REPORTA EL adelantado de Segovia
La suerte de vivir en la época de Morante
La tauromaquia salda la deuda que tenía con el genial torero de La Puebla del Río y abre la Puerta Grande de Las Ventas tras dos faenas mayúsculas impregnadas de arte
Morante de la Puebla sale en hombros por la Puerta Grande de Las Ventas de Madrid, junto a miles de aficionados. / EFE - JUANJO MARTÍN
Habrá un tiempo en el que las tertulias copen en exclusiva la grandeza del genio de La Puebla del Río. Un torero de historia, que en pleno siglo XXI rebobina entre los anales de la tauromaquia para erigirse en el torero más completo , artista y regular que ha dado por lo menos esta era: después de Morante, Morante. Un virtuoso, con unas muñecas y un conocimiento únicos para interpretar el toreo con el aura de los dioses. Tan solo le faltaba el título estelar de la Puerta Grande de Madrid, y este domingo lo consiguió por fin con dos obras maestras, medidas y de suma perfección, en la que solo un bajonazo enquistó una unanimidad atronadora. Un reconocimiento a su trayectoria y a la infinidad de momentos que ha dado al toreo. Dos orejas -una y una- y una salida en hombros que salda la deuda que tenía la tauromaquia con Morante. La suerte de vivir en la época de un torero irrepetible para la historia.
Calado con una montera azul y un terno noche oscuro en azabache, de carácter añejo, hizo el paseíllo Morante. En su empeño por rescatar la tauromaquia antigua, el diestro sevillano desenterró un ‘cossío’ particular en un compendio de verdad, torería e historia. El péndulo del tiempo. Se abandonó a la verónica en un toreo cumbre, meciendo los vuelos con suma naturalidad. Y es que tiene el don de templar con el capote sin apenas probar el incógnito comportamiento del astado. Continuó con chicuelinas y otro recital de verónicas para reducir la embestida del primer ejemplar del buen envío de Juan Pedro Domecq, alto de cruz, con morrillo y que enseñaba las puntas, que evidenció nobleza y buena intención. Tras un medido castigo en varas, Morante brindó a la Infanta Elena e inició la faena con ayudados por alto dando el pecho y hundiendo el mentón. Muy clásico. La faena entró en cauces de máxima reunión y ajuste con un toro repetidor y enclasado. Empaque del torero de La Puebla del Río, que firmó una faena medida, sin excesos innecesarios, pero de mucha calidad. La pulcritud de la actuación prosiguió en la suerte suprema y rodó al animal para teñir los tendidos de blanco. Cortó una oreja de plenitud. Disfrutó Morante de Madrid y Madrid de Morante.

Tras encenderse un puro en el callejón, sorteó un ejemplar justo de presentación, corretón, que se le vino al pecho a Morante. Poco prometía el toro, pero el diestro de La Puebla logró reducir las embestidas y parar el tiempo con la muleta. Sujetó y templó el irregular comportamiento del astado con una cátedra de tauromaquia. Un maestro del tiempo. Un minutero en ‘stand-by’. Tres naturales en punto muerto para la galería y un cierre impregnado de detalles por bajo y enciclopédicos. Una obra mayúscula, que concluyó con una estocada baja. Petición mayoritaria y otra oreja para lograr abrir la Puerta Grande de la primera plaza del mundo de par en par. Morante prendió el habano entre lágrimas y la alegría de los aficionados.

FERNANDO ADRIÁN CORTA UNA OREJA EN SU MEJOR VERSIÓN
El aura de Morante contagió e inspiró a Fernando Adrián a la verónica con el degollado y fino segundo. La vez que mejor ha toreado de capa en Las Ventas. También despertó el ahínco en BorjaJiménez, que dejó un importante quite con una media de mucho ajuste. Adrián, que cuando más le dicen que se le está poniendo cara de López Simón más responde. El madrileño dejó momentos buenos ante un animal de embestida entregada y con clase, que por momentos tuvo altibajos. Concepto de mano baja y en cierta medida asentado, con detalles, que rubricó con valerosas bernadinas y una estocada casi entera y tendida al volapié. Buena actuación, en su mejor versión, pero la sombra de Morante era alargada. Aun así, paseó un trofeo.
Se consumó la Puerta Grande de Morante y resonó el triunfo del tenista Carlos Alcaraz en Roland Garros. Difícil lo tenía Adrián, pero volvió a poner en liza una puesta en escena de arrojo. Con faroles de rodillas recibió al segundo de su lote, un astado corniapretado y algo bizco, pero bien presentado, que ofreció nobleza aunque resultó pastueño. El madrileño estuvo firme e intentó poner lo que le faltaba al toro, pero cerró su actuación con un defectuoso ‘meticasa’.

Completó la tarde Borja Jiménez, que levantó los “olés” de Las Ventas a la verónica. ¡Qué tarde de toreo de capa! Y el toro de Juan Pedro Domecq, alto y algo basto, metiendo la cara. Humilló también en el tercio de varas y tuvo fijeza, pese a ser cuidado en el castigo. En banderillas se le corrió bastante y el bravo comportamiento que ofreció en los primeros tercios quedó algo menguado. El fuelle fue a menos y a Jiménez le costó acoplarse, pese a su disposición. Trasteo que no terminó de coger vuelo y se alargó tanto que el toro tuvo que ser apuntillado.
Cerró la tarde otro buen toro de Juan Pedro Domecq, caracterizado por la nobleza aunque le faltó ligazón. Jiménez estuvo muy seguro y dispuesto, pero la tarde ya había escrito su página. La calle Alcalá esperaba un momento para la historia: el ruedo de Las Ventas se llenó de aficionado para la jaleada salida en hombros del genial torero sevillano. Se detuvo el tráfico al unísono de “José Antonio Morante de la Puebla”, mientras emanaban las lágrimas de un ser humano de otro mundo. Un diós izado hacia el cielo de Madrid. Irrepetible. La suerte de vivir en la época de Morante.
FICHA
Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). Corrida de Beneficencia. Lleno de ‘no hay billetes’. Toros de Juan Pedro Domecq, de buen juego en líneas generales.
Morante de la Puebla, oreja y oreja.
Fernando Adrián, oreja y silencio.
Borja Jiménez, silencio (aviso) y silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario