles fue exhumada y rescatada por Gregorio Mir, que
escolia alguno de sus textos en una obra publicada en 1975.El oscuro periodista
palmesano es una de las figuras significadas del movimiento de la renaixença,
un movimiento literario periférico, coincidente con la Restauración y el
fuerte impacto psicológico que produjo en Castilla la derrota por Estados
Unidos. Añade a su condición de catalán la de mallorquín.
Poca gente sabrá que las Islas Baleares fue
tierra de asilo y de libertades durante las conmociones ideológicas que
conmueven a Europa durante el s. XVIII, las guerras napoleónicas y carlistas
del siglo subsiguiente. Es la provincia española que tuvo una relación más
estrella con el Caribe. A partir de la Desamortización de Mendizabal se produce
una gran emigración de capitales. La sublevación independentista de Maceo
determina un regreso del rentista balear.El espíritu mercantilista , abierto,
liberal, pero siempre sobre los límites de una moderación ejemplar ( el
liberalismo no es más el respeto de las ideas del contrario y la creación de un
ambiente de armonía en la convivencia que para nuestra desgracia los liberales
de tierra adentro rara vez pusieron en práctico y ahí está el nefasto ejemplo
de Fernando VII) posibilita esta singularidad mallorquina. El retorno del
dinero indiano determina el establecimiento de inversiones en la industria
zapatera y textil, y la modernización de su agricultura.
Nunca perdió su librea de moderación. En su obra, tanto la redactada en
castellano como la que escribe en catalán, asoma el rostro un hombre del
centro. Miquel del Sants Oliver se acerca al perfil de “ santo laico “, de
intelectual íntegro que va a ser un predicado encomiable del que participan
bastantes krausistas y algunos epígonos de la
Generación del 98. Trata siempre de ser un regeneracionista, que hace
titánicos esfuerzos para abrir al país a la modernidad, una modernidad que ha
de basarse en ciertas condiciones atávicas de lo español: la variedad regional,
nuestra glosolalia o riqueza idiomática, el respeto del fuero y
de los usos y costumbres, un concepto amachambrado en nuestros códices de
jurisprudencia desde el Fuero Juzgo, todo eso que allanaron el centralismo
borbónico y la revolución francesa.
Y da una serie de ideas para crear un pacto
de convivencia entre los españoles, que son tan aprovechables a lo que parece
que el propio presidente Jordi Pujol, que será todo lo que se quiera, pero que
es un gran demócrata y ha dado grandes señales de paciencia tolerante, porque
en estos años de cambio a un nuevo régimen no se ha producido un sólo muerto a
manos del independentismo catalán .Otros no podrán decir lo mismo. Aunque los
retos y peligros siguen siendo los mismo. Se puede abominar del centralismo francés, o del español, para caer
en las garras del europeo o del norteamericano cuyas garras pueden ser más
deletéreas y perniciosas para el espíritu catalán empapado de sol y de
mediterraneidad. Todo es un ten con ten.
Nacido en Palma de Mallorca en 1868, hijo de
un profesor, en la adolescencia empezó a colaborar en el diario local La
Almudaina ( La Muralla) , se trasladó a estudiar Derecho a
Barcelona. Allí fue alumno de M. Milá y Fontanals, el egregio filólogo y
preceptista literario, y entra en contacto con círculos del importante
movimiento de resurrección cultural catalana, renaixença, y asiste con
poesías y colaboraciones en los llamados Juegos Florales. Es la primera
modalidad de concurso literario, que en una país donde escribir siempre es
llorar abre las puertas a los escritores y poetas noveles, que se originaría
precisamente en Cataluña. El “Nadal” y
el “ Planeta “ no serían sino una glorioso corolario de esta invención hija del
“ seny “, que lleva el sello del posibilismo y del mercantilismo que los
catalanes, maestros en el difícil arte de hacer negocios, imprimen a todo
cuanto tocan, y que tanto hizo en pro de la cultura. Fruto de este espíritu
regeneracionista que honra a Cataluña, después de los grandes desastres, y que
tira del carro de España cuando parece que ya no quedan horizontes, de los Juegos
Florares son Prat de la Riba, Verdaguer, el gran periodismo del diario de LA
VANGUARDIA, los prestigiosos grupos de filólogos, latinistas, medievalistas que
nacen al pairo de la cátedra de M. Milá i Fontanals y que han dado figuras tan
eximias como Corominas, con sus discípulos destacados: Martí Riquer, Mariner
Bigorra, etc.Sin ellos, en política, no hubiera sido Antonio Maura realizable.
Y, en filosofía , Balmes.
De otro lado, sin premio Nadal, que inicia
su andadura en el difícil año de la postguerra 1944, hubiesen quedado inéditos
Delibes, Carmen Laforet, Ferlosio, Gironella, Vidal Cadellans, malogrado autor de “ Cuando amanece “, una de las
mayores novelas de las escritas en la segunda mitad del presente siglo y
también, ay ,casi un desconocido.
Renaxainça catalana , un movimiento
esteticista- historicista, similar al que se registra en Inglaterra con los
prerafaelitas, contó con figuras como Mariano Aguiló, J. Yxart, Narciso Oller y
otros literatos ilustres.
No fue profeta en su tierra. Aún teniendo
la isla una gran tradición de tolerancia, este autor nunca pudo liberarse de
los recelos que suscitaba allí hasta hace poco tiempo la condición de su origen
chueta - cosa que parece atestiguada -. De consiguiente Sants Oliver en 1904 se traslada a Barcelona,
la ciudad que amó y en la que mandó ser enterrado. Allí en contacto con figuras
prominentes de la Lliga es nombrado redactor del “ Brusi”, el periódico más
antiguo de España y que no es otro que el “ Correo Catalán “. Los angustiosos
momentos vividos en la ciudad durante la Semana Trágica, prólogo de la
revolución rusa y de la Gran Guerra, harían que el joven escritor se
desconectasen de los sectores del nacionalismo exaltado y empieza a pensar en
una solución ecléctica para resolver la problemática del binomio
castellano-catalán. Bajo la protección de su paisano, aquel otro gran
mallorquín que se llamó Antonio Maura, es nombrado director de “ La Vanguardia
“ y colabora asiduamente con el ABC de Madrid.
Escribe con profundidad y maravilla a sus
lectores con las galas de un estilo depurado que siempre está a muchas más
atmósferas de alturapor encima de la
media general. Tiene ideas propias sobre su oficio y mantiene una concepción
original de la historia de España, que es un eco de las ideas formuladas por
Marcelino Menéndez y Pelayo para quien las Españas han de enriquecerse
mutuamente bebiendo en los caudales de la tradición y de la lengua, nunca
excluirse mutuamente ni autoaniquilarse. Ese concepto le conduce a mantenerse a
cierta distancia de los afrancesados.Recuerda que Cataluña tuvo una papel
relevante en la lucha contra Napoleón. El tambor del Bruch sonó como primerizo grito de guerra del pueblo español
sublevado frente a la invasión en las laderas de Montserrat. Agustina de Aragón
nació en Barcelona, en realidad.
Él divide a los escritores en cuatro
apartados: los “ satanizados “ que todo los destruyen; los impasibles “
stendhalianos”, que cuentan lo que ven o lo que ellos creen ver pasando el
espejo al lado del camino, pero sin comprometerse; los “ olímpicos “ que están
más allá del bien y del mal y su título de consagrados les vuelve intocables.
Y, por último, están los “ humanos “, aquellos que utilizan el genio no en
beneficio propio sino para ayudar a sus
semejantes. Por ese espíritu imbuido, no
hace más que referirse al “ sentit comú “ catalán, y quiere que se exporte a
todas las demás comarcas de la Península Ibérica. En este matiz se muestra, si
se quiere, profético Sants Oliver al hablar del papel mediador que ha de jugar
Catalunya en la reconciliación de las Españas.
En 1918 aquejado de una parálisis,
enfermedad que, a causa de la vida sedentaria y de su vida estudiosa y llena de
trabajos - había envejecido prematuramente - es recluido en un hospital. Con todo y eso, hasta su muerte, en el lecho
del dolor, que acontecería dos años más tarde, a los 56 de su edad, no cesó de
escribir. Su obra bilingüe es una de las más interesantes, por lo que tuvo de
callada y de titánica,y porque está tamizada por una visión profética en lo que
respecta al porvenir de la España de las autonomías históricas, una idea de su
inspiración, y tendrá que ser consultada por los historiadores . Debería de
ser, por lo pronto, un libro de texto en las Facultades de Periodismo.
Su talante humanitario, su “ santidad laica
“ de hombre bueno y solidario se refleja, por ejemplo, en el alto concepto que
tenía de su oficio. Dice al respecto:” El periodista debe ser una especie de
vigía de la sociedad, y un vigía ejemplar. Yo llamo periodista no al hábil ,
primoroso y mágico , hilvanador de artículos deslumbradores, cuyo sentido, cuya
deslealtad, cuya falta de verdad objetiva e intención elevada, se hace evidente
a los ocho días de su publicación, sino a aquellos a los que puede someterse a
un juicio de residencia su pasada labor y su artículos pueden ser leídos sin
perder lustre muchos años más tarde. Estos son los grandes periodistas.
Aquellos a los que su obra les sobrevive”.
Pero aquí andamos entre
medias de “ satanizados “, pasotas a lo Stendhal con la sangre de horchata y
olímpicos alzados sobre la cima de la cucaña. Los que escriben con la mano en
el corazón, los de la expresión honrada, el pensar alto y el vivir austero,
corren el riesgo de situarse extramuros de la ciudadela de lo político
correcto.La cultura de lo leve significa eso, pero el fenómeno no es de ahora.
Pasaba lo mismo a primeros de siglo. No sirve darle más vueltas. Es cosa
averiguada el que el estigma de la desolada incomprensión ha afectado durante
generaciones enteras a muchos españoles de bien. Sants Oliver , menos
atrabiliario que Bonafoux, viene a decir lo mismo que él, aunque con más suavidad, con menos sarcasmo, pero
con la misma profundidad. Es mejor pensador aún este sesudo catalán.
De consiguiente, también le pusieron la
proa, condenandolo al ostracismo del silencio, que en un periodista viene a ser
una suerte de muerte civil. La garza cayó presa de sus perseguidores: monteros
de pimpampum, los galgos y los podencos de la envidia, la banda de buitres ojo
avizor. Su filosofía, con todo, es relajante y terapéutica, como la de Picanea.
Como la de Costa y otros grandes navíos de altura que navegaron en las aguas
bravías, llenas de vaivenes y de turbulencias de la España de la Restauración.
Si hubiese sido un panfletario a palo seco, tal vez su obra hubiese alcanzado
mayor renombre. Pero está ahí. A disposición de los investigadores y eruditos
que algún día se vieren en la obligación
de exhumarla para gloria de la verdad. Sants Oliver demostró que se puede amar
a España incluso pensando y escribiendo - y de qué manera - en cualquiera de
sus lenguas.
Pero era un quijote luchando contra los
molinos de viento del destino que vuelcan el aire con sus aspas implacables. El
canto de la verdad proclama un reino que tampoco pertenece a este mundo. El
sueño de España es un sueño en bancarrota sujeto a las veleidades de la razón
sutil y a los extremismos desaforados. Hoy se mitifica a Picasso, un pintor de
elites que los apasionados de la filomanía continuamos sin entender a que tanto
ringorrango ( no se trata de un pintor sino de todo un montaje político ) con
la misma exacerbación con que otrora se hizo un mito de Ignacio de Loyola o de
Teresa de Cepeda y Ahumada.
Pronto el péndulo se disparará hacia la otra
cúspide, porque en este mundo no hay deuda que no se pague ni plazo que no se
cumpla. A los poetas y a los profetas les toca cantar la verdad, de igual
manera que a los diaconos pertenece el canto de la Angélica la noche de la Resurrección. Hombres
absconditos como Sants Oliver honran esa sagrada función sin que les preocupe
ni poco ni mucho el ser o no ser oídos. A lo largo del tiempo seguirán
desenmascarando caretas, alzandola la tapadera de las ollas podridas, o tirando
la manta. Porque ello forma parte de su sagrada misión.
Este mallorquín se anticipa a lo que puede
venir. Huele a pólvora. Los campos se teñirán de púrpura . Teme que no se
cumpla su sueño acerca de las cuatro categorías bien diferenciadas entre los
que se dedican al cultivo de las letras. Al final, los hombres de corazón
limpio que empuñan la pluma tensa e inmaculada entre los dedos , como un píxide
eucarístico , son preteridos, se les tiene como a penitentes en Semana Santa o
por tontos del capirote, o sufren mermas y desprecios a manos de los literatos
de relumbrón, los olímpicos monstruos sagrados, los stendhalianos cínicos o los
simple y meramente satanizados. Cataluña pierde su “ seny “. Incurre en el
vicio que tanto fustiga: la chulería del de los madriles o el cerrilismo
retrechero de un navarro recién acabado de comulgar.
Pasada la moderación de figuras
significativas del grupo “ renaixança “ les toca el turno a los exacerbados
militantes de “ esquerro “ ( los Rahola, los Cambó, los Companys con todo el aparato de secuaces, aristarcos y
corifeos de “ terra lliure “. Entre ellos se encuentra uno que pasaría a la
historia con fama de circunspecto payés y que gozó de inmensa popularidad en
los tiempos de Franco: Josep Plá . Durante los años 50 y los 60 sus artículos
en “ La Vanguardia “ y en “ Destino “ eran ampliamente jaleados. Nadie hubiera
acertado a suponer que tras aquella gorra de campesino bajo la que se
enmarcaban unos ojillos irónicos como punta de alfiler y aquella parsimonia
cazurra con que liaba los caldo de gallina se escondía la indómita casta de
viejo revolucionario y uno de los hombres más estrechamente ligados a Cambó.
Vivir para ver. En el laberinto español ( no podría ser de otro modo para
sobrevivir) el tránsfuga es una especie de institución..
**********
*******
.
(X)
FERNANDO VILLAAMIL,
EL
HÉROE ASTUR
DE LA BAHÍA DE SANTIAGO
ººº *** ººº
Dicen los astrólogos: las
estrellas no fuerzan sino que inclinan. Virgilio, por su parte, ya advertía que
la fortuna sólo ayuda a los que la intentan o la combaten y entablan la
búsqueda, lo que es un equivalente al axioma cabalístico de que Dios ayuda a
los que se ayudan a sí mismos. Estas reflexiones nos llevarían bastante lejos.
Como, por ejemplo al misterioso plano de las relaciones entre la fatalidad y el
libre albedrío que dio pie a finales del medioevo al sañudo enfrentamiento
entre la teología católica y la
protestante.
Sin embargo, cualquier historiador o
curioso que se meta en los anales de la crónica de los hechos y de los dichos,
las guerras con la espada y las polémicas con la palabra, los absurdos más o
menos pintorescos o las leyes de la casualidad que marcan el rumbo de las
personas y de los colectivos, se dará de bruces contra un muro
Hay cosas que parecen dictadas por el
capricho y la veleidad, jamás por la lógica, en el complicado dédalo de las
relaciones humanas y de los hechos objetivos
Es un acontecimiento singular que instiga a
la reflexión el que la mayor parte de los cabezas de lista de lo que se ha dado
en llamar generación del 98 no fuera a la mili.
Existe un callejón sin salida. Por esos
andurriales se acaba en la charca de la incongruencia fatídica. Pero, si es
cierto que no caben futurologías a estas alturas y que también hayan de ponerse
en tela de juicio los ensalmos y conjuros de la brujería tan corriente por
estas fechas en que la superstición asoma la oreja, tampoco hay perder de vista
una realidad contrastada: que hay naciones e individuos sobre los cuales parece
cebarse el infortunio.
El signo astrológico ( y mira que no nos
gusta volver a los horóscopos ) que les da el nacer parece guardarles ojeriza.
O lo que es lo mismo: unos nacen con estrellas y otros “ estrellados “ y los
perseguirá el infortunio a lo largo de sus días.
Merece ser recalcado que es una
incongruencia , resultado más bien de la fatalidad que la casualidad, el que
nombres como el de Fernando Villaamil, quien contribuyó más que nadie a
apuntalar el prestigio de la Marina española, de cuyas rentas todavía vivimos,
mal que les pese a los derrotistas y aguafiestas de siempre, representa sólo
un lugar de referencia en el callejero
de Madrid.
Estos errores , involuntarios o amañados por
la malicia y la ingratitud, suelen ser letales a la larga en la historia de los
pueblos y luego pasan factura, que se suele cobrar en albaranes de sangre. Es
un despropósito reducir la magnifica promoción del año del desastre, que los
mejores patriotas intentaron convertir en año de la regeneración, porque en
verdad anhelaban una metempsicosis o
apocatástasis del valetudinario espíritu
nacional, que venía coleando desde aquella tarde de noviembre de 1700 cuando el
último Austria acaba de entregar su alma a Dios, a unos pocos epígonos de la
literatura, que, por cierto, no fueron a la mili, por haber sido declarados
excedentes de cupo, o bien porque eran hijos de viuda, o porque venían de casa
rica.
Hubo inventores, arquitectos, profesores,
químicos, artificieros, médicos, marinos. Por ese cabo, Ramón y Cajal, un
apellido que las últimas generaciones conocen meramente por las referencias de
un gran hospital, encarna ese espíritu de renovación palingenésica, en todos
los ámbitos del tejido socioeconómico, al que algunos aleves tratan de negar
ahora mismo el pan y la sal.
Fernando Villaamil Fernández Cancio no
perdió un brazo en una riña tabernaria Dio su vida por una causa en la que
creía. Escribió poesías , no esperpentos, a esa mar ocena cuya llamada siente
dentro de sí en los primeros años de su juventud. Era un poeta, un soñador, que
pereció con todos sus hombres en el ataque naval del comodoro Sampson contra
nuestra escuadra un tres de julio de
1898. Inventó el destructor y hoy es un hito de referencia en las grandes
escuelas de náutica ( Plymouth, Annapolis, Ferrol, La Rochelle, etc ) del mundo.
El poco prestigio que pueda tener España en los ámbitos internacionales ha sido
conseguido a estos héroes epónimos, que aun en medio de la hecatombe supieron
morir con dignidad por su país.
Desde entonces el Army y la Navy
estadounidenses suelen decantarse por los hispanos en sus levas , que tienen
fama de sufridos y de valientes.
A Valle Inclán, a Pío Baroja, por ahí en
eso, andando mundo adelante, no los conoce ni su padre. Hay que desengañarse.
Son una especie de genios para andar por casa y en zapatillas.Que plasman sobre
el papel nuestras múltiples luchas tribales de exaltados carpetovetónicos,
nuestro inane onanismo literario, el talante entre místico y trabucaire de una
tierra de caudillos, toreros, manolas y de caciquiles vasallajes. Se da en política.
Se da en literatura. Otra vez, la vaca en los trigos, pero unos por otros la
casa sin barrer y la hogaza sin encentar.
Algún critico de los que andan en la pomada
ha hecho concesiones a la hipérbole diciendo que el bueno de Don Ramón es todo un
idioma. El señor de marras, un poco pedante, que imita en todo al autor de las
“ Sonatas” y hasta imposta la voz como un oráculo, hierofante que oficia la
liturgia de lo epatante, igual que el de Puebla de Carmiñal, y se coloca
bufandas y tapabocas sobre los hombros, creyéndose el ombligo del mundo ,tiene
la habilidad para sacar las cosas de quicio .
Ni tanto , ni tan calvo, mícer Umbral. Ni
usted nunca podrá escribir como Valle, por más que adopte muchas de sus poses y
trate de caer en su manierismo. Ni tiene la exclusiva de la voz de la calle.
Porque la calle que usted dice puede ser chusma, sus jaboneros, candongos, su
claque y sus” negros”y a los espías que mete usted en todas las redacciones,
liendre y buharro. El mayor defecto que suelen cometer los que escriben en los
papeles es darselas de bien informados porque cultivan el trato y el comercio
con taxistas.
Las intuiciones suelen conducir a las
barricadas. Uno, en su modestia ,prefiere el análisis a la corazonada .El mejor
periodista es aquel que no hace alardes desultorios de funámbulo. Sólo quiere
ser un notario del acontecer y, cuando más, un filosofo de la actualidad. Puede
que los taxistas se enteren de lo que pasa en su entorno, pero rara vez sabrían
razonadamente prever lo que ha de seguirse. Que aquellas lluvias derivaron en
tales lodos. Por las mismas, en este horno puede estar cociendose otro 98
Está visto que aquí el que más chifla ,
capador y el más tonto hace relojes. Por esa regla de tres del “ vox populi “-
la fuerza del número y el grito energúmeno de mano alzada - condenaron a Cristo
y a Dreyfus lo enviaron a pudrirse en la Isla del Diablo. La Democracia no
puede ser degradada a los ámbitos de la chusma ni del populacho. No es para
tanto, pero aquí siempre se toma el rabo por las hojas y confundimos al
columnista de raza con el quintacolumnista. El pueblo soberano reclama los
poderes mágicos de los que piensan. Pide ser orientado, reconducido,consolado ,
entretenido, y hasta , si se quiere, redimido. Nunca engañado.
***
La biografía de Fernando Villaamil es una
bonita novela romántica de principio a final. Nacido en un paradisiaco lugar
frente a la ría de Eo, en Serantes, concejo de Castropol , apéndice oriental de
Asturias, en la raya misma con Galicia . Sobre la galería de su casa blasonada
aún puede descifrarse la leyenda de “ Los Villaamil de Serantes, abante, y con
esta cruz por delante “. Es la cruz de san Andrés.
En una carta puebla otorgada por el rey Alfonso
VIII después de la batalla de las Navas de Tolosa, en recompensa por la lealtad
y bravura mostrada por Yáñez de Villaamil se concede a los descendientes del
prócer a no pagar pechas y se les exime de cualquier ingerencia o persecución a
cargo de cualquier alguacil o representante de la justicia.
En esa leyenda del escudo nobiliario de una
de las familias con más abolengo de Castilla se sella el destino del héroe de
la Batalla de Santiago. Fernando era pequeño de estatura, de un rostro atezado,
moreno, simpático, el pelo algo crespo, y dotado de un humor típicamente
ovetense. Villaamil , abante, y con esta cruz por delante. Dicen que Leopoldo
Alas Clarín, que era amigo personal suyo, aunque siete años más joven que él ,
se inspira en este aristócrata, de acrisolada tradición liberal y uno de los
instigadores de la revolución de 1868, cuando fue arrastrada la estatua de
Isabel II por las calles de Oviedo, y padre del marino, se inspira para
pergeñar uno de los personajes de su novela, La Regenta.
El tatarabuelo, que se llamaba también
Fernando Villaamil, era regente de Oviedo y promovió la junta de defensa contra
Napoleón en 1808.Luego, durante la época absolutista sería perseguido y
desterrado al igual que uno de sus descendientes. Don Fermín fue desterrado a
Filipinas y sólo pudo regresar llamado por el general Prim. Sería durante unos
meses gobernador de La Coruña. El general Pavía irrumpiendo con su caballo en
los escaños del Congreso truncaría esos planes.
La nobleza y el liberalismo más ilustre
cobran carta de naturaleza entre los miembros de la casta que tiene sus lares
en la casona solariega de Serantes. La familia se arruina y hasta se pierde por
los vericuetos de la política decimonónica, lleno de sobresaltos y de
paradójicos contrastes. Estas paradojas fueron las que determinaron la
abdicación de Amadeo de Saboya en 1873.
Para él el pueblo español era un “ puzzle “.
Nunca sabría comprender la razón por la cual toda una nación parece enferma de
muerte a causa del descontento carlista, la agitación cantonal, el amago
separatista, y los españoles en incesante discordia civil.
Sea como fuere, resulta un hecho
incontrastable el que el `paterfamilias , inficionado por el veneno de la
política, pasa el tiempo fuera de sus lares, ora en prisiones, o en exilios o
escondido en el monte.
Hay un enorme paralelismo entre la vida del
capitán de corbeta asturiano, al que llamaban sus compañeros de armas “ El Lobo
de Mar “, y el general Francisco Franco, cuyo padre era también marino y fue
aposentador de la Armada en Cavite. Ambos son de baja estatura, de un enorme
arrojo y valentía personal, apasionados de la milicia, y de carácter
enigmático. Su destino pasa por Oviedo. Allí casó Franco con una Polo, cuya
casa enrejada y bajo el amor de palmeras
reales se alzaba cerca de la Universidad , justo al lado de la de Doña Rosario
Fernández Cueto y Argüelles, de ilustre familia ovetense, y madre de nuestro
personaje.
Ante las ausencias del padre, ella toma las
riendas del hogar. Fernando, al igual que Francisco Franco adoraría a su madre
y tendría sus diferencias más o menos notorias con el progenitor, que también
mantenía una ideología liberal.
La familia venida a menos, Doña Rosario
habría de vender alguna que otra finca. Sin embargo, la infancia de Nando y de
Pachín , que así se llamaba el mayor de los vástagos, pasó sin privaciones. Fue
un niño soñador y feliz, que sintió desde un principio esa llamada de la mar en
los retumbos sordos de las olas al chocar contra los recifes en las noches de
galerna. Tenían que pasar todos los días en barca la ría del Eo para ir a la
escuela. Dice uno de sus biógrafos que Fernandín era algo canijo y cansaba en la larga caminata hacia la
escuela, que discurría entre pomaradas y carbayedas , pasajes de égloga y de novela
pastoril, sin perder nunca de vista el trazado ciclópeo del océano sobre el
horizonte marino, por lo que tenía que ser llevado por su hermano Pacho “ al
recostín “, “ en cuellu “ o a la gigantilla.
En el sobrado de la casa solariega se
guardan algunos libros viejos, infolios y cartas de marear, legajos depositados
por algún antepasado navegante. En 1599 un descendiente de Yáñez de Villaamil ,
comisionado por Felipe III, organiza la lucha contra los piratas y corsarios
ingleses que de tarde en tarde llevaban a cabo razzias y expediciones contra
las poblaciones del litoral cantábrico.
Años antes, Menéndez de Avilés, casado con
una Villaamil, había partido desde Artedo
en su singladura que le había a la descubierta de La Florida. Todas
estas historias empapan su imaginación infantil. Escucha la poderosa voz de
Neptuno que muge sobre los cantiles de la playa de Colambre y de santa Gadía.
En 1857
la familia se traslada a vivir a Oviedo, pero los veranos regresa a la
casona de Serantes. Las mañanas nítidas de julio contempla el que habría de ser
capitán de corbeta pasar media milla adelante a los veleros de alto bordo, los
bergantines y goletas que cubren la carrera de Filipinas y de Cuba.
A los 16 años ingresa en la Escuela naval de
San Fernando. Ese mismo curso sale de guardiamarina de primera clase .En las
operaciones que se llevan a efecto en la Isla de Santo Domingo para sofocar la
rebelión independentista recibe su bautismo de fuego. Es herido y gana la
Medalla Militar con Cruz Roja. Al poco recibe el nombramiento de teniente de
navío con destino en el cañonero “ Bojeador “ al que el gobierno de Pi i
Margall ordena abandonar las Antillas y poner proa rumbo a Filipinas. Allí
precisamente visita a su padre a punto de ser repatriado tras su destierro en
el Archipiélago.
España - esa es la impresión- estaba en
venta. El general Prim, cansado de feriar la corona de Carlos V y de Felipe II
por las cortes europeas, confiere el trono a un
miembro de la casa de Saboya. Breve reinado el de Don Amadeo. Su primer
acto fue el de ir a rezar ante el cadáver de su valedor que había sido
alevosamente asesinado poco antes de su llegada. Tristes destinos
Sin embargo, arda Troya o se caiga el mundo
y golpee la desdicha a todos los azimutes un marino asturiano, un castropol
ense, y además bien templado con un buen sentido del humor, resulta difícil e
domeñar. En 1875, ascendido al empleo de capitán de navío, manda la fragata “
Berenguela “. A bordo de este buque regresa a la patria e, inasequible al desaliento,
es consciente de que España , aún minada por las desgracias y las disputas, es
una gran nación que ha dejado su impronta.
En consecuencia ha de ser dotada de una
fuerza naval para estar a la altura de sus responsabilidades coloniales y de su
prestigio. Empieza a pensar en la creación de un buque bien artillado, versátil
y con capacidad de repulsa a cualquier ataque: el destructor. Se le nombra
profesor de la Escuela Naval Flotante.
Vive en Madrid. Asiste a las reuniones y
saraos. Asiste a la ópera y a las tertulias de Fornos, La Fontana de Oro. Tiene
fama de simpático y de galante. Se le conocen algunas aventuras y en la corte
destroza algunos corazones femeninos, al igual que antes lo había hecho en los
bailes de Zamboaga , donde se le rendían las tagalas con piel de color de cobre
al igual que lo habían hecho las mulatas café con leche allá en La Habana. Es
el soltero de oro. Viviendo un tiempo maravilloso de juventud que no ha de
volver.
No cabe duda de que la capital de España
durante la Restauración tenía sus encantos. Pero pronto el Lobo de Mar iba a
sucumbir a los hechizos de una gallega, en el rincón mariñán de Cambre, cerca
de Coruña. Le queda poco de canto al mirlo de larga veste y pico amarillo que
alegra la tarde con su pío enigmático y triunfal.
La boda con Julita Cancio Villata. Hija del
Intendente de la Armada, Mariano Cancio Villaamil - el que fue su mentor a raíz
del abandono de hogar por su progenitor - se celebró el 9de octubre de 1876 en
la iglesia románica de Cambre, una joya del siglo XII,en plena mariña y en los
últimos trancos del Camino Jacobeo. Ofició la ceremonia el cura Romualdo Calvo.
Actuaron de testigos Julio Merás; Manuel Porto y José Cancio Villaamil. Como
los contrayentes eran primos, hubieron de llevarse a cabo trámites para
solicitar dispensa de consanguinidad. Había sido precedida la boda por un
noviazgo muy bonito. El aspirante a la mano de la hija de la bella cubana venía
a cortejar a su amada en lancha, sorteando los peligrosos bajíos de la Costa de
la muerte, sujetando con una mano la caña del timón y con la otra la escota del
velámen.
No le arredraban mares arboladas ni
ventiscas. Se presentaba en la finca de Cambre a tomar el té todas las tardes.
El que no se arriesga no surca el vado. Y “ el que pasó la Marola surcó la mar
toda” , que dicen por Coruña. Todo igual que en un cuento de hadas. Había mucha
fuerza viril. La poesía misteriosa le estallaba en el pecho a aquel marino entre embestidas y
ramalazos de ola contra los rompientes. Se había des`posado con la bella
Julita, pero en el fondo de los mares sentía la llamada del canto de la ondina.
Las xanas peinaban los rubios cabellos de
sirenas en los castillos del acantilado de su Peña Gadía , a un tiro de
ballesta de Serantes. El había sentido este canto de la mar desde niño, a la
que amaba. Sería una amor trágico, pero de ineludible destino, porque las
estrellas no fuerzan sino que inclinan y los héroes mueren jóvenes para que
otros puedan alargar sus días hasta la edad provecta y fallecer tranquilamente
en el lecho de su alcoba.
¿ Eran las xanas, era un sirena o era una
sirte ?
Nunca tuvo un hogar estable. Recién casado ,
es enviado al apostadero de la Habana. El ocio de las travesías lo gasta en la
lectura. Devora libro tras libro. Se incuba en su mente una idea que ha de ser
profética. De nada ha de servir que España cuente con una Ejército y una Marina
donde se derroche el valor a raudales sino existen unos medios técnicos para la
promoción de la defensa nacional, y si no nace en la opinión pública una
conciencia patriótica verdadera, algo que nada tiene que ver con el lo
patrioteril.
Para alcanzar tal objetivo es menester
utilizar los canales de la opinión pública, porque el joven teniente de navío
piensa que la prensa es un poco la palanca que mueve el mundo. De regreso en
Madrid, se instala con su mujer, que empieza a habituarse a las ausencias a
sabiendas de no haberse casado con un boticario, en la calle Tabernilla. Pero
se siente un poco descorazonado por el atolondramiento en que vive la política española. Madrid , el Madrid de la
Restauración, es un poco la ciudad alegre y confiada benaventina, que vive de
espaldas al infortunio que se cierne sobre sí.
Muerto Alfonso XII, “ viva la Rubia “, grita
el pueblo de Madrid. El Congreso de los Estados Unidos había a`probado una
moción para el fomento de soborno y la compra de los políticos en Madrid. Los
yanquis le habían echado ya el ojo a nuestras colonias en las Antillas. El
proyecto no se lleva a efecto al estallar la guerra de secesión en dicho país.
Villaamil vuelve a escribir en los
periódicos. En el “ Carbayón Jovial “, donde le mete algunas colaboraciones su
amigo, el catedrático de Prima de Leyes de la universidad ovetense, Leopoldo
Alas Clarín y Urueña, y en el “ Globo “ del cual es propietario Emilio
Castelar. Hijo de un revolucionario, el oficial exprime algunos conceptos
revolucionarios relacionados con la estrategia. La idea que lanza es la del
rearme nacional para hacer frente a los compromisos internacionales a los que
ha de hacer frente la nación.
La propia reina se maravilla de la audacia y
acometividad de sus planteamientos defensivos. Hay sencillamente que primar la
producción nacional de navíos de guerra. Si no se pueden fabricar en los
astilleros de Sevilla, Bilbao o Ferrol. Este proyecto fue el germen de nuestra
poderosa industria naviera ( hasta hace poco era España el tercer país en la
producción de barcos del mundo ).
Secundan los planes del navegante asturianos
otros cuatro marinos de prestigio: A. Piñeiro, V. Concas, F. Ardois y R. Auñón.
Nace así el “ Pentágono magnífico “. A este quinteto se suma el contraalmirante
Antequera y se constituye el “ Hexágono de la Excelencia “. Por desgracia, la
fatalidad quiso que la falta de sentido de previsión de las altas instancias, o
lo caustico de la política española de los tiempos, impidiese que aquel grupo
de funcionarios responsables fuesen escuchados. De haberse seguido la pautas
indicadas por el Pentágono ( Villaamil aspiraba
a una escuadra con dotaciones , autonomía y poder artillero como el de la
inglesa ) los yanquis no hubieran jugado con nuestros hombres al tiro al blanco
en la bahía de Santiago o en Cavite.
Se había adelantado un poco a los
acontecimientos diciendo en el Congreso:” Todo nuestro material flotante se
encuentra en estado de ruina “.
España es una país donde se dilapida el
dinero en gastos decorativos y se restringen los fondos nacionales para
cuestiones que importan al buen funcionamiento de la cosa pública. El proyecto
fue desestimado por costoso. Sin embargo, en 1885 el Káiser iba a darnos el
primer susto al colocar la bandera germana en una de las Islas Carolinas. Se
suceden las manifestaciones anti alemanas por todo el país. Están a punto de
quemar la embajada. Pese a todo , las carolinas hubieron de ser vendidas a
Bismark por una ridícula cantidad.
Villaamil tenía razón. España había mostrado
flancos débiles. El nipón miraba para Filipinas con sus ojos oblicuos. Britania
imperaba en las olas y nadie se atrevía a disputarle su poder marítimo indiscutible a no ser su ex
colonia, los Estados Unidos que se aprestaba a conseguir el relevo de su Madre
Patria en el dominio de la estrategia global, a sabiendas de que todo aquel que
rija en los mares tendrá en sus manos el poder del mundo.
Pero aquí quemamos la pólvora en salvas.
Todo el dinero se lo llevan los políticos o va a parar al fondo de reptiles.
Entonces, el conde de Romanones decía: “ que pasen los periodistas y coman “.
Hoy no lo podría decir. Hay cabezas de series en el periodismo hispano o en la radiofonía que son
millonarios. Aquella moción del Congreso de Washington aprobando fondos para la
compra de voluntades en Madrid no era una cuestión baladí, sino una razón
premonitoria de lo que habría de seguirse.
Sobornando o chantajeando - y sin necesidad
de hacer un sólo disparo - puede caer bajo el peso del martillo en la mesa de
la almoneda lo que ha dado en llamarse soberanía nacional. Lo malo de esas
granjerías y prepotentes mangoneos de los don Opas y de los libeláticos obispos
de turno suelen terminar por estos tesos con la maldición de la Cava, al grito
de “ no es esto; no es esto “ o saldarse con regueros de sangre en las calles o
en la zanja ante el pelotón de fusilamiento... Quiera Dios que nos
equivoquemos.
* * *
Hombre diserto en la historia de la
navegación, cuyos descubrimientos había conseguido penetrar a través de
extensas lecturas en aquellos cronicones , infolios y mamotretos olvidados en
el desván de la casona de Serantes y de las actas legadas por un antepasado
suyo, comisionado por Felipe III para luchar contra las incursiones corsarias
en el Cantábrico en 1599, sabía de antemano que la defensa estratégica de
España - uno de los países de Europa con mayor longura en su línea de costa- ha
pasado siempre por el respeto y cultivo de su tradición náutica. Por desgracia,
esta peculiaridad ha sido dada de mano por la falta de visión de muchos
políticos en Madrid que sólo han sabido barrer bajo la alfombra, por el
narcisismo endémico de los que aquí vienen creyendo que fuera atan galgas con
longaniza y reparten duros a cuatro pesetas, las trifulcas de corrala y la
estupidez que llegó a situaciones tan lamentables como la que ofrecen los
españoles por falta de un entendimiento mutuo de ir pordioseando por ahí la
corona de Castilla en el extranjero.
Se ha dicho que el eclipse del poderío
marítimo español vino a raíz del desastre de la Invencible. Esto no es cierto.
La Armada no fue más que un episodio del forcejeo que sostuvo el Rey Prudente
contra Inglaterra. Por causa de las guerras de Flandes. Se contabilizan hasta
cuatro expediciones españolas a las Islas. La conquista y colonización de
América no hubiera sido posible sin la Flota. Todo el pueblo en los años de
escasez y de esfuerzo descomunal a causa de las guerras de los tercos en el
norte de Europa sólo se hace una pregunta:”¿ Llegó la flota ? “. El oro de las
Indias era indispensable para apuntalar nuestra penuria y satisfacer la usura
de los mercaderes genoveses o hanseáticos. Y los barcos solían llegar , excepto
cuando sucedían los famosos argaviesos en el Golfo de México que echaban a
pique las naves o eran hostigadas por los corsarios de Drake o Walter Raleigh.
Mal que bien los ansiados galeones
estuvieron enfilando la bocana del Guadalquivir y dando vistas a Triana durante
casi tres siglos. El fin del poderío marítimo de la corona de Castilla tiene
lugar en Trafalgar y en Callao. Por ese orden.
Durante ese espacio largo de tiempo, lleno
de avatares y de incidencias, hubo un duelo sobre los mares entre la
embarcación mediterránea ( galeras, goletas, galeones, bergantines, carracas,
etc ) de mayor velamen y consistencia y la embarcación atlántica utilizada por
los ingleses, mucho más ligera y versátil. Se comprobó que en el Canal de la
Mancha el enfrentamiento entre el galeón y el dúctil “ man of war “( actuaria )
británico se saldó a favor del segundo, porque eran naves con menor trapío y
por ende más maniobreras en consonancia con la brega en el océano. Por contra,
en el Mediterráneo, de aguas pandas y régimen de vientos más tranquilo, el
combate naval se hacía al abordaje. Lepanto fue una carnicería. En 1588 , en
cambio, los buques del Marqués de Medina Sidonia apenas si conocieron el cuerpo
a cuerpo. Los “ men of war” de la Reina Isabel evitaban el encuentro. A causa
de su mayor velocidad podían huir o deshacer la formación de las lineas
españolas para atacar por sorpresa en el momento culminante. resistían mejor
las galernas y conservaban una superioridad táctica y para marear con bolina.
Raleigh y Drake enseñaron a los marinos
españoles e italianos que en la mar prepondera el astuto, no el más bruto.
Porque en la mar más vale maña que fuerza y hay que ir siempre sobre seguro y
poder “ regatear “ a base de golpes de mano y de maniobras envolventes. Les
llaman los de “ la Pérfida Albión “, pero su secreto no es la perfidia sino la
paciencia, el autocontrol en combinación con la astucia. Y las guerras hay que
ganarlas. No sirve gallear a lo bravucón porque de lo contrario no se declaran.
Si uno no está seguro de sus fuerzas, es preferible no salir a dar batalla , en
espera de mejor coyuntura. Un buen marino, un militar profesional es aquel que
está siempre preparado a la guerra, amando por encima de todas las cosas la
paz. Es aquel que evita la efusión de sangre, ya que demasiadas bajas
convierten en un chusquero deplorable a un valiente capitán, a tenor con los
criterios castrenses anglosajones.
Por el contrario, en la larga tradición
militar hispana prima el numantismo. Aquí
hubo que echarle huevos a la cosa. La reconquista se llevó a efecto
siguiendo la norma del “ ars tormentaria “ ( asedio a las plazas fuertes ) y
poliorcética. Quiero decir su defensa. Los ingleses, que arrasaron la mayor
parte de sus castillos y monasterios medievales reinando los Tudor, más
refinados aunque no por ello menos sangrientos, inventaron una estrategia naval
que sustituiría a la navegación con vela latina. Son expertos en la celada, el
ataque por sorpresa y la guerra psicológica, que posteriormente los alemanes
concretaron en el “ blitzkrieg”, ofensiva inesperada y a gran escala que deja
sin capacidad de reacción al contrincante.
La metonimia que , parafraseando a Felipe
II, pronunciada en 1886 por el héroe de
la batalla del Callao , Méndez Núñez ( “ más vale honra sin barcos que barcos
sin honra “), el último de los grandes marinos de velacho y driza, para
significar ese empeño, ese valor derrochado a raudales pero sin fortuna que ha
perseguido a los españoles a lo largo de los siglos, no valía para describir
las modernas tesituras, donde se tendría la honra en menoscabo, y se rendiría
tributo a la fuerza física. Villaamil se dio cuenta de que un portaviones es el
elemento disuasorio más contundente al alcance de una nación poderosa. Por eso
propuso mandar al desguace los bajeles de madera ( zabras, galeones con mucha
obra muerta, barloventeadores veleros, y navíos de línea , carracas , trirremes
y actuarias, del tiempo de los griegos y los romanos ), porque el arrojo personal
no ha de estar en conflicto con las aportaciones de la técnica al viejo arte de
marear. En otras palabras, menos madera y más acero.
Era preciso, si quería España defender lo
que le quedaba de su antiguo imperio, acorazar la escuadra toda haciendola invulnerable
y a prueba de bomba. Los británicos habían fletado el acorazado - y algunas de
estas unidades habían sido asignadas a los rusos-, pero el acorazado es un
buque de difícil conducción, y muy parsimonioso, a criterio del almirante
Antequera, que fue quien lanzó la idea de un navío de combate de rango medio, que fuese acometitivo como un
bergantín y ágil para ponerse a cobro de las andanadas enemigas como una
fragata, y que plasmó en el proyecto de un nuevo bajel de guerra de su
invención, y al que puso un nombre el marino de Serantes. Se llamaría “
destructor “.
Corría el año 1885. Los alemanes acaban de
arrebatar a España las islas Carolinas.
El papa León
XIII dictó laudo de reconciliación entre las dos naciones, pero los rescriptos
pontificales no servían de nada. Bismark obligó a la corona española a cederle
los derechos sobre aquel territorio descubierto por Elcano por cuatro perras.
Se sucedieron por toda la península algaradas y manifestaciones de protesta.
Cundió acervo el sentimiento antigermánico. A la chusma sin embargo estos
furores pronto se le pasa.
El almirante Pezuela y el contralmirante
Antequera continúan trabajando en silencio y desde la sombra; hacen pasillos
por las cortes, proponiendo soluciones a la indefensión estratégica. De los
políticos reciben buenas palabras. Es preciso una reestructuración de la armada
para hacer frente a eventuales compromisos internacionales. Desguazar la obra
muerta de bergantines, goletas y activar la construcción en astillero de buques
con cuadernas de acero, con blindaje suficiente y capacidad operativa para
responder a las andanadas de las formaciones navales e Japón y de los Estados
Unidos.
Pero la falta de previsión y la
improvisación parecen ser vicios endémicos del carecer español. Villaamil hubo de marcharse a
Londres con los planos de su maqueta del destructor bajo el brazo. En el Almirantazgo quedan boquiabiertos ante
la conferencia de aquel pequeño capitán
de corbeta asturiano en la Sala de Mapas del Alto Estado Mayor y respaldan sus
pretensiones. El “ destroyer “ entra en agujas y empieza a estructurarse en los
astilleros del Clyde escocés. Podría haber sido construido en Nervión, en Muros
o en Portugalete para dar trabajo a tantísimo desocupado y paliar la pobreza de
los barrios marginales de Sevilla, Bilbao o Ferrol.
Pero no había entonces estructura. Es la
misma canción guerrera de siempre. Los vaivenes políticos en las alturas que
hacen bailar a los gobiernos el rigodón de las bazas torneantes, con sus
cesantías, la inmoralidad administrativa , esa superficialidad tan española y
tan falta de rigor que hace medrar a los mediocres en perjuicio de los
mediocres.
Los mandos de la Escuadra Real Inglesa no
pueden dar casi crédito a sus ojos. El destructor inventado por el capitán
Villaamil es justo el cabo que le falta al tridente de la diosa de los mares
para cantar su famoso himno de “ Britannia rule the waves “. La patente nos la
roban prácticamente y hacen un cambalache - titbits - en el que, como
compensación y por cien mil pesetas de las de entonces nos venden un “
destroyer “ que causa verdadera sensación cuando asoma por la bocana del puerto
de Ferrol el “ Nautilus”, que había salido de Faltmouth el 24 de enero de 1887
y, viajando a una velocidad de 24 nudos, daba vistas a tierra española el día
de Navidad, todo un récord para aquellos
tiempos.
Pese a la popularidad - y las envidias- de
que gozara durante algún tiempo el insigne
marino se encontraba muy solo es la soledad del Lobo de Mar. Es la
soledad del poder. La del español que ama a su patria . Sirve al Estado y las
ve venir. “ Si nos empeñamos en vivir de espaldas al mar, nuestro futuro está
en entredicho . Nuestra supervivencia como nación es cuestionable “, había
escrito en el “ Carbayón “. Sus clamores de advertencia no tuvieron demasiado
eco. En Trafalgar se perdió una oportunidad de oro para medular una política
naval de coherencia que resguardase la soberanía de la patria. El país contaba
con una aureola y tradición naviera impecable. A los antiguos descubridores,
Colón, los Hermanos Pinzón, Elcano, Vasco de Gama, Magallanes, había que
agregar los nombres de Jorge Juan, Malaespina, Churruca, Gravina.
Los amaños , frivolidades e inconsistencias
de la época de la Restauración ahogaron los gritos de aquel grupo de grandes
marinos y de hombres de ciencia al bautizó la prensa de Madrid con el mote del
Pentágono ( Piñeiro, Concas, Ardois, Auñón, Villaamil). La arboladura de
bajeles de combate podría ahorrar en adelante no sólo vidas humanas y poner
nuestros intereses a salvo. Es triste esa falta de tacto. Desconsuela tanta
miopía.
El capitán vive solo. No se mezcla para nada
con la bulla o marinería. Se le sirve el mismo rancho de a bordo que al resto
de la tripulación, pero en su camarote. Es una reminiscencia de los tiempos en
que la pena de muerte se conmutaba por el servicio en galeras. Y las dotaciones se nutrían de galeotes,
facinerosos, ex convictos y personajes de toda ralea. El arráez a golpe de
rebenque , los cabos de vara y sargentos
se encargaba de meter en cintura a los que bogaban. A los ladrones les
amputaban la mano. Al que mataba se le ahorcaba del trinquete. La embriaguez se
castigaba con diez azote. La sodomía con veinticuatro. Los que se dormían en la
vela llevaban el saco terrero a la espalda y un brete a los pies. El sospechoso
de motín era sin más tirado por la borda.
La vida en la marina imperial española es descrita con todo lujo de
detalles y en toda su crudeza por la gran novela picaresca. El protagonista del
Lazarillo de Tormes, por una judiada que debió de cometer o algún desfalco -
que en el texto no se explica muy bien - tiene la obsesión de convertirse en
atún y sueña como Jonás metido en el vientre de la ballena resucitar a la vida
convertido en cachalote.El buque de guerra era un mundo estanco, con sus propios códigos y reglas. Y
el capitán del navío una especie de dios. Al que todos temían, o del que habían
oído hablar. Pero nadie había visto. Se trataba de un dios, de un juez, de una suerte
de mago que conducía la nave a puerto en pelea con las fuerzas de Neptuno. Ese
prestigio del primer hombre a bordo se mantiene en todas las marinas de guerra
de todas las naciones hasta hoy.
La soledad del curtido marino es un símbolo
de la soledad del poder ante un inminente peligro. El sabía que se acercaba la
hecatombe, pero sus ordenes de mando no llegaron a ser obedecidos o se
perdieron en la gritería de la bulla. La chusma se le sube a las barbas a los
grandes hombres. Pero esto parece formar parte de nuestro destino. Esa ramplona
inconsciencia del español, producto de muchos siglos de degeneración y de
decadencia.
* * *
En Puerto de Santa María otro científico ,
Isaac Peral, trabajando sobre la base de los planes diseñados por el ingeniero
catalán , Monturiol, que había construido el “ Ictíneo “ o barco de guerra
invisible, diseñaba la maqueta del submarino. Era justamente lo que la Escuadra
necesitaba. Algunos pensaron que el murciano era un loco. Azorín hace befa - un
sarcasmo imperdonable - de esta inventiva de su coterráneo y en su novela, “ La
Voluntad “, ridiculiza a través de uno de sus personajes que acaba de construir
un ingenio al que denomina “ Toxpiro “. Se llevan a cabo las pruebas del
ingenio con toda la prensa nacional e internacional y éstas no dan resultado.
El tiro sale por la culata. El cohete , en principio con capacidad de vuelo
para taladrar la atmósfera, no se alza más allá de una docena de metros y está
a punto de quemarles las narices a los espectadores que presenciaban el ensayo.
La generación literaria del Desastre era
antimilitarista y misoneísmo(desdén para con las novedades; aversión a
cualquier invento). Se atenía a la pauta unamuniana del “ inventen ellos “.
Pero ellos se estaban preparando para la guerra. Los epígonos del 98 eran tan
cortos de vista que no supieron verlo. No querían artilugios. Se conformaban con el quietismo
del paisaje. Cantaban a Castilla como emblema de la generación de una raza. Si
alguien demostraba que era capaz de aportar soluciones o nuevas ideas, se
liaban con el a cantazo limpio. Lo
tiraban al pilón como ocurrió con el audaz inventor del “ Toxpiro “ azoriniano,
que parece un calco del Licenciado Vidriera cervantino. Sólo unos cuantos
sabios como Cajal , unos cuantos ingenieros y arquitectos o militares luchaban
por sacar a su patria del marasmo de la abulia y de la ramplonería impenitente,
la rutina feroz , el caciquismo oscurantista. Ese fue , a nuestro modo de vera
las cosas, el gran mensaje redentorista e innovador de los grandes olvidados de
esta generación. Grandes funcionarios, españoles de verdad, prometeos
esforzados en lucha permanente contra la abulia y el conformismo alicorto e
hipócrita de todo un pueblo. Su paso por el mundo es un grito de advertencia a las
promociones venideras de que aun queda esperanza. Que la nación entera no tiene
por qué tirarse al surco.
No queremos jefes. Ni salvadores. Queremos
seguir siendo la sombra de nuestra propia historia. Ser la corambre en el
tendal de nuestros propios espantapájaros esperpénticos. A veces leyendo a los
de la firma magnífica y cotizada de los apellidos insignes, los ases del grupo,
ronda la aciaga sensación de no si no serían estos escritores y periodistas
marcianos. De si no escribían para el Turco. ¿ Estos de qué país habrán salido
?
La incuria, la gazmoñería, los lingotazos de
cazalla, el torerismo y la incompetencia nacionales determinaron la soledad de
Peral, de G. Hontoria, de Villaamil y posteriormente de La Cierva.
Verdaderamente nos encontramos ante hombres geniales con complejo de isla. De
gigantes copados por una turba de enanos... Muchos monteros la garza combaten.
Isaac Peral, cansado de llamar a tantas
puertas y de hacer antesala en el vano de los despachos de los ministerios, se
fue a Berlín con su proyecto bajo el brazo. La idea lanzada por Fernando
Villaamil de arbolar el buque de su diseño, el destructor, en cualquier
maestranza española, cayó en barbecho. También tuvo que resignarse a ver
materializado su barco en la rada de un astillero extranjero. Se hacía cargo de
que, pese a la popularidad que le iba a acarrear su invención, lo que estaba
haciendo era regalar la patente al enemigo. Los americanos , abundando en su
idea, la perfeccionarían luego.
No deja de ser un sarcasmo fatídico. La
andanada que echó a pique a su torpedero el “ Furor “ la mañana del 3 de julio
de 1898 donde él iba a encontrar la muerte con sus mejores hombres,- salió de
la forja y de las bocas de fuego del “ Indiana “ un navío de la clase “
destroyer “. La soledad del navegante de Castropol es la soledad de la oveja
consciente de ser arrastrada al matadero. Una soledad inteligente en medio de
la recia y necia algarabía. De haber seguido sus consejos de prócer demostrando
la evidencia de que España no puede vivir de espaldas a los océanos y mares que
lo circuyen a menos sienta deseos de inmolarse - y que hoy siguen vigentes y
frescos porque la amenaza de una nueva hecatombe o peligro de secesión, porque
alguien va a tener que parar a Pujol y a sus hombres de paja, porque entonces
como ahora al país le crecen los enanos
-, por lo que exhortaba al establecimiento y la coordinación de un
política naval congruente, , el bloqueo de Santiago por la armada enviada por
Mac Kinley no hubiese sido un paseo
militar.
No le hicieron caso. Esa desatención supuso
marejadas de sangre al correr de los años. Desde un primer instante se había
dado cuenta de la gravedad del momento. Los negocios coloniales habían sido
conducidos imperitamente por los gobiernos en continuo relevo, que, primero,
desoyeron las voces que reivindicaban una modernización de las fuerzas armadas.
Luego reclamaron de los hombres con guerreras sacrificios, mientras la
canallesca prensa de aquellos días con páginas henchidas o bien de patriotería
llena de jactancia o de amenazas revolucionaria, adolecía de un pecado de
deontología imperdonable para aquellos
que se dedican a la profesión de informar, encauzar criterios, nunca corromper
y exacerbar.
Pero el amarillismo irresponsable por
aquellas calendas marcaba pauta. Los hombres bien informados como el almirante
Cervera, que estuvo en un tris de desobedecer las ordenes de Madrid de poner
proa a las Antillas cuando la flota , apostada en Cabo Verde, carboneaba y
hacía reparaciones en los buques antes de zarpar con rumbo a la muerte, o
Villaamil que había propuesto llevar a efecto no una guerra en campo abierto
contra la escuadra de Sampson, sino en maniobras de hostigamiento y represalia
por sorpresa, y golpes de mano imprevistos . Si el casus belli seguía
adelante ciertos oficiales se decantaron por la idea de bombardear Nueva York en represalia. Un afán
no del todo descabellado.
La sugerencia fue rechazada so color de que
la guerra naval es una lid entre caballeros, en la que hay que evitar , a ser
posible el sufrimiento innecesario a la población civil. La Navy, menos escrupulosa que aquellos
hidalgos ( Claudio Alvargonzález,Manuel Somoza, Francisco Arderius, Antonio
Rizo, de la rocha, Villaamil, Pedro Vázquez, etc)
no tuvo ningún
escrúpulos en lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki.
Ademas los yanquis
prioritariamente al estallido de hostilidades habían hecho sus deberes. Para
neutralizar cualquier ofensiva en su contra coparon los mercados de
combustible. La flotilla que salió a defender la Isla de Cuba y que aportó en
Cabo Verde - una condescendencia del gobierno portugués porque previamente el
Departamento de Estado norteamericano presionó a todos los gobiernos para que
fueran declaradas non gratas las personas y los bienes españoles y dio orden a
los bancos para que se congelaran sus capitales en el exterior - sólo contaban
con un barco nodriza y se disponía de únicamente medio millón de toneladas para
hacer el carboneo durante la eventual campaña. Por si fuera poco esto, sus
espías visitaron en más de una ocasión la dársena cartagenera donde se arbolaban dos acorazados
y un destructor a punto de su botadura para la Armada española . Los rotativos
sensacionalistas de la cadena Hearst establecieron un lobby ante el Gobierno de Su Graciosa
Majestad para impedir que los astilleros ingleses no vendieran a los españoles
ni un barco más. Habían creado atmósfera, una atmósfera antiespañola, habían
comprado voluntades en Madrid y,expertos en la guerra psicológica, esparcido el
humo de la confusión aprovechando el atolondramiento y la impericia o falta de
preparación de algunos círculos allegados a los ministerios de Madrid. En una
palabra, sabían bien los que se traían
entre manos los robustos muchachotes del norte , según lo plasmó muy bien en
aquella crónica memorable desde Paris contando cómo fue el Día de la
Capitulación el ínclito Bonafoux para sus lectores del Progreso, en
franco contraste con los diplomáticos hispanos, llenos de señorío y de cachaza, pero aturdidos y desainados.
Advierte una antigua conseja: Defenderse
del peligro es de hombres y meterse en él de brutos, porque la prudencia es
guarda de la vida y la temeridad correo de la muerte. Los nueve oficiales
mentados ( Claudio Alvargonzález, comandante del torpedero “ Azor”;Manuel
Somoza, del “ Ariete “;Francisco Arderius, ayudante del almirante Cervera;
Antonio Rizo, comandante del “ Rayo “; Francisco de la Rocina, del cazatorpedos
“ Terror “; Fernando Villaamil , jefe de escuadrilla, y Diego Carlier, al
frente del “ Furor “) no eran unos bisoños. Tenían las suficientes horas de
navegación como para saber que, al comprometerse a una lucha desigual frente a
un enemigo más poderoso, rolaban hacia una muerte segura.
Así se lo comunicaron al ministro del ramo,
Moret, en cablegrama dirigido al presidente del consejo de ministros. El propio
almirante Cervera estuvo a un paso de ser fusilado porque era refractario a una
ofensiva abierta contra el comodoro Sampson. Cervera le había pedido a
Villaamil, que era el hombre de confianza de la Reina, con la cual se
comunicaba en clave a través del jefe de alabarderos, general Calderón, que
tornara a España. Éste declinó una invitación que hubiera supuesto el salvar el pellejo.
¿ Por qué lo hizo ? Hay en la vida de
cualquier hombre de honor motivos más altruistas que la propia vida. Él se unió
a la expedición para impedir que España se desangrase en una revuelta
revolucionaria. Y, sobre todo, porque amaba a su Reina fervientemente. Las
relaciones que sostuvo el marino con Doña María Cristina hoy son un enigma que
intrigan a los historiadores. ¿ Se amaron en secreto ? Nada tenía de extraño
que el apuesto y simpático “ lobo de mar “ asturiano, un hombre bondadoso y muy
galán, que en los bailes de Zamboaga partió los corazones de las alegres
tagalas y que era el terror de las mulatas
cuando estaba destinado de guarnición en el apostadero de la Habana, y
cuyos asuntos amorosos trascendían al pueblo allá en aquellas romerías gallegas
de Seijo o en las fiestas astures de la Regalina de Cadavedo , hubiera tocado
la fibra más entrañable del soberano corazón
de La Rubia. Doña María
Cristina le invitaba a palacio cuando el capitán de corbeta regresaba de sus
travesías y un verano lo pasó enteramente en su compañía en San Sebastián. Sea
lo que fuere, de todas formas se oculta detrás de esta relación que la mayor
parte de los biógrafos enmarcan en una simple afección platónica, una bonita
novela romántica, que por el momento no ha sabido, porque no pudo o porque no
quiso, o, porque, en pudiendo, no quiso ni supo contar el cine español. He aquí
un buen guión para una buena película, que yo brindo al Ojopipa. Mas, ¡quia!.
Andan deslumbrados por lo del hundimiento del Titanic y otras cursilerías. El
amor que siente una reina, doblegada por el infortunio, que no puede fiarse de
nadie, hacia el mejor de sus vasallos: un capitán de corbeta asturiano. Un fin
de raza. Villaamil, abante y con esta cruz por delante...
* * *
En el
mismo brete de incomprensión se vieron, cuando las altas instancias les
hicieron el vacío, el artificiero Bustamante, que patentó la carga de
profundidad - y que estuvo con el
propio Villaamil en la ratonera de Santiago de Cuba, al pié del cañón, al pie
de la muerte, nunca mejor dicho - y el artillero González Hontoria, padre de la
cañonera. Por lo que respecta a nuestro héroe que había comandado el acorazado
Doña Berenguela recién salido de la Escuela de Náutica ( el acorazado era
un buque de alto consumo y mucha aguada, muy arduo de pilotar y vulnerable en
su lentitud) era partidario de un navío resistente y a la vez veloz. Fue por
esto que diseña el destructor. El fue su inventor.
Cuando el almirante Cervera solicitaba a los
diputados que tuviesen a bien arrumbar los barcos de madera, materia
combustible y se pronuncia por un paulatino tránsito tecnológico de la tracción
de sangre, al remo o eólica - con la que había escrito páginas gloriosas
nuestra marina - hacia la mecánica, a la cual seguiría la eléctrica y la
termonuclear por la cual andan ahora los norteamericanos, estaba ofreciendo una
receta contra la indefensión endémica de nuestras costas, porque solamente
puede ser libre aquel país que se siente seguro dentro de sí mismo.
El ofrecimiento del valiente marino ( fue él
quien, habiendo cablegrafiado a Madrid dando cuenta de que todos sus hombres
estaban copados sus hombres careciendo de combustible y de munición, recibe el
incomprensible mandato de salir a toda costa, y el quien por toda arenga antes
de hacerse a la mar pronunció aquellas palabras de Pobre España... Pobre
España y se enrolla al cuello un escapulario de la Virgen del Carmen) quedó
desatendido. En la neblinosa mañana tropical del 3 de julio de 1898 leva anclas
y en su nave capitana, la María Teresa, ante la estupefacción del
enemigo que no podía dar crédito a sus ojos, se lanza contra la escuadra yanqui
que bloqueaba la boca, a tiro seguro, y en la esperanza de ofrecer cobertura de
sotafuego al resto de la formación ( Vizcaya, Oquendo, Cristóbal Colón,
Plutón , Terror. Furor) y abrir una brecha de escapada. Dio ejemplo. Porque las leyes de la mar
establecen que en caso de naufragio sea el capitán el último por la borda y el
primero en presentar batalla cuando se produce un ataque.
Villaamil era el hombre de confianza de
Cervera en toda la estrategia, que no fue un desastre en términos reales sino
autoinmolación para salvar el prestigio y el honor de todo un pueblo, y para
ahorrar la efusión de más sangre o mayores zozobras. Cuya fue la idea de, en
vista de la inferioridad de condiciones , burlar el acoso norteamericano, yendo
a aportar en Santiago, no en La Habana , cuyas aguas eran vigiladas por el
grueso del dispositivo naval gringo. Durante unos días mantuvieron a raya con
tan sólo unas baterías de cañones arqueológicos fundidos en 1724 y con un
alcance de tres millas a los americanos. Hizo lo imposible y hasta el último
momento mantuvo alto el prestigio de su pabellón. Había dado ordenes al izar la
señal de levar de salir en hilera
pisando la estela de la nave capitana y navegar gritando: VIVA ESPAÑA.
Aquellos oficiales sabían lo que se traían
entremanos. Habían captado al vuelo las intenciones que se fabricaban en Madrid
de una salida airosa del gran tremedal cubano, cubriendo las espaldas del honor
del país, aunque para ello fuese indispensable el sacrificio de un puñado de valientes.
El prestigio, por lo que se refiere a don
Fernando, les venía de lejos. En 1885 cuando se presenta en la rada del puerto
de Ferrol al mando del primer destructor, Carrick Castle, todo el país se sume en una explosión de
júbilo. Había sido comprado a los ingleses por la cantidad de cien mil pesetas,
lo cual era un fuerte desembolso para aquellos tiempos Era su invento. Bajo la
toldilla del buque se siente dueño de su propia obra, aunque de vez en cuando,
en medio de la alegría, una nube de tristeza vela sus ojos, como si
adivinase el trágico y heroico destino
que Dios le tiene reservado en bien de su Patria.
Hubo fiestas en toda Galicia. Llueven sobre
el capitán aclamaciones y peticiones de recomendación. Es un hombre caritativo
y generoso. A la pobre mujer de un pescador, enferma del estómago consigue que
la opere una cirujano amigo suyo en la Corte. La `paciente sana de su mal y
desde aquel día muestra su entusiasmo por el marino, cuyo retrato luce a la
cabecera de su cama junto a un cromo de la Virgen del Carmen. Algunos hasta lo
tienen por un santo. No era un santo en el sentido mentecato y misticoide de la
palabra sino un español de bien , que ayudaba a sus semejantes y se daba cuenta
de la pavorosa cuestión social , de la miseria e ignorancia que vivía el
pueblo. Los pobres de Castropol y los de Serantes todo le conocían por sus
espléndidas limosnas. No había necesidad que don Fernando no socorriese. Su
esposa, doña Julia, que le fue fiel hasta la muerte, como saben serlo sólo las
mujeres de los hombres de la mar españoles, y miraba para otra parte cuando la gente le llegaba
con chisme de tal o cual aventura amorosa de su marido. Porque sentía pasión
por las faldas. Y era un tanto mocero.
Tan estricto y severo como era a bordo ( en
todos los barcos en los que sirvió se le tenía por un oficial que no admitía
confianzas ni rechiflas de la marinería, guardaba las distancias y gustaba de
almorzar solo en su camarote ) en tierra su talante se transformaba en locuaz y
dicharachero. Tenía ese sentido del humor y esa jovialidad - Oviedo viene de Jupiter Jovis, que en el nominativo quiere
decir tonante y en el genitivo latino se identifica con la idea de jovialidad -
idiosincrásica y ese señorío que es prelativo a sólo unos pocos nacidos en Vetusta.
Ya de cadete había adquirido fama de gran
bailarín. En los bailes de Zamboaga, allá en Filipinas, era el número uno. En
los saraos de palacio, la reina doña María Cristina solía echar con él un vals.
En la zona del Occidente asturiano todavía queda memoria de alguna correría del
donjuán legendario, a la que difícilmente se resistían las mujeres, una
prerrogativa como otra cualquier que sólo Dios da. Y no había romería ni fiesta
de rumbo por aquellos arcádicos parajes en los valles escondidos, cabe los
brazos de la cruz de algún humilladero o la ermita de la aldea perdida que no
contase con su presencia:
- Hale gustado la moza un poco de más la
moza al Señor de Serantes.
- Esu echáse di ver por como se
acaramelaban en el agarruo.
- Pues habrá la madre de andar con uellu
(ojo). Que las consecuencias vienen de nueve meses.
Pelillos a la mar. Para captar ese ambiente
lúdico orgiástico que sólo conservan Asturias y Galicia, como un remanente de
aquella España mítica del medievo, pletórica de fuerzas y llena de ganas de
vivir y de gozar, finiquitada con las guerras de religión y la reforma y la
Contrarreforma protestante que rematan en la austeridad castellana, es preciso
releer los cuentos de Palacio Valdés y
de Clarín, ambos amigos personales del héroe de Santiago de Cuba, y sus
acompañantes en las romerías y arreboladas de los tiempos de folixia.
Esta quizá sea una de las razones por las cuales entusiasma tanto el
Principado. Porque en él se conservan tradiciones y costumbres perdidas en el
resto de las regiones españoles.
A todos aquellos que se las ha pasado el
tiempo de cortejar parece que la recuperan cuando se plantan en Pajares.
Hermosa provincia, legataria del sentimiento framontano del romancero.
* * *
Siguiendo la ruta que marcaba su estrella y
el epígrafe que subraya el blasón de su casa solariega “ Villaamil, abante y
con la cruz de san Andrés por delante “, en su capacidad de director de la
Escuela Naval es comisionado por la Reina para que se haga cargo de un buque
escuela para el entrenamiento de los guardiamarinas en seguimiento y procura de
los trazados cartográficos señalados por los descubridores portugueses y
castellanos. Con motivo de los fastos del centenario colombino de 1892 se le
nombra capitán del “ Nautilus “ para que dé la vuelta al mundo.
Es su hora magna. La goleta zarpa del puerto
de Cádiz en olor de multitudes con quinientos guardiamarinas a bordo, y un
destacamento de oficiales, suboficiales y cabos de mar. Los vigías se encaraman
de las vergas. Se escucha el pito de los contramaestres. El serviola de proa
efectúa las señales heliográficas. Izánsen las señales de levar. Se
repiten escalonadas las órdenes del
capitán, que van rebotando como un diábolo que baja rebotando desde la torreta
de mandos hasta la sala de máquinas.
- Avante toda.
Suenan los aires de la Salve marinera.
Siempre le profesó una tierna devoción a la Virgen del Carmen. Moriría aferrado
a su escapulario.
La ciencia de navegar es un arte que sólo
se aprende en la brega: la caña del timón, a la mira de la vara del bauprés,
manejando driza y cebadera, porque el marino no nace. Se hace sobre la marcha.
Es una técnica y una jerga conseguida a fuerza de soledades, mucho sufrimiento,
los hielos del polo, las calmas chichas de los mares del sur, y experiencias
inigualables de aquel que hizo de su oficio, el de arar las olas en pos del
rastro de espuma de las semitas maris ( los senderos líquidos), una
vocación sublime conforme al aforismo de D´Anunzio “ Vivir es aleatorio.
Navegar, indispensable “.
El marino suele ser un hombre diferente a
los demás. Mira para las cosas desde otra perspectiva. Villaamil se siente
realizado anímica y profesionalmente. Pasa largas horas en cubierta dirigiendo
todas las operaciones de ruta y las maniobras constantes en un velero, donde no
hay un sólo minuto de descanso a lo largo de las veinticuatro horas del
cuadrante. Durante los períodos de asueto escribe poemas y también esboza algunos
apuntes de lo que luego será un gran libro, escrita con prosa viril, llena de
desenfado, y esa palabra justa y escueta que siempre parte de todo aquel que ha
mandado alguna vez un barco.
“ Viaje de circunnavegación de la
corbeta Nautilus “se publicó en edición restringida el otoño de 1893. Es un
relato de aquel viaje tras las huellas de Elcano y de Magallanes. Si éstos
invirtieron en la carrera tres años menos catorce días, los pupilos del
Señor de Serantes derrotaron por todo el hemisferio sur durante dieciocho
meses. No tuvieron tantas bajas. Sólo una. La del cabo Esteban Letamendía
que cayó del palo de trinquete mientras se realizaba una maniobra de izada
del velacho a los pies del segundo oficial de guardia. El autor describe en su carga de tristeza y de
dramatismo y con trazos maestros el momento en que sucede la desgracia: “Yo
sentí el golpe terrible que produjo el infeliz al destrozarse sobre cubierta y
, desgraciadamente, no lo confundí con otro ninguno. En el transcurso de mi
carrera había oído ese golpe varias veces que no se parece a ninguno y que no
puede olvidarse jamás.. Al día siguiente se dispuso arrojar al mar el cadáver
del pobre Letamendía con las salvas de ordenanza y las formalidades prefijadas
para estos casos. Toda la dotación subió a cubierta y cuatro cabos de mar
condujeron al féretro, que iba sujeto a un lastre, hasta la toldilla, mientras
el toque de la campana de proa anunciaba que un compañero de viaje iba
abandonarnos para siempre. Rezamos todos con la cabeza descubierta y los ojos
arrasados en llanto... Observé lo mucho que sufrían los compañeros que
aguardaban un balance para echar por la borda el cadáver con su correspondiente
lingote sujeto a los pies. Y yo dije al segundo comandante ocultando mi triste
emoción:
- Que rompan filas...”
Desde entonces es una tradición dentro de
la Marina de Guerra este viaje de instrucción alrededor del orbe que completan
en el clíper Juan Sebastián Elcano los cadetes de la
Armada. El libro que escribió este gran navegante es hoy un tesoro
bibliográfico porque no sólo aquilata una particularísima visión del mundo
desde el puente de mando de un buque escuela sino una narración ilustre de
sabrosas peripecias al socaire de la metopa de aquel insigne navegante de
Guetaria muerto en la mar en 1526 ( parece ser el sino de los grandes
navegantes a los que la mar reclama para sí) cuya leyenda decía “ primus
circumdedisti mihi “. Los guardiamarinas de Elcano, de acuerdo con
una costumbre consolidada en la vida española todos los años “ pisan la estela
“ de sus predecesores.
La vida pertenece a los idealistas y el amor
a los soñadores. Por eso, cuán grato resulta releer al cabo de más de un siglo
las anécdotas de aquel viaje. La aurora
austral, espectáculo incomparable que tuvo la suerte de contemplar la dotación
del “ Nautilus “ cerca de la Polinesia. A apoteósica recepción en Auckland. Los
estragos que hicieron los jóvenes cadetes en el corazón de las colombianas en
Cartagena de Indias. Las fiestas de sociedad en Sidney y aquella señora australiana,
esposa del embajador inglés, que le declaró al comodoro hispano su amor,
declaración empañada de tristeza. Porque anota el escritor la siguiente
observación: “ Por primera vez en mi vida sentí que ya no era un niño “.
Y en Argentina y en Uruguay pusieron como
aquel que dice la plaza boca abajo. La acogida en España fue no menos triunfal.
Cuando el navío , doblado el cabo Machichaco, y navegando en demanda del Golfo
de Vizcaya, da vistas a San Sebastián. Una cañonera en cuya antena luce el paño carmesí del
pendón real sale a recibirles. Es la propia reina doña María Cristina. El “
Nautilus “ lanza al viento las veintiuna salvas de ordenanza. Se arrían sobre y
petifoques que vuelven a izarse coincidiendo con el estampido del ultimo
cañonazo. Se baja la escala de una de las escotillas y por ella desciende el
comandante para ayudar a subir a la misma Soberana, acompañada de su
primogénito, el rey Alfonso XIII. La
Reina pasa un día embarcada con sus marineros. Tenía una predilección muy
particular por “ su “ Villaamil. Luego, el agasajo en los jardines del Palacio
de Miramar Aquel año del
centenario colombino ¿ sería el año del romance entre la reina de España y su
oficial de marina, su bravo comandantín ovetense ? La discreción no
permite elaborar más allá de los rumores
, del arcaduz de la oreja, el manantial
de los chismes y las estafetas que van y vienen con correos de lo que
sucede y no sucede en el mundo, por más que a veces caer en los brazos de
la murmuración sea algo inevitablemente inherente a la condición humana.
Es cierto que sus visitas a palacio se
hicieron más frecuentes, lo que suscita no sólo las habladurías de mentideros y
tertulias sino también la envidia de los mezquinos, de aquellos que sufren lo
indecible ante el éxito ajeno. ¿ Acaso es esta privanza regia el motivo en
virtud del cual Villaamil no es ascendido ?
Era un hombre egregio, un militar brillante. Querido y popular. En Seijo
ningún quince de julio faltaba a las fiestas de la Virgen del Carmen. El , gran
devoto de la Estrella del Mar y Socorro de navegantes, era el encargado de
hacer la ofrenda floral a la Patrona. Toda la aristocracia de Europa se daba
cita en las monterías en su finca de Romancos ( Guadalajara ).
Todo el mundo lo quería. Su fama ha traspasado
las fronteras. El 26 de abril de 1898 el diario londinense Daily Mail en
un despacho de su corresponsal en Madrid escribe lo que sigue:” El comodoro
Villaamil , que manda la flota de torpederos, es un oficial de gran energía y
de conocimientos científicos, de valor y determinación. Sólo cuenta cincuenta y
dos años de edad y tiene gran experiencia en el mando de torpederos. Como
hombre de ciencia, sus escritos sobre el arte de guerra naval le han
conquistado una reputación europea. Su espíritu es tal que, de ser vencido, no
sobrevivirá a la derrota. Y cuando hizo su célebre voto a la Virgen del Carmen,
antes de zarpar, diciendo esto mismo, su patria se dio cuenta de que no
fallaría en su promesa...”
Así fue. No faltó a su palabra. Cuando los
negros nubarrones se formaron sobre el horizonte de España y saltó la sorpresa
de la declaración de guerra por parte de la república de EE.UU. , pidió
audiencia con la Reina.
- Majestad, quiero el mando de un buque.
- ¿ Está usted loco ?
- Quiero ir a la guerra.
De esa manera conjuraba los rumores sobre su
privanza y hacía honor a su fama de valiente. Pero, sobre todo, se ofrecía como
víctima para salvar a la Corona y garantizar el futuro de la dinastía. Hombre
inteligente se había dado cuenta lo mismo que Cervera que esa era la única
forma de supervivencia. Sabedor de que el gobierno norteamericano había
colocado topos en Madrid, que había comprado escritores como Blasco Ibañez y de
alentaba los movimientos republicanos , separatistas y nihilistas como la “
Mano Negra” y amparaba a terroristas como a Angiolillo y Malatesta e intrigaba
para derribar a la Monarquía, dando un paso al frente, dijo: adsum ( aquí
estoy dadme un barco) Se trataba de un acto de heroísmo para contrarrestar
tanta torpeza, tanta infamia y comportamiento ambiguo, la conducta solapada. Y
heroica fue su muerte. Se hacía cargo de que con el estallido de un nuevo siglo
se impondría un mundo nuevo, con un poder distinto. En el que las guerras se
hacían por encargo, a modo de una boda por poderes en la cual el novio sería
una tapado, un poco la Bestia Sin Rostro de la cual hablaría Churchill. Por eso
se presentó voluntario y a pecho descubierto ante los que sólo saben la cara en
los “ westerns”. Quiso ir en derechura contra la carabina de Bufffalo Bill.
Su actitud aquella mañana del 3 de julio de
hace un siglo tuvo algo de aquel personaje del cuadro de Goya. Un hombre con la
camisa blanca y el rostro desencajado que ofrenda su pecho a las balas del
piquete de fusilamiento.
El “ Furor “
fue el último de la fila, pero nada más tramontar la dársena recibe
fuego de mortero que deja una vía de agua. En vez de echar el ancla e izar
bandera blanca, el comandante ordena irse a toda máquina contra el “ Indiana
“ pañol partió la andanada certera. Hizo varios disparos pero el cañón de
15 milímetros carecía de ángulo de tiro suficiente para alcanzar al acorazado
agresor. Tampoco pudo alcanzar el objetivo
porque zozobraría a los pocos minutos de recibir a estribor la andanada,
pero el bravo Villaamil buscaba el abordaje. Trató de hacer de su barco un
torpedo, un proyectil viviente.
Francisco Arderíus, su segundo, que
sobrevivió a la terrible agresión, aunque quedó manco de un brazo y las dos
piernas tronzadas lo vio morir. “ Estaba en el puente en mangas de camisa.
Llevaba sobre el pecho las medallas y escapularios que le había dado su mujer a
guisa de detente, bala. Pataleaba de rabia y miraba para el
enemigo como si quisiera desafiarlo. En cubierta yacían unos cuantos cadáveres.
Algunos marineros se habían lanzado al agua y trataban de ganar la playa a
nado. Muchos eran acribillados por las ráfagas de ametralladora ; los yanquis
seguían haciendo sobre nosotros desde el Indiana . Un marinero se ha puesto el
chaleco salvavidas pero se llega a él y le dice: no sé nadar mi capitán.
Entonces, quedate - le contesta con una
triste sonrisa porque incluso en esos momentos no perdió la sangre fría ni el
sentido de humor - que más vale morir a bordo que con las ranas. Nuestro buque
estaba hecho una boya y seguían tirando. “ Don Fernando - le dije- ¡ qué
inhumanos son ! “. “ Sí “, contestó. Ya no le volví a ver más. Junto a mí yacía
el cadáver del fogonero Tomás Manzanares”.
Arderíus fue recogido casi
exangüe por un bote del Gloucester junto
con el marinero de segundo Carlos Boado. A pocos instantes de la operación de
salvamento, el Furor el único de los buques de la escuadrilla española
que no quedó embarrancado, lo cual dice mucho de la pericia de su comandante,
saltó por los aires con el pañol, los torpedos, la caldera, llevandose para
siempre a aquel gran capitán español que quizá hubiera merecido mejor suerte o
estar al servicio de mejor bandera. Su maniobra para no encallar y burlar el acoso rival - otro gallo les hubiera
cantado de haber estado artillado su buque con piezas de alcance y de una
coraza más resistente - puede ser calificada de libro.
La pluma se estremece de pavor y de
indignación ante tamaña heroicidad - ¿
inútil? -. Llegado el caso, España no vacila en ofrendar en holocausto a Moloch
a sus hijos mejores, para que los otros, más mediocres y segundos, puedan
seguir viviendo de las rentas. Su muerte hace pensar en aquellos versos de
Cristóbal de Castillejo, otro soldado alistado en los tercios de Flandes,
cuando ve caer a sus compañeros en derredor y diezmada toda la compañía durante
el asedio de Viena por el Turco:
¿ Quién te engañó, Castillejo,
Estando tan bien en España.
A venirte en Alemania
Para dexar tu pellejo
En tierra ajena y extraña ?
No me engañara esperança,
Ni apetito de favor
Ni deseo de privança,
Mas engañóme el amor;
Y éste dio causa al yerro, porque amó
A su rey demasiado,
Con lo cual se han engañado
Otros muchos como yo
Al capitán
asturiano también lo engañó el amor. Esa mentira excelsa por la que merece la
pena vivir y morir. Porque significa creer en algo. El evangelio lo afirma
tajante:” el que busca su vida la perderá y el que la pierde la ganará “. Y no
hay cosa más grande que darla por los demás o en aras de un ideal. Por eso el
escudo de la casona de Serantes sigue mostrando su blasón sin tacha bajo la
cruz de san Andrés: Villaamil, abante y con esta cruz por delante.
Quizá sea un presagio nada ominoso y lleno
de esperanza sobre el futuro de esa cruz que defendieron tantos valientes, que
sigue estando regada con la sangre de los mártires, feraz semilla de
bienandanza para este país, pese a los tiempos que corren. He aquí un hidalgo
que murió por algo. Su “ Villaamil abante “ se complementa con aquel otro grito
del cocinero de Cajigas qu´inda etoupes. Son dos formas de mostrar su
disconformidad contra la injusticia. La de un oficial y la de un ranchero de La
Habana. Pero, al fin y al cabo,¿ qué más da?
Millán
SACRAMENIA ARTEDO
EDUARDO ZAMACOIS :
LA NOVELA DEL PRISIONERO
por ANTONIO PARRA GALINDO
Martín Santoyo era un mozo sin tacha. Labraba la tierra y atendía un
molino en la comarca seguntina de Guadalajara alta. En el riñón de Castilla.
Por la heredad de sus mayores pasó el Cid camino del destierro valenciano a
ganar su pan. El paisaje es recio allí, áspero y desolado como el alma de los
que lo habitan, pero noble y definitivo sin medianías ni contrapuntos. Tiende
al extremismo y a la unilateralidad. En su pueblo era conocido bajo el cognomen
del “ Aceñero “. De una fuerza física fuera de lo corriente, como demostraba al
juego de la pelota en las partidas de los domingos después de misa. Nadie
atizaba tampoco al chito con tanto poderío ni era capaz de arrojar la barra tan
lejos como él.
Esta temible energía de sus musculos la contrarretaba Martín con las
mansedumbre de su caracter, el sentido del honor, la lealtad a carta cabal y un
estricto espíritu religioso que le había ganado nombradía de santo, porque,
cuando iba a arar, caía de rodillas cuando escuchaba el son de las campanas del
Ángelus o en medio de la trilla detenía el rodar de la yunta por la parva y se
ponía a rezar el rosario. Su devoción hacia la Virgen frisaba los bordes del
fanatismo.
No obstante lo cual jamás había salido de su boca una palabra más alta
que otra. El molinero era la vera efigie de la paciencia. No juraba, no bebía
ni fumaba, carecía de vicios. Amaba a una mujer: Agueda con la cual estaba
próximo a casarse. Se querían. A Santoyo sus padres le habían enseñado a ir de
frente y a caminar en linea recta. No es este un consejo del todo recomendable.
La vida, tan complicada, con sus recodos, derrumbaderos y cuchillares tajados a
pico no permiten siempre esa estrategia del camino llano. Las almas talladas de
una sola pieza
I
ALBERTO INSUA
TESTIGO
DE CARGO
En 1898 un español
culto y sensible, de patriotismo acrisolado, no podía vivir ni exterior ni
interiormente como un británico, como un francés, como un tudesco. Alguno
diría en europeizarla. En cambio, el inglés vivía aun en el epílogo de la era
victoriana. No podía pensar ese español sino en salvarla , en renovarla. La
España del 98 para todo español consciente y honrado era una patria dolorida,
desmembrada y exhausta; el francés sentíase content de lui même, no obstante
sus temores de una nueva invasión teutona y el alemán disponíase alegremente a
conquistar el mundo. Entre los españoles sólo podían estar contentos los niños
sanos y los hombres necios. Todos los demás sufrían, temían, vivían tomándose
el pulso, aunque Silvela proclamase que éste había dejado de latir...”
Cuando Alberto Insúa redacta este iluminado párrafo
al comienzo de sus Memorias ,< Mi Tiempo y yo >, quizás intuyera que al
cabo de un siglo acabase siendo ninguneado por cierta crítica tan apasionada
como veleidosa , inexacta y sectaria como olvidadiza e indecorosa, pero con
toda seguridad debía de tener el presentimiento de que sería el manual de
referencia para que las generaciones venideras de españoles tuviesen testimonio
de primera mano acerca de qué es lo que ocurrió aquel 15 de febrero del Año el
Desastre.
El autor galaico-cubano el día de la derrota no
estaba en los toros como otros , fumándose un Murias en un palco o una tagarina
si asistía al espectáculo desde los tendidos de sol, ni luego empezó a
despotricar contra esto o aquello llevado por un sentimiento trágico de la
vida, o se ensimismó en acartonadas prosas elegíacas, ni practicó el
desmelenamiento desesperado o cínico. Estaba en pleno ruedo. Fue testigo de
cargo del hundimiento del , de su voladura controlada, del amor y
la simpatía siempre latente entre españoles y cubanos, a pesar de lo sangriento
del litigio y de las diferencias políticas .
El desenfado criollo y la saudade gallega le libran
a Alberto Insúa de caer en los
despropósitos y aberraciones que cometen muchos de los llamados escritores de
la Generación del 98. Porque es el que mejor toma el pulso a la situación desde
el humor, las ganas de vivir y la belleza de sus escritos que aun siguen
suscitando en el lector una sonrisa entre melancólica - la melancolía del
perdedor que siempre es una forma de conseguir el triunfo frente al agresor
arbitrario, fanfarrón, algo bestia -y
picarona.
Insúa y Bonafoux, un cubano y un portorriqueño, son
dos nombres indispensables, porque contemplan los acontecimientos pese a su
cercanía con circunspección, encuadran dos ángulos de visión ineluctables para
saber la verdad sin tercerías o correveidiles más o menos vicarios. Nunca se
les va la mano. Ambos son don escritores de raza. Dos criollos de vuelos
cosmopolitas- vivieron en varios países y hablaban idiomas- aunque
incomprendidos por el otro literato de inclinaciones parroquiales, petulante y
pastueño, inconformista hasta la autoflagelación por más que castizo. Insúa tiene toda la raza de Larra y
es un hombre que corrió mundo.
David venció a Goliat y de la honda de un escritor
genial puede salir el proyectil que haga pupa en el ojo del cíclope al cabo de
las décadas. Porque el garbo de la palabra nunca muere. No hay quien la
detenga. Es la venganza del débil . ¿ Quién se acuerda de quien eran Lee o
MacInley a estas alturas, salvo los historiadores y algún que otro forofo de la
nemotecnia histórica ?Pero los anales no se olvidarán tan fácilmente de las
semblanzas grotescas que de sus personas hace el novelista nacido cubano,
recriado en Galicia y español hasta la médula, cuyos libros tienen esa
carnalidad y sabrosura tropical, tal que parecen escritos a la sombra de una
ceiba habanera. Su humor es sutil, casi inglés.
TESTIGO DE CARGO
Así describe el amarre del en el
muelle de La Habana frente al famoso Morro:
<<Asistí a la entrada del barco
en compañía de mi hermano Waldo, que llevaba su cintita española en el sombrero
y con el tío Leopoldo, que, por estar la tarde fresca, se había puesto un
chaqué de casimir color tabaco y unos pantalones de “todos tenemos “. Hacia las
tres de la tarde nos dirigimos al puerto, no sin hacer escala en el Café de
Cajigas, donde don Leopoldo de Cisneros, mientras consumía jamón con pan y
varios vasos de vino, afirmaba que el “Maine” era un cascarón de nuez.
---¡Qué gentío y cuántos negros
!-murmuró el tío Leopoldo con gesto de desdén aristocrático que me hizo reír.
Pasó el “Maine “ frente a mí.
Recuerdo perfectamente el espectáculo de su oficialidad y tripulación en traje
de gala y ocupando en solemne formación la cubierta. Girando por la banda de
babor fue cercándose a un crucero nuestro que arreglaba sus calderas desde
hacía un par de años, en la ensenada de Casablanca. Y allí fondeó ni muy cerca
ni muy lejos. En seguida, uno de los remolcadores cargados de gente adinerada y
curiosa, que habían salido a esperarlo, se adelantó dominante. Era el “Sussi”,
famoso en el puerto, que conducía al personal del consulado yanqui. Un hombre
alto y robusto dando al aire los faldones de su chaqué, iba de pie en la popa,
arqueando el pecho, que cubría un chaleco amarillo de franjas verdes,
inolvidable. Era mister Lee. Muchas personas le reconocieron:
--- Ese verraco es Mr. Lee, dijo mi
amigo el cocinero.
Yo cerré los ojos para no ver
aquello, pero mi amigo , el cocinero gallego, crispada la boca y tendido el
puño derecho en dirección del acorazado, exclamó con el mejor acento de su
querido Orense:
--- Qu’inda etoupes, porco. (
Así revientes, cerdo).
Yo no sé si lo dijo por el barco o
por el orondo Lee, mientras una vocecita aguda, como el quiquiriqui de un gallo
joven, gritó varias veces desafiante:
---¡Viva España!
Reconocí la vocecita de mi hermano,
y entonces yo, con los ojos llenos de lágrimas, me puse a gritar también:
---¡ Viva España! ¡Viva España!
>>
Aquel grito de viva España de un
niño de quince años con vocación de escritor y la exclamación o el improperio
del cocinero gallego del Café de Cajigas con su voz de Esténtor deben todavía
de seguir resonando, magníficos, contra el cemento del Morro habanero. No se ha
extinguido su eco de protesta contra lo que en puridad fue un atropello del
Derecho Internacional.
En unos cuantos párrafos jocundos, con aticismo ,
digno de un Jenofonte y no sin rechifla,
se denuncia una canallada sobre la cual los cronistas poco avisados habrán de
pasar como sobre ascuas. Además fueron una maldición contra los propios interesados,
porque trajeron mal fario. Reventó el
destructor, al que Insúa vio llegar magnífico y prepotente empavesado de
banderas de colorines en su arboladura,” que contrastaban con el negror
bituminoso del casco “, formada su tripulación bajo la tolda y el puente, días
más tarde, lo que fue pretexto para que el gobierno de Estados Unidos le
declarase la guerra al Reino de España, ordenando el bloqueo naval del
almirante Sampson, “el encargado de reducirnos a cenizas”, reventó el corazón
del representante del gobierno de Washington hechas trizas sus coronarias, y
Hearst, el magnate de la Prensa norteamericana y de la cadena más importante de
periódicos en la Unión, principal instigador de aquel conflicto por motivos
económicos - una especie de CNN de las linotipias - moriría arruinado después
de haber sido una especie de Rey Midas, y, para más inri, de aquellos mambises
apoyados y financiados en su lucha por los ancas cuyos nombres eran Martí,
Antonio Maceo, Máximo Gómez y Calixto
García, paladines de la causa de Cuba Libre, que tanto se parecían y en el
fondo amaban a aquellos soldaditos vestidos de rayadillo que combatían en la
manigua, tuvieron un esforzado sucesor en Fidel Castro, una figura
revolucionaria señera y que para bien o para mal, quieránlo o no sus enemigos,
guste o no guste, ocupa él solo las primeras páginas de lo que ha sido la
política del mundo en la segunda mitad
del siglo XX. Con el barbudo perorando
consignas de revolución anticapitalista en la tribuna a sus antiguos mentores
les ha salido un grano. He aquí que un
descendiente de gallegos, digno albacea de Simón Bolivar y de Maceo, ha sido
capaz de subirsele a las barbas del gran coloso estadounidense. El Destino,
lleno de contradicciones y de sarcasmos, con frecuencia se venga exaltando a
los humildes y confundiendo a los prepotentes y encumbrados, como bien canta el
salmista.
EL NEGRO QUE TENÍA UN ALMA BLANCA
¿No será que el sortilegio del cocinero del Café
Cajigas ha cumplido su amenaza ? Qu´inda etoupes. Este galleguiño, al que en cada frase, en cada
caída se le subía, alma arriba, toda la retranca de Puente Deume y las Rías
Baixas, es uno de los personajes mejor caracterizados en la amplia novelística
( más de treinta libros entre obras de ensayo, novelas, guiones
cinematográficos , comedias, amén de incontables ensayos periodísticos ) del
autor del Negro que tenía el alma blanca, el texto más conocido aunque
desde nuestro punto de vista no el mejor logrado de Alberto Insúa.
Hijo de Waldo
Insúa, propietario de uno de los tres grandes periódicos con que contaba la
capital de la Perla de las Antillas a fines del siglo pasado, “ El Eco de
Galicia “, empezó a oler a tinta y a plomo y a sentir la seducción del “duende
de las imprentas “ a los doce años. En el rotativo paterno hace sus primeras
armas como periodista y aprendiz de poeta. Su obra resulta ineludible para
hacerse a una idea de lo que se les pasaba por la cabeza a los hombres que
lucharon a una lado de las trincheras, que aguantaron el hambre, las
penalidades y carestías del bloqueo naval llevado a cabo por la poderosa
escuadra de Sampson. Allí salta ciertamente el patriotismo acrisolado, pero tal
sentimiento no es incompatible con el buen humor, la tolerancia y la
comprensión para con los mambises.
La guerra de Cuba, tal y conforme la narra Alberto
Insúa fue un guerra que dentro del dolor por la sangre derramada y las
penalidades se conservó la dignidad y la cabeza alta. No fue una guerra de
exterminio. Las páginas de este
novelista cuajadas de ternura y de sano humorismo así lo refrendan. El español,
sobre todo el gallego, sabe ser valeroso hasta el heroísmo, cosa que extrañaba
y desconcertaba a los propios gringos, pero conservaba la serenidad, y sabía
reírse de sí mismo. Ante la misma muerte parece estar de coña. Es capaz incluso
de mostrarse fanfarrón como prueban aquellos versos- él los llama ripios- que
el joven alevín de periodista publica en el órgano de la comunidad de
emigrantes gallegos de La Habana y que logran pasar la censura un tanto bondosa
de su padre, el director, porque él mismo confiesa que durante aquella
primavera y aquel verano en que duraron las hostilidades no estaban los ánimos
para jácaras, sino para “ sentir hondo y pensar profundo”. Rezaban así:
Un soldado
de Castilla
vale por
ciento yanquinianos
y cada
español se almuerza
sus catorce americanos.
Del Iowa
y del Montgomery,
hemos
de hacer picadillo
para
darle a MacKinley un sabroso guisadillo
A la vista del contexto estratégico y del equilibrio
de fuerzas , se coteja que tales fantasiosos ripios no pueden salir sino de la
imaginación calenturienta de un fogoso adolescente hábil en el manejo de la
sátira y de la hipérbole. Harían mal algunos historiadores en tomarlos al pié
de la letra, porque de antemano todos sabían que aquella guerra contra tan poderoso rival había que darla por
perdida, pero España contra las cuerdas y a costa del valor inmenso y de la
sangre de los mejores de sus hijos , para pasmo de sus enemigos seculares, los
que la detractan y la denigran, sigue siendo un misterio, a veces saca sus
mejores registros, y echa el resto. Fue el pueblo que produjo Numancia e
inventó al guerrillero.
Como ha demostrado bien en un artículo reciente en
la tercera de ABC Carlos Seco Serrano a España no hay que achacarle
responsabilidades en aquella crisis. No actuaron limpio los americanos ni se
atuvieron a las cacareadas reglas del juego. No hubo fair play, sino
avasallamiento, conminaciones, ingerencias y toda una manera de ser que se ha
puesto de manifiesto a lo largo del devenir de los últimos tiempos en los
anales del Pentágono: la política de la rosa y el mazazo, lo que ellos
denominan the carrot and the stick. Ellos inventaron el jingoísmo. No
podía ser de otra forma en una nación tan belicosa recién salida de la Convención de Jefferson y de las cacerías
de indios de Bufalo Bill y de las caravanas del Lejano Oeste con sus vaqueros a
caballo que sólo parecen profesar una religión: la fe en la fuerza bruta, en el
acoso y en la violencia como gran partera de la historia.
GENEROSIDAD YANQUI Y MAGNANIMIDAD CON EL VENCIDO
Ese jingoísmo lo disfrazan de corduras y de razones.
Es su cara amable de sano muchachote de California. Debajo está siempre la
pistola. Aquello fue un “ manos arriba “, “un atraco a mano armada “ y una
partida de tiro al blanco. España contra
aquellas torticeras exigencias ( primero, pidieron la autonomía, luego,
reclamaron la venta, y en ultimo término enviaron las cañoneras) no tuvo otra
opción , para salvar la dignidad que es lo último que un hombre o una nación
madre de pueblos debe perder ,que defenderse, aún sabiendo que aquel sacrificio
sería un acto de inmolación.
Cuando aquella infausta mañana del 3 de julio de
1898 la flota de Cervera sale al encuentro del “Iowa “, “Oregon” y del “Brooklyn “ y se convierten sus barcos -
el “ María Teresa “, “ Vizcaya”, “Furor” y “ Colón” - en blanco de las
andanadas de la escuadra estadounidense al apostadero en la bahía de Santiago,
es consciente de que lleva a sus hombres al matadero, pero eran las ordenes de
Madrid. También quizás se diera cuenta Cervera de que la muerte de sus marinos
no sería inútil sino una gran acto de servicio a la patria. Los propios hombres
de Sampson quedaron maravillados del coraje y dignidad de aquellos marinos.
Terminada la batalla, los norteamericanos con admirable humanidad que les honra
ayudaron a los supervivientes. Se largaron botes salvavidas y estachas,
mientras en la playa los náufragos eran
acogidos entre aplausos y muestras de apoyo por los propios mambises. Los isleños
de la Cuba Libre, los de Daiquiri, Guantánamo, y los de Chino Viejo ayudaron en
las tareas de rescate.
En honor a la verdad, el comportamiento del gobierno
norteamericano , que quizás tuviera mala conciencia por haber desencadenado una
guerra sucia, en la victoria fue magnánimo. Váyase lo uno por lo otro. Supo ser
generoso como sólo pueden serlo los yanquis en múltiples caos.
Como consecuencia de la guerra de Cuba en los
Estados Unidos, donde el jingoísmo es casi una forma de ser, hoy se mira a los
españoles con gran respeto dentro de la suspicacia y el desdén con que hay para
todo lo hispano, después de los de Siboney. Fue también que gracias a la guerra
de Cuba que los cubanos no siguieron la suerte tal vez de Puerto Rico p de
Filipinas.
Aquellos
soldaditos fueron repatriados en los barcos del Marqués de Comillas, aquel
catalán naviero que dicen que murió como
un santo y que se arruinó después de lo del desastre, desde Miami, Nueva York o
Boston. El regreso debió de ser impresionante. La mayoría de los mozos no
guardaban ningún rencor al antiguo enemigo y se mostraban alegres de haber
podido volver sanos y salvos, aunque algunos tocados por la malaria y otras
enfermedades tropicales.
CANCIONES.
Hay que acudir al cancionero popular para saber cuál
fue la reacción de los españoles de cara al
común infortunio. Pues se hicieron de tripas corazón, y al ver a los
quintos que volvían sonrientes y
agitando sus pañuelos desde cubierta, maltrechos pero vivos y cantando,
se hizo celebre aquel remoquete de más se perdió en Cuba y vinieron cantando.
O, abundando en lo mismo, otra coplilla que he escuchado yo alguna vez en mi
pueblo segoviano, que alude a las penurias, a las levas y a la pavorosa sequía
de aquellos veranos de fin de siglo, causante del hambre y la miseria, y pide
protección y amparo al Santo Cristo:
“En
Cuba tenemos guerra.
Llevan
de España la flor.
Y, si no
llueve, Dios mío,
¿qué
será de nos ?”
Puede afirmarse
categóricamente que en aquella hora amarga de España la Corona estuvo a su
altura. La dignidad de aquella dama enlutada, la Reina Regente, firmando el
final de las hostilidades y arrostrando con augusto semblante las consecuencias
de una guerra y una derrota que nunca buscó la Corona es algo que ha quedado
para la historia plasmado en los archivos de las filmotecas, de la misma forma
que su sucesor en el Trono , el Rey Juan Carlos , el día 12 de febrero,
rindiendo homenaje a las victimas de los dos lados de la ultima guerra colonial
en Cavite y al arrojar al Pacífico, el océano que baña Las Filipinas, descubierto
por Magallanes y que guarda entre sus aguas los restos de tantos españoles,
pronunció una frase lapidaria ante el presidente Fidel Ramos:” hemos de
compartir el futuro y la esperanza “. Esta comunión en la esperanza, recogiendo
las enseñanzas del pasado, es la piedra clave que acompañe a los fastos del 98
librándolos de un talante excesivamente derrotista, unilateral o sectario, y
puede servir para conjurar los fantasmas y los demonios familiares que regresan
al grito de que el 98 no es un proceso al que haya que dar por terminado.
Entonces habría que sacar de las cajas de las
imprentas el fantasma de este personaje de Insúa, el cocinero de Cajigas para
que lanzase aquel grito estentóreo que todos escucharon aquella tarde de
febrero de hace cien años en el malecón
habanero :Qu´inda etoupes, porco.
Aunque está en un buen gallego, incluso mejor que en
castellano, todos lo entenderemos. No fue un insulto en toda la regla, fue el
grito telúrico del ataratxu vasco o del ijujú céltico.
Y esto vive Dios que puede ser así. Por miña
nai...
Fin del
primer capítulo del serial LOS OLVIDADOS DEL 98
II
TRES DE JULIO DE 1898
l
Para distinguir
al buen escritor del mediocre no hay más que fijarse en la sindéresis que separa
en su obra la potencia y el acto. Ese río que fluye, indomeñable siguiendo una
trayectoria misteriosa, como la vida misma. Nadie podrá alcanzarlo . Presenta
dos fases. Lo que se propone y lo conseguido. Ahí yace la piedra angular del
arte y del estilo. Pero el estilo es el hombre Compatibilizar sendos estadios
es lo más difícil. Luego está lo que los franceses denominan la verve,
una especie de unción estilística que mantiene vivo el interés y sella la
impronta psicológica, el <> vital de todo creador, único e
incontrovertible, en el arte, por constituir su primordial impronta estética.
Conviene precisar este matiz a la hora de estudiar la Generación del 98, a la
cual se dio en denominar el Segundo Siglo de Oro de las letras castellanas.
La habilidad
de recursos, el despliegue y el contraste de trayectorias, esa vena oculta que
permite caracterizar a todo buen libro; aquel que deja entrever más que
demostrar, y en el que es más importante el material implícito que el expreso.
En cualquier texto hay que ahondar en la vena oculta. Porque lo que está arriba
es igual que lo que está debajo. Un macro cosmos es correlativo de equiparación
con un micro cosmos. Si se compaginan en perfecto equilibrio ambas realidades,
tendremos capacidad de convicción y de
seducción. La regla explica la razón por la cual hay libros que se nos caen de
las manos, mientras otros atrapan de tal modo la mente del lector hasta el
límite de tener que ser leídos de la cruz a la bola. Es la magia de la Gran
Literatura - el poder de absorción - que no han logrado ni el cine, ni la
pintura, ni la propia música: la posibilidad de vivir otras vidas, una a una, y
a solas, de avizorar otros horizontes.
El literato
de raza es un mago que conjura a los abismos, reta a los cielos, abre en cada
nuevo título las cajas de Pandora de lo maravilloso.
MEMORIALISTA
Sólo la
lengua de Quevedo , tan rica y poliédrica, verdadero bosque enmarañado y
ubérrimo, porque , mientras no se demuestre lo contrario cada español
cualesquiera lleva dentro un autor de dramas y de comedias, un novelista en
ciernes, puede permitirse tales lujos ofreciendo al indagador estas perlas
escondidas como las que engastan las cerca de ochocientas páginas del libro
<>. Alberto Insúa es un gran memorialista, al
estilo de los grandes escritores anglosajones ( Pepys,De Foe, Wolf).Su lectura
resulta todo un hallazgo a la hora de poner en perspectiva los hechos acaecidos
en 1898, para seguir la peripecia ocasional y anímica de un cubano errante al
que los acontecimientos aciagos de la primavera y verano de aquel año echaron
de su isla. Rodó su cuerpo por múltiples países: España, Francia, Inglaterra,
Moravia, Italia, Brasil, Uruguay, Argentina. Su alma, empero, quedó varada allá
en Cuba.
LO INEVITABLE
“Mi patria grande es España; Cuba, mi patria chica “,
solía decir utilizando una terminología puesta en boga precisamente por los
literatos catalanes de la Renaçença
(Verdaguer, Prat de la Riva, Pi i Margall). Luego
este cubano errante y trans terrado habitó únicamente un solo suelo y un cielo
único que da acogida a todos los apátridas, el de la Literatura. Es una ciudad
mágica de la que nadie te puede expulsar. El ostracismo de los sueños es el
mejor y más seguro de los ostracismos. A él pueden llegar sin pasaporte y sin
necesidad de visa todos los ciudadanos del mundo peregrinos de la verdad y de
la belleza, los letraheridos, conservando cada uno su acento y su aire
cosmopolita. Y de ese aire universal que le sobra a él es de lo que adolecen la
mayor parte de los escritores de su grupo. Valle será muy grande y genial en lo
suyo, pero os volveréis locos al traducirlo al inglés. Alberto Insúa que no era
nada localista, al igual que Maeztu o Ganivet, se manejaba con facilidad en ese
idioma y en el francés. Los del 98 se dividen en “ estilistas”, en “ lineares “
y en “ castizos “. Insúa, que practica
una literatura diáfana sin truculencias, perteneció al segundo cupo. No era preciosista, como Valle
Inclán, ni deja correr su pluma descuidadamente y al desgaire, como si al
escribir lo hiciese con las manos en los bolsillos a lo Baroja.
El creía en
el poder de la palabra como vehículo de mejora y de transformación de los
pueblos, y terapia balsámica para curar los estragos de las guerras, un mal
que él da por inherente al género humano
y en consecuencia inevitable. Viene a sostener que el genio de la guerra y el
del pensamiento son dos fuerzas concomitantes y paralelas que intervienen en la
promoción de los progresos científicos, la revolución de las costumbres y dan pábulo
, mediante las luchas sociales, para bien o para mal, a los cambios
irreversibles. ¿ Será verdad que la fuerza bruta es la gran comadrona de la
historia?
“Para mí la
Literatura, con una ele grande, es una de las grandes fuerzas humanas,
impulsoras y definidoras de los pueblos”.
Es un lujo
del idioma, el buque insignia de una generación, pero ya casi ni se acuerdan de
él. No lo conoce nadie siendo el más cosmopolita, en franco contraste con el
aldeanismo y ese efectismo de los que impostan la voz y que se calzan el
coturno surrealista, se colocan de puntillas, para alzarse en jefes de fila, y
que alcanzaron mayor nombradía entre nosotros, pero que, vertidos a idiomas
extranjeros, se desinflan. Son las servidumbres de la púrpura, el peaje que
tendrán que pagar los estudiosos del idioma castellano, donde “ unos crían la
fama y otros acarrean el agua “, por más que de gustibus non disputandum est
.En buena medida, todo este tema está pidiendo a gritos segundas lecturas y
una revisión allí donde se refracta tanto espejismo de relumbrón.
Claro, que
el propio Insúa reconoce sus limitaciones y se instala en la modestia que es la
mejor garantía del oficio:<<Yo no soy más que un literato en lengua
española que ha escrito medio centenar de novelas, varios miles de artículos
entre 1905 y 1948. He hecho un poco de teatro . El cinematógrafo, el sonoro y
el silente, ha difundido varias versiones más o menos arbitrarias de mis
novelas... No pretendo incluirme en la pléyade de escritores contemporáneos de
nombradía universal. Lo que se entiende por fama es algo muy relativo. El mundo
asiático, el africano o el pólinesico ignora a nuestros autores. Después de
todo, ¿ quién sabe en la China quien es Bernard Shaw ?>>
Nacido en La Habana en noviembre de 1883, hijo de un
pontevedrés de la parroquia de San Pelayo de la Estrada y de una cubana de
Camagüey , y educado en el colegio de los jesuitas de Belén, centro , donde al
correr de los años, iba a inscribirse como alumno Fidel Castro, y con los
Escolapios de Guanabacoa, por su sangre corrían las dos posiciones de la
tesitura que enfrentó a separatistas y españolistas. De esta fusión sale un
resultado ecléctico donde se concilian las dos almas. Nadie más autorizado que
Insúa, un liberal pero ni exaltado ni retrógrado, para evaluar este proceso que
empieza en 1878 cuando Carlos Manuel de Céspedes da en Yara el primer grito de
independencia y termina en Santiago de Cuba cuatro lustros más tarde. Por la
rama materna - el abuelo secundó el alzamiento de Céspedes - Insúa tuvo parientes
que murieron mártires de la causa . Pero ambas posturas de las dos vertientes
familiares estaban abocadas a un compromiso. En la obra de este autor se
armonizan sus dos sangres.
CANCIONES.
<>. Así
explica el autor de “ Cabecita loca “cómo fuera posible el que aquella guerra,
en la cual estaban latentes por debajo de las grandes proclamas de libertad
fuertes intereses económicos y especulaciones macropolíticas, no fuese una
guerra de grandes odios. Después del desenlace no se registraron represalias ni
venganzas sangrientas. Cuando la isla dejó de ser española, los propios cubanos
, ya fueran blancos, negros o mestizos, no hostilizaron a los peninsulares
vencidos, y, salvo en algún caso aislado, se impuso la norma de la
convivencia.
Las negritas manejadoras o ayas de las familias los
coloniales seguían tarareando al subir a la guagua aquello de:
Chupa la
uva,
Suelta la
caña
Coge la
maleta
Y vete pa
España.
Pero había algún que otro patriota ruidoso que el
día de Nochebuena requebraba de amores a la causa despachandose a su gusto con
un villancico contra los laborantes (así se llamaba a los partidarios de la
independencia) ante el portal de Belén por las vísperas del 98:
El
que diga que Cuba se pierde,
Porque
Covadonga se venere aquí,
Es un
pillo, traidor, laborante,
Canalla, farsante, granuja, mambí.
Iberos
venid, cubanos, llegad.
Y
veréis a la Virgen de Regla el manto que lleva.
¡Qué
española va!
La
esclavitud había sido abolida en la colonia en 1870, pero en Cuba nunca hubo
necesidad de que un B. Stowe escribiese la <>.
La figura del negrero brilla por su ausencia en nuestros anales. La epopeya por
la independencia dio pie a una etopeya llena de ritmo y canciones. El frente
estaba en el campo donde combatían los insurrectos contra unas tropas
españolas, no muy bien pertrechadas y poco entrenadas para los combates en la
manigua - gran parte de las bajas eran causadas más que por las balas del mambí
por el mosquito Anofeles que inocula la malaria- y de esa manera se ahorró el
sufrimiento a la población civil. Puede decirse que sólo hubo represión cuando
el gobierno de Madrid envió al general Weyler, una decisión desacertada porque,
como bien apunta Insúa, era un español que , al nacer, se equivocó de siglo.
INFORTUNIO
Mientras en
el bando de los peninsulares todo era infortunio (la sustitución por Weyler de
Martínez Campos, la muerte a manos del terrorista Angiolillo de don Antonio
Cánovas en el balneario de Santa Águeda , con lo que no se dio muerte a un
hombre solo, se mató un sistema político de convivencia, las indecisiones,
titubeos y falta de comprensión o la
simple incompetencia de algunos de nuestros tribunos), sobre las manos de los
contrincantes llovían las cartas de triunfo. Conscientes de su superioridad
estratégica y apoyándose en un cuerpo de espías que intrigaban en Madrid,
estaban mejor preparados los estadounidenses para hacer un despliegue, primero
de guerra psicológica, y después de su poder naval omnímodo. Con una dotación
de barcos artillados con poder de fuego contundente y fuera del alcance del
ángulo de tiro de las baterías españolas.
En Washington habían hecho bien sus tareas. Su
política, fundamentada en la doctrina Monroe y voceada por el jingoísmo de la
nueva prensa amarilla que acababa de hacer presencia en el mundo, como
verdadero “ cuarto poder “, fue desarrollandose gradualmente conforme a un
esquema preconcebido. No dejaron ningún cabo suelto. Daban una de cal y otra de
arena. A los sublevados de la Manigua, chorros de dólares, armamento ligero y
pesado, y una base de operaciones en Tampa. A los españoles, promesas y buenas
palabras, que, en un momento dado, se convertirían en conminaciones, calumnias.
También practicaron el soborno.
Todo estaba
bien preparado. Los americanos entraban a por uvas. Lo del “ Maine “fue una
estratagema inspirada en las guerras de
Troya” de la que Sampson supo sacar partido, envalentonando primero a los españoles, porque la voladura del
acorazado daba a entender que la escuadra de Estados Unidos tenía también
flancos débiles, para ordenar al grueso de su flota la retirada en bajo perfil hacia Guantánamo.
Los gringos hicieron acto de presencia sólo cuando tuvieron viento favorable y
certeza de que la armada que comandaba
Cervera iba a caer en la encerrona . La astucia fue su punto clave.
También la logística. Y el Destino... Eran dos mundos los que se enfrentaban.
El católico, heredero de la cultura clásica, y el luterano calvinista, defensor
de una moral utilitaria, pero imbuido a su vez de un sentido de trascendencia
mesiánica, basados en argumentos de La Fayette y de la revolución Francesa. El
idealismo medieval, candoroso y bonachón, se presentaba como conejillo de
Indias ante la maquina inexorable, fruto de la ciencia positiva y carente de
sentimientos.
HÉROES Y NOMBRES DEL CALLEJERO
Fatalidad fue el asesinato de Cánovas, porque, a
decir de este autor, “ hubiese defendido mucho mejor Cuba y su talento y
competencia podría haber ahorrado a España amarguras y evitado la desesperación
, precisamente algo de lo que fue incapaz de hacer Sagasta “. Según Alberto
Insúa, Madrid no estuvo a la altura de las circunstancias. Los políticos y los
periódicos alternaban la fanfarronería con el pesimismo y no supieron encarar
el asunto de una forma sensata.
Las noticias
tardaban en llegar bastante tiempo, en algunos casos, hasta una semana. La “
Ilustración Americana “ era el único diario que tenía allí a un hombre
destacado, pero el peso de la información corría a cargo del “ Diario de Marina
“, el gran periódico habana y el “ Eco de Galicia “, dirigido por el padre del
novelista. Don Waldo se arruinó como consecuencia de la pérdida de la isla. En
cumplimiento de la letra de la copla que cantaban las negras manejadoras que
cuidaban de los niños de las familias españolas de la colonia, que más que una
canción era un presagio, “ hubo de hacer las maletas y volverse para España,
después de haber malvendido sus pertenencias y cerrado el rotativo del que era
propietario.
A su regreso
a la patria, escribió y publicó un libro a sus expensas de más de quinientas
páginas, que no tuvo fortuna, porque se lo rechazaron los editores con la
excusa de que “ Cuba no vende “. Este imponderable aceleró la muerte del padre
escritor del insigne novelista . En situaciones difíciles o de peligro, España
se entrega a la fatalidad o al escapismo de esconder bajo la arena la cabeza,
como el avestruz. Eso es cierto: aquí
del desastre o de la grandiosa gesta de la conquista, que ha mantenido a
nuestros poetas y dramaturgos mudos desde Ercilla para atrás, nadie quería oír
hablar, por lo que no se comprende cómo
no fue explotado por el cine o la novelística
tema tan sugerente. ¿O es que la historia han de escribirla eternamente los
vencedores ? La heroica batalla que
libraron los marinos hispanos frente al coloso yanqui - Lazaga y Villaamil
quedando sepultados en las aguas de la bahía -
recuerda ala Iliada. Conserva todo el pathos de la tragedia griega. Fue
un holocausto. El honor y la hombría fueron inmolados en la pira funeraria para
expiar los pecados de un pueblo. Estuvieron frente a frente la gallardía y el
sentido del deber contra la chapuza y
la incompetencia .
Eulate, que
perdió un brazo en la refriega, y el propio almirante Cervera, desnudo y mal
herido, tapando sus carnes con la bandera española subió a bordo del Brooklyn
para rendirse y entregar la enseña y el sable ante el almirante norteamericano
que se mostraba conmovido e impresionado. No habían hurtado el cuerpo a las
balas. Supieron defender la bandera. Los dos primeros ganaron la laureada a
título póstumo. Habían acreditado con su propia sangre el prestigio que va
unido al nombre de la armada española. Cuando España ingresó en la OTAN, los
aliados no ocultaba esa admiración al orgullo navegante de una de las escuadras
con más solera en el mundo .Pero la
gloria y la admiración a los redaños de todo un país fue conseguido tan sólo
por unos pocos.
EL HONOR DE LA ESCUADRA INCÓLUME.
Se ha criticado al almirante Cervera por dar la
orden de salir a dar batalla. Durante la II Guerra Mundial la escuadra italiana
se rindió con armas y bagajes y no libró un solo combate, entregándose a los
americanos en Sicilia. La hazaña de los marinos españoles del 98 si para algo
sirvió fue para corroborar la solera y un prestigio inherente a nuestros
hombres de mar, muy por encima de la incompetencia , y la insensatez de nuestros políticos, o las
“ bolas “ o despropósitos de nuestras plumas galanas. Los marinos hipanos
desde Don Pascual Cervera con sus
capitanes , Concas y Díaz Moreu, hasta
el ultimo serviola, el más humilde grumete del escalafón ,todos estuvieron en
sus sitio. Al morir con las botas puestas,
rescataron el honor y la dignidad de una nación atolondrada y cansada. Gracias
a ellos, esa dignidad y ese prestigio, sobre todo, al otro lado del charco,
entre los pueblos de nuestra estirpe, sigue incólume.
El Ejercito de España también supo escribir páginas gloriosas: Vara del
Rey, el Cascorro, Cabo Noval, aquel asturiano, un soldadito de nuestra fiel
infantería, que, copado todo un sector, a costa de su propia vida y
atrincherado en un blocao, salvó a cien compañeros lanzando contra el enemigo
bombas de mano. Eloy Gonzalo o el “ Cascorro “, un madrileño nacido en la
Inclusa de la Corte, defendió su fortín con una lata de gasolina . La posición
en llamas y bajo el ataque mambí, la machada del infante permitió el repliegue
táctico de toda su compañía. Estos apellidos insignes - Noval, Cervera,
Villaamil, Vara de Rey, Eloy Gonzalo-, paladines epónimos, nombres de una gesta
en una guerra que perdimos pero en la cual la honra de todo un pueblo quedó a
cubierto, debieran de significar algo más para las generaciones venideras que
meras referencias en el callejero de Madrid.
Pero este olvido, voluntario o inconsciente, forma
parte del acervo de grandezas y servidumbres de la hispana idiosincrasia, que a
veces tiende al papanatismo con lo de afuera en menoscabo de lo propio, obvía
lo que verdaderamente tiene importancia y endiosa lo que es fútil, sabe ser
héroe en un momento dado, pero casi nunca en la convivencia diaria. La idea
quedó reflejada en el “ Cantar de Mío Cid “ sobre aquella frase tan lapidaria:
Dios,¡ qué buen vasallo, si oviese buen señor !
Y el cocinero de Cajigas, simpático
personaje del libro en que Alberto Insúa narra la pérdida de Cuba, plantea la
cuestión en estos términos:
<< A ese Sagasta rapulo io
el tupé >>(A Sagasta le rapo yo el flequillo)...Por
miña nai..
M. SACRAMENIA ARTEDO
Fin del
segundo capítulo del serial Los olvidados del 98
III
LA MUERTE DE CANOVAS O LA FATALIDAD
Oprimidas detrás de
su coselete de piedra coronada de torreones y de almenas de sus murallas medievales,
las ciudades se proyectan hacia afuera. Esta es la época de los planes
urbanísticos, los trazados a cordel, y de los ensanches. El crecimiento de la
población - la familia clásica a fines del XIX, para compensar el esquilmo de
las epidemias, de la mortalidad infantil, y las muertes de las pobres mujeres
de sobre parto se defendía a fuerza de proles numerosas y exageradas, hacían
falta brazos, y era un núcleo fuerte - la nueva mentalidad higiénica y los
deseos de cambio, así como el aliciente de que las armas recién descubiertas
habían anquilosado y vuelto obsoleto el concepto de ciudad/fortín determinaron
en toda Europa el derribo de los cascos viejos , de los perímetros murados, de
casas hacinadas, corralas y falansterios, que sólo habían servido para fomento
de la claustrofobia, la promiscuidad y la endogamia.
Hubo lugares de España como en Madrid donde la
fiebre del desescombro condujo a perpetrar atropellos urbanísticos. El antiguo
vado con su mota se perdió para siempre y de la antigua muralla moruna ( almudaina) sólo quedaron algunos lienzos en la
Cuesta de la Vega. En descargo, empero, de aquellos ediles, que piqueta en ristre, arrasaron no pocos monumentos y
enclaves que databan del tiempo de los austrias, hay que decir que estaban
hartos del “ agua va “, de los pasadizos oscuros, como aquel que había en el
callejón de los Irlandeses, cerca de Puerta Cerrada, donde una noche oscura
mataron a un teatino, el cual, apurado de una necesitad física, bajó a hacerla
en plena calle, y por allí rondaba un amador galante, algún Don Diego de noche cortejador que espiaba el
balcón de su dama, y, que, tomando por un rival en sus amores hundió el puñal
en cierta parte del fraile mientras éste exoneraba mansamente su vejiga, que
estaban hartos de aquella vida chirle y buscaban aires de renovación
urbanística. Fue por aquellas fechas , a raíz de la Exposición Universal de París
de 1888, que fue construida la Ciudad Jardín. Gracias al Marqués de Salamanca
en la zona de Serrano y de los bulevares, Madrid dejó de ser el castillo famoso
del que habla Moratín o el pueblón manchego incómodo , y empezó a parecerse un poco a París.
El alumbrado público , la entrada en las casas de
luz eléctrica, para sustituir al velón de estearina, las lámparas de petroleo,
la candela de esperma o el modesto
candil, dispersaron al personal. Esto supuso una innovación tremenda.
Con luz y gas en cada piso, la gente se hizo más independiente, y empezó pensar
por sí misma. Luz y taquígrafos. Antaño , nadie se desmandaba; todos estaban
recogidos en torno a la mesa camilla o haciendo rueda cerca del fogón de carbón
y leña, amarrados a una disciplina a un concepto patriarcal de la existencia.
Era difícil despintarse, pero quien más quien menos empezó a entrar y salir a
los espacios abiertos. Se construyeron plazas y glorietas. Esta dispersión
física de los ensanches afecta señaladamente a la mentalidad y condiciones de
una vida nueva en el finiseculo.
Los bailes de candil de Marquillos el Verde o de San
Isidro se convirtieron en verbenas y en kermeses. Antes nadie hacía deporte.
Los ricos cazaban. Los pobres simplemente le daban al naipe en chiscones y
tabernas - las cartas han constituida el deporte nacional - pero esta
preocupación por la higiene es cosa reciente. Desde que los griegos inventaron
las carreras pedestres y hacían correr a sus atletas en el estadio, se
olvidaron de los mitos apolíneos del Discóbolo o de las impresionantes curvas de la Venus de Fidias, teniéndose el
culto al cuerpo por paganizante y sincretista. Esta es una tradición moruna,
que tapan el rostro de sus mujeres y lo cubren de capisayos y de refajos, y
todas aquellas carnes que Roma mostraba tan ostentosamente. Pero también es
inercia árabe la dosificación del esfuerzo, porque el Corán prohibí hacer
deporte y manda a los creyentes no gastar energías en cosas inútiles, si no es
por servir Alá. España heredó tales convencionalismos muslímicos naturalmente.
A lo largo del Medievo las mujeres se tapan y se
recogen. Seguían utilizando los afeites y se daban pócimas para mantener la
piel blanca y el cutis terso, pero la belleza estaba en el alma, espejo del
alma, en la compostura y el continente, y no radicaba en la disposición o
hermosura de los miembros corporales. Eso se quedaba para las mulas hacaneas,
las yeguas de Flandes y para las esclavas. De dueñas era el recato y la
compostura. La moda , como el gusto, es algo objetivo y baila en el reflujo de
los tiempos, en el vaivén de las costumbres pasajeras.
Roma había implantado la costumbre de exhibir a las
esclavas que traían los centuriones, como exvoto de conquista, de sus correrías
por Numidia - de allí eran Cleopatra y Nefertiti, diosas de ébano de la
Antigüedad - o al otro lado del Rin, y a sus efebos en la catasta, una especie
de almoneda de la carne, donde el que más pujaba adquiría los derechos sobre el
cuerpo del esclavo, y ahora hay algunas pasarelas de la moda y de la fama que recuerdan
por su sincretismo a la catasta romana, donde los tratantes de esclavos
exponían a la curiosidad lujuriosa los cuerpos más despampanantes. El
cristianismo, con su fuerza incoercible, y que vio cómo algunas de sus vírgenes
tuvieron que someterse al tormento de los lascivos ( A Santa Inés un ángel del
Señor defendió en la catasta de los deseos de un viejo libidinoso de Pompeya, y
a Santa Lucía le hizo crecer los cabellos de su cuerpo que ocultaron, también
en la catasta o bohordo del mercado de esclavos, pudorosamente) hizo mucho en
pro de la dignidad femenina. Los santos Padres descubrieron que la fuerza de
atracción más poderosa de la mujer, que cuanto más esconde más sugiere, está en
el recato. Todo era cuestión de rango, según aquella mentalidad; porque, aunque
no faltaran Mesalinas, mientras la plebe descubría sus encantos, los patricios
tapaban a sus mujeres con el velo de las nupcial de las vestales. A través de
Bizancio, esta costumbre pasó a los árabes.
El furioso hedonismo de nuestros días revierte a los
de la Roma del Bajo Imperio. Cuando a mí , periodista a palo seco, me llegan
las imágenes - el pan de cada día
televisivo - de la Pasarela Cibeles con sus contoneos , manetos y desplantes,
que esconden tras su aparente inocencia un sustrato más o menos lascivo, de
esas bolitas, espigadas y anorexia, pienso en la catasta del Coliseo, y también
en aquella tía asturiana de una de las modelos que ahora más se cotizan, que
era un virago de tronío, mujer más desconcertantemente perversa que pude conocer
en aquella Central, años 60, endogámica y donde “ uno tenía que amar por dos”,
como decía Clarín, y donde ellas elegían a los novios con reglas de cálculo.
Que Dios perdone a aquella lamia de cintura de avispa y ojos flavos que
estudiaba Filosofía y Letras por la faena que me hizo. Los años le vuelven a
uno más tolerante con las miserias humanas. La colada del tiempo abrasa todas
las manchas por inmundas que fueren, aunque siempre quede un estigma. Mientras,
sigue la feria de vanidades y continúa el desfile por la pasarela/catasta
triunfante. Cuerpos gloriosos, apariencias esplendentes. Sexo sin seso. Noli me
tangare. Todo tiene un precio y una tasa. Es la dinámica de los tantos por
ciento y de los corretajes
Vinieron los ingleses y abrieron canchas de tenis y
campos de fútbol. Aquella sociedad española, al expirar el Siglo, estaba
ansiosa de novedades. Colgó en el perchero los antiguos hábitos misoneístas y
se hizo de vanguardia. Todo entraba por los ojos hasta la publicidad. La guerra
con los Estados Unidos fue determinante de un cambio en el que interviene la
eclosión periodística y la publicidad. En Madrid se publicaban hasta quince
diarios por tales fechas. La primera publicidad que se registra en la prensa de
la corte son parches de tapsia para el resfriado, el chocolate Matías López,
cordiales contra la disnea y para adelgazar, miriñaques y corpiños, y también se anuncian gimnasios para cultivar
el músculo los caballeros. Las mujeres aun no practicaban deportes, aunque todo
se andará. Mostraban una gran preocupación por su físico. Ya no es sólo la cara
lo que vale. También la figura. Hay que vigilar el tipo. La gente se vuelve de
repente como más sensual.
Eran los nuevos tiempos y había una obsesión por la
higiene. Los españoles se lanzan a la vorágine del confort. Por la Cibeles
empezaron a verse los primeros automóviles. La fotografía remata en verdadera
obsesión .Es un invento mágico. Todo el mundo quiere retratarse. El retratista,
heraldo de las ciencias empíricas, ocupa la plaza de mago. Cuando llegan a los
pueblos con sus viejas cámaras de daguerrotipo al hombro, el trípode y la
alcuza para conservar el agua de veneno y los manguitos negros de
funcionarios, el mandilón de menestral, causan sensación y se les hace corro
para ver cómo trabajan. No habrá para comer pero todos se retratan...A ver
un pajarito, un pajarito. Hay que posar de tiros largos para la historia.
Mandar la foto al novio que está sirviendo al Rey o para que conste en los
anales de la vida familiar. Todo empezó a ser un poco más diferente a partir de
entonces. Los cambios empezaron a ser irreversibles.
Se derrumban las murallas de Jericó. Caen los
postigos que tenían casi todos nombres de Virgen o de arcángeles - Puerta del
Socorro, Puerta de la Anunciación, Puerta de San Miguel - y algo vale que en
Toledo durante aquella fiebre urbanística dejaron intacta la Puerta de Bisagra.
Fueron pocas las ciudades medievales las que se salvaron. Avila representa la
gloriosa excepción a los estragos del ensanche.
La cosa tuvo sus aspectos loables. Otros horizontes
y otros aires. Se busca el contacto con la naturaleza. Mayor libertad de
movimientos y de costumbres. Es decir: apertura. Vivía como de estreno. Pero
toda aurora comporta un ocaso. La ligereza o la inconsciencia con que los
ediles e ingenieros municipales echaron
mano del cartabón y la plomada para hacer el trazado de nuevas ciudades,
como tiradas a cordel, llevaba aparejada la destrucción de lo viejo. Eso
equivale en a un sacrilegio. Muchas de
las ciudades españolas habían sido establecidas durante la colonización romana.
Ya se sabe que para Roma - así lo pone de manifiesto Tito Livio en su tratado
de A Urbe condita - toda ciudad era fundada tras haber consultado a los
arúspices, escudriñado el vuelo de las
aves, probado la calidad de las aguas, calibrado las montañas, aspirado el aura
a los efectos de observar la salubridad de sus aires, y con arreglo al
veredicto de los sabios y de los sacerdotes se profería el veredicto si un
emplazamiento era fasto o nefasto. Era la fundación de una ciudad una ciencia y
un arte a par de un rito sacralizado.
Cualquier fundo, cualquier villa, cualquier quinta
residencial, de acuerdo con la mentalidad romana, era tributaria de una
divinidad ancestral a cuya tutela estaría concatenada de por vida. En él se
erigía el ara en loor de las fuerzas telúricas inmanentes o divinidad tutelar,
que brindaría a todos los que moraban bajo su alero una protección particular
frente a los demonios que acechan, el infortunio que sitia a los mortales.
Mansión viene de manere ( lo
que permanece, lo que es eterno) y es de la misma raíz que la “ madison “
francesa, la “ manor house “ del hidalgo
inglés, o la masía catalana ,y contextúa lo que se alza para la eternidad. En
este contexto latino, la “ domus “empadrona no sólo a los individuos en un
momento dado, sino también a los que allí habitaron y a los que habitarán,
porque la casa romana era algo más que el habitáculo. Era un vértice de
encuentro con las fuerzas telúricas del más allá, el nudo de conexión entre el caos
- lo oscuro, lo siniestro, la nada sideral- y el cosmos creado por los dioses
que a su vez moraban en el Olimpo.
Toda vivienda y toda calle tendría que tener algo de
sagrado, como tabernáculo de pervivencia de los ancestros residentes, y numen
de protección y cobijo para los moradores. Era un Olimpo en miniatura, recinto
sacro que rompe la homogeneidad del mundo, punto de contacto entre la carne
mortal y el espíritu inmortal a través de las divinidades familiares que para
los paganos sincretistas eran básicamente tres: manes, los muertos de la
familia; lémures, que protegían contra duendes y trasgos y las enfermedades del
ganado; penates, los encargados de la buena fortuna. De ahí que los soldados romanos fueran supersticiosos
antes de arrasar una ciudad, porque esta destrucción entrañaba pelear con las
fuerzas obscuras y una inversión de valores: la vuelta al caos. Traía mal
fario. Cuando regresaban de sus campañas debían de purificar su cuerpo en las
aguas lustrales del Tíber. Este terror a los fantasmas familiares y a los
espíritus domiciliarios ha sido heredado por los ingleses, que tienen pánico
ante las casas encantadas y a la guestia,( ghost, hoste, o Santa Compaña), y
no derribarán un edificio aunque los aspen. Arreglarán, rehabilitarán,
reformarán, recompondrán hasta lo indecible de la chapuza .Eso les encanta.
Pero tirar nunca ¿ Por qué ? Nadie puede enfrentarse a los espíritus sin quedar
contaminado de repente.
Ahora bien,¿ los manes, lémures y penates de un
condominio o apartamento del West Side neoyorquino o de un octavo piso en el
bloque de un barrio de Móstoles a ver
quién es el majo que los encuentra ? Modernidad implica movilidad, desarraigo.
La dispersión crea labilidad e independencia, nuevos conceptos
democratizadores. Los centros de poder, el “ axis mundi “empieza a desplazarse
desde Europa a la América del Norte. Antes este se concentraba en manos del
Trono y del Altar. Ahora se habla del pueblo soberano, pero detrás del pueblo
soberano , que nada sabe ni nada dice ,
tan tornadizo que puede ser mártir y chusma a la vez puesto que lo que pide es que le dejen vivir,
influenciable y maleable, están los
nuevos ricos, los magnates de los Trusts o monopolios y de la Bolsa, banqueros,
caciques, amos del cotarro, fabricantes de algo en exclusiva.
Dicha desproporción
inequitativa en el reparto de los bienes era un filón de rencores y de
enconos por la lucha de clases. Marx había escrito ya el “ Das Kapital “ y la
revolución de octubre estaba llamando a las puertas. Las guerras que ellos proyectan y a la mucha
gente que ellos hacen morir no son por conceptos altruistas - patria, fe, o por
la defensa de una idea - sino porque andan en juego zonas de influencia o existen intereses
económicos en liza .Poco le preocupe que la riqueza esté mal repartida o que se
den desigualdades terribles. La destrucción del régimen zarista había sido un acto calculado y sopesado
científicamente. Lo terrible es conocer
a estas alturas es que Lenin tenía sus padrinos en Suiza y en Chicago y que
tanto el comunismo primero como el fascismo más tarde fueron una vacuna con la
cual el Sistema demostró su salud de
hierro librándose de anticuerpos comprometedores, porque los nuevos demiurgos
del dinero parten de una premisa:” Con tal de que no mueran muchos de nuestros
chicos, la guerra y la revolución, si no
es en nuestro patio de atrás o en nuestro cuarto trastero, es una fuente
divisas, puntal de nuestro poder, porque, si otros se arruinan y se matan entre
sí, nosotros seremos formidables”. La guerra había dejado de ser un acto
heroico, como la veníamos entendiendo los españoles, para convertirse en un
diagrama de ecuaciones matemáticas, producto de laboratorio como la concibieron
los yanquis Se encuentra entreverada con la política que también se concreta en
algo científico con una dialéctica de masas.
Los cambios bañan todos los ámbitos , por lo que se
hace imposible el hecho aislado y se advierte una interdependencia ineluctable
de las ideas con los hombres y de éstos con las cosas. Empieza el “ Women Power
“ de las sufragistas británicas que consiguen la igualdad de derechos en las
urnas, y, cuando la mujer se manumite recabando una cierta autarquía, saliendo
del fogón y de la crianza de los hijos, y puede tener ideas propias, colocarse
fuera del hogar y ganar sueldos. La faz del mundo empieza a ser distinta.
Aun no había hecho acto de presencia el arquitecto
Le Corbusier con su concepto de casa como artículo de consumo que desacraliza
en cierto formo el hogar evaluado como sancta sanctorum, y lo convierte en objeto
de especulación dineraria o en una mercancía, que traerá aparejada el inmenso
negocio de las inmobiliarias como base de la economía moderna. La funcionalidad
y la secularización de la vida van a ganarle la partida con su pragmatismo a
las nociones estéticas o religiosas. Todo se vuelve laico, deja de ser
misterioso. Durante la eclosión noventa y bochista empieza la dispersión. Lo
que había sido centrípeto se torna centrífugo. Es el cambio de la España rural
a la urbana.
Es un salto en el vacío. Algunos cayeron en el lodo.
Porque los bajos fondos y las condiciones infrahumanas de explotación en que
vivían las masas irredentas cobran carta de naturaleza en los primeros siglos
del maquinismo .La ciudad que había sido en la época medieval eje del comercio,
de la administración y del saber, pasa a unidad de consumo y de oportunidad.
Baroja nos presenta a Madrid en “ La Busca “ como campo de Agramante de lucha
por la vida. Pero la capital española no es una excepción a la regla.
Experimenta el mismo proceso que había experimentado las megapolis cosmopolitas
- todas ellas creación de fines del pasado siglo -:Berlín, Viena, la ciudad de
los suicidas, el París de Zola que conoce niveles de pobreza y de abyección
escatológicos, el Londres de Dickens, o el New York de las “ sweats shops “,
catorce horas de trabajo al día por un cuarto de dolar. Aunque las
comparaciones sean odiosas y no valga el aforismo de “ mal de muchos... “
resulta una capciosa anfibología mantener que España vivía una pobreza extrema.
Las penurias y carestías afectaban al mundo civilizado en los comienzos de la
era tecnológica. Hay que leer “ Germinal “ de Emilio Zola o “ Berlín Alexander
Platz o haber contemplado un cuadro de Hogarth donde se ve a los mendigos y a
las prostitutas borrachas expirar en pleno Strand londinense para hacerse a una
idea de las condiciones de vida. Nueva York era un sitio terrible, donde la
primera generación de emigrantes que llegaban esperanzados a la Isla de Elis en
busca de un futuro mejor que en Europa no alcanzaba los cuarenta años de vida.
Otro tanto puede decirse de la conquista del lejano Oeste, donde San Francisco
era una ciudad sin ley. Ver la famosa película de Charles Chaplin “ La Quimera
del Oro “.
En España, aunque ahora algunos pretendan olvidarlo,
es un país del que dicen los autores que tiene la cultura perfecta. La pobreza
ha sido aquí más llevadera. Muy malo han de darse las cosas para que falte un cantero de pan o un tiento al vino
de la bota. Y el sol de España, pese a nuestros agobios y aflicciones
continuaba luciendo. El torero de aquella hora Lagartijo, El Califa, amo de
todos los ruedos, el indiscutible maestro. La muleta del insigne diestro
cordobés remataba faenas con arreglo a los cánones más exquisitos en el arte de
Cuchares en los alberos compensaba a los taurinos por los bajonazos y
revolcones con que nos atropellaban los miuras de la bien encastada ganadería
gringa. Los toros del presidente MacInley
con la cuerna poderosas de sus acorazados nos empitonaban a hecho porque
iban al bulto. Pero todavía quedaba Lagartijo para ser consuelo de nuestros
lutos en aquellas horas sangrientas,
cuando se nos helaba la sangre con los cablegramas que llegaban de Santiago y de Cavite, y tantas madres,
tantas novias, tantas hermanas o esposas de los que servían en los
destacamentos ultramarinos se vestían a negro y las campanas de los templos
repicaban a muerto. Se había perdido todo, menos Lagartijo. La fiebre taurina
alcanzó grados increíbles pero no era sino una forma de evasión a las
persistentes zozobras.
A la
matonería jingoísta de lo s rotativos de la cadena Hearst y su xenofobia
intransigente nuestra prensa respondía en idéntica clave de jactancia, porque
el orgullo español no permitía otra cosa. Pero la procesión iba por dentro. No
era más que una estratagema para vocear periódicos en Gran Vía o en la Rambla
de Cataluña. Porque España entera estaba sumida en la psicastenia. Se esperaba
a Weyler como el mesías salvador de Cuba. Pero el general de origen prusiano
que se había distinguido del lado isabelino en las guerras no resultó más que
un anticlímax.
Se había
producido un acontecimiento literario que revolucionó cafés y mentideros
literarios. Un oscuro maestro de Plasencia acababa de publicar unos versos - “
El Ama “ y el “ Cristu Benditu ×
que resultaban de una tersura y originalidad sin precedentes. Los poemas olían
a flor de jara y estaban embalsamado del aura de las brisas de las dehesas de
la España profunda. En los juegos florales de la Ciudad Condal el oscuro
literato se llevó la flor natural. Era un poeta del pueblo, que de él provenía
y a él llegaba.
En carta
fechada en enero de 1896 a su amigo Mariano de Santiago Cividanes, seminarista
en Curia ( luego se salió ) apunta el poeta de Guijo de Granadilla el siguiente
testimonio:”Cuando se acabará esta guerra, nadie puede
predecirlo, ni el mismo general en jefe. Pero desde que Weyler llegó , es lo ha
cierto que ha tomado muy favorables rumbos, y que adelantan bastante para una
solución satisfactoria a nuestras armas. El que diga más que esto o dice cosas
que no sabe, o no sabe lo que se dice, y para que no creas otra cosa que te
digan . Y si hay un seminarista que tenga ahora más y mejores noticias de la
guerra que yo, que me lo diga. ¡ Y eche usted digas !. José María Gabriel y
Galán.”.
La voz de
Gabriel y Galán es una voz representativa , aunque olvidada de la generación
que nos ocupa. Esta misiva revela el estado de crispación y de impotencia del
español de a pié ante la crisis, pero transmite la preocupación del pueblo, con
sus anhelos de paz , por la vuelta a la vida arcádica y rural, lejos de los
cabildeos y sofocos de la alta política. El bondadoso maestro nacional de Guijo
de Granadilla representa la dignidad herida, la cordura y la honradez de Juan
Español, que es el que padece las consecuencias de la campaña de Cuba con
estoicismo: levas de quintos, arbitrios, tasas y la carestía de vida.
Cuando vienen mal dadas España se ensimisma.
Busca la solución del “ beatas ible “ horaciano. Fue lo que hizo fray Luis de
León cuando es acusado por la Inquisición y tantos otros: Góngora, Quevedo,
Pereda o el propio Unamuno con su fórmula de “que inventen ellos “. El “
Solitario de salamanca “ fue buen amigo de este vate del terruño. Ambos
escritores se cruzan una intensa y elocuente correspondencia, cartas que por
otra parte son un dechado de ponderación, verdaderamente antológicas del género
epistolar. Son una antídoto de presencia de ánimo y de longanimidad en medio
del cúmulo de desventuras nacionales, cuando otros se desahogaban con el esperpento,
el desquiciamiento o la tea incendiaria.
La muerte por asesinato del primer ministro,
Antonio Cánovas del castillo, en 1897, debió de ser una mazazo a toda
esperanza. Se seguía con ella la tradición desgraciadamente trágica del
magnicidio, abriéndose un catalogo negro que ha segado la vida a tantísimos
españoles. La herida sigue sin cerrarse. Pero no es un mal español. Pertenece
al mundo contemporáneo. Es fruto del nihilismo que se había iniciado en Francia
en las últimas décadas decimonónicas. Precisamente una año antes caía abatido
por los disparos de otro terrorista italiano en Lyon el presidente de la
República francesa, Carnot. Se trata de una de las realidades siniestras de
nuestros días de carácter global. Hay veces que el destino parece que se
obstina en machacar duro mostrándose por encima de la razón y de los buenos
deseos. La aparición del asesinato como arma de disuasión política sería un
regreso al caos, a la región de las tinieblas. Por desgracia , esas densas
sombras que empañan la convivencia democrática siguen ahí aferradas al
horizonte. Es por eso que algunos han
dado en creer que no es cuestión concluida ésta del desastre del noventa y
ocho. España, sin embargo, país mágico y que guarda la clave de recursos
eternos, está claro que saldrá adelante. Sabrá resarcirse.
* * * * *
III
RAMON Y CAJAL ,
EL DESQUITE
Santiago
Ramón y
Cajal representa el desquite, el único consuelo en medio del desastre. Cuando
en 1899 el famoso histólogo es invitado a dar una serie de conferencias en la
Universidad norteamericana de Worcester sobre sus descubrimientos relacionados
con el funcionamiento de las neuronas - hasta Cajal los estudios frenológicos consideraban al
cerebro humano como una inmensa red eléctrica; después de Cajal, los
científicos empiezan a evaluarlo como una terminal de ordenador, en la que las
células operan a partir de combinaciones binarias - y recibe un cheque por
valor de seiscientos dólares, estuvo, en aras de su inmenso patriotismo, de
devolver el giro a los interesados. Sin embargo, mejor aconsejado por el
Ministro de Fomento, opta por aceptar la invitación. Su presencia en los
Estados Unidos, pocos mes es más tarde
de la firma del Tratado de París con sus onerosas estipulaciones para España,
que más que las clausulas de un tratado parecen las conminaciones de un “
diktat “, va a lavar la imagen de su ensangrentado y confuso país por causa de
la derrota.
En la calva de Don Santiago y en su aspecto
adusto y cetrino - se trata de meras apariencias - brilla la voluntad de vencer
al destino aciago. Nuestro médico insigne es un rebelde del trabajo oculto y
ponderado. Encarna la fe ciega en el ser humano, más allá de los imponderables
de la política. Es el símbolo de la revancha de la paz del laboratorio frente a
los desaguisados y sufrimientos sin cuento de las trincheras. Se cree que en
los cerca de cuatro lustros que duró la campaña de Cuba perecieron alrededor de
doscientos mil españoles.
El mismo, recién ascendido a capitán y
encuadrado en las filas del regimiento Tomasseti, que había combatido algunas
algaradas carlistas por los montes de Aragón, pidió ser enviado a la isla
antillana. Podía haberse quedado apaciblemente en Madrid, gozando de un empleo
en capitanía, pero prefirió marchar a combatir como disponible forzoso en la
manigua en el destacamento de Nuevitas.
Al poco de llegar a La Habana el joven
oficial, se produce un incidente lamentable, pero típico de la situación de
corruptelas en que habían caído algunos mandos del Ejército - no todos - con
ánimo de lucro. El habilitado general de la tropa, en connivencia con el
enemigo, se había fugado a Tampa, en La Florida, con todo el dinero de los
fondos reservados: los pluses, las masitas, las pagas de los oficiales y
suboficiales, el dinero de armamento y construcción. Todo. Ello supuso que
muchos de ellos, los que no hacían cocinas ni trapicheos, y se habían resistido
a meter la mano en la cajón, hubieron de pasarlas muy estrechas.
En este grupo estaba el capitán de Sanidad.
Las penurias que tuvo que pasar por la falta de soldadas - corría el año 1874 -
y las injusticias de las que era testigo, al ver que en el rancho cuartelero
los mandos comían a cuerpo de rey y a los soldaditos se les servía bazofia, le
pusieron en el brete al joven aragonés a elevar un parte por escrito a la superioridad
denunciando los abusos. Nunca lo hubiera hecho. Estuvieron a punto de formarle
consejo de guerra. Esto y el haberse negado Cajal a formar parte en un
contubernio de conspiradores que querían “ dar un golpe “ frente al gobierno de
Madrid le valieron la enemiga de sus compañeros. Pero el aragonés, hombre de
una sola pieza, y que estaba Ambato de ese sentido de la libertad y de la justicia que ya mentaba Gracián en sus
escritos - que
para libre Aragón ,
se sentía capaz de hacer la vista gorda ante el abuso y la tropelía se
granjeó la enemiga de los poderes fácticos.
El general Grau ordenó publicar un escrito
injurioso en la prensa habanera, pidiendo fondos para una colecta en favor del
capitán Ramón y Cajal, que se hallaba
impecunio y destituido pobrecito... No tiene dinero. Otra queja por
escritos, pero en España este tipo de informes a quien corresponda, y de las
reclamaciones al maestro armero, malo será que no acaben en la papelera. Se le
acusó de indisciplina y de rebeldía, la peor impugnación que puede hacerse
contra un militar, y los altos jefes estuvieron a un paso de expulsar del
Ejército a uno de sus oficiales más eximios, y uno de los que con más pundonor
ha llevado en la guerrera las estrellas blancas de capitán de Sanidad, el que,
años adelante, contribuiría a adelantar en las investigaciones frenológicas
sobre las neuronas, el que sería un pionero de la bacteriología, puesto que se
supone que los hallazgos del médico hispano fueron determinantes a la hora de
acorralar a la temible espiroqueta sifilítica.
Dijo que el cerebro trabaja como un
ordenador, en el cual las células se ensamblan o se separan a partir de los
colores - Cajal las consiguió aislar al microscopio mediante una impregnación
de crimato de plata - y su sentido de la justicia y de la responsabilidad eran
también una computadora, por lo que contaba las verdades al lucero del alba y
caiga quien caiga. En medio del estelionato y del peculado que le rodeaban y la
infame corrupción, supo ser un funcionario egregio y modélico. Los soldados
rasos lo querían, pero su postura frente a las demasías y arbitrariedades de
arriba le hizo un hombre con fama de arisco entre la oficialidad y los jefes de
alta graduación. No era un hombre incómodo, sino leal a su Rey a quien servía y
al país que le pagaba.
Fue destinado a un batallón de castigo que
operaba en plena ciénaga, el Fuerte Santa Catalina, un lugar insalubre, donde
enfermó de tuberculosis y de paludismo. En la desarbolada enfermería del sector
y a pesar de haber caído él nada más llegar con fiebres organizó un hospital de
campaña. Allí volvió a resplandecer el tesón baturro de este maño que jamás
daba su brazo a torcer. De nuevo denunció los abusos, sobre todo los de un
comandante y de un brigada que cada vez que entraban de cocina se hacían ricos
a costa del estadillo de los pobres soldados a los que sisaban en la comida,
embolsándose gajes y corretajes del
condumio.
La malaria hacia estragos causando en las
líneas españolas más bajas que las balas de los de la partida de Chino Viejo.
Don Santiago, muy enfermo, tuvo que ser evacuado a Puerto Príncipe, pero,
restituido a su antiguo destacamento, una vez lo dieron el alta, allí seguía el
comandante rival, que no le perdonaba el que el renuente “Matasanos “ le hubiese puesto en evidencia.
Terne en sus convicciones, el médico le
hacía poco caso. Aprovechó el largo tiempo de espera para aprender inglés,
lengua que llegaría a dominar perfectamente. Sintiéndose fascinado por los
colores del trópico - la pintura le había fascinado desde niño - desempolva las
acuarelas y se dedica a plasmar en lienzo sobre todo los verdes que percibe su
retina en la manigua. La importancia del cromatismo en el espectro celular y
embriológico sería luego uno de sus más importantes aportaciones a la Medicina
y la triaca contra las epidemias que han venido azotando a la humanidad desde
su inicio. Los estudios cajalianos ayudaron
a los internistas de ambulatorios y dispensarios durante la gripe del
año 17 y la que a principios del siglo hiciera estragos en la población de
Valencia, de cuya universidad fuera nombrado catedrático de Anatomía en la poco
antes.
Cajal forma parte de una gloriosa tradición
que honra a la Medicina española y que en inmunología ha dado nombres como
Jaime Ferrán , discípulo de Pasteur, a quien se debe una vacuna contra el morbo
o rabión colérico, o el mahonés, Buenaventura Orfila, el padre de la
Toxicología, médico de Napoleón, gracias al cual la muerte por envenenamiento,
tan común en la Edad Media, dejó de ser una bonita coartada para quitarse de en
medio al que estorba, sin correr graves riesgos para la justicia, quedando tan
sólo como un lance de intriga en los episodios de las novelas policíacas.
Agatha Christie no hubiera sido novelista sin el arsénico. Después de estas eminencias
que ha dado España al mundo, los forenses, los psiquiatras y los epidemiólogos
pueden trabajar más a gusto.
Y es que ellos son - Santiago Ramón y Cajal
, muy señaladamente - el anverso de esta medalla del 98, que tuvo sus aspectos
positivos.
El tesón de este baturro de Huesca ( nació
en Petilla de Aragón el primero de mayo de 1852, pueblo de la raya
navarroaragonesa), que se mantuvo firme en sus convicciones de redimir a España
a través del trabajo honrado y no con trapisondas ni jactancias se combina con
el poderoso intelecto del malogrado Ganivet, quien funge como el gran buque
insignia , el gran pensador cosmopolita, no castizo, de todo el grupo, y que
tampoco se arredró en la denuncia de los males nacionales. Ganivet, otro gran
funcionario, al igual que Cajal, alzó la voz contra el cohecho, el peculado ,
la venalidad o el favoritismo de la administración del estado. Tampoco le
hicieron demasiado caso y el gran literato granadino acabó tirándose a las
aguas heladas del Vilna cuando apenas contaba con la Edad de Cristo. Su
suicidio sólo comparable al de Larra fue el del avisado funcionario, fiel a sus
convicciones, que se resiste a las seducciones de la adulación más propios de
logreros y advenedizos que de un
servidor leal a la administración española. Y funcionarios fueron también
Villaamil, Eulate, Pascual Cervera y todos los soldaditos que murieron en las
charcas de Cuba con el nombre de la
Patria en los labios. Ellos lavaron el nombre de España frente a los corruptos,
los desaprensivos, y los que en todas las situaciones críticas de este país, - que ya han sido unas cuantas
y todas ellas suelen generar con el cambio de tortilla millonarios y nuevos
ricos - al pairo del río revuelto, se
mueven sólo por el quillón y por el estelión, la robla, el alboroque y los
devengos. Rematando en estraperlistas.
A Santiago Ramón y Cajal le libró de la
desesperación su determinación a sobrevivir, y por supuesto, el microscopio,
aquel microscopio marca “ Varice “ del que no se separaba día y noche. Detrás
de la lente convexa empezó a columbrar las maravillas de la célula cerebral,
todo un microcosmo, trabajando a partir de los embriones. En el Fuerte Santa
Catalina contrajo el paludismo y la tuberculosis. Se pasó la mayor parte de la
campaña de Cuba en la enfermería, no ya meramente como sanitario sino como
paciente. Pero dicen que la ciencia y el amor a la literatura es un revulsivo
contra la depresión y ya decía Dioscórides que la mejor higiene del cuerpo es
la del alma( por eso los libros son a veces un antídoto contra las enfermedades
ya que la búsqueda de la Piedra Filosofal garantiza a veces longevidad ) le
ponían a buen recaudo de los gérmenes , del mosquito Anofeles, de las coces de
los mulos embastados con la munición del destacamento de montaña en el que
servía, y de las coces aún peores de aquel comandante que le tenía hincha. Del
nombre de este rijoso mílite no guarda memoria la historia, aunque se sabe que
intentó matar a Cajal ordenando que el botiquín se convirtiera en caballeriza.
Eso le salvó. Cierta noche hubo un
“fregado”. Los mambises hicieron carne contra los asnos y las mulas de carga
durante el ataque. Sus disparos no causaron entre los soldados de aquel
regimiento ninguna baja.
Don Santiago fue repatriado a España en mayo
de 1875 as bordo del buque “ España “, que luego nos lo hundirían los
norteamericanos. Venía enfermo de tifus y con las fuerzas muy quebrantadas a
causa de la insalubridad de los marjales y trochas cubanas, pero con el
espíritu incólume, orgulloso de haber aprendido a conocer mejor y amar a
España, deseando su mejora y redención.
A su regreso prepara oposiciones y gana la
plaza de catedrático de Anatomía de la Universidad de Valencia. Años más tarde,
por el mismo sistema concursa a la de Fisiología en la Central. Ya le tenemos
instalado en una casita que se compra en cuatro Caminos. Desde su ventana
contempla el paisaje velazqueño de carrascas y tamujales. Al fondo, encopetadas
con sus tocas de nieve, las cumbres del Guadarrama. El viejo profesor ,
veterano y superviviente insigne de la guerra de Cuba, combina sus clases en
las aulas destartaladas del edificio de la Calle Ancha de San Bernardo o las
dependencias del clínico de San Carlos en Atocha con sus investigaciones. De
chico quiso ser pintor, pero su padre, don rufo, le secuestró los pinceles. Esa
inclinación por el arte de Apeles renace en plena madurez. Don Santiago
encuentra solaz a las pesadas cargas de su labor científica ante el caballete y
la paleta donde mezcla los colores. ¡Ah, los colores !. El cromatismo es
patrimonio de la luz y de la vida. No hay más que asistir al parto de un niño o
ver nacer a un arbolito.
También escribe. Encuentra inspiración
literaria hurgando en el venero inagotable de la infancia allá en sus correrías
y andanzas de chico por los tesos del Pirineo aragonés: Panticosa, San Juan de
la Peña, y el Ayerbe de sus amores. Así se gestan sus “ Charlas de café “ y
publica a sus propias expensas, por 3000 pesetas , <>; son casi dos mil páginas de
texto ilustrados con ochocientos grabados originales, dibujados por él mismo.
Fue un fracaso editorial en aquel entonces, pero hoy es libro de cabecera y de
consulta en las facultades de Medicina, porque nadie ha conseguido superar a Cajal en la rama de la Histología.
Entre tanto llega el fatídico Año del
Desastre. Los españoles inconscientes y embrutecidos por una política
irresponsable y narcotizante de “ pan y toros “, asisten incrédulos a la
desaparición de su poderío naval que suponían inviolable. Santiago de Cuba de
Cuba y Cavite en Filipinas son dos hitos negros que ponen el finiquito al
orgullo español. Los barcos yanquis hacen carne y pueden bombardear impunemente
y fuera de tiro a los barquichuelos españoles armados todavía en madera, que
sólo cuentan por defensa con el pecho de sus valerosos tripulantes porque los
cañones son inservibles en aquella guerra de técnicos contra idealistas .
Se pierde el ultimo florón de Cuba y en
Filipinas todavía un puñado de valientes, el batallón de Manila, sigue
atrincherado en su posición cuando ya se había firmado el Tratado de París.
Apercibidos de que es inútil la resistencia arrían la roja y gualda y ponen fin
a su numantina resistencia y entregan la plaza a los filibusteros de Rizal.
Los
soldaditos de dril, los últimos de Filipinas, que fueron mal vendidas a los
gringos, vuelven a casa. Muchos de ellos a morir a causa de las enfermedades
tropicales.
Es la ruina, la demostración de nuestro
acabamiento y decadencia. No podemos superar a la civilización que acaba de
vencernos. Pero , cuando esto sucede he aquí que los mismos yanquis se ven
obligados a llamar a un oscuro catedrático de la central para que hable en
Worcester y en Nueva York de una serie de descubrimientos maravillosos en el
cerebro humana que él acaba de realizar en el cerebro humano. Cajal representa
entonces el símbolo de nuestra revancha, una esperanza y una certeza de que el
genio español no ha muerto, que aun podemos enseñar cosas al mundo. Este es el
motivo de la gran popularidad que tuvo el Cajal catedrático, el Cajal literato
y escritor, el Cajal patriota, en un tiempo en que la ciencia estaba enquistada
en nuestra patria en centros muy escasos y enquistados. El consiguió abrir
puertas y ventanas logrando así que la atmósfera viciada se renovase y entrase
por los resquicio un rayo de luz, una brisa nueva. Por eso el premio Nobel que
le fue otorgado en 1906 fue un poco el desquite de nuestra derrota. Ningún otro
premio Nobel ha sido más justo ni más unanimemente celebrado a un español.
Fue un hombre célebre . No un español
famoso. Dijo que la célula, el maravilloso protagonista de la vida, se recata
obstinada en la doble invisibilidad de lo pequeño y de lo homogéneo. Entró en
ese colmenar de la Naturaleza , arcano de los misterios y clave de los enigmas
aun por desvelar, con una clarividencia reservada a unos pocos elegidos. En
verdad el gran histólogo fue un elegido, uno de esos españoles que nacen cada
quinientos años, pero que recompensan por las amarguras que a veces van
concomitantes al mismo hecho de ser y sentirse español.
“ Amigos míos, mis jóvenes discípulos -
decía Don Santiago en una de sus últimas lecciones magistrales - amemos a
España, aunque no sea más que por sus inmerecidas desgracias... No soy yo un
sabio, sino un patriota; tengo más de obrero infatigable que de arquitecto
calculador... Mi fuerza fue el sentimiento patriótico; mi norte, el
enaltecimiento de la toga universitaria; mi ideal , aumentar el caudal de ideas
circulantes por el mundo”. Así hablaba Cajal en Zaragoza. Este maño ,
enjuto de carnes y elevado de espíritu,
que pensaba alto y vivía frugalmente, representa la fuerza del héroe anónimo y
anegado que con sus descubrimientos al microscopio borró en parte el mal sabor
de boca que dejaron los reveses militares y la incompetencia de muchos de
nuestros periodistas y políticos.
¡
Santiago Ramón y Cajal, cuán grande español !
Millán
Sacramenia Artedo
Fin de la cuarta entrega del serial
LOS OLVIDADOS DEL 98
********
******
***
*
En marzo de 1896 A.. Ganivet publica en Helsingsfors ( Helsinki) “
Granada la Bella “, un libreto de 94 páginas. Está dedicado a su madre, doña
Angeles García Siles de Ganivet. Está
obra, redactada en treces días, del 14 de febrero al 27 del mismo año, resulta
su testamento literario, un libro de cabecera para conocer el pensamiento, a
ratos proféticos y repleto de pasmosas clarividencias, del poderoso intelecto
regeneracionista del que había de convertirse en el buque nodriza de todo el
Noventa y Ocho. La ironía, la compasión, el garbo y amenidad y el acrisolado
sentido estético trascienden las páginas de este opúsculo lleno de amor a su
patria grande: España. Y a su patria chica: Granada.
Precisamente, una de las soluciones que da
el autor del “ Idearium Español “ y de los “ Trabajos de Pío Cid “ aquí para
solucionar el pavorosa problema del centralismo, que no es en puridad español,
sino de importación napoleónica, es la resurrección de la ciudad y del
municipio como garantía del buen entendimiento político y de la convivencia
entre los diversos pueblos y etnias que componen el rompecabezas , pasa por la
revitalización de las ciudades, centro de saber, de actividad mercantil y eje
de las ideas. Puede decirse que la España de las Autonomías fue entrevista con
mucha anticipación por el escritor y pensador granadino.
Pero también advierte de los peligros a los
que puede conducir el proceso de revisión del pasado, y que también se está cumpliendo:
la desintegración del castellano. España vive desde hace siglos un conflicto
interno no resuelto entre litoralidad mediterránea, cantábrica y atlántica, y
meseta. El misticismo castellano y el escepticismo andaluz, de carácter
centrípeto, andan en pugna con la España ribereña. Las espadas siguen en alto y
no se le ve salida al túnel. La nación tendrá que modernizarse pero sin perder
su mismidad, su inmensa capacidad creadora, en el torbellino.
Viene a proponer un tratamiento de
choque para cicatrizar la herida que
sangraba desde hace mucho tiempo: la educación del pueblo. En esto coincide con
Joaquín Costa,El León de Grau del
que sus enemigos decían que había leído demasiados libros, y que hacía girar su
filosofía en torno a una frase:” aquí todo es cuestión de escuelas “. A
ninguno de los dos les hicieron demasiado caso, pero ambos próceres hundieron
el escalpelo para cauterizar la herida por donde más sangraba: la dejadez, la
abulia, y esa altanaría fatalista que nos viene de los austrias y que condensó
Machado en la frase de “ Castilla desprecia cuanto ignora “. Como no hay
enemigo pequeño, los desdenes son muy peligrosos tanto en sociología como en
política.
Por eso atinan con tan admirable precisión
en su prognosis.
Sorprende al exhumar el texto de esta pieza
ensayística, encuadrada en el humanismo, la tolerancia y la añoranza con la que
vibra la pluma de Ganivet al evocar desde el Norte helado y desde la bruma o “
tyman “ ruso los patios de naranjos y los cármenes de su Granada nativa,
comprobar la actualidad que late en todas estas reflexiones. Parecen escritas
antes de ayer y fueron redactadas hace más de un siglo.
Es que el genio no tiene hora, ni edad.
Carece de longitud y de latitud, al trascender las imposiciones del tiempo y del
espacio. Goza de perenne lozanía como el agua de las fuentes del Avellano y de
la Salud, que vierten al Darro y al Genil desde los cerros de la Alhambra, en
la que él soñaba.
“ Granada la Bella “ compendia
una serie de reflexiones muy de propósito para estudiar la problemática hispana
ahora mismo. Con cordura, con circunspección, sin aspavientos ni alharacas,
imbuidas de sensatez patriótica, aunque Ganivet sea muy crítico sobre todo con
los estamentos que han fomentado la torpeza, el caciquismo, la superstición, la
cursilería, el alma fanática de Caín que con frecuencia se apodera de los
resortes del país agarrotándolo. Sus apóstrofes a la clase gobernante, a la que
responsabiliza de la mayor parte de los despropósitos merecen un alto para
hacer meditación y también para entonar un “ mea culpa “.
He aquí una gema engastada en este libro que
es todo él una perla de clarividencia, de sosiego y de ponderación:
“ En el comienzo de este siglo
España ha atravesado días muy duros; ha tenido que hacer frente a una invasión;
y los que dieron la cara no fueron en verdad los doctos. Esos pasaron todos el
sarampión napoleónico y en nombre de las nuevas ideas se hubieran dejado rapar
como quintos e imponer el uniforme napoleónico. Los que salvaron a España fueron
los ignorantes, los que no sabían leer ni escribir “.
El fraile o ese hombre con cara de fiera que
extiende los brazos ante los mamelucos que lo fusilan en el cuadro de Los
Fusilamientos de Moncloa son para Ganivet los mártires del desgobierno secular.
Son estos héroes anónimos los que dan el callo, cuando fallan las altas
instancias o se anquilosan los supremos resortes, que, o bien se fugan al
extranjero, o bien se uncen al carro del vencedor. El pueblo español, ignorante
y sufrido, posee un sexto sentido para navegar en las aguas revueltas de estas
situaciones críticas. No resulta fácil engañarlo.
Sin partir del dogmatismo papanatas ni de la
ingenuidad de creer que en otras partes atan los galgos con longaniza, el
diplomático granadino pone en circulación la sugerencia de que el pellejo
enfermo de la nación española conserva todavía anticuerpos capaces de
inmunizarlo contra los gérmenes patológicos de nuestro organismo, no con paños
calientes, ni tampoco a base de escarmientos y enmiendas drásticas sino
mediante la reflexión y la autocrítica.
Aunque, como todos los de su grupo, se
pregunta sobre el “ finis Hispaniae “ en alta voz, y lanza un grito de angustia
ante la posibilidad de que el cúmulo de desgracias hayan puesto a este país de
bruces sobre el abismo y al borde del finiquito, el pesimismo de Ganivet (
quien presiente ya su suicidio en el que influye no sólo el despecho de una
mujer desamorada sino también la derrota de su patria ante los norteamericanos
) no trasciende a sus escritos. Parece que aspira a una metempsicosis o
regeneración moral a través de un mecanismo de defensa interior que nos aparte
de los demonios familiares y de esa serpiente antigua de la discordia civil.
La base de tal regeneración estaría en
renglón con la restauración de la vida comunal porque es de la ciudad donde
aquí han emanado libertades e iniciativas y ese talante foral que se
desenvuelve bien en la autonomía mancomunada, pero nunca en el estrecho marco
de lo tribal ni en las rivalidades de campanario.
“No hay nación seria donde no hay
ciudades fuertes. Porque ellas son centro de ideas y vínculo de futuro... Yo me
enamoro de la plenitud de fuerzas de las ciudades libres”, declara Ángel Ganivet para más adelante confesar que
la restauración de la vida política en España pasa por la de su vida comunal, “
porque el ciudadano tiene fe en su nación, pero mucho más en su ciudad”.
Leyendole nos invaden sentimientos
conciliadores, sobre todo al estudiar nuestra decadencia que él, parafraseando
a Maculay, atribuye a la desgana, la indolencia altanera y el orgullo que se
atisba en algunos personajes retratados por Velázquez que exhiben un orgullo postizo. En el óleo,
por ejemplo, que plasma el semblante del Conde Duque de Olivares, a lomos de un
caballo que hace corvetas y que se va a la empinada, con una mirada tan
soberbia y campanuda, se barrunta ya su próximo traspiés , porque el soberbio
alazán era un poco flojo de remos y se derrumba al brincar por encima de la
zanja.” Nuestra caída era irremediable. Habíamos abarcado mucho más de lo
que permitían nuestras propias fuerzas”advierte.
Se había roto el equilibrio al desparramar
brazos que sostuvieran el imperio, y no quedaba otra opción que el repliegue,
la vuelta al centro. Y el centro , el canon y la medida del equilibrio interior
lo halla Ganivet en la reconstitución urbana. Maneja una idea medieval,
precisamente la que dio pábulo al origen de la burguesía, sin abandonar el
modesto plano de las ideas generales, porque los apodícticos triunfalismos, según
él, fueron siempre funestos, hasta tal punto de caer “ España subyugada bajo el
peso de los hombres decorativos “.
Propone, por tanto, arrancar desde la base y
empezar por abajo. “ Si un labrador ve su campo plagado de malas yerbas no
las elimina a cañonazos. Llama al escardador “ Es un regeneracionista. No
un subversivo. Con su cordura y sensatez
desarma cualquier planteamiento complicado o sibilino. Todo es cuestión
de escuelas, improperaba Costa desde los escaños del Congreso. La reforma de la
vida nacional pasa por acometer la traída de aguas en mi pueblo, crear unas
condiciones de vida más decorosas y agradables en el barrio donde vivo, postula
el granadino.
Pero a renglón seguido se pregunta a sí
mismo sobre si España es una nación, o tan sólo un hospicio a la vista de sus
estaciones de ferrocarril destartaladas, la abulia oficial, la existencia chata
y zaragatera de las provincias, la rutina que todo lo carcome, la gazmoñería de
algunas bellas.
A este respecto hay que decir que Ganivet fue
un buceador en las profundidades del misterio del Eterno femenino. Ensalza el
carácter abierto y la vida libre de las finesas, que ya conocían las relaciones
prematrimoniales, dando al erotismo un sentido práctico y nada trascendente,
pero tampoco nada morboso, cuando las congéneres españolas vivían encastilladas
en sus hogares siguiendo los prejuicios
de la rutina del harén moruno.
Considera como algo irremediable el movimiento de liberación de la mujer y su
emancipación. Sin embargo, pone en guardia contra los excesos de un feminismo
que desposea a la mujer precisamente de su condición femínea.
El genero de las personas no viene a ser más
que un accidente. Sin embargo, violentar las normas de la Naturaleza, querer ir
más allá puede poner a la sociedad peligro. Cualquier extremismo es nocivo. No
a la pata quebrada y en casa . Pero tampoco el amor libre, ni la
disolución de la primera célula social: la familia.
Conocedor del paño del país en el que ha
nacido con el que recubre sus miserias y del pie que cojean los bueyes con los
que hemos de arar formula la advertencia de que, dado el carácter fogoso de la
hembra española, sojuzgada y vehemente, el río amenaza salirse de madre. La
inercia puede desquiciar el “ statu quo “ derivar al otro lado del péndulo.
Doña Inés se despoja de tocas y jubones y se lanza fuera de las tapias del
convento para buscarse la vida. Parece que Ganivet estaba profetizando el
destape. La libertad de costumbres de la mujer hispana aventaja ahora a la de
las nórdicas.¡ Qué difícil es aquí el ten con ten !
No hay término medio. Este es el país del o
no bebes o te azumbras. O delante de los curas en la procesión con el
Santísimo. O detrás del clero, a
trompazos. Estos vaticinios resultan los
pronósticos acertados de un sociólogo, bien emplazado, que maneja datos con
sensatez y que está viendolas venir.
Guardan correspondencia con el entramado del cañamazo demoscópico ,ese espejo
al lado del camino al cual aludía Balzac y
que ha de tener instalado todo buen escritor en su gabinete de trabajo.
Al fin y al cabo el hombre moderno se está convirtiendo en mera estadística, un
número en el inmenso bombo donde se mueven las fichas de las reglas de la
causalidad y de la causalidad o de las Leyes de Hont.
Puso en guardia contra las extralimitaciones
de los agentes de la cosa pública y parecía estar barruntando la trágica
hecatombe de la guerra civil. Aboga por las mejoras de vida de aquellos
españoles en los niveles de la irredención. Predicó a favor de la igualdad de
derechos de la mujer y luchó contra su discriminación al tiempo que amonestaba
contra los peligros de su cosificación en la catasta o feria de vanidades que
sobrevendría. Porque el sexo puede ser una forma de enajenación que puede
llevar a la tiranía del sexo por el sexo y del poder por el poder. Se trata de
un medio. No de un fin.
Asimismo, sus juicios sobre el porvenir del
castellano tampoco tienen desperdicio . Los emite al evaluar la obra de su
paisano Pedro Antonio de Alarcón. Dice concretamente:”El <> es un cuadro de la naturaleza bordado en la Alpujarra.
Será un poema en prosa cuando los españoles olviden escribir el castellano;
esto es: muy pronto “ .
El dictamen resulta un augurio cierto a la
vista del rumbo que cobran los acontecimientos, y que reclaman una revisión de
los grandes genios literarios que tuvo la literatura española en su hora más
amarga. A decir verdad, sin embargo, no se registraba desde el Siglo de Oro
otro momento tan singularmente fecundo. Ni un haz de primeras plumas tan
brillantes como las de esta ocasión. Por más que no se comprendan ciertas
pretericiones oportunistas ni las parcialidades que condenan al olvido a
algunos de los representantes señeros de la generación.
La prueba más fehaciente , al hilo de la polémica
que mantiene Menéndez y Pelayo sobre si hubo o no hubo ciencia española alguna
vez, lo basa Ganivet en este torrente
desbordante de literatura. Los escritores suelen ser como la punta del iceberg
de la vida interior de un pueblo. El 98 demuestra que España en medio de sus
langores y estridencias de agonía estaba viva.
Hubo, por tanto, ciencia pero la ciencia
española ha sido una ciencia especulativa. No empírica, ya que ésta , o se daba
por de contado, o se sobreponía como un apéndice invisible. El concepto está en
plena revisión sobre todo a partir de la nueva imagen con que los historiadores
del grupo de Oxford están presentando a Felipe II, que no tiene nada que ver
con la Leyenda Negra. El se trajo a los mejores pintores de Italia, auspició
como mecenas a los mejores botánicos, a los matemáticos, geómetras ,
arquitectos, nautas, etc.
El misticismo, según demuestra nuestro
autor, es uno de los predicamentos del entrañamiento con las facultades del
intelecto. Porque el asceta hispano, aduce, empieza menospreciando las cosas de
la tierra, para terminar, mediante proceso de extrapolación ,encariñándose con
el mundo y amando a las criaturas, como
espejo en el que se mira la divinidad.” Por donde venimos a dar con el arte
puro y universal que idealiza al héroe y al mendigo, al santo y al bandolero”.
Inventar, entonces, ¿ para qué ? Que
inventen ellos. Unamuno lo tenía muy claro y quizás no consiguió hacerse
entender, pero los escritores didácticos del 98 - no los modernistas - se
arriman todos a la ubre de la riqueza interior, y de esa anarquía fruto del
individualismo español. Lo que ocurre es que a un hombre al que la sangre le
pide pelea es muy difícil tenerlo doce horas encerrados en un laboratorio o
mirando por un telescopio.” Existe una ciencia española porque no es como
las demás. Nuestra ciencia está en nuestra mística hasta el punto , que cuando
algún sabio español, como Servet o Raimundo Lulio, ha hecho un descubrimiento,
lo ha hecho incidentalmente, en una obra de discusión teológica o filosófica;
porque nuestra naturaleza repugnó siempre la ciencia de segundo orden que ha
venido ahora a ocupar el primer lugar “.
Se piensa con la cabeza, pero se cree con el
corazón. Por eso, España es país de contrastes. La armonía no es duradera a
nivel de grupo. Es muy difícil que se mantengan sólidas las amistades o las
asociaciones de cualquier tipo. En cambio, aquí las órdenes religiosas no
fracasan. Abundan los agnósticos y los que no creen ni en su camisa, pero a la Virgen de su
pueblo que no se la toquen. Las concepciones de índole cultual, siempre a
horcajadas entre lo sagrado y lo execrable, lo ancestral y lo blasfemo, pueden
aquí resultar tabúes. Los principales institutos religiosos de la
Contrarreforma nacieron en España. De la misma forma que el cenobio es griego,
el monasterio - cartujos, camaldulenses, benedictinos, cistercienses - medieval
presenta una ascendencia francesa e italiana, el convento sale de matriz
española.
Hay una serie de palabras, observa Ángel
Ganivet, de origen castellano, intraducibles o que han pasado tal cual a otros
idiomas. Entre ellas: convento, guerrilla, pronunciamiento y meneo. Se
refiere a ese movimiento de caderas , prelativo únicamente a la mujer española,
que es algo camaleónica y sabe conducirse como nadie, luciendo palmito y
caderamen por la catasta. Al atávico sentimiento golpista de algunos generales
durante el pasado siglo. A la facilidad de tirarse al monte por menos de nada.
O a la sopa boba y la sinecura conventual. Y que hay nos las den todas. A lo
que se aspira mayormente es a vivir del Estado o a costa de la beneficencia.
Grande y maravilloso país es España. No se parece a ningún otro .Cicatero y
generoso. Insociable y partícipe a un mismo tiempo. Berroqueño y duro como un
quejigo o como el sílice de sus montañas y tierno como un recental de sus
majadas. Siempre, insólito.
A este pueblo hay que amarlo, aunque no nos
guste. Ello es la receta que ofrece a las generaciones venideras el máximo
augur, la mente mejor amueblada, que diría Emilio Romero, del Noventa y Ocho.
Por todos lados nos dan caña. Nos damos caña
a nosotros mismos. ¿ Por qué así ?. Mientras soñaba en las cumbres del
Mulhacén , sede de ventisqueros perpetuos, y sentía nostalgia de Granada allá
en Finlandia. Escribe en la remembranza pero aún bajo la convulsión del horror
de esos ojos fulminantes del chispero que en el cuadro de Goya desafía altivo a
las balas del piquete de Murat y que parecen escupir rabia, una rabia de
siglos, la cólera de un sabio analfabeto con los brazos abiertos al martirio, o
el gesto del fraile del cerquillo que agacha la cabeza pero no se abate ante la
insolencia, la prepotencia ni el fulgor de fuego fatuo que impregna esa gran
obra de arte del genial baturro de Fuentetodos, y quien para colmo luego resultó
ser un afrancesado.
Todo eso ocurrió una oscura noche de
primavera en Madrid. Pero el escritor granadino contempla - no es un escritor
del instante, sino global, llevado del deseo de acaparar el tiempo largo -
parece mostrarse angustiado de ominosos presagios, como si supiera de antemano
que la sangre de aquel pueblo ignaro aunque leal no habría d ser la última que
se derramase en aras de la defensa de la libertad, siempre tan española, porque
este es el país de la real gana. Las brujas del miedo elevan el vuelo a lomos
de las antiguas escobas desde el paisaje en desolación de un aguafuerte
goyesco.
Ganivet, el máximo representante de esta
generación, era un filosofo. Los otros, sólo estetas de relumbrón. Unamuno,
Maéztu, Benavente, Machado no hacen sino perseguir la ruta marcada que a
empujones marcó el gran ideólogo. Ya que existen muchos Noventa y Ochos. Lo
milagroso es que un pueblo con una tasa de analfabetismo tan pavorosa ofreciese
este tan granado plante de enormes pensadores, de novelistas como Baroja, y de
poetas como Rubén Darío.
El de ahora, a cien años vista, puede ser
más trágico. Porque , aunque no hay analfabetismo tan literal, el de ahora
puede resultar más peligroso.
Millán
SACRAMENIA ARTEDO
FIN DEL QUINTO CAPÍTULO DE LA SERIE
<< Los olvidados del 98>>
********
******
***
*
(VI) EL GRAN BONAFOUX
*** Un
profeta que llegó desde la bella Borinquen
*** La
mente más lúcida y la lengua más viperina de un olvidado antillano que honra la
historia del periodismo en lengua castellana.
Por Millán Sacramenia Artedo
Es por antonomasia el gran olvidado de toda
la pléyade. La mente lúcida, la voz de profeta
clamando en el desierto, la pluma mejor tajada y la lengua más viperina
pero no falaz. El gran auténtico. El gran ausente. Su nombre injustamente
olvidado - Luis Bonafoux y Quintero- honra la historia del Periodismo en el
idioma castellano. Resulta con Insúa el máximo representante de esta hora. Al
igual que el cubano, este portorriqueño de Guayama, es de los que estuvo allí
para contarlo. No escribe de oídas. Hizo
la mili en infantería en Islas
Filipinas( Manila). No le hurtó el cuerpo a las balas de los blocaos, ni lo que
es peor al aguijón de los navajazos en la pululante colmena madrileña. Que más
que colmena ha sido siempre un avispero los moscones con alas de zángano siguen
zumbando. ¿ Que habrá que hacer, Dios Santo ? ¿ Candar el sepulcro del Cid con
Siete Llaves o espantar los abejorros de la colmena de Cela, con sus abejas
reinas, su resplandeciente e incombustible nómina de <>, << intocables >> ocupando el trono sito en las celdillas
del colmenar ?. Es un aviso contra tanto dislate. La cultura española quizás se
merezca otra cosa mejor. Pero Bonafoux, un genio, la flor de jara que alza su
corola en el albañal, nos reconcilia con ella. Al fin y al cabo, hay que
aceptar , resignados, que estos son los bueyes con los que se ha de ir a arar;
estas son las cestas con las que hay que salir al coso, de mimbres muy
ajustados. Constituye un honor el decirse periodista, después de haber elevado
el sublime antillano a este humilde menester a la categoría del arte grande.
Porque la pluma vencerá siempre a la espalda. También saldrá airosa de su
combate con el engreimiento y la ignorancia de los mentecatos. Bonafoux da
lustre a la profesión.
En
medio del marasmo y la debacle del zafarrancho español a fines del pasado
siglo, este criollo sale a partir una lanza por los pobres, los humildes. Por
el vencido. Fue el único corresponsal español que contó las sesiones del
proceso Dreyfus y estaba refugiado en el Café Saint Lazare de París cuando la
chusma irrumpe como en un baile de máscaras tea en ristre para pegar fuego a
las sinagogas de media Francia y se agolpa enfurecida contra las tiendas
regentadas por hebreos dispuesta al saqueo. Contó para los lectores del “
Heraldo “ aquella noche de los cristales rotos y de los cuchillos largos del
verano del 98 en París.
Bonafoux estuvo con Zola y con los judíos
aquella vez. Hoy hubiese estado de parte de los palestinos. Porque con aquel
humor caustico que le era característico recuerda con los libros de los psalmos
davídico en la mano que Israel no necesita defensas humanas, porque es el
pueblo que cuenta con el respaldo
divino. No puede cometer la torpeza de caer en la vulgaridad de jugar a gran
potencia, ni pasar de víctima a verdugo. Siendo prosemita sin tapujos y sus
crónicas a favor de Zola, a punto de ser linchado por la multitud, han quedado
ahí para los anales eternos, como un gran profeta de los de su raza, diría que
no es bueno para el porvenir de este planeta partirlo en dos bandos. De ellos y
nosotros. Más bien, todos juntos y unidos. No queremos hacer escatología
milenarista. El verdadero judío no suele presumir de esta condición que es como
segunda naturaleza. El espiritu de Israel está en la vida y en la historia. Es
la historia y es la vida misma. Es el amor sin garantías.Es el sufrimiento y la
búsqueda. Se esconde en la sabiduría y
en los libros. Tiene que ver poco con los convencionalismos humanos.
A Celine le ocurrió algo parecido. Por eso
resulta egregia y señera la personalidad de este corresponsal y gacetillero,
levantando su voz en favor de Zola cuando formuló su famosa frase de “ Yo acuso “, cuando entonces ni en Madrid
ni en París se daba ni media tagarnina por un judío. Hoy Bonafoux lo más
probablemente es que enristrara la pluma como una adarga temible para defender
la causa de los palestinos que a pedrada limpia se defienden del fuego a
discreción de las falanges antidisturbios del ejército israelí.
Estaba inmerso en ese sentido histórico, que
sabe ver más allá de lo que está delante de las narices, y del “ hic et nunc “,
el aquí y ahora de la actualidad desbordada en su propia espuma cegadora que no
permite visionar el tiempo con claridad, que caracteriza a los periodistas con
olfato, a los prosistas de raza, y a los profetas, asistidos siempre por ese “
quid divinum “, que los alza por encima de la ramplonería y mediocridad del
humano solar.
No calla jamás ni sufre ancas de nadie. No
se refugia en la frase hecha de los que andan en el regosto de la mecedora,
nadando a favor de corriente. El nirvana se convierte en apatía. Luego remata
en abulia y a continuación se desatan las furias nacionales. Porque no se supo
prevenir, porque la gente se entrega al optimismo acomodaticio, o se aparta a
verlas venir, atrincherado detrás del adarve de la falsa calma, esgrimiendo con
frases manidas, como “ aquí el que aguanta gana “, la flexibilidad de vértebras
del lamerón áulico o del lechuzo, o del sibilino que goza con sus escarceos de
funámbulo o en los juegos malabares.
Fue todo menos un manso y un pastueño o un
pancista de los que están viendolas venir. O esos aristarcos del no te lo decía
yo. Siempre refractario, caústico. ¿Qué es lo que ha dicho usted ?. ..Pues yo
de entrada me opongo. Esa era la “ Víbora de Asnieres “, pero sólo mordía al
que tenía que morder. Abogado de las
causas perdidas y temido en las altas instancias. No fue perdonado en su
desparpajo o su desfachatez . Hoy el nombre de Bonafoux sigue suscitando fobias
y furias después de muerto. Le condenaron a galeras y las altas instancias
crearon en torno a su persona una conspiración de silencio. Sellaron su tumba
con el lacre del olvido. Lo pusieron en la lista negra de los malditos. Y hasta
hoy. Sin embargo, es uno de los más grandes periodistas que tuvo España en el
siglo XIX y principios del presente.
No
era un monárquico pero , cuando muere Isabel II en el exilio de Paris en 1904
escribe una crónica preciosa sobre esa mujer a la que llama la “ españolaza “.
Se publicó en “ El Imparcial” y constituye una verdadera pieza antológica.
Al mambí cubano le hablaba en castellano
neto y a los peninsulares les tildaba de “ pardilllos “ e ignorantes. El
capitán general de la Isla de Puerto Rico lo declaró persona non grata, y tuvo
que salir de su patria escoltado por la policía. Tenía ideas nihilistas y se
carteó con el famoso anarquista Malatesta al que refugió en su casa en París,
siempre trabajó para periódicos de derechas y ridiculiza a los socialistas de
Pablo Iglesias y a los krausistas. Era lo que se dice un pura sangre. La vera
efigie del periodista químicamente puro, notario de la actualidad, oráculo y fiscal del poder político. Es así como ha de
ser el periodista en democracia. Lo otro es tongo. Puro fascismo.
Aquí se pasa con una celeridad temible ,
siguiendo por ese tenor de la frase convenida, aun a fuer de sonar vulgar, pero
que define plenamente al español, del tiempo de no me jodas a la época del nos ha jodido mayo; nos ha
jodido pa vino.
Hay un tiempo para ilusos y un tiempo para asqueados, y como de vuelta. Los que
dan en no creer en nada se alternan con la hueste de optimistas a ultranza y de
los empedernidos del futurismo.
Francisco de Quevedo estudia mejor que nadie
el atavismo en su “ Hora de Todos “. Aquí se pasa del entusiasmo, en el sentido
que tiene la palabra ( en griego εvθyσiασμωσ quiere
decir endiosamiento ) a la psicastenia más morbosa del ánimo por los suelos.
Este es un país de eufóricos y de deprimidos. Bonafoux, que arrojó un balde de
agua fría contra aquellos exaltados que pensaban que sería cosa hecha meterse a
los gringos en el bolsillo, con aquella sentencia suya, que debería estar en
las antologías de la Historia del Periodismo “ cavemos, cavemos... más
tumbas para nuestros soldaditos “ pertenece a ese glorioso cupo de
clarividentes que honran nuestras letras: los Quevedo, los Larra, los Mariano
de Cavia.
Los hay que, siguiendo la corriente y
bailándoles el agua, consiguen enriquecerse. Devengan pluses, corretajes y
millones. Publican, aguantan, alcanzan un nombre y el reconocimiento de los
cenáculos. Brillan en los salones y todo el mundo les llama oráculos a estos
herederos de la tradición picaresca de Rinconete y Cortadillo. Son los héroes
de quita y pon. En una profesión donde se suele cosechar bastante caspa y
pobreza sin contemplaciones, ellos, utilizando la formula alquímica del que “
aguanta, gana “han sabido encaramarse a la cucaña y en lo alto del mayo
permanecer. Son ricos. Han encontrado en este ecléctico viendolas venir la
piedra filosofal.Y esta piedra filosofal es un canto muy rentable. Les tocó la
china. Y a ella se aferran, naturalmente.
La lisonja y la adulación sibilina suele dar
réditos a corto plazo. Pero, bien miradas las cosas en su justa perspectiva,
puede llevar a los pueblos al despeñadero y a que esto acabe igual que el
Rosario de la aurora. Si el 98 es importante y digno de ser tenido muy en
cuenta, es porque precluye algo todavía más trágico que el desastre naval: la
hecatombe del 36. Hombres insignes como Bonafoux, con su aparente descaro, con
sus boutades, pero imbuídos de ese amor patrio de los ultramarinos, porque en
su juventud había pertenecido en Puerto Rico a una agrupación de signo
tradicionalista que se llamaba “Partido Radical Españolista Sin Condiciones
“, es precisamente lo que parecen intentar evitar: el baño de sangre que
vendría más tarde con sus instancias y constantes llamadas a la cordura y a la
reflexión, su abominación de la corrupción política, del cinismo, de los
espadones siempre dispuestos al golpe y a la conspiración. Del político del
pronunciamiento y ahí me las den todas, con la mano muy larga, que mete la mano
en la caja de los caudales públicos. Del periodista recién salido de la
madriguera del Fondo de los Reptiles, algo lechuzo y lamerón.
El pobre Bonafoux, que convirtió su vocación
literaria en una especie de lábaro, en un crismón laico donde cabían sólo los
olvidados de la tierra y los vapuleados de la vida, todos aquellos que sufren
persecución por la justicia. Se pasó la vida emborronando papel con miras
desinteresadas y altruistas. Porque tenía un alto concepto de su vocación a la
palabra. No aspiraba a una canonjía en Compostela o en Toledo. O a una
covachuela. Nunca le hicieron Subsecretario. Ni tuvo un sillón en la academia.
Vivió en escritor. A veces tuvo que pignorar su biblioteca para pagar a los
acreedores.
Sólo cosechó golpes y sartenazos, algún que
otro reto a duelo. El destierro y la infamia. Siempre estuvo fuera de juego,
pero marcó muchas dianas de golpe franco. Porque por estos tesos son los
mejores los diletantes. Ellos acaban metiendo el gol del cojo. Lo mandaron a
bogar en galeras teniendo por cómitres
al silencio y al olvido, pero el refractario e impertinente colonial siguió
esgrimiendo su pluma enfurecida por la injusticia, la arbitrariedad y el
despropósito. Hoy día podría ganar batallas después de muerto si fuesen
reeditadas algunas de sus prosas.
Y no le importaba que en ese avispero que
eran las redacciones de los periódicos de Madrid, lo tildasen de golfo sus
detractores: “ Yo he nacido en el Golfo... El Golfo de México, quiero decir
, señores “.
No se cansó de embestir y de patalear,
cantando las verdades del Barquero. Como era muy friolero, aún en pleno verano
se paseaba por Gran Vía con el cuello de su gabán de alpaca alzado para cubrir
las orejas. Tal que parecía un recién ordenado de epístola a punto de empezar a
cantar el evangelio desde el atril. Clarín, que sostuvo con Bonafoux una de las
polémicas más brillantes de los que se guardan memoria dentro del esplendoroso
momento literario español en las postrimerías del pasado siglo, pinta así a
este ultramarino que se convirtió en una auténtica pesadilla para él:” Bonafoux...¿Quién es ése ? ¡Ah. Sí! Es el
pollo que lleva la solapa de su gabán
hacia arriba en plena canícula. Parece un subdiácono que se prepara a
cantar la epístola”.
Epístola, evangelio, prefacio y
hasta la calenda. Todo eso se pone a cantar con su bien timbrada voz de
barítono y su tajada pluma en la coral del Parnaso, en los bancos del Ateneo,
los veladores del café de Chinitas. Porque repicaron gordo y sonoro en aquella
clamorosa reyerta librada entre dos colosos del arte de bien decir, desde las
columnas del “ Madrid Cómico” por parte del famoso critico ovetense, y desde
las del “ Español “ desde las que se explayaba no dejando títere con cabeza el
nativo de la bella Borinquen. Aquel duelo de titanes hizo las delicias de la España de la Restauración.
Ambos mostraron la agudeza,
el ingenio y la contundencia de los escritores con cacumen y que tienen algo
que contar. Ninguno de los dos era lo que se dice un manco. Pero tampoco un
criminal. Por eso, la sangre no llegó nunca al río y aunque estuvo en trámites
un duelo, y hasta se habían designado los padrinos, el lance en el campo del
honor nunca se consumó.
La verbosidad y aparato de Luis de
Bonafoux, al que empezaron a llamar desde aquella fecha con un sobrehúsa acaso
descomedido << La Víbora de Asnieres >>, “ boulevardier “ (
barriobajero) no paraba en barras, ni se hacía de pencas. A lo largo de aquel
intercambio de opiniones, porque el asunto fue más allá que el libre y franco
contraste de pareceres, al borde de perder las buenas formas, ganó la lengua
española. Allí fueron ellas. Durante el cañoneo y fuego a discreción sonó el
famoso violín clariniano de cuerdas bien afinadas y solemnes. La replicaba el violón del antillano con sus contrapuntos
maravillosos y sus filados increíbles, con un poco más de sal gorda, y si se
quiere más castizo y barriobajero. Formaban un dúo a contrapunto bien afinado
,y un poderoso orfeón. Porque tanto el uno como el otro eran los mejores
escritores de aquella hora. En el fondo se admiraban y hasta se querían
Bonafoux dominaba no sólo el castellano
sino también el inglés, que lo hablaba como un yanqui, y el francés en argot.
Era el maestro de la frase acerada que salía como una cerbatana a boca de
cañón, que manejaron sus antepasados indios con pericia. En su pueblo, Guayama
cerca de San Juan , habitaban los igorrotes. No era judío. Era un criollo,
mezcla de café con leche y de amerindio. Su nariz en forma de patata, cuenta en
uno de sus libros hoy inencontrables - como por ejemplo, “ El Carnaval “, “ Bilis
“ y “ Clericanallas “- le libró de ser linchado cuando estaba en su mesa del
Café Saint Lazare describiendo el horror de las manifestaciones antisemitas que
acontecieron y la chusma asaltaba las tiendas de los hebreos o la emprendía a
bastonazos con cualquier individuos que por su semblante tuviese pinta de
judío. El pabellón nasal de Bonafoux no era ganchudo .Su porte bohemio no tenía
nada de rabínico, aunque fue acusado de recibir dinero de los Rothschilds
durante la vista del caso al famoso capitán al que se envió a un penal de la
Isla del Diablo, inculpado de alta traición y de connivencia con una potencia
extranjera..
Él, que defendió a Emilio Zola con tanto
ahínco en el affaire Dreyfus y fue el único corresponsal lúcido y con visión de
futuro en el grupo de periodistas españoles en la capital gala, porque , aparte
de un gran escritor y periodista, era un historiador de la noticia, hasta el
punto que a la luz de un acontecimiento y de sus concomitancias particulares se
sentía con capacidad de prevenir el inmediato acontecer, acuñó una frase que le
honra: de judíos y de mosquitos, mejor no hablar. Porque la gente se irrita
y empieza a trompazos. O se arrasca. El antisemitismo es una comezón irracional
muy pegajosa. Brota cuando la Humanidad ha perdido la paz consigo misma. Es muy
peligroso signo por el que se barruntan desgracias “.
Y no barruntaba mal el avisado cronista. El
98 fue el preludio de las grandes conmociones revolucionarias de principios de
siglo, que abocaron a la revolución de octubre, y a las dos guerras mundiales ,
amén del sangriento conflicto del 36. Para la historia mundial esta ultima
centuria ha revestido las características de una hecatombe. Moloch bien que se
ha ensañado mostrando sus fauces
ensangrentadas.
No han sido un millón de muertos, ni dos.
Sino muchos centenares. Hombres y mujeres de muchas razas. Plúrimes en su procedencia nacional y étnica.
El largo proceso a aquel oscuro comandante del ejercito francés de una “ caserne “ parisina envenenó a Francia
dividiendola en dos mitades. Fue como una alcaloide disolvente, que traía
ominosos presagios de enfrentamiento civil. No es bueno que un país viva
pendiente de un nombre y de un proceso. No es bueno obsesionarse con judíos.
Dejad que los niños se acerquen a mí... O - lo que es lo mismo - dejad que
éstos vivan. No saquemos las aguas del río de madre. Eso lo dijo Cristo. Los
grandes escritores se encuentran atravesados, aunque profesen el ateismo, de
ese sentido trascendente del Alfa, que pide perdón y esperanza para sus
congéneres. Que ven mucho más allá de lo que está delante.
La clarividencia de este criollo fue, por
ende, mesiánica. No ya tan sólo cuando
dispara sus dardos más envenenados contra el personal de las altas instancias
políticas, en las que se muestra atrabiliario y a ratos parcial, y a veces
chistoso. Por su humor negro sentó plaza de bromista. Como a Quevedo al que algunas antologías engloban en
la categoría de jocoso, a Bonafoux le endilgaron el sambenito de irónico,
cuando era la seriedad, el sarcasmo y la cólera en persona. La cólera revestida
de pontifical hace que el genio a los ojos del vulgo aparezca como un chistoso
o un loco. De ahí que llamen a los grandes maestros del arte del buen decir “ humoristas “.
Madia España asistió entre alborozada y
admirada el ultimo de los grandes duelos literarios entre Leopoldo Alas y la “
Víbora de Asnieres”. El torneo fue un combate de titanes en el que se
enfrentaban los dos mejores periodistas
de la restauración. Un violín de registros claros y un contrabajo de sones
profundos recrearon al mundo hispánico
desde Pajares a Cádiz y desde Madrid a Guayaquil. Aunque aquello tenía todos los visos de bronca de taberna,
degeneró en obra de arte. El antillano acusaba al catedrático de Prima ovetense
de tunante y de plagiario. Las palabras más duras que se han pronunciado contra
la Regenta, una novela aparecida en 1884, que revolucionó todo el
catarro de las letras, y que exasperó los pechos de la clerigalla, puesto que
al parecer Clarín se apoya en un hecho real, los amores entre un canónigo y su
dirigida espiritual, las pronunció un anarquista para tranquilidad de los
obispos y de neos. No se sulfuren.
- Ana Ozores no existe. Es una copia tosca
de Madame Bovary. Sólo refleja la cursilería y la histeria de la mujer
española, que se lía a lo tonto con un cura.
Bajo el pseudónimo de “ Aramis “, Bonafoux
se despachaba contra la obra del catedrático astur desde las páginas de un
periódico monárquico y de derechas, “ El Español “:
- Esa novela de casi mil páginas es atroz .
Leyéndola me he sentido el Job de la Literatura. Clarín roba a Flaubert y no
sabe como acabar.
Se hartó el heterodoxo de Borinquen de
chillar. Decía que no sólo la famosa novela, que alguna crítica otorga el
título de “ la mejor novela en castellano después del Quijote” era un hurto con
nocturnidad y alevosía en el jardín del “ monstruo de la novela decimonónica
“ Flaubert, escrito en una prosa
lamentable y plagada de galicismos, sino que también su mejor cuento Pipá lo había clavado de otro cuento
escrito por Fernanflor. En el ínterin soltó algunas verdades de a
kilo,
como la que
caracterizaba a la heroína epónima de la mujer
española burguesa de la Restauración
de histérica y cursi, que acreditan el profundo
sentido de penetración, su ojo clínico para diagnosticar los males de la
sociedad que veía ante la lente de su cámara. La pluma bonafouxiana es como una
radiografía.
Y desde entonces, cuantas regentas de quita y pon, histéricas ,
cursis y retorcidas, que nunca sabrán zafarse de su educación sentimental, ni
echar fuera a la colegiala de las ursulinas que llevan dentro de sí. Son las
regentas que amamos , odiamos y que al final de la vida nos hacen reír.
Incontinenti y sin pretenderlo , Bonafoux concede a su enemigo la virtud de la
penetración psicológica, que es precisamente lo que hace al gran novelista. En
su personaje definió el escritor ovetense el prototipo de hembra española. En los años 60 los bancos de la
Complutense acogían el “ culo mollau “ de no pocas regentas. Ahora se mueven y
contonean por la pasarela o conducen los
programas de alcahuetería y entretenimiento de la caja cursi. Ellas son cursis,
ñoñas e histéricas. Nunca se acabarán en este país las
regentas, tan volubles, a las que saber lo que quieren y que
piensan será mucho pedir.
Su autor, herido en lo más vivo, sangraba
por la herida. Un ultramarino había tenido la osadía de atentar contra el
monstruo sagrado de la critica, odiado y temido en los ambientes literarios de la Corte. Le había dicho que su “ Regenta
“ un trabajo que al concluirlo a los 33 años le llevó a exclamar cuando se lo
envió a los editores: << acabo de dar a la
estampa una obra de arte >>.
Clarín se tomó su tiempo en contestar .
Después de todo, se hace la misma pregunta que muchos
en Madrid: ¿
Quién es ése Bonafoux ?