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lunes, 30 de octubre de 2023

 POR SAN FRUTOS ESTRENÁBAMOS SOTANA

 

Estaban colocadas con su funda y el  nombre de cada cual -en el mío ponías señor Parra... ya era yo toda una dignidad- en los recios bancos de pino que había en la sala de visitas. A los de Valladolid, pues entonces la diócesis segoviana era muy amplia y no coincidía con la división territorial por provincias, les vestía Zurita que era un sastre caro y de ideas avanzadas en lo que respecta a la vestimenta del clero y a los de Segovia, pues Blas Carpintero de gustos más clásicos. Recuerdo con qué ilusión me fui a tomar medidas a su tienda que estaba pasada la Canaleja, muy cerca del Portalón y al pie de la estatua misma del comunero Juan Bravo. Aquel hombre poseía una suavidad táctil que al cruzar el metro por la cintura o curvarlo sobre la espalda mientras tomaba con los dientes los alfileres de un acerico que portaba sobre la manga parecía que acariciaba. Me dijo curita tenemos que no soldadito ni rey de armas mientras miraba a mi padre que venía en uniforme de militar y Carpintero también cosía para los cuarteles diversos que sentaban plaza. A ver si un día te tengo que hacer la sotana de obispo.

 Era el alfayate un señor grande, huesudo con la cara muy pálida y la nariz un tanto acaballada. Esta prominencia nasal evidenciaba esa ascendencia del pueblo elegido tan importante en la ciudad que me vio nacer. La cosa venía de cinco siglos atrás.

Todos se bautizaron en masa y venían huyendo de la quema y de las luchas dinásticas de la dinastía Trastamara. La mayoría abandonando la aljama cabe la Puerta del Socorro se fueron a vivir intramuros a la zona alta. Y nos dejaron esa impronta comunera, cierta pasión por la libertad, patente religiosidad conjugada con esa afabilidad y amor a la vida que noté siempre en todos los judíos –Shakespeare que era un poco antisemita, metió la pata hasta el corvejón dejando a la posteridad el fenotipo de Shylock-, pasión por los libros y un cierto desdén por todo lo manual.

 Pero sobre todo nos dejaron una inclinación por las cosas de Dios, pasión por la mística, un prurito mesiánico, amor a la familia combinado por la tortura mental que representa el sexo para un judío. Y también el talante independiente propio de los que leen el Libro de los Libros con asiduidad y parlamentan con Dios sin muchos intermediarios.

El rasgo de los segovianos es ese talante independiente y un entusiasmo apasionado que roza el mesianismo. ¿Defectos? La zorrería y la doblez, que son artes que se aprenden cuando recibes muchos palos.

Quevedo, aunque odiaba a los genoveses, tenía el alma de converso. Eso se trasluce en el Buscón. El Lazarillo- aquí sí que no caben dudas- no debió de salir de la pluma de un cristiano viejo. Así que hubo que acomodarse y guardar al menos las apariencias. Al ganar estatus los sastres y perailes cierran su casa en la vieja judería y se van a vivir con los hidalgos.

 Por eso en Segovia, ciudad levítica y guerrera como pocas- a muchos nos recuerda Jerusalén pero con bares y mesones de buen cordero- cada casa es un castillo interior. Cada torre una alcazaba y vaya usted a saber. Fachadas de encaje. Estas torres albarranas intramuros son una fortaleza dentro de la misma fortaleza. Ciudadelas de la verdadera ciudadela.

 Quedan algunos de aquellos edificios medievales que se yerguen altivos, abroquelados centinelas del horizonte. Suelen tener en el piso superior un tendedero o sobrado ceñido por una gola o collar de encaje de piedras de granito. En cada esquina una gárgola. Casas almenadas son el palacio de los Coronel, de los Arias Dávila, de los Lozoya, los Bravo, etc.

Más ya hablé de esta particularidad y no quiero picar de pedante alargándome en este punto.

-       Pasen los alfayates

-       ¿Sastres vienen? Al infierno vamos

Tuvo que ser un sastre judío el que me vistiera a mí de talar. Acababa de cumplir los once años y embutido en aquella prenda que tenía tantísimo botón y amplios bolsos donde cabía la peonza para jugar al trompo y la chuleta de las declinaciones latinas- musa musae y dominus domini, res rei- el rosario que me mandó mi tía monja para que lo rezase todas las noches y estampas, muchas estampas para repartir a los niños de la ciudad cuando nos los encontrábamos en los paseos de los jueves, ya me sentía yo  casi un arzobispo.

        -Per áspera ad astra – nos dijo don Jerónimo el prefecto nada más llegar, pues yo de latines, aunque me sabía el Confíteor y contestaba al cura de carrerilla las oraciones del salmo 120 (introibo ad altare Dei… ad Deum qui laetificat juventutem meam etc. Una de las frases más hermosas que se pueden escuchar en boca de hombre) andaba un poco en agraz.

Comprendía que allí se iniciaba un largo y áspero camino hacia las estrellas.

        -Tú sé bueno y estudia, hijo, pero, hijo, come, no cojas frío- fue la última recomendación que me hizo mi madre cuando el primero de octubre, cuando todos celebramos la fiesta del Caudillo vino el maletero y cargó con todo mi equipo: el baúl recién comprado con herrajes nuevos y un colchón de lana que acaban de enjaretar y tundir solo para el señorito. ¡Pobre colchón¡

 Acabé con él a los pocos meses, puesto que empecé a mearme en la cama y hubo de ser sustituido por uno de borra. Cosas de la vida.

Recuerdo con ilusión aquella mañana del 25 de octubre de 1955, cálida y soleada porque parecía verano, cuando vestí por primera vez la sotana que me trajo Blas Carpintero. Fue como si se hubieran adelantado tres meses los Reyes. Nos había rapado el pelo al cero, el barbero que llegó la noche antes y acabábamos de terminar los Ejercicios Espirituales que a mí me impresionaron mucho y fueron larguísimos… eso de pensar tanto en la muerte… esos retortijones de conciencia que degenerarían en escrúpulos y que nos hizo adquirir demasiado tempranamente la conciencia de la muerte.

 Pero, en fin, el día de San Frutos era un día alegre y estrenábamos la sotana para ir a cantar a la catedral el himno… al siervo bueno y fiel que rogando sin cesar consigue bienes eternos de la infinita bondad… tararirirolá y luego seguiría él solo que aquel año se marcaría el tiple elegido. Uno que era de Cogeces y le decían Marianillo. Risas y algazaras en el patio. Voces blancas e inocentes.

A mí la sotana me estaba que ni pintada, pero al pobre Tinaquero al que se le acababa de matar el padre y tuvieron mal año se la haría una prima suya modista y claro le quedaban pesqueros por detrás los bajos y por adelante le sobraba una cuarta pobre chico. Las mangas le estaban largas y tenía que accionar los brazos péndulos como los de la muerte andando.

 Decían que las mejores sotanas eran las que confeccionaba Zurita que vestía al clero alto; a mí las de Blas Carpintero Dios lo tenga en su seno no me parecieron del todo mal.

Durante más de media hora, después de tirarme de la cama cuando sonó la campana a las ocho, me lancé por la escalera imperial bajando los escalones de tres en tres en dirección de la sala de visitas, estuve mirándome, clericalmente coqueto, en el espejo del probador. La beca y el bonete de cuatro puntas combinaban con el negro y me daban un aspecto distinguido y profesoral.

        -Pronto tendremos doctor en Teología.

        -Ojalá. Dentro de doce años cantaré misa, me iré a misiones, bautizaré a muchos negritos. Haré bien a las almas.

También se sueña despierto y rumiaba mis cábalas un poco como el cuento de la lechera, cuando no era más que un pipi, un latino, y no había empezado el largo camino de la santidad, que es una senda de abrojos, según nos explicaba el padre Mañanas, nuestro maestro espiritual.

 Como era novato e inocente, los de segundo nos hicieron la petaca el primer día y nos echaron sal en vez de azúcar en el café. Había que pagar la novatada. Un día sería sacerdote. Lo tenía decidido.

Ya había ceñido yo aquella prenda talar sobre mis lomos cuando ayudaba a misa a don Benito en Santa Eulalia o cuando era niño de coro con don Fernando Revuelta el deán que me tenía buen concepto y decía que yo no era un pillastre como los demás que tenía madera de cura y que me metiera en el seminario.

        -Si tus padres no tienen posibles, yo mismo te costearé los estudios.

Pero aquellas sotanas de las sacristías las utilizaban otros y olían a sudor de muchas generaciones de sacristanes y acólitos, y en el roquete y en el sobrepelliz aparecían chafarrinones de la cera de los cirios o quemadas por puntas de cigarro o por ascuas de incensario. Aquella sotana de Blas Carpintero era una sotana para mí solo. De uso personal. Aquella mañana del Glorioso San Frutos Pajarero, patrón de Segovia, nunca se me olvidará.

 

Et reliqua. ….Continuará

lunes, 23 de octubre de 2023

 ADIOS SANTI

 

Se nos ha ido el día de reyes Santiago López Castillo. Fu mi compañero de pupitre en la Escuela de Periodismo. Elegante, guaperas, un entrevistador con clase se convirtió en un icono de la tele en la Transición. Tuvo la mala suerte de ironizar sobre los morros siliconados de la Leyre Pajín y lo echaron fulminante. La verduga fue precisamente doña Rosa María Mateos.  Quien se acuerda de esa fulana que se fue a Nueva York ha hacer la carrera. Sin embargo el nombre de López Castillo pervivirá en la memoria.

Como se las gastan los socialistas. Me siento solidario con él porque yo formo parte de las escuadras de los perseguidos, esos redactores y escritores, a los que este Régimen inicuo que nos rige bajo su férula puso bozal. Nunca hubo menos libertad en este país, en esta España nuestra que se llama demócrata. Para publicar para escribir hay que ser del duerno, del afrecho socialista o de la pocilga pepera masónica. Le seguí la pista en Blanco y Negro. Se retiró creo que a Navacerrada. Cuidaba de su perrita a la que hace protagonista de una de sus novelas. Libro delicioso. Descansa en paz Santiago López Castillo. Era hijo de militar. Creo que su padre era aviador. Espero que la muerte no sea el final. Éramos quintos de la copiosa añada de 1944. Good soldiers never die. Only fade away. Lo mismo pasa cuando se es un buen profesional de la información que trata de escribir libre.

 LA MONJA ALFEREZ CATALINA EASO

 

Resuenan en mi memoria antiguas canciones de corro las cuales esponjan mi alma de ternura y que cantábamos los niños segovianos en la Puerta del Socorro:

Santa Teresita hija

De un rey moro

Que mató su padre

Con cuchillo de oro

Que no era de oro

Ni de plata

Era un cuchillo de hojalata

Y aquella que iba andante ma non tropo:

En Sevilla un sevillano

La desgracia le dio Dios

Que de siete hijos que tuvo

Y ninguno fue varón

A la más chiquita de ellas

La llevo la inclinación

De ir a servir a la guerra vestidita de varón

Toditos los caballeros se fueron

A desnudar

Y el caballero don Marcos se ha echado

A llorar

El rey que la estaba viendo de amores se cautivó

 No llores prenda querida, no llores, mi corazón

Que eso que tú tanto sientes

Es lo que deseo yo

El mito de la mujer guerrera pervade la historia de nuestros ancestros y ahí está la Serrana de la Vera comedia de Lope y de Tirso que se encargan de describirnos a una feroz amazona verdadero furor uterino al acecho de todo varón que pasa lo aprehende y se lo lleca para la cueva, lo da de cenar entre huesos y calaveras. Les hace el amor y luego los liquida. Una mantis religiosa en forma de mujer una verdadera devoradora de hombres. “Ha pasado un soldadito licenciado ya va para su tierra” él se huele la tostada asiste a la primera y segunda parte del festín la rica cena y el connubio pero no a la tercera. Huye y la serrana de la Vera, con la honda a la cintura y terciada la escopeta, le lanza una ráfaga que se lleva el sombrero. El clamor de la serrana resuena por todo el valle: “Vuelve, vuelve soldadito, vuelve por tu montera”… “No señora no me paro que mis padres que son muy ricos me comprarán otra nueva”

En este contexto de la mujer guerrera se sitúa el caso de doña Catalina Easo con puntas y señales de ucronía, comedia picaresca y de capa y espada. Parece ser que fue un personaje real. Nacida en San Sebastián c. 1595 hija natural de un noble donostiarra. A la edad de cuatro años  es ingresada en un convento de dominicas pero a los dieciocho a punto de profesar tiene una bronca con la maestra de novicias, se tiran de los pelos y queda la pobre sor que era ya vieja maltrecha, temiendo el castigo la postulante  escapa vestida de hombre a la Corte, de allí a Sevilla donde se embarca hacia el Nuevo Mundo militando en el ejercito que pelea con los araucanos de don Pedro de Valdivia. Al morir éste en una emboscada huye al Perú. Aficionada al alcohol y al juego recorre todas las timbas de Bogotá y Potosí el Cuzco. Pero nunca lo lupanares. Es de genio muy vivo y no aguanta pencas de nadie. Jugando al rentoy uno le llama cornudo ella tira de espala yu lo hiere de muerte. Se libra de la horca acogiéndose a altana esto es refugiándose en el convento de San Francisco de Lima. El regidor que era paisano suyo y al cual habla en vascuence le otorga un salvoconducto para ir a ver al obispo y le cuente quien era cómo es que había llegado a alférez o abanderado (los abanderados tenían que tener gran talla, iban delante de la hueste al entrar en combate). Ella/Él confiesa al prelado ser mujer. Éste manda ser reconocida por unas matronas que la encuentran virgen e intacta. No era una hermafrodita, ni un marimacho, sino que había nacido así con tal inclinación a la homosexualidad. En sus largas correrías esta vasca de armas tomar rechaza el matrimonio con buenos partidos. El regidor de Arequipa, considerando a la alférez un buen partido pretende darle la mano de su hija. Y el de Cochababamba se enamora de él/ella pero doña Catalina huye. Recorre toda la América hispana de cabo a rabo desde Nueva España hasta la Patagonia al frente de saus banderas. Cuenta cómo entre los hombres que hicieron la conquista surgen bandos y facciones que determinan peleas a muerte, cosa habitual entre españoles. Pero a pesar de ser su caso carne de cañón para cebar el monstruo de la Leyenda Negra esta española de Euscalerría se proclama católica a machamartillo y española de los pies a la cabeza. El libro de su vida parece apócrifo escrito por un anónimo en el siglo XVIII que lo copió al francés basado en hechos reales: su Nacencia, su profesión religiosa, sus correrías que van desde Madrid a Roma donde va a besar el pie al papa  y Urbano VIII le da licencia para vestir de hombre. Un extremo que a muchos historiadores parece ridículo de todas, todas. Sacamos en consecuencia de la lectura de tales disparates que son una exaltación de la mujer en estos tiempos feministas, y de lña virginidad de Catalina. Eso ya cuadra menos con el espíritu del siglo XXI. Parece ser que nació entera y se fue intacta para el otro mundo a pesar de su azarosa y disparatada vida. Los cronistas sitúanla en México arreando mulas pues la hicieron acemilera. Iba de recua orillas del Rio Grande donde murió

lunes, 23 de octubre de 2023