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domingo, 7 de agosto de 2016


EL ANTICRISTO MORA EN ROMA ¿QUIÉN ES?

 

Agosto es para mí el mes mejor del año luces claras el sol en lo alto para mayor honra de Júpiter y su gran patrocinado el emperador Augusto. La cencellada de la amanecida trae barruntos de la llegada del otoño, agosto frío en rostro.

Resulta difícil cuando tengo paz interior y no me puedo quejar de la vida meterse en tema tan abstruso y complicado como es el de la Apocalipsis, un libro de un judío escrito en griego en el cual el salmista vierte su ira contra el pueblo romano. ¿Revelación cambio? Qui lo sa.

Sin embargo el alquimista físico y médico—entre otras cosas descubrió las propiedades curativas del alcohol— catalán Arnaldo de Vilanova profiere dictámenes sorprendentes en su Confesión de Barcelona exculpándose ante el rey de Aragón de las imputaciones de sus enemigos los dominicos.

Su amistad con san Vicente Ferrer y con el papa de Aviñón paisano suyo no le cohíbe para lanzar anatemas contra los franciscanos y la Orden de Predicadores.  Los mendicantes fueron piedra de escándalo por sus abusos en los años de la baja Edad Media. De ellos surgen los grupúsculos de los “iluminati” y los “catherinati” en el norte de Italia y en el midí galo.

Los franciscanos trataban por todos los medios mediante las visiones de Rita de Casia de conseguir que los papas volvieran a la Ciudad terna y había aparecido en Provenza (Arnau de Vilanova, que era defensor del papa Benedicto XIII amigo y paisano suyo, escribe en limousin que era el catalán antiguo y una muy bella lengua) la herejía albigense de cuyo anhelo de pureza parece contaminarse el alquimista ilerdense. Sin embargo, emite juicios que parecen acordes con la realidad del tiempo presente, la sexta era del tiempo de la Iglesia (guerras, “presura gentium” o desplazamientos en masa de pueblos enteros, falta de amor, ansias de poder y de imagen, mentira, prevaricación y pastores de la iglesia que abandonaron la grey rindiéndose a los poderes del Maligno.)

El reinado del anticristo se caracterizará por un enfriamiento de la caridad y todos negarán a Jesucristo. El abominable será fuerte y tendrá gran prestigio a tenor con la profecía de Daniel pero los teólogos de la Sorbona tachan al ilerdense de iluminado y falaz.

Vilanova, con el visto bueno del Papa Borja, no se rinde y apela al monarca de Aragón y en su “Confessió” de Barcelona aduce que sus visiones son ciertas porque se basan en la Escritura y la Tradición de los Santos Padres sobre todo las profecías de san Cirilo y san Metodio evangelizadores de los pueblos eslavos, los escritos de san Eusebio y las confesiones de una mística alemana, santa Hildegarda, la cual vio a Cristo en persona.

El Señor le hizo a esta mujer vivir en propia carne las escenas de la pasión. El reinado del Interpuesto durará un milenio —el que va del año 2000 al 3000— y a su muerte empezará la Parusía con el fin del mundo cinco años después.

Divide la historia de la iglesia en siete eras:

A.                 El tiempo de los apóstoles

B.                 La era de los mártires

C.        La de los doctores

D.        Eremitas y padres del yermo

E.         Cenobitas y monjes

F.         La de los prevaricadores y herejías que será la más confusa. Vendrá el tiempo de los malos pastores y de los falsos profetas, la de los sacerdotes obispos y papas indignos

Apoteosis luego en la etapa final de la iglesia con la derrota de los secuaces del Interpuesto. El regreso al redil y el triunfo de la Ortodoxia.

Otros apoyos que intercepta Vilanova en respaldo de su tesis son las epístolas paulinas.

Carta a Timoteo: “Serán años de angustia y peligrosos porque se enfriará la caridad. Los hombres solo se amarán a sí mismos, serán altivos y orgullosos, lascivos y comilones, ignorantes, incontinentes, ciegos y desenfrenados en sus pasiones y en sus vicios”.

Explica el ilerdense que el anticristo vendrá vestido de hábitos religiosos y podrá llevar mitra o tiara sobre los hombros. Devorará al rebaño dentro del aprisco. Abrid bien los ojos y a los falsos profetas no les creáis.

Podrá mostrarse en figura de ángel aunque sus alas se convertirán en cuernos con que amurque a los desprevenidos. Dice que los frailes abandonarán sus celdas quedarán los monasterios desiertos y los seminarios vacíos. A misa no irá nadie porque el Impostor se habrá adueñado del ritual del sacrificio. Tiempos lujuriosos y avarientos pronostica pero el peor de los vicios serán la envidia y la emulación. Entre los eclesiásticos predominaría la arrogancia la vanagloria y la simonía. Dirán: “date nobis et nos orabimus pro vobis” (rogaremos por vuestras almas a cambio del estipendio) Al místico catalán no le complacía demasiado la devoción de las almas del purgatorio.

Vilanova se adelanta a Lutero y a Erasmo cuatro siglos en sus invectivas contra los frailes “necios laxos y bodoques” que quieren vivir sin trabajar en medio del regalo y la lujuria abusando de los monagos o de sus madres. Es en Roma donde tiene según él la morada el anticristo entre los profanadores del templo los vendedores de indulgencias poniendo pesadas cargas sobre el pueblo y usando del engaño y la burla de los oprimidos en su propio beneficio, comiendo entre carcajadas a las cuestiones más venerandas de la religión a dos carrillos.

Arnau de Vilanova firma su denuncia ante el notario barcelonés Bartomeu Marcha en agosto del año 1305. Sus palabras tienen un aire profético. El enemigo está dentro. No hay que ir a buscarlo extramuros.

rusia ha ganado la guerra de siria

Commenting on the recent developments in the Syrian conflict and the agreement between Russia and the US on the coordination of bombing missions in the country, many media sources now agree that Moscow has the upper hand in the conflict and its agreement with the US will grant it and its ally Iran the final victory.

“Russia has won the proxy war, at least for now,” Michael Kofman, a fellow at the Woodrow Wilson Center in Washington told the New York Times.
The statement refers to the recently announced agreement between Russia and the US on a plan to share intelligence and coordinate airstrikes against the Islamic State and other militant groups in Syria.
Earlier in July, US officials put forward a proposal that would see Russian and US air forces conduct joint strikes against Daesh and Al-Nusra Front, an Al-Qaeda branch in Syria.

sábado, 6 de agosto de 2016


LUISA DE CARVAJAL LA ESPAÑOLA INGLESA

 

El 2 de agosto 1615 zarpaba del puerto de Southampton el “María Luisa de Londres” rumbo a Laredo con los restos mortales de doña Luisa de Carvajal fallecida un año antes, diz que de pulmonía, después de estar presa en el presidio de Newgate a causa de sus ideas religiosas, aunque lo más probable es que fuese envenenada por orden del obispo anglicano de Cantorbery, Robert Abott. Padeció agonía dolorosísima, lo que indica fuese víctima de las hierbas.

Sólo tenía 48 años de los que pasaría en Londres cerca de diez, sumida en la mayor pobreza, sin llegar a dominar bien la lengua, tratando de ayudar a los súbditos de su majestad graciosa, que se resistían a abandonar la fe romana, por lo cual eran encarcelados torturados o ajusticiados; corrían tiempos recios.  

Y esta audaz mujer viviendo en la indigencia y de la caridad de los embajadores españoles en la corte de san Jaime en aquel tiempo (el conde de Gondomar, Pedro de Zúñiga, Alonso de Velasco, Bernardino de Mendoza) “in partibus infidelium” acariciaba un ideal quijotesco: la conversión de los ingleses.

Visitaba esta señora española las cárceles, asistía a los enfermos y recogía las reliquias de aquellos que morían por la fe de Cristo, socorría a los veteranos de los tercios de Flandes que vagabundeaban por la corte de Jacobo I. Las autoridades la acusaron de espionaje.

Mar gruesa en el Canal de la Mancha estuvo a punto de estrellar el castillaje y toda la obra muerta del galeón contra las rocas de Normandía y la nave hubo de regresar al punto de partida y ser reparado.

Los que conducían el cadáver, una comitiva expedida por don Diego Sarmiento y Acuña, uno de los más prestigiosos embajadores que tuvo el reino de España en el Reino Unido a las órdenes del Duque de Lerma, tomaron tierra en Fuenterrabía al cabo de dos meses de navegación.

Algunos vieron en esta azarosa singladura una señal de que aquella monja seglar (beguina) que había ido a Inglaterra a misionar y a convertir “herejes” se resistía a dejar atrás los blancos acantilados de Dover.  

Ella dijo que el destino le condujo a aquellas islas de conjuras y de perfidias siguiendo una llamada del altísimo. Su estancia londinense residiendo en casas de ínfima salubridad y pobreza, de la Barbacana, Chiswick o el Cheapside, fue un perenne suplicio.

Está claro que aquel empeño que la condujo a tierra de infieles fracasó. Los ingleses incluso los que practicaban la fe católica la consideraban una vagabunda. No obstante, resistió a las presiones, tanto de los diferentes embajadores como de su familia y algunas de las compañeras que secundaron su labor en aquel beaterio húmedo e insalubre a orillas del Támesis, para que regresara a la Península.

Pasó hambre, vivió de limosna, cuando no podía vender los encajes de blonda y las casullas bordadas de oro pues había aprendido el oficio de hilandera en Madrid, sacaba algún dinero.

María Luisa Pinillos Iglesias en su impresionante biografía sobre esta pobre señora la define como la “hilandera de Dios”[1].

Alta la frente despejada cubierta con un monjil las manos juntas y una mirada bondadosa y trascendida por una luz mística, de rodillas ante un libro de rezos, en el único retrato que se conserva, obra de Sánchez Coello (rompió todos pues no quería lisonjas ni que alabaran su belleza, sólo sufrir y padecer por Xto.) algunos encuentran en su semblante trazas de loca.

Luisa no se compadece con la noción de místico castellano del Siglo de Oro. Es un caso único dentro de su especie. Y un caso ignorado por la historia. Acaso por sus orígenes porque, en contra de lo afirmado por sus biógrafos, pudo ser una hija natural del Duque de Lerma, don Francisco de Rojas, marqués de Denia. Habida de sus amores con la cacereña doña Inés de Vargas a la que casó con Rodrigo Calderón, aquel que murió en la horca y según Federico C. Sainz de Robles[2], “cornudo de condición”.

A ambos personajes trata la vidente con veneración y loables consejos en sus cartas, pues uno era su padre putativo y el otro su padre natural al objeto de que esta bordadora fuese adoptada por los  Mendoza.

El destino de la bastardía en aquella España tan estamental era el convento pero -otro signo de rebeldía amparada por heroica humildad, quizás- ella fue refractaria a tomar hábito en una orden de clausura y quiso permanecer en el siglo. Fue inhumada en el convento de Porta Coeli de Valladolid y se le dispensaron honras fúnebres en las ciudades importantes (Sevilla, Cáceres, Almazán. Madrid).

No se cumplió su deseo de recibir cristiana sepultura en la iglesia de los jesuitas de Lovaina. Reinaba Felipe III. La Carvajal es una de las personalidades más seductoras e interesantes del movimiento místico español. No se trata de una “deixada” sino de una “abatida” que quiso seguir al Señor desde el menoscabo y desdén del mundo sus pompas y vanidades

El IV Centenario de Luisa de Carvajal coincide pues con el V de Teresa de Jesús. Si la reformadora del Carmen, según expongo en mi libro “Teresa la conversa”, tuvo una visión mesiánica en la que contempló cómo caían incesantemente almas en el infierno a causa de las guerras de religión en el norte europeo, esta briosa extremeña que ni siquiera profesó en una orden religiosa regular aunque estuvo muy relacionada con las agustinas recoletas del monasterio madrileño de la Encarnación, materializa el sueño carmelitano de ir a convertir herejes. Marchó a tierra de moros, como hizo Teresa de niña acompañada de su hermano Rodrigo.

Sólo que los británicos tan coriáceos, tan suyos y tan renuentes a ser pastoreados por extranjeros resultaban un hueso tan rudo de roer como los propios mahometanos, que rara vez se convierten al catolicismo. Lo que buscaba en realidad doña Luisa era el martirio. Deseaba ser mártir, demostrando un arrojo y una valentía poco frecuente en la iglesia católica de su tiempo y mucho menos hoy. Quijotesco propósito poco realista pero que no merma el temple y el coraje de esta feminista a lo divino, verdadera hija de la raza, de españoles y de españolas colosales tallados en piedra berroqueña. Representa en sus extremos las grandezas y miserias de un país. Una aventurera y una conquistadora al estilo extremeño como Hernán Cortés, Pizarro, Pedro de Alvarado, Valdivia, o Núñez Cabeza de Vaca.

Margarita Nelken, la ministra de la República, que conocía sus escritos— cartas, algunos romancillos de tenor místico inspirados en san Juan de la Cruz y los quince o veinte folios en los que relata la historia de su vida—dice que escribe el castellano más puro y elegante de su siglo.

¿Quién era en realidad la Beata Luisa de Carvajal? ¿Una espía en Londres del Duque de Lerma? ¿Monja galante al estilo de sor María de Agreda consejera del rey Felipe IV que se cartea con el primer ministro y gran valido duque de Lerma y su secretario Rodrigo Calderón a los que aconseja en asuntos políticos y cuestiones de religión que pasaban siempre por las manos del privado? ¿Una iluminada? ¿La amante desdichada de un alto personaje a la cual se le ordena adoptar un género de vida religiosa?

No es fácil encontrar una respuesta al trasluz de datos biográficos. Hay episodios que pasman. Su personalidad y su figura poco se compadecen con la mentalidad de hogaño, ni incluso con la manera de ser y de pensar de la España mística del siglo de Oro. Los rusos definirían a esta extremeña de Jairacejo, tan española y tan inglesa, como una “yurodivi” (loca del amor de Dios) que iba por el mundo con el evangelio de san Juan en la mano. Hay en su ascetismo rasgos que la acercan al pensamiento del cristianismo según Tolstoi dentro de los parámetros de un despojo absoluto de superfluos: honores, medallas, reglas, constituciones, hagiografías, eucologios, jerarquías, cánones. Su vida martirial fue un perpetuo grito:

—Sólo Dios basta.

La relación de su trayectoria vital, aun siguiendo rutas diferentes, tiene bastante que ver con la reformadora del Carmelo. Pasó por el mundo de una forma elegante y novelesca. Hay en su biografía puntos de contacto con los libros de Caballerías como el Palmerín de Inglaterra y con la novela picaresca. Tan intrépida como “La Monja Alférez” y exultando en ricas y desgraciadas experiencias como el “Guzmán de Alfarache” o el “Estebanillo González”.

Estuvo dotada de un carácter libertario, apasionado, contradictorio y muy español. Fue hija de la raza y de la época a la que perteneció. Tuvo algo de la monja alférez, de Teresa de Jesús y de capitana de los Tercios de Flandes a lo divino haciendo ostentación de una valentía y un arrojo que asombra a día de hoy.

De haber pasado a Indias, hubiera sido un Hernán Cortés, un Maldonado, un Cabeza de Vaca, o una evangelizadora al estilo del Beato Juan de Ávila o Toribio de Mogrovejo. Desgraciadamente, fue a dar in partibus infidelium con gentes tan sibilina y tenaz como la británica.

Inglaterra no creía en las lágrimas y menos en aquel tiempo de convulsiones religiosas, profesaba odio a los frailes que habían cometido tantos atropellos durante la edad media. En dicho país se cuestionaba la “potestas clavium” o autoridad papal. Las jerarquías y gran parte del clero inglés disputaban sobre tal preeminencia el que un obispo extranjero quisiera gobernar las cuestiones del fuero interior que consideraban un asunto personal.

Al verdugo de la Torre de Londres no le faltaba trabajo y muchos súbditos de su Graciosa Majestad eran despedazados en la plaza pública por rezar en latín o llevar al cuello un rosario.

Roma tampoco era un ejemplo de moralidad en tiempo de los papas Borgia. La corrupción de las costumbres es antesala de la muerte y de la guerra. Esta mujer llena de candoroso ardor misionero  y de amor a la Iglesia puede que ignorase tales antecedentes. Trató de escalar una montaña inaccesible como es el Establishment. Los ingleses siempre nos ganan a los españoles. Discutir con ellos es como estrellarse contra un muro, y no hay manera. Sin embargo ahí quedó el gesto y el reto de la Beata Luisa de Carvajal madre coraje de amor a la Iglesia y de amor a España (“Quiero a mi patria con todo mi corazón y vivo en una tierra de hiel y de sabandijas”) declara en una carta a su hermano nombrado corregidor de San Clemente (Cuenca).                             

Estableció como norma de vida de la máxima teresiana de “sufrir y padecer” siendo oprobio del mundo, despreciada y abandonada por los suyos por amor a Jesús. Renunció a todo: alta cuna —era nieta del obispo de Coria don Gutierre Carvajal que tuvo una multitud de hijos naturales—títulos nobiliarios, la honra, el buen nombre y la fama. Hizo mangas y capirotes de algo tan importante para los españoles de su tiempo como el honor. “Quiero ser pisoteada, negada, ridiculizada, puesta en el último lugar para que todos me olviden o se rían de mí”. Y por último en su profesión realizada en un cuarto oscuro en Madrid la calle de Toledo, puesto que atendía a las enfermas de bubas, donde se había dedicado a cuidar de las prostitutas hizo voto de martirio. No lo conseguiría físicamente pero los dos lustros últimos de su vida en Inglaterra fueron un auténtico calvario

La honra la perdían las mujeres (nunca el varón) por cualquier desliz erótico o dedicarse al oficio más antiguo del mundo; por no proceder de un linaje limpio, por ocuparse en trabajos serviles, ser asalariado y no vivir de las rentas, por derramar sangre cuando el asesinato no era en legítima defensa. Por padecer del vicio del vino o por andar desnudo y en harapos. Sin embargo se podía ser pobre y no desmerecer a los ojos de la sociedad. De ahí el dicho de “pobre pero honrado”. Una vez perdida la honra, no se recupera jamás. Es el equivalente a una muerte civil. Luisa puso su honor a los pies del Crucificado.

En el marco de aquella sociedad estamental y clasista como era la España de su tiempo plantea con su labor ideas revolucionarias más allá de las particularidades de la Reforma. Amiga y protegida de los jesuitas, rechaza, sin embargo, la disciplina de las constituciones y las voces de mando del jefe. La vida religiosa no es para ella milicia sino un sumirse en la inmensidad del Criador, un abandonarse a la Providencia, como hacían los quietistas y alumbrados aceptando el sufrimiento como camino de perfección y garantía de selección. Esta dejadez casi anarquista, con una fe ciega y amor al Esposo, la colocaría más cerca de lo que hoy se denominan cristianos de bases que de un instituto religioso convencional. Verdaderamente, si todos la dejaron en la estacada, Cristo nunca la abandonó. Esta es la grandeza del Evangelio que en su lado esotérico a los lerdos no se les alcanza, y la prueba del nueve y la primacía del catolicismo sobre otras religiones monoteístas. No hay consensos ni enjuagues que valgan. Cristo es la verdad y la vida. La Verdad que corre larga y tendida por el mundo de los libros—un venero que tratan de ocluir los del “pensamiento único” —y la Vida que germina en los plantíos y viveros del grano de mostaza. Mediante intercesiones desde lo alto, soluciones inexplicables, guardas en enfermedades y peligros. Cristo a través de sus escogidos se manifiesta en la historia mediante el carisma de una Teresita de Lisieux, de un Antonio de Padua, de san José, de Teresa de Jesús, de Judas Tadeo y ante todo y sobre todo a través de Nuestra Señora la Virgen María medianera de todas las gracias.

Se trata de una vida y una vivencia oculta pero real y perceptible sólo a través de la fe y nos ratifica en la esperanza de la gracia y la interacción dentro del cuerpo místico de la iglesia triunfante militante y purgante. Enigma total. Sólo mediante este misterio vale la pena considerar que una derrota a los ojos de los hombres podría convertirse en victoria a los ojos del Padre. Dios tiene otros baremos, diferentes varas de medir

Como los monasterios a la sazón estaban llenos y con frecuencia la “vocación” tenía que ver más con la “boca” que una verdadera llamada a la vida consagrada habiéndose convertido muchos dellos en aparcadero de damas burladas o en verdaderos prostíbulos, ella renuncia a ese título de ser monja. Se queda en beguina y cerca de, o al cabo de, la calle de Toledo funda un beaterio en compañía de dos sirvientas: Ana de la Ascensión e Inés de la Cruz. La casa, un sotabanco, se encuentra al lado de una mancebía y se convierte en centro de acogida para mujeres maltratadas y prostitutas enfermas. Inés de la Cruz protesta:

—Van a pensar que nosotras somos iguales, unas tales.

Para doña Luisa esa sospecha motivo de oprobio se convierte en vínculo de caridad y una ocasión de ser humillada y tenida en menos por amor del Redentor. Intensifica sus penitencias, porta una cruz de rallo (una especie de almohaza de pincho) aderezando sus pechos como prenda íntima y una cuerda de esparto atada a las caderas. Todos los viernes del año no probaba alimento, dormía sobre una márfega, bebía en vasos utilizados por enfermos con bubas y con sarna.

Nos dicen los expertos en lomología que el mal francés y la peste bubónica eran el flagelo de la cristiandad en el s. XVI. Los males empeoraron en la centuria siguiente con un cambio climático en Europa veranos más tórridos malas cosechas inviernos de fuertes cierzos y vientos polares.

En Madrid la Carvajal cura a los sifilíticos ocupándose como operaria en el hospital de Anton Martín el de la sabana blanca curaban el trepanómana o morbo sifilítico con baños al vapor y en Londres fue su rival la peste bubónica traída por las ratas viajando en los barcos que atracaban en los muelles del Támesis.

Aun no había sido fundado el St Stephen Hospital y las condiciones de salubridad e incluso de vida de los londinenses eran mucho más penosas que la de los madrileños.

Detecta aires de levantamiento popular en la corte del Defensor de la Fe, James I. por el contrario, en la corte de Su Católica Majestad Felipe III temo que me lo gobiernen un rey débil muy piadoso y austero pero en manos de sus validos que lo engañaron con sus adrollas y gatuperios; el mal era la corrupción en la nobleza y en el estamento eclesial. A ellos iba a parar el oro de las Indias y a los vivanderos judíos de los ejércitos de Flandes. El pueblo llano vivía en una estado de postración miserable conformándose con las procesiones triduos novenas corridas de toros y cañas y de vez en cuando algún auto de fe en la plaza mayor. Adrollas, embustes, mohatras, trapazas, picaresca y misticismo sed de aventura y esa enorme vitalidad que siempre tuvo la nación española. Ese mundo del Buscón y la picaresca lo refleja en su poesía y en su prosa sin paragones el genial Francisco de Quevedo. Luisa de Carvajal es contemporánea de la publicación de los “Sueños” y del “Quijote”

No nos encontramos en la presencia de una mística arrobadiza. Desdeñaba los éxtasis, trances, llagas, bilocaciones y otros fenómenos preternaturales, harto frecuentes entre los alumbrados. Vivió amarrada al duro banco de la realidad desde la renuncia y la autoinmolación. Era una contemplativa atípica sin aditamentos ni alharacas aunque parece ser que estuvo penetrada del don de clarividencia que le hacía ver el futuro y el interior de las conciencias.

Asimismo, tuvo el galardón tanto de la templanza como de la fortaleza. Salió indemne por la gracia de Dios de los peligros de aquel Madrid bullicioso y putañero siempre al verlas venir entre chupicaldos de sopa boba, metiendo los pollos en el corral. Llevaba las putas a casa para sacarlas de la mala vida sin miedo a sus cohenes y rufianes.

A la hija del Duque de Almazán no se le caían los anillos por andar en compañía de pobres vergonzantes receptando limosna a la puerta de san Ginés o hablando con los desheredados de la fortuna en las gradas de San Felipe y otros mentideros de la villa.

Si, por casualidad, cualquier pariente veía a la hija de un grande de España emparentada con los Mendoza y los Duques del Infantado en tal condición de mendiga, miraban para otro lado. Este desdén que mortificaba su orgullo eran para la vagabunda motivo de santificación, las humillaciones y desprecios abren al justo las puertas del Paraíso. Supuestamente…

En Londres donde nadie la conocía pero pronto la identificaron por española a causa de su acento, su compostura y que llevaba un cristo crucificado al pecho, el juego resultaba mucho más peligroso.

La insultaban, la maltrataban, se mofaban de sus creencias papistas, la decían lárgate a tu país. Cuantas veces los hispanos que hayan vivido en las Islas durante algún tiempo habrán escuchado la pregunta:

—When are you going back? [3]

Ella había ido allí para sufrir por Cristo. Anhelaba el martirio del que hizo voto al formular su profesión de vida consagrada en 1598 cuando empezó a acariciar la idea de pasar el canal de la Mancha para morir por Dios.

Huérfana desde los seis años y adoptada por don Diego Hurtado de Mendoza embajador en Alemania su infancia y su juventud los pasó en la corte de Felipe II. A la muerte del monarca entra al servicio de don Francisco de Sandoval y Rojas duque de Lerma primer ministro del monarca quien en 1600 traslada la corte a Valladolid.  

La comunidad de la calle de Toledo se cierra (dos se metieron agustinas y una tercera Isabel se casó) y los jesuitas le procuran un aposento similar muy cerca del Colegio de la Compañía, el Seminario Irlandés. Es allí donde tiene una revelación: tendría que irse de misionera a Inglaterra.

Camino de la Rubia Albión salió de la Ciudad del Pisuerga a 27 enero 1605 en una expedición de siete personas que dirigía el P. Walpole s.j. cabalgaron por toda Francia atravesando un país de herejes a lomos de una hacanea. Sor Luisa nunca había montado en mula. En otra expedición más suntuosa viajaba don Juan de Tassis conde de Villamediana con el que se reunieron en Burdeos siguiendo ruta hacia Calais. Allí se embarcaron en una patera. El viento desfavorable desviaba la embarcación hacia Holanda un país siempre peligroso para un católico español pero el piloto un viejo lobo de mar vascongado logró gobernar la embarcación y atracar en un grao próximo a Dover. A la vista de los blancos acantilados la española inglesa cayó de rodillas y prosternada en oración dio gracias a Dios por el fin de tan azarosa singladura. Tassis acudía a la corte de san Jaime para comprar la paz entre España a peso de oro. Felipe III enviaba a su homólogo la suma de medio millón de ducados a fin de concertar el patrimonio del príncipe de Gales, Carlos, el heredero, con la infanta Ana de Austria. Este matrimonio estaría abocado al fracaso. Encontró un Londres tétrico. No había pasado la era del terror y los católicos ingleses se mostraban atemorizados de mostrar abiertamente su religión católica que muchos seguían practicando en la clandestinidad. El choque psicológico para la recién llegada fue brutal: la incomodidad del acomodo, el ambiente de suspicacia, la mala comida, la pobreza, el hambre y la enfermedad, la descortesía de las clases bajas que culpaban a los extranjeros del hambre y las malas condiciones de vida, el desconocimiento de la lengua y la fonética cockney tan enrevesada para los no nativos. Tal cúmulo de factores así como las grandes penitencias y ayunos minaron su salud y la condujeron a una muerte prematura.

Buena parte de los españoles residentes en Gran Bretaña a lo largo de los siglos siempre atravesaron esa dificultad que ella misma padeció.

Este choque psicológico se detecta en la correspondencia enviada por valija diplomática o en cifra a Madrid. Mandaba romper estos envíos a sus destinatarios. El espionaje inglés y el francés funcionaban a las mil maravillas en la corte de Felipe III y es aquí donde se pierde el rumbo místico para adentrarse en los atolladeros de la política: el Duque de Lerma, el conde de Villamediana, los saludos que envía a la regente de los Países Bajos Isabel Clara Eugenia, su compañera de juegos de infancia, e hija de Felipe II nombrada gobernadora de Flandes, que nunca obtuvieron respuesta. En fin, un enigma. La buena voluntad de esta sierva de Dios choca con las perversiones de los intereses estatales o papales. Se confiesa desarmada y como “una pobre y ruin mujer” pero, si fracasó la carne, el espíritu salió airoso de aquella lucha, por más que a la interesada le fuese la vida en el empeño.

Luisa de Carvajal era un alma grande e ingenua raza extremeña de conquistadores. Ignoraba los gatuperios y tahurerías del Duque de Lerma o los desvíos amorosos de Villamediana o la participación de su hermano el corregidor de San Clemente en el asesinato de un hombre por orden de su jefe don Rodrigo Calderón que luego sería ajusticiado en Madrid y de ahí el dicho de más porfiado que don Rodrigo en la horca. Un paradigma de contumacias y obstinación. El que movía los hilos era el gran privado, el duque de Lerma, quien para librarse del patíbulo se hizo religioso y “para no ser ahorcado-reza el dicho popular- se vistió de colorado”

 

martes, 21 de julio de 2015



[1] Hilando Oro, Ediciones El Laberinto, Colección Hermes. Madrid 2001
[2] Madrid, autor tgeatral. Editorial Cunillera, Madrid 1973
[3] ¿Cuándo te vuelves pa España?

jueves, 4 de agosto de 2016

FIESTA DE SANTO DOMINGO DE GUZMAN TAUMATURGO PROMOTOR DEL ROSARIO QUE CONVIRTIÓ A LOS ALBIGENSES BAUTIZÓ A MOROS Y JUDIOS Y ANUNCIÓ QUE UNO DE LOS SIGNOS DEL APOCALIPSIS SERIA LA PRESSURA GENTIUM LA VENIDA DE FALSOS PROFETAS Y DE MALOS PASTORES LOBOS CON PIEL DE OVEJA DEL ENFRIAMIENTO DE LA FE LA ESPERANZA Y LA CARIDAD GRANDES VIRTUDES TEOLOGALES. DIJO QUE EL MESIAS REAPARECERÍA EN JERUSALÉN Y DERROTARÍA AL ANTECRISTO





Incipit
In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. Amen.
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S. Introíbo ad altáre Dei.
M. Ad Deum, qui lætíficat juventútem meam.
S. Júdica me, Deus, et discérne causam meam de gente non sancta: ab hómine iníquo et dolóso érue me.
M. Quia tu es, Deus, fortitudo mea: quare me reppulísti, et quare tristis incédo, dum afflígit me inimícus?
S. Emítte lucem tuam et veritátem tuam: ipsa me deduxérunt, et adduxérunt in montem sanctum tuum et in tabernácula tua.
M. Et introíbo ad altáre Dei: ad Deum, qui lætíficat juventútem meam.
S. Confitébor tibi in cíthara, Deus, Deus meus: quare tristis es, ánima mea, et quare contúrbas me?
M. Spera in Deo, quóniam adhuc confitébor illi: salutáre vultus mei, et Deus meus.
S. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto.
M. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in saecula sæculórum. Amen.
S. Introíbo ad altáre Dei.
M. Ad Deum, qui lætíficat juventútem meam.
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V. Adjutórium nostrum in nómine Dómini.
R. Qui fecit coelum et terram.
Confíteor Deo omnipoténti, beátæ Maríæ semper Vírgini, beáto Michaéli Archángelo, beáto Joánni Baptístæ, sanctis Apóstolis Petro et Paulo, ómnibus Sanctis, et vobis, fratres: quia peccávi nimis cogitatióne, verbo et opere: mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Ideo precor beátam Maríam semper Vírginem, beátum Michaélem Archángelum, beátum Joánnem Baptístam, sanctos Apóstolos Petrum et Paulum, omnes Sanctos, et vos, fratres, orare pro me ad Dóminum, Deum nostrum.
M. Misereátur tui omnípotens Deus, et, dimíssis peccátis tuis, perdúcat te ad vitam ætérnam.
S. Amen,
M. Confíteor Deo omnipoténti, beátæ Maríæ semper Vírgini, beáto Michaéli Archángelo, beáto Joánni Baptístæ, sanctis Apóstolis Petro et Paulo, ómnibus Sanctis, et tibi, pater: quia peccávi nimis cogitatióne, verbo et opere: mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Ideo precor beátam Maríam semper Vírginem, beátum Michaélem Archángelum, beátum Joánnem Baptístam, sanctos Apóstolos Petrum et Paulum, omnes Sanctos, et te, pater, orare pro me ad Dóminum, Deum nostrum.
S. Misereátur nostri omnípotens Deus, et, dimíssis peccátis nostris , perdúcat nos ad vitam ætérnam.
R. Amen.
S. Indulgéntiam, absolutionem et remissiónem peccatórum nostrórum tríbuat nobis omnípotens et miséricors Dóminus.
R. Amen.
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V. Deus, tu convérsus vivificábis nos.
R. Et plebs tua lætábitur in te.
V. Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam.
R. Et salutáre tuum da nobis.
V. Dómine, exáudi oratiónem meam.
R. Et clamor meus ad te véniat.
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
Orémus,
Aufer a nobis, quaesumus, Dómine, iniquitátes nostras: ut ad Sancta sanctórum puris mereámur méntibus introíre. Per Christum, Dóminum nostrum. Amen.
Orámus te, Dómine, per mérita Sanctórum tuórum, quorum relíquiæ hic sunt, et ómnium Sanctórum: ut indulgére dignéris ómnia peccáta mea. Amen.
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Introitus
Ps 36:30-31
Os justi meditábitur sapiéntiam, et lingua ejus loquétur judícium: lex Dei ejus in corde ipsíus.
Ps 36:1
Noli æmulári in malignántibus: neque zeláveris faciéntes iniquitátem.
V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in saecula saeculórum. Amen
Os justi meditábitur sapiéntiam, et lingua ejus loquétur judícium: lex Dei ejus in corde ipsíus.
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Kyrie
S. Kýrie, eléison.
M. Kýrie, eléison.
S. Kýrie, eléison.
M. Christe, eléison.
S. Christe, eléison.
M. Christe, eléison.
S. Kýrie, eléison.
M. Kýrie, eléison.
S. Kýrie, eléison.
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Gloria
Gloria in excelsis Deo Et in terra pax homínibus bonæ voluntátis. Laudámus te. Benedícimus te. Adorámus te. Glorificámus te. Grátias ágimus tibi propter magnam glóriam tuam. Dómine Deus, Rex coeléstis, Deus Pater omnípotens. Dómine Fili unigénite, Jesu Christe. Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius Patris. Qui tollis peccáta mundi, miserére nobis. Qui tollis peccáta mundi, súscipe deprecatiónem nostram. Qui sedes ad déxteram Patris, miserére nobis. Quóniam tu solus Sanctus. Tu solus Dóminus. Tu solus Altíssimus, Jesu Christe. Cum Sancto Spíritu in glória Dei Patris. Amen.
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Oratio
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spiritu tuo.
Orémus.
Deus, qui Ecclésiam tuam beáti Dominici Confessóris tui illumináre dignátus es méritis et doctrinis: concéde; ut ejus intercessióne temporalibus non destituatur auxiliis, et spiritualibus semper profíciat increméntis.
Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.
R. Amen.
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Graduale
Ps 91:13; 91:14
Justus ut palma florébit: sicut cedrus Líbani multiplicábitur in domo Dómini.
Ps 91:3
Ad annuntiándum mane misericórdiam tuam, et veritátem tuam per noctem. Allelúja, allelúja
Ps 14:6
Justus germinábit sicut lílium: et florébit in ætérnum ante Dóminum. Allelúja.
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Evangelium
Munda cor meum, ac labia mea, omnípotens Deus, qui labia Isaíæ Prophétæ cálculo mundásti igníto: ita me tua grata miseratióne dignáre mundáre, ut sanctum Evangélium tuum digne váleam nuntiáre. Per Christum, Dóminum nostrum. Amen.
Jube, Dómine, benedícere. Dóminus sit in corde meo et in lábiis meis: ut digne et competénter annúntiem Evangélium suum. Amen.
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam.
R. Gloria tibi, Domine!
Luc 12:35-40
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: Sint lumbi vestri præcincti, et lucérnæ ardéntes in mánibus vestris, et vos símiles homínibus exspectántibus dóminum suum, quando revertátur a núptiis: ut, cum vénerit et pulsáverit, conféstim apériant ei. Beáti servi illi, quos, cum vénerit dóminus, invénerit vigilántes: amen, dico vobis, quod præcínget se, et fáciet illos discúmbere, et tránsiens ministrábit illis. Et si vénerit in secúnda vigília, et si in tértia vigília vénerit, et ita invénerit, beáti sunt servi illi. Hoc autem scitóte, quóniam, si sciret paterfamílias, qua hora fur veníret, vigiláret útique, et non síneret pérfodi domum suam. Et vos estóte paráti, quia, qua hora non putátis, Fílius hóminis véniet.
R. Laus tibi, Christe!
S. Per Evangelica dicta, deleantur nostra delicta.
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Credo
omit.
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Offertorium
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
Orémus
Ps 88:25
Véritas mea et misericórdia mea cum ipso: et in nómine meo exaltábitur cornu ejus.
Suscipe, sancte Pater, omnipotens ætérne Deus, hanc immaculátam hóstiam, quam ego indígnus fámulus tuus óffero tibi Deo meo vivo et vero, pro innumerabílibus peccátis, et offensiónibus, et neglegéntiis meis, et pro ómnibus circumstántibus, sed et pro ómnibus fidélibus christiánis vivis atque defúnctis: ut mihi, et illis profíciat ad salútem in vitam ætérnam. Amen.
Deus, qui humánæ substántiæ dignitátem mirabíliter condidísti, et mirabílius reformásti: da nobis per hujus aquæ et vini mystérium, ejus divinitátis esse consórtes, qui humanitátis nostræ fíeri dignátus est párticeps, Jesus Christus, Fílius tuus, Dóminus noster: Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus: per ómnia saecula sæculórum. Amen.
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Offérimus tibi, Dómine, cálicem salutáris, tuam deprecántes cleméntiam: ut in conspéctu divínæ majestátis tuæ, pro nostra et totíus mundi salute, cum odóre suavitátis ascéndat. Amen.
In spíritu humilitátis et in ánimo contríto suscipiámur a te, Dómine: et sic fiat sacrifícium nostrum in conspéctu tuo hódie, ut pláceat tibi, Dómine Deus.
Veni, sanctificátor omnípotens ætérne Deus: et bene dic hoc sacrifícium, tuo sancto nómini præparátum.
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Lavábo inter innocéntes manus meas: et circúmdabo altáre tuum. Dómine: Ut áudiam vocem laudis, et enárrem univérsa mirabília tua. Dómine, diléxi decórem domus tuæ et locum habitatiónis glóriæ tuæ. Ne perdas cum ímpiis, Deus, ánimam meam, et cum viris sánguinum vitam meam: In quorum mánibus iniquitátes sunt: déxtera eórum repléta est munéribus. Ego autem in innocéntia mea ingréssus sum: rédime me et miserére mei. Pes meus stetit in dirécto: in ecclésiis benedícam te, Dómine.
V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto.
R. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in saecula saeculórum. Amen
Súscipe, sancta Trinitas, hanc oblatiónem, quam tibi offérimus ob memóriam passiónis, resurrectiónis, et ascensiónis Jesu Christi, Dómini nostri: et in honórem beátæ Maríæ semper Vírginis, et beáti Joannis Baptistæ, et sanctórum Apostolórum Petri et Pauli, et istórum et ómnium Sanctórum: ut illis profíciat ad honórem, nobis autem ad salútem: et illi pro nobis intercédere dignéntur in coelis, quorum memóriam ágimus in terris. Per eúndem Christum, Dóminum nostrum. Amen.
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S. Oráte, fratres: ut meum ac vestrum sacrifícium acceptábile fiat apud Deum Patrem omnipoténtem.
M. Suscípiat Dóminus sacrifícium de mánibus tuis ad laudem et glóriam nominis sui, ad utilitátem quoque nostram, totiúsque Ecclésiæ suæ sanctæ.
S. Amen.

Secreta
Múnera tibi, Dómine, dicáta sanctífica: ut, méritis beáti Domínici Confessóris tui, nobis profíciant ad medélam.
Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.
R. Amen.
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Praefatio
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
V. Sursum corda.
R. Habémus ad Dóminum.
V. Grátias agámus Dómino, Deo nostro.
R. Dignum et justum est.

Communis
Vere dignum et justum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias agere: Dómine sancte, Pater omnípotens, ætérne Deus: per Christum, Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Coeli coelorúmque Virtútes ac beáta Séraphim sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces ut admitti jubeas, deprecámur, súpplici confessione dicéntes:

Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus, Deus Sábaoth. Pleni sunt coeli et terra glória tua. Hosánna in excélsis. Benedíctus, qui venit in nómine Dómini. Hosánna in excélsis.
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Canon
Te igitur, clementíssime Pater, per Jesum Christum, Fílium tuum, Dóminum nostrum, súpplices rogámus, ac pétimus, uti accepta habeas et benedícas, hæc dona, hæc múnera, hæc sancta sacrifícia illibáta, in primis, quæ tibi offérimus pro Ecclésia tua sancta cathólica: quam pacificáre, custodíre, adunáre et régere dignéris toto orbe terrárum: una cum fámulo tuo Papa nostro Francisco et Antístite nostro et ómnibus orthodóxis, atque cathólicæ et apostólicae fídei cultóribus.
Meménto, Dómine, famulórum famularúmque tuarum N. et N. et ómnium circumstántium, quorum tibi fides cógnita est et nota devótio, pro quibus tibi offérimus: vel qui tibi ófferunt hoc sacrifícium laudis, pro se suísque ómnibus: pro redemptióne animárum suárum, pro spe salútis et incolumitátis suæ: tibíque reddunt vota sua ætérno Deo, vivo et vero.
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Communicántes, et memóriam venerántes, in primis gloriósæ semper Vírginis Maríæ, Genetrícis Dei et Dómini nostri Jesu Christi: sed
et beatórum Apostolórum ac Mártyrum tuórum, Petri et Pauli, Andréæ, Jacóbi, Joánnis, Thomæ, Jacóbi, Philíppi, Bartholomaei, Matthaei, Simónis et Thaddaei: Lini, Cleti, Cleméntis, Xysti, Cornélii, Cypriáni, Lauréntii, Chrysógoni, Joánnis et Pauli, Cosmæ et Damiáni: et ómnium Sanctórum tuórum; quorum méritis precibúsque concédas, ut in ómnibus protectiónis tuæ muniámur auxílio. Per eúndem Christum, Dóminum nostrum. Amen.
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Hanc igitur oblatiónem servitutis nostræ, sed et cunctae famíliæ tuæ,
quaesumus, Dómine, ut placátus accípias: diésque nostros in tua pace dispónas, atque ab ætérna damnatióne nos éripi, et in electórum tuórum júbeas grege numerári. Per Christum, Dóminum nostrum. Amen.
Quam oblatiónem tu, Deus, in ómnibus, quaesumus, bene díctam, adscríp tam, ra tam, rationábilem, acceptabilémque fácere dignéris: ut nobis Cor pus, et San guis fiat dilectíssimi Fílii tui, Dómini nostri Jesu Christi.
Qui prídie quam paterétur, accépit panem in sanctas ac venerábiles manus suas, elevátis óculis in coelum ad te Deum, Patrem suum omnipoténtem, tibi grátias agens, bene dixit, fregit, dedítque discípulis suis, dicens: Accípite, et manducáte ex hoc omnes.
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HOC EST ENIM CORPUS MEUM.

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Símili modo postquam coenátum est, accípiens et hunc præclárum Cálicem in sanctas ac venerábiles manus suas: item tibi grátias agens, bene dixit, dedítque discípulis suis, dicens: Accípite, et bíbite ex eo omnes.
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HIC EST ENIM CALIX SANGUINIS MEI, NOVI ET AETERNI TESTAMENTI: MYSTERIUM FIDEI: QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDETUR IN REMISSIONEM PECCATORUM.


Hæc quotiescúmque fecéritis, in mei memóriam faciétis.
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Unde et mémores, Dómine, nos servi tui, sed et plebs tua sancta, ejusdem Christi Fílii tui, Dómini nostri, tam beátæ passiónis, nec non et ab ínferis resurrectiónis, sed et in coelos gloriósæ ascensiónis: offérimus præcláræ majestáti tuæ de tuis donis ac datis, hóstiam puram, hóstiam sanctam, hóstiam immaculátam, Panem sanctum vitæ ætérnæ, et Calicem salútis perpétuæ.
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Supra quæ propítio ac seréno vultu respícere dignéris: et accépta habére, sicúti accépta habére dignátus es múnera púeri tui justi Abel, et sacrifícium Patriárchæ nostri Abrahæ: et quod tibi óbtulit summus sacérdos tuus Melchísedech, sanctum sacrifícium, immaculátam hóstiam.
Súpplices te rogámus, omnípotens Deus: jube hæc perférri per manus sancti Angeli tui in sublíme altáre tuum, in conspéctu divínæ majestátis tuæ: ut, quotquot ex hac altáris participatióne sacrosánctum Fílii tui Cor pus, et Sán guinem sumpsérimus, omni benedictióne coelésti et grátia repleámur. Per eúndem Christum, Dóminum nostrum. Amen.
Meménto étiam, Dómine, famulórum famularúmque tuárum N. et N., qui nos præcessérunt cum signo fídei, et dórmiunt in somno pacis. Ipsis, Dómine, et ómnibus in Christo quiescéntibus locum refrigérii, lucis pacis ut indúlgeas, deprecámur. Per eúndem Christum, Dóminum nostrum. Amen.
Nobis quoque peccatóribus fámulis tuis, de multitúdine miseratiónum tuárum sperántibus, partem áliquam et societátem donáre dignéris, cum tuis sanctis Apóstolis et Martýribus: cum Joánne, Stéphano, Matthía, Bárnaba, Ignátio, Alexándro, Marcellíno, Petro, Felicitáte, Perpétua, Agatha, Lúcia, Agnéte, Cæcília, Anastásia, et ómnibus Sanctis tuis: intra quorum nos consórtium, non æstimátor mériti, sed véniæ, quaesumus, largítor admítte. Per Christum, Dóminum nostrum.
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Per quem hæc ómnia, Dómine, semper bona creas, sancti ficas, viví ficas, bene dícis et præstas nobis.
Per ip sum, et cum ip so, et in ip so, est tibi Deo Patri omnipotenti, in unitáte Spíritus Sancti,
omnis honor, et glória.
Per omnia saecula saecolorum.
R. Amen.
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Preparatio Communionis

Orémus: Præcéptis salutáribus móniti, et divína institutione formati audemus dicere:

Pater noster, qui es in caelis, Sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in coelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie. Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem:
R. Sed libera nos a malo.
S. Amen.
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Líbera nos, quaesumus, Dómine, ab ómnibus malis, prætéritis, præséntibus et futúris: et intercedénte beáta et gloriósa semper Vírgine Dei Genetríce María, cum beátis Apóstolis tuis Petro et Paulo, atque Andréa, et ómnibus Sanctis, da propítius pacem in diébus nostris: ut, ope misericórdiæ tuæ adjúti, et a peccáto simus semper líberi et ab omni perturbatióne secúri.
Per eúndem Dóminum nostrum Jesum Christum, Fílium tuum.
Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus.
V. Per omnia saecula saeculorum.
R. Amen.
Pax Domini sit semper vobiscum.
R. Et cum spiritu tuo.
Haec commíxtio, et consecrátio Córporis et Sánguinis Dómini nostri Jesu Christi, fiat accipiéntibus nobis in vitam ætérnam. Amen.
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Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: dona nobis pacem.
Dómine Jesu Christe, qui dixísti Apóstolis tuis: Pacem relínquo vobis, pacem meam do vobis: ne respícias peccáta mea, sed fidem Ecclésiæ tuæ; eámque secúndum voluntátem tuam pacificáre et coadunáre dignéris: Qui vivis et regnas Deus per ómnia saecula sæculórum. Amen.
Dómine Jesu Christe, Fili Dei vivi, qui ex voluntáte Patris, cooperánte Spíritu Sancto, per mortem tuam mundum vivificásti: líbera me per hoc sacrosánctum Corpus et Sánguinem tuum ab ómnibus iniquitátibus meis, et univérsis malis: et fac me tuis semper inhærére mandátis, et a te numquam separári permíttas: Qui cum eódem Deo Patre et Spíritu Sancto vivis et regnas Deus in saecula sæculórum. Amen.
Percéptio Córporis tui, Dómine Jesu Christe, quod ego indígnus súmere præsúmo, non mihi provéniat in judícium et condemnatiónem: sed pro tua pietáte prosit mihi ad tutaméntum mentis et córporis, et ad medélam percipiéndam: Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia saecula sæculórum. Amen.
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Panem coeléstem accipiam, et nomen Dómini invocábo.
V. Dómine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea
V. Dómine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea.
V. Dómine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea.
Corpus Dómini nostri Jesu Christi custódiat ánimam meam in vitam ætérnam. Amen.
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Quid retríbuam Dómino pro ómnibus, quæ retríbuit mihi? Cálicem salutáris accípiam, et nomen Dómini invocábo. Laudans invocábo Dóminum, et ab inimícis meis salvus ero.
Sanguis Dómini nostri Jesu Christi custódiat ánimam meam in vitam ætérnam. Amen.
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Communio


Anima Christi, sanctifica me. Corpus Christi, salva me. Sanguis Christi, inebria me. Aqua lateris Christi, lava me. Passio Christi, conforta me. O bone Jesu, exaudi me. Intra tua vulnera absconde me. Ne permittas me separari a te. Ab hoste maligno defende me. In hora mortis meae voca me. Et iube me venire ad te, Ut cum Sanctis tuis laudem te. In saecula saeculorum. Amen.
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Quod ore súmpsimus, Dómine, pura mente capiámus: et de munere temporáli fiat nobis remédium sempitérnum.
Corpus tuum, Dómine, quod sumpsi, et Sanguis, quem potávi, adhaereat viscéribus meis: et præsta; ut in me non remáneat scélerum mácula, quem pura et sancta refecérunt sacraménta: Qui vivis et regnas in saecula sæculórum. Amen.
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Communio
Luc 12:42
Fidélis servus et prudens, quem constítuit dóminus super famíliam suam: ut det illis in témpore trítici mensúram.
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Postcommunio
S. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
Orémus.
Concéde, quaesumus, omnípotens Deus: ut, qui peccatórum nostrórum póndere prémimur, beáti Domínici Confessóris tui patrocínio sublevémur.
Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.
R. Amen.
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Conclusio
S. Dóminus vobíscum.
M. Et cum spíritu tuo,
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V. Ite, Missa est.
R. Deo gratias.
Pláceat tibi, sancta Trínitas, obséquium servitútis meæ: et præsta; ut sacrifícium, quod óculis tuæ majestátis indígnus óbtuli, tibi sit acceptábile, mihíque et ómnibus, pro quibus illud óbtuli, sit, te miseránte, propitiábile. Per Christum, Dóminum nostrum. Amen.
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Benedícat vos omnípotens Deus,
Pater, et Fílius, et Spíritus Sanctus.
R. Amen.
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V. Dominus vobiscum.
R. Et cum spiritu tuo.
Initium sancti Evangélii secúndum Joánnem.
R. Gloria tibi, Domine!
Joann. 1, 1-14.
Junctis manibus prosequitur:
In princípio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in princípio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihil, quod factum est: in ipso vita erat, et vita erat lux hóminum: et lux in ténebris lucet, et ténebræ eam non comprehendérunt.
Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joánnes. Hic venit in testimónium, ut testimónium perhibéret de lúmine, ut omnes créderent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimónium perhibéret de lúmine.
Erat lux vera, quæ illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum. In mundo erat, et mundus per ipsum factus est, et mundus eum non cognóvit. In própria venit, et sui eum non recepérunt. Quotquot autem recepérunt eum, dedit eis potestátem fílios Dei fíeri, his, qui credunt in nómine ejus: qui non ex sanguínibus, neque ex voluntáte carnis, neque ex voluntáte viri, sed ex Deo nati sunt. Genuflectit dicens: Et Verbum caro factum est, Et surgens prosequitur: et habitávit in nobis: et vídimus glóriam ejus, glóriam quasi Unigéniti a Patre, plenum grátiæ et veritatis.
R. Deo gratias.