Translate

martes, 16 de julio de 2013

LA VIRGEN DEL CARMEN ES LA VIRGEN TEMPLARIA QUE SALVARÁ A OCCIDENTE DE LAS GARRAS DEL ANTICRISTO




ESPAÑA BAJO EL MANTO DE LA GLORIOSA VIRGEN DEL CARMEN
En los pueblos marineros de Asturias como Luarca la sacan a pasear en barca por la costa y en Levante y en Andalucía aparece en cualquier esquina de cualquier calle de casas blancas encriptada en su edículo.
Se trata de un sentimiento visceral que arranca de la edad Media. La península ibérica se encuentra bañada por un enorme perímetro de litoral y los marineros de la Invencible la invocaban.
Su imagen presidía los puentes de mando, el camarote e incluso el foso donde remaban los galeotes. También preside los dormitorios y hasta las tumbas como la de mi padre que llevaba una estatua de cobre en la lápida - si no la han robado las mafias que se dedican a execrar y profanar cementerios en estos tiempos del Anticristo- y cuelga al cuello en forma de escapulario.
La creencia es que invocándola el primer sábado de mes la Virgen Carmelita saca las almas del Purgatorio... A la Virgen del Carmen quiero y adoro porque saca las almas del Purgatorio, según refiere su himno devoto.
En los ardores del verano bendice las aguas, aleja las galernas, encuentra la pesca y conjura el peligro de los naufragios.
Su devoción vino de Oriente traída por los templarios y una santo inglés. Simón Stock, fundador de la orden de los carmelitas calzados, la entronizó en las iglesias de Londres.
En 1316 se apareció al papa Juan XXII y le concedió el privilegio sabatino. Ay las sabatinas que cantábamos de niño. Un siglo antes en el Monte Carmelo se apareció a los cruzados que se refugiaron en la montaña para hacer penitencia y allí bajó del cielo para otorgar el hábito y el escapulario a Simón Stock.
Desde entonces aquellos frailes se llaman los frailes de la Virgen. La iconografía la representa presidiendo una escena en llamas muy de propósito para el día de hoy cuando el mundo aparece incendiado por los fuegos fatuos del maligno que hacen sufrir y penar a tantas almas descarriadas.
Gaudeamus omnes in Domino diem festum celebrantes  in solemnitatis Mariae Carmelitanae. Toda España es una fiesta y empieza esta quince el mes más hermoso del año que se abre con la fiesta del Carmen y termina con la Asunción el 15 agosto
martes, 16 de julio de 2013








LA MONJA Y EL PAJARITO

ESTA ES LA TERNURA MONASTICA DE LAS ALMAS PURAS EN CONTACTO CON LA NATURALEZA

domingo, 14 de julio de 2013

muere un gran periodista español



ALEJANDRO FERNÁNDEZ POMBO Y LA ESCUELA DE PERIODISMO DE LA IGLESIA


 


Alejandro fumaba celtas largos sin boquilla tabaco hondo y espeso que fumaba el pueblo y yo lo recuerdo en aquella aula del León XIII envuelto entre el cendal del humo y un ambiente distendido y de sonrisas.


Enseñaba redacción periodística y su especialidad eran los titulares.


Hombre afable, condescendiente y buena persona. Compartía claustro con Bartolomé Mostaza, Antonio Ortiz Muñoz, Sánchez Agesta y Salazar, éste uno de los viejos monstruos sagrados de la escuela del Debate. Siempre llevaba Salazar en el bolsillo una cámara fotográfica y una cuerda para maquetar. Llevaba también la primera página del diario YA del día siguiente en la cabeza. Le gustaba no creas tomarse sus buenas copejas, como a la mayor parte de los periodistas de raza, una profesión que  nos marcó a bastantes con las tres D fatídicas (divorciado, deprimido, dipsómano) en la frente, pero comparecía en la cátedra aparentemente más sobrio que un fiscal. Otro del cupo era Estefani un malagueño atormentado y ex cura. Creo que murió alcohólico. Dios lo tenga en su reino. Que yo no tiraría nunca la primera piedra a ese tejado porque mi techo es de cristal.


Otro personaje era nuestro profesor de inglés mister Peter Miles que pese a presentarse en clase implacable con trajes de Savile Row que sólo le faltaba el bombín para parecer un perfecto gentleman, luego supimos que era polaco y se suicidó sin haber salido el pobre del armario.


Fue uno de los personajes que más influyeron en mi anglofilia de la que deserté cuando una patrona que tuve en Londres me enseñó un día la ropa interior de uno de sus pupilos, un dandi, uno de aquellos tipos del bombín camino de la City a la ocho la mañana, llena de cazcarrias y los calzones con palominos. Mi veneración hacia los ingleses se vino abajo entonces cuando supe que el inglés medio se bañaba cada quince días.


Entre los alumnos recuerdo a Gabriel Plaza Molina, el más brillante junto con López Castillo y un vallisoletano que llegó a dirigir el Diario de Avisos en Tenerife. A Eugenio Nasarre, a Martín Aguado, a un capuchino gallego al que llamábamos el Barbas y que se daba una maña específica para copiar en los exámenes, a una monja gallega muy guapa cuya toca cubría media pizarra, a un cura murciano Freixinós, a Félix Medin García, al padre Feito un asturiano, a un padre Paúl de Castellón, a Pedroche y a Juan Antonio Pérez Mateos insigne colaborador y redactor de ABC que ha escrito bastantes libros sobre la monarquía y a un chaval que se presentaba con el pelo engominado, cronista taurino que fue director del Ruedo.


Uno de los que más destacaba no sólo por su altura sino por su peso intelectual era el soriano Abel Hernández, una gran pluma, buen radiofonista, políticamente zigzagueante, fue cura y lo dejó.


A todos los tengo en la memoria y en mi cariño, Fernández Pombo era uno de nuestros catedráticos referidos por su afabilidad, por su cordialidad. Nos trataba como a compañeros y amigos. Gracias a sus gestiones medió para colocarme algunas colaboraciones en el YA. Luego me fui a Inglaterra.


Recapacitando  sobre lo que fue aquella escuela de periodismo, he pensado que el pobre cardenal Herrera Oría perdió la partida en su lucha contra el modernismo, pese a su afán de justicia social, algo que puede comprobarse actualmente en Málaga donde hizo casas para los obreros, su apostolado seglar, y sus grupos de Acción Católica. El aggiornamiento acabó con él, así como haber sido uno de los obispos con mejor ascendente en el Pardo, y eso que criticaba en sus sermones a Franco pues aquel santanderino lo fue todo menos pelota. Yo creo que fue un santo.


Corrían tiempos solidarios y todo era más fácil para los que empezábamos. La Santa Casa y el edificio Arriba comulgaban de un afán común de justicia social y de mejora económica. En la actualidad creo que eso sería medio imposible.


Bajábamos en Reina Victoria abajo o en el E Gabriel Plaza, Alicia Martín una asturiana con los ojos como dos avellanas y yo, algunas veces la monja gallega se agregaba al grupo haciendo planes de futuro.


La escuela del Debate fue una fragua de grandes profesionales del periodismo. En ella se formaron muchos del Arriba. No había tantas discrepancias al fin y al cabo entre la Acción Católica y el movimiento de José Antonio.


Entre sus ideales figuraba el concepto de servicio a la verdad, a la patria y en el caso de los secuaces del gran cardenal Herrera Oria-ese sí que era un gran cardenal y no Rouco- a la iglesia.


Nos comíamos el mundo. Queríamos ser profesionales químicamente puros observantes de la ley pero dentro del orden de nuestro albedrío y nuestra propia independencia.


Actualmente los periodistas son enchufados de los de arriba o lacayos al servicio de las mafias infames de nuestra castuza política.


El tiempo del cardenal Herrera pasó y murió la obra por él creada a manos del fuego amigo. El Vaticano II le volvió la espalda. Le segaban la hierba bajo los pies. Estaba criando cuervos y nunca pareció darse cuenta aquel gran eclesiástico creador de instituciones tan importantes como la BAC, una auténtica gloria de la Iglesia española.


El hecho me persuade fuertemente del convencimiento de que la misión de la Iglesia no es política ni siquiera social primigeniamente, sino espiritual, civil y sobre todo educadora.


Alejandro Fernández Pombo pasaba, dada su categoría intelectual y su timidez bonancible, como de puntillas sobre tan arduas cuestiones. Católico convencido, no lo demostraba ni hacía demasiado proselitismo. Ayudaba al que podía.


Creo que llegó a ser uno de los grandes presidentes que ha tenido la Asociación de la Prensa de Madrid.


Yo ni quito ni pongo pero el rumbo que han tomado los acontecimientos ahora tanto en la iglesia como en la España de nuestros días casi me asustan porque el estado y la Iglesia incluso la del papa Francisco con sus gestos- un papa no está solo para besar niños y bendecir las invasiones muslímicas diciendo una misa en Lampedusa en un cáliz de barro sino para afrontar por lo derecho los problemas de la catolicidad- devienen irreconocibles. ¿Y el periodismo? En manos de mafiosos como Pedro J un tipo a sueldo de los ingleses y los americanos o el torvo Juan Luis Cebrián verdaderos sátrapas o mogules o señores de horca y cuchillo que han convertido a sus periodistas en oficinistas.


Con Fernández Pombo se va una era y se van aquellas nuestras ilusiones de bien común, salario justo, empleo seguro, contratos dignos y el derecho al pan, al hogar, servicio sanitario cubierto y subsidio para los parados y pensionistas en todo eso que creíamos.


Fueron causas justas por las cuales él luchó y a cuyo servicio puso su pluma de poeta y escritor manchego.


Con su desaparición se me ha muerto una parte de mí que no volverá: aquella sonrisa, aquella pasión por escribir, aquella cajetilla de celtas guardadas en el bolso de la americana dispuesta siempre a sacarla para ofrecer a un amigo.


Réquiem aeternam dona ei, Domine


 
URUEÑA UN REGALO DEL CIELO PARA LOS POETAS
este blog defiende la unidad de España y a su cultura






www.alcaravan.com/
Librería Alcaraván de Urueña (Valladolid).España. Especializada en libros de cultura tradicional, naturaleza, música tradicional, etnografía y viajes de Castilla
 
 
VUELVO  Urueña y un libro y un amigo tengo yo en mis lares. El Espíritu Santo con su gracia divina en estos tiempos de crisis - infirma mundi elegit deus- nos reconforta con estas pequeñas visitaciones a los que amamos los papeles viejos, el buen hablar, el buen cantar y el buen sentir, lo que los viejos maestros de capilla de las antiguas catedrales que ejercían el cargo de praecentor  o precentor (primer chantre) llamaban concento; esa armonía de la luz que se cuela por los vitrales, esa música de órgano derramándose por las naves, ese eco de los pasos al pisar las laudas sepulcrales donde yacen obispos difuntos, caballeros, reyes y reinas. Y esta villa es toda ella una visitación. Una visión o reconstrucción exacta de nuestro ayer castellano. Recomiendo, insisto, ir a este pueblo en la A6 camino de Asturias y Coruña para recuperar la paz, matar el estrés y llenarse de la vida de sus campos y de sus piedras. Aconsejo sobre todo visitar la librería Alcaraván dirigida por Jesús, librero poeta, y hombre de paz, que habla pausadamente como un monje. Él ha tenido la amabilidad de poner a la venta mis libros: "Seminario Vacío", "Remember Brunete", "Franco y los judíos"
 






viernes, 12 de julio de 2013

RUSIA ALECCIONA AL MUNDO: NADA DE ALFANIQUES, GRIÑONES, ALQUINALES, NI VELOS NI MANTILLAS ISLÁMICAS EN LAS ESCUELAS RUSAS. TODOS DE UNIFORME. UNA BUENA MEDIDA CONTRA LA SEGREGACIÓN. PUTIN ES UN ESTADISTA DE TALLA UNIVERSAL NO UN POLÍTICO COMO TENEMOS EN OCCIDENTE. es vox populi : EN EUROPA NOS GOBIERNA LA CASTUZA. UNA PANDILLA DE INCOMPETENTES, TRINCONES, CORRUPTOS Y SINVERGUENZAS

XXLEB LOS DUELOS CON PAN SON MENOS
LITTLE BREAD(poco pan)






¿Quieres pan?

Vete al batán

Allí hay un perrito

Que caga poquito

Le alzas el rabo

Y le das un besito

[Castilla, popular]



Pues eso. Que mucho te quiero perrito pero de pan poquito. El cuento se aplica a lo que acontece a un escritor en octubre del 2011. Hay un sol melifluo que dora estos días. Hay sequía. Draught. La secherese. Las tres efes. Feas, flojas y frías como la pelona. De eso hay mucho últimamente pero son feas por dentro. Semiramis se nos aparece a la hora del telediario contándonos historias desgarradas. Las diaconizas recitan su papela de odio, guerras, dolor. Sin embargo, losd del Canal 24 horas libran una puja por ver quien saca la moza más hermosa. Hay una con los ojos verdes que espanta por su hermosura y ayer apareció otra guapa para contarnos desdichas en cascada. ¿De donde las han traído? Reflexiono: estamos en la época de Acuario. Tiempo de la mujer. Caras perfectas, dicción impecable pero a ver quien es el majo que le pone el cascabel al gato y quien entiende eso de la deuda soberana. Truche un nomo de Zurich. El capitalismo financiero se las trae y todos somos legos, laymen. Laicos y la vida de la macroeconomía circula por canales expertos. A mí me parece que hacen encaje pero me quedo embobado mirando para la consola. ¿De dónde habrán salido estas chicas? No responden al fenotipo de la valenciana de culo bajo. Ya me lo dijo una vez la Zanny que venía de las brumas londinenses al sol de Madrid. Que mujeres tan guapas. Oh Zanny que habrá sido de ti, dulce profetisa.

Erifos me volvió a pegar un revolcón. Dice el Talmud que el que no sepa echar una canita al aire no es verdadero santo y el Alcorán lo corrobora: “deja descansar al alma de vez en cuando porque, si no, se enmohecerá como el fierro”. Mahoma era muy listo. Estoy `preocupado por mis hijas. Rezo huyo y callo. Regla de oro que aprendí en el Talmud. Una recomendación de mi amigo Isabelo el sobrino de Azaña. Nos veíamos en el Gijón. El sabio mayor con el que me he topado en la vida. Me llama Clypeus otro gran sabio pero mejor persona que el sobrino del alcalaíno. Consuelo de amigo que departe unos minutos contigo. La caridad de un buen samaritano que regala unos minutos de conversación a un solitario. El cognomen viene al pelo. Siempre fue un poco mi coraza en estos años de tribulación. El único que intentaba entenderme y al menos me perdonaba. El cognomen viene al pelo porque hablando de rodelas, yelmos de Mambrino y otras cosas acaban de firmar un acuerdo los de la Ceja con el Amo Obama para establecer un escudo antimisiles en Rota. Así de nuevas a primeras sin que lo debata el parlamento. Hechos consumados. Al trágala. ¿Es esto democracia, padres conscriptos? En virtud del tratado bojarán la Tacita de Plata toda una florilla de submarinos nucleares Aegis con seguimiento aéreo de Awacs y de buques de gran tonelaje cargados de armamento nuclear. Si uno de esos paquebotes nos mostrara su santabárbara muchos en la Bahía de Cádiz se tentarían la ropa. Se les iba a acabar el fino Laina. Contaminación radiactiva. Guerra atómica. Un episodio más de la guerra de las galaxias. Pero no nos merecemos otra cosa. España es un puticlú y un esperpento. La boda de Cayetana morros de silicona y cara de pasa y sus sevillanas artríticas al salir de misa son la noticia importante. Vivan los novios. La gente se pregunta si habrá noche de bodas. no creo que esa anciana esté para muchos trotes pero un buen amante guardará cierta capacidad de maniobra. Hay adminículos y el funcionario que ficha y está en nómina conserva la buena percha. ¡Qué horror! ¿No tendrá esta gente el mínimo pudor? ¿Dónde ha quedado su capacidad para el ridículo? Soñé ayer con Goya. Ha vuelto la España negra Creo que la están preparando. En Israel andan un poco nervioso. Ayer vi sacudir un puñetazo a un guardia frontera israelí a una mora con su chador. Joder como se las gastan estos tíos. Para ellos no existe la violencia de género. Habría que condecorar a ese cabo. ¡qué valiente: pegar a una pobre vieja! El mundo puede reventar cualquier día de estos pero aquí seguimos a lo nuestro: las sevillanas inefables de la duquesa, los debates del agua y el vino. Los politicastros y periodisticastros de las derechas y las izquierdas. Apareció en la cadena autonomica la San Sebastian con cara de palo. Me dieron ganas de casar la pistola pero esta gentuza anda muy blindada en sus bunqueres. Antes los periódicos, las redacciones eran sitios de libre entrada. Hoy guardan a los mendas de la comunicación en un sarcófago antinuclear. No hay quien las eche el guante.

Si esto pega un explotío lo que le ocurrió a Paco el de la Bomba fue una fruslería. ¿Qué va a ser del vino de Jerez y del querido Puerto de Santa María el pueblo blanco más antiguo de España. ZP en su afán deletéreo de congraciarse con el superboss no sabe lo que firmaba. Se va como vino haciendo el mayor daño a la patria. Lo malo es que los del apaniguado Rajoy no van a ser solución. Al contrario, aportarán más gasolina para el gran incendio que destruirá a España. Se ha muerto Steve Jobs el inventor del Ipod. Jobs. Su apellido suena a chiste en el mundo de hoy. Seguramente que no se llamaba así sino Abranovich o Markewich pero estos sabios de ahora llevan silicona hasta en el nombre como Cayetaba sus morros. Trabajo es lo que falta hoy en el mundo. La cibernética ha mandado al paro a media humanidad y nos tiene a los escritores y a los periodistas cesantes. Un profeta. Ya lo han canonizado. Descanse en paz. El alzamiento cibernético lo que ha traído al mundo es la gran incomunicación. Mucha consola. Grandes pantallas de fibra óptica y todo bajo control. Pienso que el tal Jobs tenía un apellido de lo más irónico. Fue el introductor de una sociedad plana, tiempo igualitario. Desempleo funcional. No job, no love, no home. Hay que asumir lo políticamente correcto.

Un demente la tarde de San Miguel se lía a tiros en una iglesia madrileña y mata a una pobre mujer que salía de cuentas. Dicen que el asesino que se suicidó ante el mismo altar era el diablo. El Psicagogo no estuvo listo y no desplegó sus alas para desviar la puntería del asesino que disparó a quemarropa. El arcángel que venció a Luzbel no estaba de servicio. Triunfó Satanás.

¿Dónde estabas, Señor cuando te llamaba? Yo me digo pero hoy es santa Teresita de Lissieux mi santa adorada. Lloviendo rosas se vendió poco. Es un libro genial pero la biografía de la dulce carmelita normanda no era una biografía autorizada. En ese texto descargué cuantas dudas comprimían mi alma sobre el estado del mundo y de la Iglesia. Hay tiempos en la historia en que dios se oculta y se prolonga en uno de sus largos silencios. Huye a las montañas, reza y calla. Encuentro refugio en mi Tebaida particular pero a veces tampoco me siento seguro en esta Capadocia personal a resguardo de las flechas envenenadas que cruzan el aire. Ils sont par tout.

Las tardes tienen un color poético y en las mañanas refresca el rocío de la cencellada. He vuelto a leer el Doctor Zhivago una de las grandes novelas modernas. No me ha gustado tanto. Mejor el filme. Que yo vi en Hull la primavera de 1967 bien acompañado.

Nikita me trajo una cesta de higos y me di una jartá. Subí a un cerro cerca de casa donde hay un majuelo abandonado. Varios talegos de uva albilla traje a casa en el transportín de la bicicleta pero poco pan ya digo para una huida en toda la regla. Pienso peregrinar a Compostela y hay que cargar el morral, coger fuerzas para el camino.

Step turning all those pages. Read. Lee. Pedalea. Aprieta el culo. El sillín me hace un poco de daño en el salvohonor. Las almorranas pasan factura. La bicicleta no se apiada de mi pobre colon ¿Son las almorranas o la próstata? Por el momento vago bien y meo mejor aunque se impla un poco mi vejiga cuando le doy al tintorro. Vino a las comidas fue para mí una norma de salud. Ya sé que a veces propendo a propasarme. No fue nunca mi regla de oro el “ne quid nimis” de los estoicos.

No sé lo que pensará Nikita que juró a Hipócrates en Leningrado y fue cirujano del Ejercito Rojo. Su bisturí abrió mondongos, troncó piernas destrozadas por la metralla en Chechenia y en Afganistán. Es de mi tiempo, nacimos el mismo año. A veces una sola mirada basta para entendernos. Huelgan las palabras. Una vez me dijo:

-No te amargues, Verumtamen. Han ganado ellos. Protestar contra este estado de cosas, contra la injusticia que nos rodea, es cocear contra el aguijón.

-Pero esto es acojonante, escucha. Algo hay que hacer.

-Los españoles sois masoquistas, vivís en la cultura de la queja. Me parecéis gente cobarde y no demasiado noble. Los rusos cuando se nos calienta la cabeza tiramos de “kalashnikov” o nos subimos a un tanque. A vosotros os va este rollo.

Y en ese instante pasó doña Maricomplejines taconeando por la acera. Me dieron ganas de robarle el bolso y despeinar a esta maruja

La admonición de mi amigo el cirujano ex soviético que estuvo en más de una movida – participó en la invasión de Checoslovaquia, iba en un furgón sanitario detrás de los inmensos T64- y conoce bien el dolor humano me tranquiliza. Sus palabras están llenas de sabiduría y de mansedumbre y su rostro muestran los zarpazos- se observa sobre su pómulo derecho una cicatriz, no fue un duelo, sino un pepinazo que le arrearon en Kabul-las canas de un guripa encanecido. Amputó piernas, extrajo balas de bazos y espinazos y muchos camaradas se le murieron en los brazos. Él dice: “Han ganado” y sus palabras guardan la melancolía y la resignación de cualquier cuento de Chejov. Se expresa en un castellano dulce que arrastra las erres de construcción perfecta. Tienen don de lenguas estos eslavos. Muchos domingos vamos juntos a la iglesia ortodoxa. Hace un par de semanas le traje un orujo que prensa un amigo mío en Tineo y el bueno de Nikita Mijailovich se deshizo en elogios y agradecimientos. Después de la misa nos perdemos por las tabernas de la gran ciudad. Sí Nikita, mi amigo, no parece un ser de carne y hueso sino el personaje de una de esas grandes novelas río de los maestros rusos como Pasternak por ejemplo. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Cuando un dolor le aflige, cuando no le llega carta de San Petersburgo baja la frente, se persigna tres veces y dice “nichevó”. Exclama “Bozhe moi… bozhe moi”. Es la voluntad de Dios. ¿Por qué hemos perdido? Cualquier día de estos me ha prometido que tengo que ir a visitar a su familia en la ciudad de los zares. La vamos a liar parda allí.

-V rasporiashenia, moi palkovñik (a la orden, camarada coronel)



jueves, 11 de julio de 2013


CELA LA COLMENA

 

A Cela le entusiasmaban los factores de Renfe, los poetas fracasados, los vendedores de molinillos de papel, las señoras gordas, los vendedores de globos, los funcionarios de aduanas y los opositores. Con ellos no suele ser excesivamente riguroso. En cambio maltrata a las putas, a los ministros, a los estraperlistas que se echaban mozas de rumbo como queridas, y fustiga a los seminaristas como aquel de León que sacó a una muchacha para adelante en unas vacaciones y luego si tararí que te vi. Son personajes que aparecen y desaparecen como estrellas fugaces en la Colmena, suben y bajan por el tobogán de Madrid. Se los tragó la historia pero aquí en este libro queda constancia de su paso por el tiempo y su vivir o malvivir a lo largo de una novela de situación, que no crea caracteres, los pinta y recrea su forma de hablar con una exactitud de pentagrama musical. El libro publicado en Buenos Aires es todo él un sketch en el que describe a personajes inolvidables como los dos mariquitas El Espinita y la Fotógrafa que subían cogiditos de la mano calle del Prado arriba y la gente volvía la cabeza un poco. Se presentan situaciones que no se resuelven del todo bien y al final la novela va decayendo en interés y se vuelve algo triste y aburrida. La chispa y el donaire del dialogo no decae. Ahora me explico por qué don Antonio Magariños el catedrático del Ramiro de Maeztu, un falangista con baste mala leche, decía que CJC no era novelista y la verdad es que en este libro a diferencia del Pascual no pretende atenerse a una trama sino dibujar un cuadro de costumbres de la España entre 1941 y 1945 donde el primer personaje es el hambre, el desarraigo, el desastre moral de la posguerra cuando las muchachas se vendían por una combinación o unas medias de cristal. El otro héroe es el frío. Los ciento y pico personajes que desfilan por la pasarela parecen todos acatarrados o están tísicos. La Colmena tiene un arranque magnífico en el Café de doña Rosa que es el Café Gijón y luego se diluye en el devenir de vidas a la deriva. He aquí un fastuoso cuadro de costumbres aunque el lector llegue a pensar que en aquel entonces todo era fornicio. No hay hondura psicológica. Sólo apariencias y “Great expectations”. Afortunadamente Cela no es nada aburrido a diferencia de Dickens.

Es el todo huye en esta colmena o cucaña, tempus fugit, nada importa, no pasa nada. Tampoco es tan presuntuoso como para hacer crítica social o meterse a redentorista a sabiendas de que lo podrían crucificar. De los pecadores de vereda a lo fray Gerundio –hoy hay bastantes que largan por la tele sus espiches… siempre las mismas prédicas y los mismos barandas- líbrenos Dios. Él plasma lo que ve: el vivir de las pobres gentes a lo Dostoievski. Con frecuencia le sale el contrapunto, da el do de pecho. La octava baja la clava. Le sale una verdadera coral en la cual se estampa nuestra posguerra y aquel Madrid ya fenecido por cuyas venas corría sangre municipal y espesa. Que hablaba de otra forma, se expresaba en otra cadencia. Donde vivir no era tan complicado ni había que tocar tantos palillos y guardar tanto las apariencias como en la actualidad. Cela se pasó siempre el look por los mismísimos hasta que llegó Marina Castaño y queriendo cambiarlo, le puso a dieta,  transformándolo en otro CJC que no era él. Aquel Madrid que no hablaba tanto de política como en la actualidad (esta función se queda claro está para los tertuliaros y viven del rollo) pero que se está volviendo reservón como entonces. Era un Madrid más pobre, más cachondo y menos infeliz que el de ahora. Mudaronse los decorados pero los personajes en sus grandezas y en sus miserias como corresponde a la condición humana permanecen invariables. Contra lo que pudiera creerse, la Colmena no es un avispero sino la celda octogonal de las abejas donde cada una se mete e introduce a su agujero guardando las distancias del poliedro, marcando  territorio, aunque teniendo en cuenta  que en el panal hay zánganos y obreras. Doña Rosa hace las veces de abeja maesa y a cada instante se escucha junto con sus reprimendas a lo camareros el bordoneo del café, ese rumor de vasos y de voces lejanas, pregonero del ir y venir, anuncio de vida que pudiera ser más o menos dichosa pero hay que resistir. De vez en cuando entra un abejorro por la ventana, bate sus artejos, contrae las alas, se echa mano a la cartera y nota que no lleva un céntimo y no comió en todo el día el pobre Martín quien vive a costa de sablazos. Doña Rosa la dueña llama al echador y de un mosconazo lo planta en la calle. Hombre hasta ahí podíamos llegar. Hoy no se fía, mañana sí. En el Gijón con tantos camareros a la mira resultaba difícil hacerte un “sinpa” aunque todos alguna vez nos hayamos ido sin pagar. Algunos de los clientes no tienen ni para uno con leche ni un bollo pero el lugar donde se bordonea, se barzonea porque el ideal de todo español es subsistir de las rentas y sin pegar golpe, se rumorea, se critica y hubo tiempos en los que se conspiraba (ahora ya no). Uno se desmaya y lo tienen que llevar al retrete. El colmenero divino es Cela que mueve los conjuntos de este gran guiñol  como un demiurgo, sin demasiadas contemplaciones. Las marionetas del destino suben y bajan porque esta colmena es también una cucaña.

Hace un cabal retrato de la vida en la Villa y Corte c. 1945 aquel enero durísimo cuando los rusos a las puertas de Berlín hacen temer a doña Rosa que el destino de su establecimiento corra la misma suerte que la de los soldados de la Wehrmacht. El lenguaje es crudo pero cuajado de misericordia hacia los perdedores y de aticismo, con frases disparadas como desde el tubo de un cañón recortado. Aquí CJC se supera a sí mismo escribiendo una prosa poderosa llena de bríos, pungente y casi tremendista consiguiendo esa difícil facilidad (porque castigaba y corregía los textos como nadie a base de tesón y de paciencia.)

Volví a este enjambre literario al cabo de más de medio siglo después de mi primera lectura allá por la primavera de 1960 en el marco incomparable del paisaje paraíso de Santillana del Mar. Los tupidos tamarindos de la Cardosa ostentaban su exuberante polisón bajo cuya sombra pasearon notables príncipes de la Iglesia, obispos, arzobispos, algún que otro apóstata, y más de algún eminente hombre del foro que después de colgar los hábitos y de decir que no le probaba como el duque de Alba, y de que también se puede ser un santo y servir a Dios en el matrimonio, alcanzaron notoriedad en el mundo de la música, la literatura o el periodismo, las finanzas. El seminario de Comillas fundado por aquel Marqués don Antonio López, el de las navieras, el que trajo de Cuba a nuestros soldaditos enfermos tras la derrota del 98, fue un vivero de eminentes curas, de hombres de negocio y al llegar la desbandada que yo viví del 68, escuela de graduación política de clérigos de la rebelión etarra. Un tercio del alumnado era navarro, vascongado o provenía del atestado seminario de Vitoria, el más numeroso de España en la época franquista.  

José Luis Castillo Puche no era vasco. Provenía de la diócesis de Orihuela o de Cartagena (ya no me acuerdo bien) y es quien narra la problemática y la tortura de muchos aspirantes a las órdenes sagradas en una novela enorme “Sin Camino” que estuvo prohibida por la censura. Los jesuitas le compraron la edición como sucedió con el A.M.G.D de Pérez de Ayala. Castillo Puche llega a decir en Sin Camino el ex seminarista será un hombre marcado de por vida, nunca podrá echar de sí al aspirante al sacerdocio que un día fue. Esto supone a la vez una tortura y un trauma. Siempre será atormentado por su cobardía. No dio un paso al frente; la sociedad le señalar con el dedo. Y en parte es una gran verdad. Esta especie de remordimiento alcanza a otros novelistas que fueron formados en seminarios y en conventos como Vidal Cadellans, Gironella, Jesús Torbado y el propio Manuel Azaña discípulo de los agustinos del Escorial.

Disto mucho, perdida mi inocencia, claro está, de aquel alevín ingenuo adolescente al que el prefecto de estudios Eguillor aquel jesuita vasco una verdadera mala bestia me dijo que yo no tenía categoría para pertenecer a un seminario de elite, que me volviese a Segovia  o que hiciese lo que quisiera. Pasé dos noches enteras, cuando me llamó a su despacho para darme la noticia, llorando en mi camarilla y como ya nos daba igual otro que estaba en una situación parecida un tal Bedoya (a este lo largaron por comunista) y otro de Burgos que no tenía la edad reglamentaria pues decidimos aprovechar las tardes de paseo, muchos de nuestros compañeros nos miraban como ovejas negras y nos segregaron, para irnos a sentarnos entre unas rocas sobre el acantilado de Peñacastillo. Allí leíamos en voz alta y alternando las páginas la famosa Colmena así como el Viaje a la alcarria y algunos de aquellos cuentos ferroviarios que publicaba, ilustrados por Goñi, en ABC o en Blanco y Negro. A nosotros estas historias nos parecían maravillosas y reíamos a carcajadas mientras escuchábamos el rumor de las olas golpeando el arrecife o el canto de la Salve en que prorrumpían a media tarde los novicios del Máximo al final del rosario que rezaban recorriendo el Stella Maris.

Cela nuestro padre literario siempre fue un burladero, el hospitalero que lava tus pies o te un poco de cenar o un poco de vino y una sonrisa en algún albergue perdido del Camino de Santiago. Nos mandaban para casa. Bedoya, el de Burgos, que se llamaba Marcos, ahora que recapitulo cuando se me olvidan los nombres pero los rostros y pareceres no se me esconden en el cajón de la memoria, habíamos suspendido todas las asignaturas menos la literatura. Bedoya que era de Potes luego ocuparía un puesto destacado en el periodismo. Fue corresponsal religioso de un diario nacional. Me dio la impresión que no podía ver aquella iglesia que yo sigo amando tanto aunque deteste sus defectos y me quede con sus virtudes. Del de Burgos nunca supe más pero una tarde en el Gijón me encontré con otro compañero del curso que hizo toda la carrera en Comillas y acabó de corresponsal en Roma de Antena 3 (uno de los mejores vaticanólogos) Antonio Pelayo quien me dijo que de los ciento y pico que entraron sólo cantaron misa dos. Un vasco que se llamaba Aramburu y él, quedando él solo pues Aramburu creo que abandonó el sacerdocio y se fue a Suramérica. No es un buen palmarés que digamos para el padre Eguillor, aunque ahora en parte lo exculpo porque la crudeza y brutalidad del religioso obedecía a las normas de la regla ignaciana, a la temible “probatio” en la cual permite tácticas incluso de tortura psicológica para sondear la presencia de ánimo y la fortaleza mental de los novicios antes de emitir los votos. Lenin, la CIA, la KGB o la GESTAPO seleccionaban a su personal con los “Ejercicios Espirituales” del fundador a mano. Yo me derrumbé y cobré un odio a aquel Padre así como ciertas prevenciones contra los vascos en general que en la actualidad me parecen incalificables.

A mí me acometí la sensación de que todo iba a pegar un vuelco y un poco de tolerancia y de bondad no vendría mal. El padre Eguillor, profesor de latín junto con el P. Rábago, practicaba lo que en las public schools británicas se llama el streaming o la selección a cara de perro. Puede que dicho procedimiento restrictivo puede abocar a las mejores candidaturas pero se corre el riesgo de una mala educación sentimental con la que se falta a la caridad y se puede echar a perder a un niño que crecerá con muchos complejos y será un hombre marcado. Cela me libra aun hoy de los penosos recuerdos que tengo de Comillas. Aun conservo alguna que otra cicatriz.

Sin embargo entre los Padres los había malos malísimos como el mencionado vasco al que recuerdo con sus pelos de punta como si fuese una brocha y buenos buenísimos como el padre Heras un arandino que a mí me recordaba al cura de Ars. Pasaba de noche con la linterna por nuestro dormitorio corrido y como me viese llorando me decía que no me preocupara que todo se arreglará. Este maestrillo o novicio jesuita que estaba haciendo la probatura fue el que ejerciendo de bibliotecario nos sacaba de la biblioteca del Seminario Mayor los relatos de Cela y nos los prestaba bajo cuerda. Los superiores si no habían puesto toda la obra de Cela en el Índice de prohibidos al menos los habían marcado con un “caveat” esto es “ojo”. Por mal hablado y obsceno (Cela de morboso tiene muy poco, se mofa del sexo). Padre Heras al que le caían los réspices de Eguillor pues más de una vez sacó la cara por nosotros para mí fue un santo varón y un hombre integro como sólo pueden albergar las casas de la Compañía donde también hay buenos y malos.

Nunca olvidaré el momento de arribada. La primera vez que subí la Cardosa fue también la primera vez que vi el mar. Era como embarcarse en una nave alta de castillos que guiarían pilotos de altura. ¿La nave de la Iglesia? Había sido una noche larga de casi doce de horas de tren en el expreso de Santander. Saldría a recibirnos el padre Heras con otro maestrillo de León y allí estábamos nosotros con nuestros baúles y colchones tomando el coche de línea San Vicente de la Barquera-Torrelavega. Yo traía una sotanilla que me regaló un canónigo amigo de mis padres y un traje gris marengo que había heredado de mi tío Ponciano. Tenía catorce años y aquel 1959 pegué el estirón. Ambas prendas me quedaban cortas pero sabiendo que en casa había poco dinero no me atreví a mandar a decir que me encargasen otra sotana y pantalones y camisas de mi talla. La preparación del ajuar había sido todo un acontecimiento. Me habían admitido en Comillas un centro de gran prestigio. Mi madre hizo llegar del pueblo a la tía Dominica que era costurera. Ella me bordó en las camisetas, en los calzoncillos el número que me fue asignado en la comunidad para la lavandería. Era el 288 no se me olvidará jamás.

Lo impresionante del enclave en un cerro casi sobre las crestas de las olas del Cantábrico, la gente con que me traté que era de mucho dinero sobre todo los industriales vascos y los catalanes que venían muchos jueves a visitar a sus hijos en elegantes haigas, me azararon desde el principio y me cohibí. Sentí complejos. No me atrevía a hablar con nadie. Curiosamente, mi mejor amigo fue un vasco: Aramburu del que hablé arriba y fue uno de los dos que alcanzaron la cúspide del sacerdocio junto con Antonio Pelayo.

Aramburu era un vascongado típico, muy rubiales y estirado, simpático, plagaba su castellano de concordancias vizcaínas y nada adusto era como buen aldeano; ostentaba siempre una sonrisa, larguirucho y el mejor jugador de pala de los cursos de Retórica. Nada más que llegamos vino a hablarme:

       -¿Eres nuevo?

       -Sí

       -Aquí lo pasarás bien.

-Bueno, gracias. Pero me parece que el nivel que tenéis aquí.

-Te voy a presentar a nuestro maestro de griego. Tú no te preocupes. Poco a poco irás cogiendo el tranquillo, o así.

El Padre Mayor estaba leyendo el breviario sentado a la sombra de un eucalipto. Era un hombrecillo de rostro amable y arrugado con el pelo en escarpia al igual que Eguillor con unas gafas de gruesos cristales como culos de vaso al fondo de los cuales espiaban dos ojos saltarines y chiquititos.

       -Seas bienvenido, hijo. ¿De qué diócesis?

       -De Segovia.

-¡Ah! Allí enseñó Teología el Padre Lainez. Nuestro segundo Prepósito General

Mayor cuya antología de composición griega dábamos en el tercero de Humanidades era el primer escritor de carne y hueso que me presentaban. Dados mis respetos casi religiosos hacia la letra impresa, siempre he sentido hacia esta clase de gente que desde su estudio trata de explicar un poco las cosas buenas que existen en el mundo haciendo que éste sea un poquito mejor. Además, se parecía un poco a san Ignacio dada su frágil figura, el aspecto risueño –eso decían- físicamente. También era un poco cojo y vascuence. Llevado de mi admiración, me mostré algo confuso. La bomba de mi propia inseguridad me estaba estallando entre las manos. Las clases de aquel humilde sacerdote que no era exigente con los alumnos, dada su sencillez y timidez y que conocía a Homero, Esquilo y Herodoto como si fuesen de su cuadrilla, resultaban lecciones magistrales. Había un retórico de un par de cursos más arriba (su nombre no lo recuerdo pero su cara no se me despinta: bajito, moreno, carihondo, el pelo echado hacia atrás y la voz muy clara) que por las fiestas de san Juan Crisóstomo subía al púlpito del refectorio y durante la comida nos regalaba con una filípica de Demóstenes que se sabía de memoria zarzeando con los aoristos, los tiempos de los verbos fuertes, los nominativos ergomáticos, la voz media, los imperfectos conativos o yusivos y esas partículas misteriosas que suelen volver locos a los traductores, y que en los exámenes nos hacían sudar la gota gorda como (ge) que puestas al principio o al fin de una cláusula hacen que cambie de sentido la frase. ¡Cuánto nivel! En la preparación intelectual de los educandos no había quien les pusiera un pie delante a aquellos buenos hijos de san Ignacio, disciplinados, serios, competentes y que tanto hicieron por elevar el estándar de comportamiento de curas y frailes siendo por ello tan denostados y perseguidos. De España fueron expulsados dos veces. Siempre vigilantes y de servicio. Sus moradas no se llaman conventos sino cuarteles. No hay que pasar por alto ese espíritu castrense de lansquenetes de Jesús que les vuelve rígidos y a la vez flexibles. Sin ellos el Vaticano se hubiera acabado hace ya más de un siglo. Cierto que ahora se encuentran en crisis pero no menos cierto es que sirven al Papa al que profieren el cuarto de obediencia inquebrantable, obediencia de cadáver, decía el Fundador, desde una perspectiva mesiánica. Cuando se disuelva la Compañía se acabará el cristianismo. He ahí mi persuasión y también mi miedo. No creo que ni en Oxford ni en Cambridge ni en USA haya intelectuales de su categoría. Arduos, duros, impenetrables, sagaces, con frecuencia secos y hasta antipáticos, como serpientes y cándidos como palomas, pero también tiernos y a veces santos aunque los papas habida cuenta de que todo se queda en casa sean refractarios tanto a nombrarlos obispos o a canonizarlos. Bergoglio es una excepción a la regla. Alcanzó la tiara aunque por las trazas el papa Francisco tiene más de seráfico que de ignaciano. Por aquellas fechas cundió por todo Santander la fama de milagrero que tenía el Padre Nieto, un jesuita con la cabeza deforme, el pecho algo hundido, muy feo y desfigurado pero que al acercarse a hablar con él se exhalaba en el entorno una quintaesencia como de rosas. Moriría en los sesenta en olor de santidad… ge… ge (que en griego quiere decir ciertamente.)

El gran conocimiento psicológico de los rectores permitía no poner zancadillas al que valiese, dejándolo a su aire; eso sí, a  la noche tenía que dar cuenta al superior de todo lo que aconteció durante el día. Fue un prurito en la Compañía darle salida a la excelencia. La mística ignaciana posee como timbre de gloria la norma agustiniana de ama obra con rectitud de intención y haz lo que te apetezca pero a la noche te pediré cuentas y ante mí harás examen de conciencia. Y todo en tanto en cuanto. Ya sabes la historia de las dos banderas, el rey temporal y el rey celestial. Los jesuitas se decantaron por el segundo de los reinados aunque el fin justifica los medios. No te arredres, no te rindas, sé audaz. No andes con miramiento ni cures de qué dirán. El cuarto voto les facultaba para estar bajo la norma del Papa nunca de los ordinarios de cada diócesis y en esta independencia frente al clero secular estuvo la clave de su eficacia. Se les criticaba por andar siempre del halda de los ricos pero en mi vida vi gente más pobre ni desinteresada- el despego a las cosas del mundo lo llevaban a rajatabla-. Ni podían tomarse un café sin el permiso del superior. No tenían la obligación de cantar coro pero algunas tardes era un espectáculo ver a cerca de cien tíos, la sotana sin botones, el negro fajín y el bonete bisunto rezar el breviario mientras paseaban en silencio por el Stella Maris bisbiseando en voz baja pero sin cantar las Horas Canónicas. Unos avanzando hacia delante y otros para atrás. Era la oración peripatética durante la quiete o recreo vespertino.

Mucho nivel. El listón estaba demasiado alto para aquel niño que vino de Segovia que quería saltar como un atleta de xto. la valla de la santidad. Me pesaban demasiado las carnes. Sufrí lo mío. ¿Adónde voy? ¿Qué hago yo aquí? Me estallaba en la conciencia la bomba de mi propia inseguridad. Esa indecisión que tantos estragos me causó en mi vida. Nosce te ipsum, decía el P. Mayor  cuando explicaba a los filósofos del ágora pero esa excesivamente preocupación por lo de uno conduce a los muros del solipsismo, a la ciudadela interior y uno acaba dándose importancia. Al correr de los años descubrí la espiritualidad oriental y encontré un cristianismo más coral menos disciplinario donde la relación con Dios se efectúa de abajo arriba y no de arriba abajo como sucede en la ascética católica. No estaba maduro en aquel entonces. ¿Cómo entrar en ese aro y en aquel sic ad Astra que nos proponían los maestros del alma cuando se tienen quince años y desconoce el mundo, sus pompas, sus vanidades, su dulce y venenosa mentira? Tendría que atravesar el desierto de otra prueba más larga, bufar por las celdas como escaques de la Colmena, conocer ese Madrid sórdido y tierno que cuenta Cela, acodarme en la barra del Café Gijón o esconderme detrás de la tabla del burladero. Con todo y eso, cuantas veces me cogió el toro y allí no estaba al quite el padre Heras para echarme un capote como aquella tarde de junio en que nos fuimos a bañar a la playa de Oyambre, una playa abierta y  peligrosa. Todos los años se ahogaba allí alguien. Aramburu y yo nos tiramos desde una de las dunas a la ría de cabeza. Al poco tiempo sentimos que la corriente nos arrastraba mar adentro. El vasco que nadaba como una anguila y era de tradición marinera salió a flote y alcanzaba la orilla. Mucha gente hacía corrillos en la playa pero sin hacer nada. Entonces nuestro prefecto que era arandino y se había bañado muchas veces en el Duero despojándose de la sotana se lanzó a la mar y en una zancada me alcanzó por los pelos tirando de mí. Había resaca. Pudimos ahogarnos los dos pero aquel jesuita castellano era un héroe. Perdí el conocimiento y me hicieron el boca a boca. Al despertar me vi tendido en la arena al lado de una junquera. En la operación de rescate había perdido el bañador. Me había quedado in puribis ¡qué vergüenza! Un alma caritativa me cubrió mis miserias con la esclavina y otro me tapó con el fajín azul, como aquel bergante al que le cogió el toro en los encierros de Cuellar y un mozo le cubrió las pudendas con su sombrero. Rompí a llorar y empecé a llamar a mi madre.

       -Mamá. Mamá

-Salvaste, Arije. Salvaste. En acción de gracias, diremos una misa. Hoy hizo otro milagro la Virgen María

-Gracias a usted, padre Heras. Es su paternidad todo un campeón.

-Fui nadador olímpico y estuve en la selección. Cuando se ahogó un compañero decidí ingresar en el noviciado.

-Que Dios lo bendiga

-Y a ti, Arije

El incidente se comentó durante algunos días en el seminario. Era época de exámenes. Mi salvador, el que me rescató de las olas bravías del Cantábrico dijo la misa de Nuestra Señora, la que empieza en su introito con el “Salve Sancta Parens”. Hasta Eguillor me trató con cierta deferencia. Mala hierba nunca muere, dijo en el aula. ¡Qué cabrón! Sin embargo, el P. Penagos, nuestro profesor de Gramática, al día siguiente del percance puso un letrero en la pizarra que eran las palabras del ángel a las mujeres anunciando la resurrección.

       -Resurrexit Sicut dixit

Mientras el P. Rábago que nos daba química y hablaba el inglés correctamente pues había actuado como intérprete durante el encuentro de Franco con Eisenhower hizo lo propio pero en inglés: ley aunque me aseguraba que tendría que aquilatar y matizar más en mis composiciones y no andar subiéndome a la parra. No pegar saltos. Pero la vida, mi reverendo Padre, es un salto mortal sin red. Hay que tener el cuerpo de atleta como Heras. Mírele. Alto, cenceño, trabado de hombros, un lansquenete, un buen soldado de Xto. Por su parte al P. Cabezas que explicaba matemáticas debía de gustarle el circo. Nos ponía problemas tomando como referencia los saltos en metros de Pinito de Oro, acróbata muy señalada en aquellos tiempos…si Pinito cubre en un minuto una distancia de tantos metros en un segundo ¿Cuántos kilómetros saltará en media hora? Yo suspendía las matemáticas y en química cero pero como digo Penagos me tenía buen concepto. Era buen latinista y como discípulo de Errandonea había publicado varios libros de comentarios de textos y una gramática en la lengua del Lacio. Pinito de oro hacía maravillas en el trapecio y nuestra caída iría unida al arrinconamiento del latín y de las Humanidades. Perdería vigor a mi parecer y entre la eterna disputa entre Pedro el apóstol de la Circuncisión y Pablo el apóstol de los gentiles que predicaba la resurrección Saulo perdería la partida hasta la llegada de los cabalistas. Eso de las humanidades es vanidad de vanidades. Y ahora venga economía, especulación, agio. Nosce te ipsum pero te participo de antemano que no eres más que una puta mierda.

Los vascos en aquel curso tenían preferencia. Todos eran altos, venían de casa rica, bien plantados y muy inteligentes. No niego que se notaba una cierta superioridad étnica sobre nosotros los de Zamora, los castellanos canijos, los andaluces dicharacheros, los de Toledo como bolos y los gallegos a los que había que echar de comer aparte. Hacían corrillo parlando en su chapurreo y había uno un tal Lois que se gloriaba de ser hijo de un canónigo poco más o menos que Rosalía de Castro. Entre los catalanes ya asomaba la oreja el independentismo qué quiere que les diga. Entre los vascos había un tal Aburto que era el primero de la clase (según tengo entendido llegaría a convertirse en uno de los mejores dentistas de Oviedo, un lince en ciencias exactas) y Arriaga y Arriola que formaban parte de la schola cantorum del Padre Prieto. Todos ellos no sé si tendrían madera de santos. Lo que sí sé que yo estaba seguro de que habrían de ser algo en la vida y yo sería un bohemio un poco como Martín el de la Colmena. Quizás llevara razón Penagos cuando desde la tarima empezaba a disparar palabras como una ametralladora. Parecía que iba en una moto proponiéndonos textos del P. Llanos extractos a ciclostil de los artículos de fondo del YA. Tan concisos que no abarcando más de seis o siete líneas ahorcaban la hermosura de la lengua castellana.

       -Tú déjate de floripondios, Arije. Ve al grano

-Si yo voy al grano, padre Penagos. Lo que pasa es que tanta concisión me aburre

Quizás el P. Penagos un santanderino que siempre se estaba riendo, se reía de su propia sombra, estuviera en lo cierto. La ampulosidad ya no se lleva en literatura. Impera el lenguaje corto y ceñido, todo pipo, nada de cáscara, plagado de insultos y de mala uva de las redes sociales. Llanos no sé si tendría mala uva pero a mí nunca me han gustado los chaqueteros y no comprendía cómo un capellán de la Legión y falangista pudiera haberse hecho del PC yéndose a vivir al Pozo del Tío Raimundo. Era algo excéntrico como buen jesuita. Tanto a él como al P. Penagos que Dios los tenga en su gloria.

El último día que pasé en el recinto nadie fue a despedirme. Recogí mis bártulos y en el coche de línea de la Económica que me llevé hasta Torrelavega cargué en la baca mi baúl con la ropa que me marcara Tía Dominica con el número 288 y el colchón de borras. Allí embarqué en el correo de Santander. Me embargaba una sensación de derrota y a la vez de vergüenza. Era un ex y un fracasado. En Madrid hacía un mes de julio caluroso. Cuando todos pensaban en su veraneo en el norte yo volvía a la Colmena, al horno. Recuerdo que la capital estaba llena de banderas argentinas para recibir al presidente Onganía que iba a ser recibido en el Pardo. Encontré a mi madre llorando. Había perdido la pobre sus esperanzas de un hijo sacerdote y con posibilidades económicas. Comillas por aquel entonces era una fábrica de obispos. En mi entorno todo se derrumbaba. Otro fracaso.

       -¿Por qué te han echado, hijo?

-No me echaron, mamá. Lo que ocurre es que no me probaba. Yo carecía del nivel necesario. El P. Eguillor me echó en cara que cuando me admitieron no se fijaron en mis notas, que “te nos colaste”

-Pues ya podía habérnoslo dicho antes ese buen padre. Hemos tenido que hacer un esfuerzo muy grande para darte carrera.

-Me pondré a trabajar aunque sea de picapedrero.

-Tú tampoco vales para eso.

Aquello fue como el despertar de un sueño. Me había fraguado castillos en el aire y ahora volvía a la realidad, a la colmena, a la lucha por la existencia, a la carrera de ratas, algo mucho más duro que ser cura o fraile. Conseguí unas clases de latín en un colegio de la calle presidente Carmona que dirigía un cura muy putero castellonense que se llamaba don Severino y por las noches hice el bachillerato nocturno en el Ramiro. Lo mío era el periodismo y la literatura. Mi madre me daba la pobre diez duros los sábados con los que compraba un paquete de celtas largos y mercaba algún libro en Moyano o en la Librería Espasa Calpe. No había llegado mi hora en el Café Gijón pero me gustaba pasear por Recoletos allá donde estaba el famoso convento del paño pardo como llamaban a los agustinos y me fijaba en los ventanales. Allí algunos escritores de fama como Pedro de Lorenzo, Castillo Puche, Eugenia Serrano parecían budas puestos en escaparate. La hora de Umbral no había llegado aun pero yo pensaba para mi capote “me gustaría algún día ser como ellos” a sabiendas de las dificultades de mi elección. Hay grandes escritores a los que no conoce ni dios.